HISTORIA DE LA LITERATURA DEL NOROESTE ARGENTINO Desde la Colonia hasta fines del siglo XX
ALICIA E. PODERTI
Primera Edicion: CIUNSa, 2000. © Alicia Poderti. ISBN 987-99460-3-0. (Este texto forma parte de la Tesis Doctoral, defendida en la UNIVERSIDAD NACIONAL DE CUYO, FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS, setiembre de 1998, DOS TOMOS, calificada con Suma Cum Laude, 10 sobresaliente y publicación recomendada. Doctorado en Letras (Categoría “A” CONEAU) Segunda edición electrónica para web page: 2017.
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ÍNDICE PRELIMINARES I. CONTORNOS DE UNA HISTORIA SOCIO-CULTURAL I.1. Alcances contemporáneos del término literatura I.2. Regiones literarias y regiones históricas I.3. El noroeste argentino como región histórica I.4. Saberes históricos y ficcionales I.5. Las historias literarias I.6. Periodización
II. FUNDACIÓN II.1. La región del Tucumán II.2. Prácticas escriturales II.2.1. Práctica político-religiosa II.2.2. Práctica jurídico-notarial II.2.3. Práctica literaria canónica II.3. Textos coloniales y literatura germinal II.4. Leyendas del Tucumán Colonial II.4.1. Consideraciones en torno a la literatura oral II.4.1.a. Oralidad y escritura II.4.1.b. Historia/Leyenda II.4.2. Relatos orales y pensamiento andino II.4.2.a. El Rey Inca: la justicia vuelve… II.42.b. La sepultada Esteco: los signos eternos II.4.2.c. San Francisco Solano y su violín II.4.2.d. San Ramón de la Nueva Orán: ciudad de campanas misteriosas II.4.3. Memoria y verdad III. CONSTRUCCIÓN 2
III.1. Fractura del pensamiento colonial III.2. El ethos nacional y el proyecto literario nacional III.3. La aparición de la novela y el relato de la gesta antirrosista III.3.1. Procedencias III.3.2. Configuraciones narrativas: el folletín III.3.3. Novela y contracultura III.4. Las mujeres y el imaginario nacional III.5. Los hombres del '80 III.6. La prensa y el NOA en el siglo XIX III.7. Fisonomías III.7.1. Desierto III.7.2. Inmigración
IV. REGIÓN, GLOBALIZACIÓN IV.1. La Argentina y el Noroeste (1900-1930) IV.2. Los intérpretes de la cultura nacional IV.3. Modernismo, "regionalismo" IV.4. Ni Florida, ni Boedo IV.5. "La Carpa" y la renovación del discurso cultural de la región IV.6. Diseños regionales IV.7. Trayecto: hacia la globalización
V. FRAGMENTOS DEL PAÍS INTERIOR V.1. Facetas convergentes V.2. La escenificación de la Historia
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V.2.1. Güemes en el dédalo de la ficción V.2.4. Voz y documento V.2.3. Los rostros de la historia reciente V.3. Escritura femenina: espacio de rebelión V.3.1. Mujeres X mujeres V.3.1. Gramática femenina V.4. Incisiones V.4.1. Gauchos malos y domesticados V.4.2. Fronteras y orillas V.4.3. Trenes, andenes, tajos y caminos V.4.4. Los sabores andinos V.4.5. El viaje y la región de la utopía VI. BALANCES, COORDENADAS, UMBRALES VI.1. Compases neoculturales VI.2. Heterogeneidad y multiculturalismo VI.3. La escritura como síntoma VI.4. Virtualidades, fórmulas y lectores: otros lenguajes VI.5. La narración en la encrucijada de los géneros literarios VI.6. Mujeres y escritura de provincias VI.7. Literatura e identidad cultural
BIBLIOGRAFÍA 1. Aproximación bibliográfica a la producción narrativa del noroeste argentino hasta fines del siglo XX: 1.1. Libros y publicaciones varias 1.2. Antologías y compilaciones 2. Área literaria 2.1. Estudios Críticos
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2.2. Literatura (general) 2.3. Sobre literatura del NOA 2.4. Historias literarias y estudios panorámicos 3. Área de Ciencias Sociales y Humanas 4. Sobre género y literatura femenina del NOA 5. Publicaciones documentales (Colonia) 5.1. Fuentes éditas 5.2. Fuentes inéditas (manuscritos) 6. Diccionarios
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PRELIMINARES
"Y toca a cada país o región sacar de una vez el problema de este plano de generalidades que constituyen ya un lugar común de las perspectivas teóricas, y aplicarse a una investigación concreta de la experiencia local, desde los diversos ángulos que sugiere la tetrasecular y movimentada vicisitud histórica aparejada al destino americano." BERNARDO CANAL FEIJÓO
La intención de dar cuenta, desde el campo de los estudios críticos e historiográficos, de la producción literaria de la región del noroeste argentino, supone iniciar un complejo proceso de organización del sistema literario de una cultura específica. Implica, a la vez, interconectar dos variables culturales en continua relación: la historia y la literatura, desentrañando las diferentes versiones de la historia que aparecen en los textos y componiendo una "literatura de la historia", en la medida en que la escritura literaria se presenta como tematización de la historia, como problematización de ella. La literatura, como manifestara Mijail Bajtín, es una parte inarrancable de la historia de la cultura y no puede ser comprendida fuera del contexto global de una época dada y en la ruptura cronológica que implica que "las grandes obras literarias son preparadas durante siglos" (1982: 107). La idea de efectuar una historia literaria regional de la literatura del noroeste argentino no ha trascendido más allá de intentos aislados. La historia de la literatura latinoamericana será enriquecida en la medida en que se sustancie el aporte que pueda verificarse desde la microhistoria de las literaturas regionales, en lo que respecta al esclarecimiento de sus problemáticas centrales. De este modo se integra al proceso de la historia literaria latinoamericana una literatura argentina que opera desde una de sus áreas de pertenencia -la región del NOA-. Siguiendo la línea “narrativa” como directriz (sin abandonar por ello las otras variedades literarias pues tengamos en cuenta que nuestro planteo básico contempla una mixtura y la imposibilidad de referirnos a “géneros canónicos”) recorreremos la literaura del NOA, que es la literatura del país interior y también de la gran Argentina, desde la Colonia hasta el final del siglo XX. 6
Algunos de los temas planteados en el primer capítulo de esta investigación despejarán ese núcleo de problemas, partiendo de la idea de que la escritura de una historia literaria supone también el esclarecimiento de cuestiones tales como la reconceptualización del término "literatura", la revisión de los criterios con los que una literatura se extiende en el devenir histórico y la imposibilidad de considerar la producción literaria separada de la sociedad y la cultura que la generan. La lectura de una literatura denominada regional, en las investigaciones actuales, se fundamenta en la observación de los registros culturales que participan en cada texto, registros que están en íntima relación con las referencias geográficas, históricas y sociales que conforman un discurso diferenciado. De este modo, la literatura argentina se desarrolla en dos vías: por un lado, los textos literarios que funcionan referencialmente en la Capital Federal en tanto cosmópolis central y centrífuga del país, y por el otro, aquellos cuya circulación cultural remite a las diversas regiones en sus particularidades sociales (Heredia, 1994: 11). Los textos literarios del segundo grupo quedan automáticamente incluidos en la categoría de lo regional, que comprende derivaciones tales como el nativismo, el localismo y el costumbrismo. Todas estas variantes refuerzan la idea de que los lenguajes literarios se constituyen geoculturalmente1. Pues "si en geografía se puede trazar un mapa desde un ángulo científico y vivir en cambio cotidianamente en otro país" (Cfr. Kusch, 1977: 19), el discurso literario está interpenetrado por ese subjetivante dibujo de la realidad que esquematiza su centro y su periferia a partir de una mirada que redistribuye los espacios. Esa reubicación es posible a través del conocimiento empírico del ámbito en el que se mueven los deseos y pensamientos del hombre. La literatura, como producción cultural de carácter social, es el conjunto de textos orales y escritos a través de los que se elabora la visión comunitaria del mundo. Esta elaboración puede ser colectiva, individual y aún anónima, pero aunque sea un producto individual transparenta la concepción de la sociedad y de la cultura desde la que el escritor escribe. La literatura y la historia operan así como realidades complementarias, por cuanto los usos culturales pasan hacia la producción literaria y viceversa. Los elementos sociales, antropológicos y lingüísticos entran en combinación con los elementos puramente estéticos. Al mismo tiempo, los textos literarios no existen como fenómenos aislados, sino que se ligan a otros textos pasados o contemporáneos, de una misma cultura o de diferentes culturas, generando una forma de intertextualidad en la que los diferentes sistemas literarios entran en contacto. Si los textos leídos en forma aislada no constituyen una literatura, para poder referirnos a una "literatura del noroeste argentino" se hace indispensable reconocer la relación que existe entre ellos. Este entramado textual responde a dos direccioNEs: una horizontal (el momento socio-cultural en el que se producen los textos y las características 1
Para Rodolfo Kusch: "Cultura no es solo el acervo espiritual que el grupo brinda a cada uno y que es aportado por la tradición, sino que además es el baluarte simbólico en el cual uno se refugia para defender la significación de su existencia. (...) A nivel metodológico cabe considerar entonces, desde un punto de vista geocultural, que existen unidades estructurales que apelmazan lo geográfico y lo cultural constituyendo una totalidad difícil de penetrar, a no ser que la misma unidad proporcione los medios para hacerlo" (Kusch, 1976: 5-6). 7
comunes entre ellos) y una dirección vertical (las transformaciones que el conjunto de esos textos producen a través del tiempo). La noción de "sistema" permite explicar el hecho literario como un tejido de textos generados por una sociedad y una cultura particular. En este sentido, las relaciones entre sistemas literarios son decisivas en la conformación de una literatura como la del NOA. Las coordenadas que en ella confluyen son resultado de los procesos socioculturales del conglomerado cultural latinoamericano, por lo que se vuelve imprescindible detectar las vinculaciones y los límites entre literaturas continentales, nacionales y regionales (Cfr. Pizarro, et. al., 1985). Las cuestiones abordadas en esta investigación nos han permitido reorientar algunos principios de la historiografía literaria, con el fin de delimitar la pertenencia cultural de la producción literaria del noroeste argentino dentro de una perspectiva histórica y socio-cultural; comprobando si los discursos de los textos literarios acompañan a las transformaciones de las estructuras socio-culturales o instalan un imaginario social diferente; reconociendo los principales códigos históricos de cada época para discernir la "literaturidad" de los textos y su clasificación dentro de los campos estético y sociocultural. Centraremos nuestra lectura en la línea de la narrativa pero nuestro enfoque no puede ignorar que la noción de género impone aproximaciones fragmentarias del texto literario. El tema de la revisión y desarticulación de la teoría clásica de los géneros ya ha sido explorado por críticos y filósofos a través del tiempo, encontrando un punto clave a principios del siglo XX con Benedetto Croce, y nutriéndose actualmente con las propuestas generadas por el análisis del discurso, la sociocrítica canadiense y la teoría bajtiniana. Esta perspectiva de redefinición de los géneros literarios que iremos delineando en cada uno de los capítulos, intenta superar las clasificaciones taxonómicas, teniendo en cuenta la organización de los elementos dominantes y las estrategias discursivas que se ponen en juego en cada texto, la relación con los otros textos de su serie y las características del entretejido social y discursivo en el que se generan. En lo que respecta al ámbito cronológico se focalizará la producción narrativa del siglo XX, partiendo del panorama gestado en los siglos anteriores. Se entiende el proceso temporal como un movimiento en el que los códigos históricos y socio-culturales del período fundacional-colonial del Tucumán constituyen las matrices que permitirán considerar los momentos de cambio, de interacción, de conservación y de transformaciones dentro de la producción posterior. La comprobación de estas textualidades operando en la narrativa contemporánea tiende a despejar la transposición estética de los modelos del discurso colonial que ha pulsado gran parte de la producción literaria hispanoamericana. Al mismo tiempo, la intertextualización de la producción de siglos pasados en la literatura contemporánea del noroeste argentino, instala un concepto de historicidad que se presenta como la puesta en marcha de la "memoria cultural", a través de la reinstalación de formas escritas y orales en la narrativa del siglo XX. Así, los textos literarios y los autores no serán leídos de acuerdo a un sistema de periodización que los adscriba exclusivamente a la época en la que fueron escritos -sus condiciones de producción- sino a partir de la recepción que de 8
estos textos se ha hecho, reconociendo los principales códigos de cada momento histórico que se re-producen y re-presentan en las textualidades literarias. Nuestra propuesta, que no agota las posibilidades del sistema literario del noroeste argentino -inserto en el proceso de intercambios con los otros sistemas culturales-, propone una vía de ordenamiento y sistematización de los procesos literarios de esta zona. La unidad y multiplicidad cultural latinoamericanas constituyen dos itinerarios complementarios para penetrar en la imagen histórico-literaria de la región del Noroeste argentino.
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I. CONTORNOS DE UNA HISTORIA SOCIO-CULTURAL ..."Las literaturas regionales corresponden a un segundo nivel de articulación con respecto a los sistemas literarios nacionales, pero en si mismas tienen también naturaleza orgánica y se instauran igualmente mediante un tramado de contradicciones. En las regiones más integradas sus literaturas no representan más que una escala menor de la problemática propia de las literaturas nacionales." ANTONIO CORNEJO POLAR
I.1. ALCANCES CONTEMPORÁNEOS DEL TÉRMINO "LITERATURA". Uno de los problemas más focalizados por la indagación teórica actual es el que gira en torno al esclarecimiento de lo que es y no es literatura. Este replanteo de la noción, inserto en la encrucijada de los discursos sociales, obliga al constante cotejo entre las textualidades pertenecientes al sistema erudito y a los otros sistemas participantes en el proceso de producción. La dificultad de establecer categorías universales en el eje diferenciador de estos ámbitos se advierte en un movimiento de reconceptualización que propulsa modelos alternativos de ruptura con los modelos teóricos europeos, aquéllos que intentan constituir el campo de lo literario a partir de su lugar de enunciación2, fijando el centro en un sistema que relega al terreno periférico a los universos textuales de otros sistemas culturales. En este ritmo de confrontaciones se incluye el planteo de Alfonso Reyes, quien entiende que, en algunos casos, no hay literatura en pureza sino literatura aplicada a asuntos ajenos, literatura como servicio o ancilar. La "literatura en pureza" se identifica, en este concepto, con el líquido, con la esencia pura o sustantiva que se manifiesta en el drama, la novela o el poema, y en la cual "la expresión agota en sí mismo su objeto". Por otra parte, Reyes considera como "literatura aplicada a asuntos 2
Desde la perspectiva de la construcción lingüística de un texto, es preciso distinguir los conceptos de "enunciado" y "enunciación": en el proceso de la enunciación el sujeto o hablante aparece como el que está pronunciando un discurso (ocasionalmente a un destinatario), es decir, una serie de enunciados caracterizados por connotadores emotivos, valorativos, modalizantes, etc. Siguiendo a Greimás y Courtés, se considerará sujeto de la enunciación al eje sintáctico entre sujeto y antisujeto. El conjunto de elementos que dependen de la enunciación de un texto tiene sentido en sí mismo, pese a su carácter fragmentario y disperso (1991). 10
ajenos" al depósito de distintas mezclas, representado en formas consideradas ancilares a la literatura. Existe, para Reyes, la "historia con aderezo retórico", la "ciencia en forma amena", la "filosofía en bombonera". En todos estos ejemplos "la expresión literaria sirve de vehículo a un contenido y a un fin no literario" (en Fernández Retamar, 1975). Para Jurij Tinianov (1968) las definiciones estáticas y fijas son superadas por una evolución que revela la incertidumbre acerca de los límites de la literatura, de su periferia y su zona de frontera y hasta incluso de su propio centro. En este desdibujamiento, lo central puede volverse marginal, y viceversa, mientras los signos de cada sistema literario tienden a extrapolarse: ...la existencia de un hecho como "hecho literario" (...) depende de su función. Lo que es "hecho literario" para una época será un fenómeno lingüístico perteneciente a la vida social para otra, e inversamente (...). Así, por ejemplo, una carta a un amigo de Dervajin es un hecho de la vida social; pero, en la época de Karamzim y de Pushkin, esa misma carta amistosa es un hecho literario. Las memorias y los diarios tienen un carácter literario en un sistema literario, y, a su vez, muestran un carácter extraliterario en otro (en Lotman, 1972). Según Fernández Retamar, la línea central de la literatura, en Latinoamérica, pareciera ser justamente la amulatada, la híbrida, la "ancilar", mientras la línea marginal se identifica con la purista, la estricta o canónicamente literaria. El predominio de los géneros considerados ancilares, como las crónicas, los discursos, artículos, memorias, diarios, y algunas formas sociográficas, hace empalidecer a los otros géneros, supuestamente centrales (Fernández Retamar, 1975). La problemática de textualidades como las indígenas, de las que, en muchos casos, solamente conservamos restos orales, indica que existen manifestaciones discursivas que no se pueden mensurar con los mismos criterios que se aplican a un texto de escritura alfabética. La capacidad de los textos desborda aquí lo tradicionalmente literario para dejar lugar a una combinatoria de sistemas lógico discursivos (Cfr. Lienhard, 1992). Estas ideas pisan terreno fértil cuando preguntamos a la literatura hispanoamericana acerca de su producción literaria. La escritura de la fundación y la Colonia de América ya se inserta dentro de un sistema literario en el cual el proceso documentador del encuentro de culturas ingiere formas lingüísticas, poéticas, orales y escritas, para testificar mejor el asombro ante el mundo y la compleja problemática que surge de las relaciones entre dominadores y dominados. El discurso de la Colonia es la manera de decir el "cómo" el europeo ve a América, con sus propios instrumentos de organización de la cultura: ...la formación de la imagen de América, con las dos líneas, como información y como transfiguración. Esta formación de la imagen de América, que de cierta manera es, en el fondo la apropiación de la tierra por el espíritu, se expresa sobre todo en la prosa: crónicas, informes, relatorio, cartas, correspondencia de capitanes generales, etc. En segundo lugar yo hablaría de la transferencia de las formas literarias europeas -el teatro, el poema épico, el poema 11
narrativo, la lírica- en donde encontraríamos otras dos líneas: como prolongación o como continuidad de esas formas y como alteración o ruptura, como modificación (Cándido, 1985: 31). La literatura, para Beatriz Sarlo, "es lo que una sociedad acepta como tal". Es necesario describir el funcionamiento diferenciado de estas textualidades en cada una de las formaciones sociales. En el período colonial, la literatura -contenida en formas no canónicas desde el punto de vista tradicional- fue de fundamental importancia, en tanto hacía circular los valores religiosos, políticos e históricos bajo la forma de valores estéticos. La literatura fue refuerzo de la colonización, y vehiculizó la ocupación imaginaria de la realidad (en Cándido, 1985: 31). En el cúmulo de operaciones literarias generado en cada texto es posible detectar la presencia de rasgos que pueden sintetizarse en un grupo más o menos constante de marcas discursivas: - Los principios de formación discursiva del texto ficcional o artístico radican en la "actitud hacia el mensaje" contenida en el discurso, aspecto que ha sido dilucidado por Roman Jakobson (1975). Si el mensaje se considera primordialmente una ocasión para expresar una condición emocional del hablante del discurso, o para suscitar una actitud en el receptor, entonces el discurso habrá de valorarse menos en relación a su claridad o su valor de verdad con respecto a su referente, y más en cuanto a su fuerza performativa. La actitud que los sujetos productores asumen ante la escritura determina la naturaleza de un tipo textual y el grado de mixtura de los cánones artísticos con los informativos y/o científicos (Cfr. White, 1992: 57). - En lo que respecta al volumen informacional, los textos artísticos transmiten mucha más información que los textos científicos, al disponer de más códigos y más niveles de codificación. La complejidad de la estructura es directamente proporcional a la diversidad. Los textos literarios poseen la capacidad de concentrar un enorme caudal de información en la superficie de un texto pequeño (Lotman, 1982: 21). - La expresión que vehiculiza la literatura supone el uso de un lenguaje especial, el cual se superpone sobre la lengua natural como un sistema secundario (Lotman, 1982). La praxis de lo sobreescrito se ejercita toda vez que los signos del texto artístico se presentan prescindiendo de su carácter convencional, para resemantizarse a partir de las reglas generadas en cada momento de reconocimiento. En el proceso de circulación se opera una conversión o transcodificación del texto, en la medida en que el receptor intenta percibirlo de acuerdo a los cánones vigentes en su cultura y en su época. El texto artístico puede considerarse así como "un texto repetidamente codificado" (Lotman, 1982: 82). -El carácter anafórico del texto literario: la anáfora atraviesa y designa espacios ajenos a la superficie lingüística pronunciada o recopiada. De esta manera, la lengua (lo que se dice) se vincula a lo que está fuera de la lengua, pero que no 12
puede pensarse más que a través de la lengua (lo que no se dice). No es lo trazado (si se considera como "escrito" el trazado visual de lo descrito), "es el salto de lo trazado hacia, sobre, a través". El carácter anafórico es suprasegmental, como el vacío que une a un pronombre demostrativo con el objeto mostrado, a una proposición incisa en la frase compleja, a la lengua con lo que se practica a través de ella. A través de la anáfora, la variable hace surgir, en el texto escrito, los textos ausentes: la política, la economía, los mitos (Kristeva, 1981: 106). - En última instancia, la posibilidad de "funcionamiento" de un texto cualquiera como texto artístico, dependerá no tanto de la instancia de producción, sino más bien de la recepción (Cfr. Verón, 1987). En la reconstrucción operada por el lector, éste impone su modelo del mundo y su modo de entender la estructura de la realidad. El texto codificado por el sujeto de la producción se encuentra inmerso en un tejido de relaciones extra e intertextuales que crean un código complejo, a partir del cual es posible descifrar la información encerrada en él. - La escritura literaria centra sus búsquedas en el otro y en lo otro. Para ir a su encuentro hace válida cualquier manipulación del instrumento lingüístico: modifica la lengua, tensa o distiende los vocablos, puebla de blancos la escritura. Esos espacios, elipsis y cesuras, son diferentes modos de expresar una imposibilidad de comunicación. En esos lugares podría insertarse -y de hecho lo hace- la voz del otro. La alteridad entrando y saliendo de la escritura es una marca literaria, en tanto la lengua absorbe el habla del otro -su imaginario- y lo describe como desmesura y como transgresión de su propio mundo. Afirmar el carácter literario de un texto implica considerar no tanto la intencionalidad de "hacer literatura", sino despejar un cambio epistemológico en el cual se consolida la historia literaria y se recuperan del pasado aquellos textos que "muestran", desde la perspectiva de la recepción, ciertas propiedades literarias (Cfr. Poderti, 1994). Como lo comprobaremos en los capítulos siguientes, esa historiografía textual permite reconstruir la conformación de un canon legitimatorio de textos literarios, articulando y ejerciendo un proceso de revalorización colectiva. Se intenta así superar la canonización estática entre literatura y no literatura, ampliando el corpus de lo literario hacia lo usualmente calificado como subliteratura (Cfr. Rincón, 1978). I.2. REGIONES LITERARIAS Y REGIONES HISTÓRICAS "No son pocos los tentados a desentenderse del asunto bajo el sobreentendimiento de que lo nacional es todo lo que se sitúa o procede de La Capital, y regional todo lo que se sitúa o procede de las provincias. Reflejo de la mentalidad "constitucional" (...) Sería, pues, necesario comenzar de nuevo por las definiciones básicas (...) lo que obliga a comenzar, como requisito 13
indispensable para el entendimiento del concepto argentino de "literatura regional", por pensar desde luego en qué es la literatura y sus relaciones necesarias con la realidad; o sea, en definitiva, su función y misión en la sociedad que le atañe al escritor." BERNARDO CANAL FEIJÓO
La reconceptualización del término literatura está unida al replanteo del concepto de región, en la medida en que la distribución de los diferentes espacios o sistemas "regionales", van modelando los rasgos que hacen "literario" a un texto. Las condiciones de producción y circulación de los discursos sociales reinsertan los textos en un medio que es, al mismo tiempo, conjunción y pugna de espacios y regiones. La relación literatura-región se hace palpable en el complejo juego de combinatorias espacio temporales que determinan la emergencia del hecho estético en una sociedad. La región del NOA, como zona fronteriza entre las regiones andina y rioplatense, conserva un vínculo de doble pertenencia cultural. De allí que todas las cuestiones relacionadas con las particularidades lingüísticas de las comunidades andinas también producen un modelo regional que deriva en la sobreinscripción del concepto de región sobre el de literatura. Esa región se juega en los textos literarios como una fusión de unidades de tiempo, de acción y de lugar que conforman sistemas. De la intersección de las variables del tiempo y el espacio histórico surge una serie literaria cuya función constructiva se reconoce en las características de un conjunto de textos que poseen determinados elementos dominantes (Cfr. Bajtín, 1989). Esa lucha secreta y explícita de tiempos y espacialidades despliega una trama que se teje sobre la oposiciones: centro/periferia, norte/sur, pasado/presente. Las regiones que se confrontan en estas escrituras construyen un universo discursivo que debería leerse, a nivel metatextual, como una propuesta de replanteo del andamiaje teórico a partir del cual se ha estado leyendo la producción del noroeste argentino. La escritura literaria se integra a ese espacio de convergencia y confrontación de relatos culturales. En este camino de insurrecciones las miradas de todos los que participan en el acto de la escritura -los que "escriben", los que "oyen" y los que "hablan" en los textos- construyen una región literaria desde sus lugares de enunciación y sus horizontes de expectativas. Existen regiones centrales y regiones periféricas, literaturas dominantes y literaturas dominadas, sistemas y subsistemas culturales. La escritura literaria afirma su heterogeneidad en esos juegos disgregatorios y transculturadores. Así, Cornejo Polar (1980) establece la heterogeneidad de sistemas literarios que coexisten sobre un mismo eje temporal, sistemas de distinto ritmo histórico y con diferentes posibilidades de comunicabilidad.
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En lo que respecta a los contactos literarios, la región del NOA realiza un doble movimiento, el que proviene de la capital -el puerto de Buenos Aires, en relación con el concierto internacional-, y el que efectúa la cultura regional como respuesta a ese impacto capitalino. Estos procesos se ven acelerados en el siglo XX con la influencia de los medios masivos de comunicación y las sucesivas migraciones de los escritores provincianos. En cuanto al tema de las migraciones, es oportuno consignar que los escritores norteños emigran a Buenos Aires y también hacia otras provincias. Tal es el caso del narrador Fausto Burgos. La procedencia noroéstica de este escritor puede leerse en su producción narrativa, pero como bien ha señalado la Marta Castellino, Burgos se incorpora a la vida literaria mendocina y específicamente a la generación del ’25, lugar que le permitirá desarrollar una narrativa de inspiración folclórica, en la que cobran protagonismo tanto la región del NOA como la de Cuyo (Cfr. Castellino, 1989: 33-44). La región literaria depende de la existencia de una región histórica y cultural, al ser uno de los sistemas que constituyen la cultura. Toda cultura posee características que la diferencian de otras y tiene zonas que entran en contacto con otros sistemas socioculturales. La expresión artística se ubica en el cruce de ese movimiento de alteridad, oposición y contacto entre diferentes "regiones culturales". En su construcción histórica, cada cultura legitima su experiencia del pasado, creando códigos y modelos inherentes a su propia existencia. La organización de los sistemas literarios desde esta perspectiva permite concebir a América Latina como una unidad y como una supraregión cultural, opuesta a la supraregión europea que, a su vez, reconoce la existencia de microregiones interiores, diferenciadas entre sí por trayectorias, proyectos y destinos separados. Esta conciencia de la "unidad en la diversidad", generada fundamentalmente por los contactos étnico-culturales a través del tiempo, permite distinguir a las unidades que se articulan en su interior, entre las que se puede advertir un movimiento de oposición y/o inclusión: unidad latinoamericana/ unidades nacionales; unidad nacional/unidades regionales; unidades regionales supranacionales. Dentro de la supraregión "Latinoamérica" se han organizado históricamente unidades menores constituídas por las naciones, resultado de procesos independentistas complejos. Los factores políticos, generados casi exclusivamente por factores de carácter histórico, determinan que cada nación establezca pautas homogeneizadoras propias de su cultura. Una mayor fragmentación en la diversidad se plantea a través de la existencia de regiones interiores dentro de cada unidad nacional. Se produce un movimiento conflictivo entre las pautas homogeneizadoras y las pautas diferenciadoras de cada región a partir de la existencia de tipos de sociedades cuya movilidad depende de la mayor o menor incidencia de la influencia de la cultura occidental y de los niveles de industrialización en la zona. Estas diferencias también se reflejan en los comportamientos culturales entre las comunidades de centros urbanos, los espacios periféricos y las zonas rurales interiores. El aislamiento y la fragmentación son factores de variación cultural que se resisten a los procesos de cohesión y ajuste a las pautas determinadas por los centros de dominación cultural. Ese mapa de las conformaciones culturales, la mayoría de las veces, supera el diseño de los límites político-nacionales, en tanto las regiones supranacionales relacionan a 15
varios países contiguos y se sobreimprimen a los mapas geopolíticos. Las formaciones sociales que presentan características comunes en su proceso de formación sociocultural se aglutinan en regiones supranacionales, reconociendo la presencia de fuertes marcas en la estructura política y económica, en la dinámica migratoria y en su conformación lingüística. Una de las regiones supranacionales cuyo estudio reviste interés para nuestro recorrido historiográfico es la región andina. Según Ángel Rama: Entendemos por región andina no sólo el actual Perú, que ha funcionado históricamente como su corazón, el punto neurálgico en que se manifiesta con mayor vigor su problemática, sino una vasta zona a la que sirven de asiento los Andes y las plurales culturas indígenas que en ellos residían y sobre los cuales se desarrolló desde la conquista una sociedad dual, particularmente refractaria a las transformaciones del mundo moderno. Se extiende desde las altiplanicies colombianas hasta el norte argentino incluyendo buena parte de Bolivia, Perú y Ecuador y la zona andina venezolana. Son tierras ecológicamente emparentables dentro de las cuales se produjo la mayor expansión del Inkario... (1987: 124-125). En este proceso de expansión imperial, el Inkario generó una unidad lingüística y una homogeneidad cultural por encima de las diferentes culturas existentes en la región. Esa diversidad persistió durante el dominio incaico, aunque a esa pluralidad le sucedió una unificación aparente, producto de la conquista y colonización española. Así, dentro de la gran región andina es posible detectar una zona de fuerte incidencia en la cultura incásica: Ecuador, Perú, Bolivia, norte de Chile y parte de Argentina. Aún cuando, en el caso de este último país, las configuraciones socio-geográficas son diversas, puede verificarse la existencia de una variante andina de la literatura argentina, inserta en una variante andina sudamericana, tal como ha observado Gloria Videla de Rivero: A ambos costados de la extensa cordillera, de Norte a Sur, ha ido surgiendo una literatura que lleva su impronta, con ciertas constantes que permiten hablar de una cultura andina, y con múltiples matices, que surgen de los diversos condicionamientos geográficos, paisajísticos, socio-económicos, históricos y de los talantes individuales con que cada escritor ha captado y expresado estas realidades (Videla de Rivero, 1992: 124). La otra región supranacional de gran incidencia en la conformación cultural del noroeste argentino es la región rioplatense. Hacia fines del siglo XVIII Buenos Aires se hallaba asentada en una zona marginal 3, y poseía una sociedad sin divisiones muy 3
La creación del Virreinato del Río de la Plata fue parte de un proyecto destinado a crear nuevas unidades administrativas en zonas amenazadas por el peligro de la expansión portuguesa. Se implantó así un programa de reformas constitucionales que fortalecieron el centralismo y al autoritarismo. Se comienzan a contraponer dos mentalidades diferentes que diferenciaban entre sí a las diversas regiones que componían el antiguo virreinato. Paraguay conservaba características muy definidas por la influencia de la población indígena y la prolongación del impacto jesuita; el 16
marcadas, hecho que motivó, durante las guerras de la independencia, la toma de poder por parte de los grupos ilustrados y la propagación de los estallidos revolucionarios hacia el Alto Perú. La configuración del NOA permite problematizar acerca de cuestiones como la relación dialéctica entre la cultura andina y la rioplatense y aquellos contactos que involucran a las culturas aborígenes, al sistema culto y a los movimientos transculturadores que dejan como resultante una cultura andina con fuertes marcas de la cultura hispánica. I.3. EL NOROESTE ARGENTINO COMO REGIÓN HISTÓRICA "Así como en el ámbito continental, la Historia General de América se fracturó en historias nacionales a partir de la emancipación con el surgimiento de las nacionalidades, en el territorio argentino la entidad región se fue desdibujando como universo de análisis para dar lugar al nacimiento de las historias provinciales." ARMANDO RAÚL BAZÁN
En los últimos años la escritura de la historia argentina ha comenzado a restituir la complejidad del pasado nacional, antes circunscripto a la epopeya de Buenos Aires. Las culturas indígenas del noroeste, la expansión incaica en ese área, la articulación de las economías regionales coloniales en el espacio mayor andino, así como la aún poco conocida historia de la reorientación sucesiva de las diversas zonas del interior hacia el litoral, son los temas prioritarios de la investigación actual. En el campo de los escasos estudios historiográficos que toman como unidad el microespacio andino del Noroeste argentino, se inscribe la propuesta de Armando Bazán. Escribir la historia regional a partir del horizonte de las "regiones históricas" permite, según Bazán, visualizar correctamente los fenómenos, comportamientos y tendencias que desbordan el marco de las provincianías y hace evidente la vigencia de una identidad histórica que perfila con caracteres singulares al noroeste, matriz político social de la Argentina: ...la región histórica, por ser anterior a la nación y a las provincias constituye el universo de análisis más apropiado para el conocimiento histórico, pues ahí se dieron los elementos constitutivos que por agregación de jurisdicciones políticas dieron forma a la nación, y que por parcelamiento también político dieron origen a las provincias (1993: 42). Esta teoría regional, que halla su sustento en el marco conceptual de Juan B. Terán y Bernardo Canal Feijóo, persigue el objetivo de manifestar las líneas fundamentales del Tucumán delataba su filiación altoperuana; el Litoral se dividía a su vez en subregiones sometidas a contactos externos con Uruguay y la Banda Oriental (Cfr. Bazán, 1986). 17
proceso histórico del NOA, distinguiendo sus elementos constitutivos y las funciones que desempeñó en las distintas etapas del tiempo histórico americano y nacional. La precisión sobre el concepto de "región histórica" no se agota en las connotaciones particulares sustentadas en la economía, la lengua, la cultura y el marco políticoinstitucional. Incluye todos estos elementos en su estudio sobre un proceso geohistórico que reconoce sus raíces en la formación del Tucumán colonial -el "país de Tucma de los aborígenes- (Cfr. Bazán, 1993). La designación generada durante la revolución de Mayo incluía, bajo el nombre común de "arribeñas", a las actuales ciudades de Jujuy, Salta, Tucumán, Santiago del Estero y La Rioja. Luego de la conquista del desierto en la frontera norte, esta zona habría de denominarse Noroeste -expresión utilizada en 1910 por Ernesto Padilla- para diferenciarla del Nordeste, región que surge luego del sometimiento de los indios del Chaco. La "región histórica” se impone metodológicamente como el marco más adecuado para investigar esa realidad estructural, distinguiendo algunas categorías de análisis específicas, que según Armando Bazán (1993: 39-49), se traducen en los siguientes factores: -El factor geográfico: el continuo geográfico no consiste necesariamente en la uniformidad de sus caracteres físicos y recursos naturales, sino que se expresa también en la diversidad de zonas naturales contiguas y a la vez complementarias, cuya disposición favorece la integración social, influyendo en la instalación humana, condicionando las formas de aprovechamiento de los recursos naturales y generando fenómenos de interrelación y, a la vez, de interdependencia de las comunidades regionales. - El factor étnico-social: En el noroeste el tipo humano producido por el primer mestizaje sigue siendo el grupo humano mayoritario. El estrato aborigen -originalmente mayoritario- y los grupos africanos incorporados masivamente a partir del siglo XVIII, se integraron a la sociedad criolla, configurando un tipo étnico común hasta el siglo XIX, cuando el aluvión inmigratorio modifica profundamente la fisonomía de la sociedad (Cfr. también Bazán, 1980). - El factor cultural: Al mestizaje de sangre hubo de superponerse, en el noroeste argentino, la transculturación operada en los distintos factores de contacto: lingüísticos, usos y costumbres, expresiones artísticas, cosmovisión del pasado, etc. Los pueblos aborígenes del Tucumán habían alcanzado un desarrollo cultural importante, por cuanto a diferencia de los grupos cazadores y recolectores del Litoral fluvial, cuyo estadio cultural era abismalmente inferior al de los colonizadores españoles, en el noroeste florecieron desde comienzo de la era cristiana distintas culturas sedentarias agroalfareras que trabajaban los metales, especialmente el cobre y el oro. Antes de que ocurriera la conquista española, la nación diaguita estaba recibiendo la influencia del imperio incaico, penetración que se efectivizó hacia 1480 bajo el reinado de Tupac Yupanqui. Los invasores construyeron el camino del Inca, que se internaba en el corazón del territorio diaguita por la quebrada de Humahuaca y proseguía por los valles occidentales de Salta, Tucumán, Catamarca, La Rioja y finalizaba en Mendoza. - El factor económico: Los géneros de producción y las formas de comercialización, 18
los sistemas de aprovechamiento de los recursos naturales, el grado de incorporación de tecnología a la producción agropecuaria e industrial, los sistemas de financiamiento para la producción y comercialización y su adecuación a la dimensión de los mercados, son variables que determinan el estadio económico de las sociedades. La sociedad del Noroeste fue, durante la colonia, y hasta promediar el siglo XIX, agropecuaria y artesanal. La instalación del ferrocarril, la marginación de los pueblos ubicados sobre el antiguo camino real del Perú, el despegue agro-industrial de Tucumán y la migración interna fomentada por la producción azucarera son algunos de los fenómenos económicos a ser tomados en cuenta en la evaluación del impacto social y demográfico de la región y el desarrollo de polos económicos dentro de la macroregión en la que se inserta el NOA (Cfr. Bazán, 1993: 47, Mata de López, 1991). - El factor político: La organización institucional de la nación fragmentó políticamente el mapa diseñado en el período colonial. Las decisiones políticas generadas con el surgimiento de las “naciones”, unido a la demanda de un modelo de país agroexportador desvincularon al Noroeste del espacio andino (Cfr. Bazán, 1986: 12). Pero esa realidad no hizo desaparecer la conciencia de unidad regional sustentada en tradiciones, problemas y necesidades comunes. El ámbito del Tucumán se articula como parte del espacio político americano estructurado en la administración colonial española. Se tejen así las instancias iniciales en el proceso constitutivo de esta región de filiación altoperuana, complementaria del Potosí en lo económico y vertebrada al sistema político administrativo con sede en Chuquisaca. Este marco de análisis para la región del Noroeste, como unidad históricocultural donde se despliega la vida de seis provincias que abarcan una cuarta parte del territorio nacional, supera los enfoques ceñidos aún a los límites de jurisdicciones políticas que destruyeron la unidad profunda gestada desde la época precolombina. I.4. SABERES HISTÓRICOS Y FICCIONALES "Lo real no es representable, y es debido a que los hombres quieren sin cesar representarlo mediante palabras que existe una historia de la literatura." ROLAND BARTHES Una lectura que pueda dar cuenta de la heterogeneidad cultural que ofrece una región específica necesita enlazar aparatos de expresión provenientes de diferentes campos (artísticos, científicos, etc.) a la vez que apela al trabajo multidisciplinario, recurriendo, entre otros caminos de indagación y análisis, a la antropología, la sociología, la ciencia política o la teoría literaria. Así, desde puntos de entrada diferentes, la historiografía contemporánea se aproxima a un espacio físico, social y cultural común, reconceptualizando una constelación de constructos teóricos, como el de "región", con el fin de aprehender el tema de "lo andino" como identidad de configuración compleja, como problema y como proyecto 19
teórico y político4. En esa encrucijada discursiva la literatura, como una de las dimensiones de lo simbólico en la vida social, ingresa a la textura del relato historiográfico: La relación entre la historiografía y la literatura es, por supuesto, tan tenue y difícil de definir como la existente entre la historiografía y la ciencia. Sin duda esto se debe en parte a que la historiografía occidental surge frente a un trasfondo de un discurso definitivamente literario (o más bien "novelesco") que se configuró él mismo frente al discurso más arcaico del mito. En sus orígenes, el discurso histórico se diferencia del discurso literario en virtud de su materia (acontecimientos "reales" en vez de "imaginarios") más que por su forma. Pero la forma aquí es ambigua, pues se refiere no sólo al aspecto manifiesto de los discursos históricos (su aspecto como relatos) sino también a los sistemas de producción del significado (los modos de entramado) que la historiografía compartió con la literatura y con el mito (White, 1992: 62). La literatura se construye como lugar y como práctica, diferenciándose de otros lugares y otras prácticas, pero, desde la perspectiva histórica, la literatura es tratada como construcción que forma parte de la realidad exterior, que trabaja con ella y la altera en un sentido que jamás es arbitrario (Cfr. Sarlo, 1993). Desde esta perspectiva, lo que el historiador puede leer en la literatura no será solamente el depósito de contenidos e informaciones, pues no puede hacer abstracción de su régimen estético. Los saberes con los que se construyen los textos literarios hablan de la sociedad de un modo que no puede ser directamente traducido en términos de contenido, indican cuáles son los tópicos de un imaginario colectivo y los ejes de organización de los deseos: La literatura ofrece mucho más que una directa representación del mundo social. (...) La literatura puede ofrecer modelos según los cuales una sociedad piensa sus conflictos, ocluye o muestra sus problemas, juzga sus diferencias culturales, se coloca frente a su pasado e imagina su futuro. En las estrategias formales de la literatura, en la afirmación o la ruptura de los géneros, en la retórica de las imágenes puede descubrirse también cuál es el lugar de lo figurado, de lo simbólico y de lo imaginario, la construcción de universos ficcionales no informa sólo sobre lo que esos universos representan sino que las relaciones formales que articulan la construcción pueden explicar (y ser explicadas) en un sentido socio-histórico (Sarlo, 1993: 172). En el núcleo de estos planteamientos se sitúa la problematización acerca del carácter eminentemente narrativo de la historia, tema desarrollado por Hayden White (1992), quien afirma que, dado el carácter siempre fragmentario e insuficiente de los datos 4
Dentro de este eje de problematizaciones se constituyen construcciones como la de la utopía andina. En los momentos en los que emerge una fuerte movilización social, el campesino indígena recupera el mito de Inkarri, que expresa, bajo el simbolismo de la resurrección del cuerpo del Inca, la reconstrucción de la sociedad indígena (Cfr. Capítulo I). Estas realidades históricas, que generalmente pertenecían al imaginario, casi nunca aparecían explícitamente declaradas y su incorporación a la historia de las mentalidades es un reto metodológico, en tanto se integran al campo de los estudios historiográficos ideas heterogéneas, actitudes sociales y genéricas, emociones colectivas, textos artísticos e incluso mitos donde ese imaginario se vuelve realidad (Cfr. Flores Galindo, 1989). 20
históricos, el historiador no puede eludir la estructura narrativa para dotar a ese cuerpo textual de sentido. La narración histórica está allí operando, por tanto, como un artefacto literario, en tanto que las secuencias pueden ser organizadas de uno y otro modo para permitir la elaboración de diferentes interpretaciones de una misma narración. La narración histórica intenta construir la verosimilitud de los documentos (lo que no implica que los documentos sean "falsos") pues no puede limitarse a la recopilación y transcripción de documentos, sino que requiere reunirlos en una narración, relato que se inserta en la estructura y especificidad de un imaginario social, el imaginario construido por la escritura: La literatura, en ocasiones, trabaja con los residuos de los saberes, y, en otros momentos, coloca a los saberes en su mismo centro. No existe una relación estable con ellos, salvo que pueda pensarse que la literatura permanece al margen de los cambios históricos. La literatura es experta en esos procesos de emigración y dépaysement en el que los discursos cambian de lugar y de función. Esos saberes son las sombras de la literatura, pero también la médula de su historicidad. La literatura, finalmente, lleva inscriptas en sus textos las relaciones institucionales que, a su turno, hicieron esos textos posibles. Por eso, también, la literatura puede hablar del pasado a los historiadores... (Sarlo, 1993: 169). La apreciación de Beatriz Sarlo indica que los saberes con los que se construyen los textos literarios hablan de la sociedad de un modo que no puede ser directamente traducido en términos de contenido e indican cuáles son los tópicos de un imaginario colectivo, los ejes de organización de los deseos, los valores que la literatura afirma o contradice, testimoniando de diversas formas acerca de su presencia. En este sentido, la literatura ofrece mucho más que una directa representación del mundo social al presentar las modalidades según las cuales una cultura percibe esas relaciones sociales, las ideas precisas sobre el clima de una época, no tanto por lo que dice de ella sino por el tono con el que escribe sobre ella. En el plano de las estrategias formales, la literatura, en tanto construcción de universos ficcionales, no provee información sólo sobre lo que esos universos representan sino que las relaciones formales que articulan la construcción pueden explicar (y ser explicadas) en un sentido socio-histórico (1993: 172). Francine Masiello, en su planteo acerca de la ficción de la historia, arriesga que los textos narrativos producidos en los años veinte en Argentina juegan con el poder de la palabra para anunciar el interés central del escritor: la búsqueda de un control sobre la historia. Así surgen las estructuras narrativas antagónicas: En su fase nacionalista, la ficción cede a un diseño de la acción preexistente, absorbiendo las conductas heroicas dentro de las configuraciones de un mundo prefabricado (Masiello, 1986:167). La historia literaria, al ocuparse de textos del pasado, textos escritos de manera diferente y también leídos de diversos modos se convierte también en una historia de lecturas (Altamirano y Sarlo, 1983: 130). Recuperar la lectura para la que el texto fue 21
producido y reconstruir las condiciones de producción y de circulación de ese texto (Verón, 1991) es otra de las tareas de la historiografía literaria.
I.5. LAS HISTORIAS LITERARIAS "Los materiales de la historia literaria son históricos por su emergencia, es decir porque provienen de ese humus temporal que acostumbramos a llamar historia en el sentido de un pasado, y, por lo tanto, esa pertenencia garantizaría la posibilidad de escribir su historia, son históricos porque es posible pensar las razones del cambio que los afecta, son históricos porque puede plantearse una teoría de la concatenación o de la ruptura, una teoría de los nexos que mantienen entre sí; son históricos, finalmente, porque configuran una dimensión simbólica específica de lo social, sujeta a cambios que, a su vez, otras disciplinas consideran históricos." BEATRIZ SARLO
Toda historia literaria construye un canon de textos, según afirma Peter Bürger (1985), de acuerdo con valores que fundamentan el orden, las exclusiones, la disposición general, el encadenamiento de las obras, las ausencias y los juicios. Así, la historia literaria pareciera no poder liberarse de los valores presentes que organizan su canon, y se presenta como un discurso donde el gusto deja sus huellas. En este sentido, resulta fundamental recoger las conclusiones de algunos que han reflexionado acerca de los alcances de la historia literaria, como Yuri Lotman, para quien: La equivocación de muchas historias literarias radica en tomar los modelos autointerpretativos de la cultura, como 'la concepción del Clasicismo en los escritos de los teóricos del XVII y XVIII' o 'la concepción del Romanticismo en los escritos de los románticos -modelos que forman un nivel particular en el sistema de la evolución de la cultura- y estudiarlos en la misma serie que comprende la actividad creadora de estos o de aquellos escritores, lo que representa un error desde el punto de vista de la lógica (Lotman, 1970: 90). Los historiadores de la literatura reconocen que la historia literaria es una construcción y no una reconstrucción, pero esto no implica que los materiales de esa construcción no pertenezcan a un estatuto histórico (Sarlo, 1993: 164). La historiografía literaria latinoamericana se ha gestado en correlación con el 22
surgimiento de las naciones, una vez finalizando el período de las luchas independentistas. Los sucesivos resquebrajamientos del territorio colonial en repúblicas independientes se reflejaron en la realización de estudios fragmentarios de sus letras -una historia para cada producción nacional sin contactos entre sí-. Así como la historiografía elaboró una historia eminentemente política, de grandes acontecimientos llevados a cabo por hombres que alcanzaban relevancia de héroes nacionales, la historia de la literatura hubo de centrarse en la figura de los "emancipadores" intelectuales. En consonacia con un género muy vigente en la época -la autobiografíalas primeras historias literarias se parecen a un compendio de biografías. Fue frecuente la confusión de la “historia política” con la “historia literaria”, sobre todo en fragmentos claves de la historia, como los de construcción de las naciones, o aquellos donde se destacó el trabajo de los escritores-políticos 5. Por otra parte, una revisión de las historias de las literaturas latinoamericanas nacionales permite observar la ambigüedad de ciertos rótulos dados a diferentes fenómenos literarios; criollismo, indigenismo, nativismo, mundonovismo, literatura gauchesca, realismo mágico, etc., términos que apuntan a una realidad que supera la forma literaria y entran en conflicto con los esquemas estéticos que subyacen en los diferentes momentos socio-culturales que generan esa escritura literaria. Lo mismo ocurre con la designación "literatura nacional", complicada por la incertidumbre en torno al término "nación". A mediados del siglo XIX, el contacto con la escuela francesa de Saint-Beauve marcó la tendencia de organizar la producción de los autores en corrientes o escuelas, a las que luego se sumó la filosofía determinista de Taine, elaborada a partir de la incidencia de tres factores: medio, raza y momento. Hacia fines de siglo se impone en América la concepción heredada de la historiografía romántica de Friedich Schlegel acerca de la obra de arte como fenómeno único, emergente de un espacio y un tiempo histórico determinados y producto de una conciencia nacional. Este criterio tuvo uno de sus máximos exponentes en Menéndez y Pelayo, cuya mirada se centra en el pasado en busca de la unidad perdida. En Argentina, Ricardo Rojas publicó en 1917 su Historia de la literatura argentina. Ensayo filosófico sobre la evolución de la cultura en el Plata, en la que concibe a la literatura nacional como el "fruto de inteligencias individuales", que son el producto de la conciencia colectiva de un pueblo, el que se define históricamente por cuatro componentes: la raza, el idioma, el territorio y la tradición. Las historias literarias de corte nacionalista de ese período se enfrentaban al problema de encontrar un criterio válido para considerar qué obras debían ingresar a la historia de la literatura. Partiendo del análisis individual de las obras, y a través de enfoques subjetivos se apuntaba a encontrar en ellas valores eternos, universales o que, en alguna medida, pudieran caracterizar la "argentinidad", la "peruanidad" o la "mexicanidad", sin plantearse claramente el concepto de literatura nacional en relación con el de diversidad cultural. El ordenamiento de la historia de la literatura propuesto por Rojas, sobrepasa las comunes clasificaciones positivistas ligadas a la cronología líneal de los textos. Rojas dividió su estudio de literatura argentina en cuatro secciones: gauchescos, coloniales, proscriptos y modernos, las que reflejan su deseo de mezclar las tradiciones populares 5
Son muestras de esta tendencia los Apuntes biográficos de escritores, oradores y hombres de Estado de la República Argentina (1960) y los Estudios biográficos y críticos sobre algunos poetas sudamericanos anteriores al siglo XIX (1965) de Juan María Gutiérrez. 23
y las eruditas, con el objeto de alcanzar la superior lógica que da forma a las letras argentinas. Como afirma Masiello: En su descripción de los períodos modernos, Rojas se apoya confortablemente en la historia, pero solo tras una cuidadosa manipulación de los aspectos seleccionados de la cultura (...) Su reescritura de la historia para abarcar las raíces autóctonas de la cultura argentina está destinada a poner la tarea crítica al servicio de la preservación nacional... (1986: 37). El pensamiento de Pedro Henríquez Ureña aparece contrapuesto a aquella línea historiográfica "nacionalista", en su concepción de la literatura como expresión de la conciencia continental americana, búsqueda quebrada por las propuestas nacionalistas (1949). En general, las historias literarias tradicionales han tendido a una ordenación "de tipo mítico", dedicando algunos apartados a reseñar sus antiguos textos; en estos casos el estudio se enmarcó en la perspectiva eurocéntrica de los géneros, sin atender a la posibilidad de que estos géneros podían no existir en esas culturas. Tales "antecedentes" desaparecían luego, absorbidos por la literatura entendida como propiamente latinoamericana (Cfr. Pizarro, et. al., 1989). Las problemáticas de la historia literaria latinoamericana reconoce, en los últimos cincuenta años, la elaboración de diferentes propuestas: - el criterio geográfico-político, en relación a la demarcación de literaturas nacionales intenta acotar el campo de estudio en base a presupuestos extra literarios, sin tener en cuenta la problemática de los contactos culturales de orden transnacional y la existencia de regiones culturales que no necesariamente coinciden con los límites geográficos nacionales, como ocurre en el caso de las literatura del área de influencia andina, y específicamente, la del noroeste argentino. - el criterio de clasificación genérico se circunscribe a la producción literaria erudita, tomando como base la linealidad cronológica para configurar los distintos géneros (narrativa, lírica, teatro). El enfoque es válido en tanto, al centrarse en la problemática de un solo género, no se descuide el proceso general de la literatura. Pero es casi inevitable que estas historias literarias propongan una nueva periodización, de acuerdo a las exigencias del género estudiado. -El criterio generacional ha sido muy utilizado a partir de la formulación orteguiana de la década del '30. En 1961 José Juan Arrom desplegó una propuesta de periodización por generaciones literarias, aclarando que sus esquemas no se ajustaban al límite de una generación -de 30 años- especificado por Ortega y Gasset. Aunque la propuesta generacional permite interpretar algunos momentos de la producción literaria latinoa-mericana, ese modo de organizar los textos en torno a las características generacionales de sus autores, las figuras individuales que influyeron en el momento y las fechas de nacimiento o las fechas de edición, presenta sus dificultades a la hora de 24
determinar las marcas estéticas y la visión del mundo comunes, ya que se circunscribe al sistema culto. Desde las propuestas más actuales se recuperan los aportes de cada uno de los criterios mencionados. Se coincide en señalar que un período no puede ajustarse necesariamente a delimitaciones calendarias precisas, puesto que involucra procesos socio-culturales complejos. La amplitud de una propuesta de historia socio-cultural, permite estudiar el dinamismo interno de los procesos literarios, marcar las líneas de contraste o de continuidad entre los distintos fenómenos literarios, atendiendo más que a la linealidad a la superposición de sistemas existentes (Pizarro, 1987). En este sentido, las lecturas analíticas de la literatura argentina realizadas desde un horizonte de comprensión e interpretación regional, posibilitan la elaboración de una tipología textual regionalizada -previa a la concepción de la literatura nacional-, reconociendo los aportes significativos de cada zona a la configuración cultural del país (Cfr. Heredia, 1994: 148). I.6. PERIODIZACIÓN En el territorio de los estudios historiográficos se percibe un movimiento de revisión crítica sobre la linealidad de las periodizaciones. El aporte más significativo ha sido el que promovió la escuela francesa de Annales, y las propuestas que exceden el marco de la historia social para intentar una historia de las sociedades como conjunto (Cfr. Miliani, 1985: 99, Hobsbawm, 1981). La historia de la literatura debe ser construida desde una lectura que postule la misma como una continuidad coherente de acontecimientos: La suma indefinidamente creciente de 'hechos' tal como la coleccionan las historias tradicionales de la literatura, no es nada más que un residuo (...) un pasado recolectado y puesto en orden -una pseudo-historia y no una historia auténtica. Considerar que una tal sucesión de 'hechos literarios' representa por ella misma una parte de la historia de la literatura, es confundir el carácter de acontecimiento de una obra literaria con el de un hecho histórico objetivo... (Jauss, 1987) Manifestada la necesidad de escribir una historia literaria no desmembrada de la historia cultural en su conjunto, el problema actual es diseñar un modelo de ordenamiento que rebase las cronologías lineales, sin detrimento de la ubicación de autores y textos en los contextos temporales y espaciales donde se insertan dinámicamente. Por eso, antes que cerrar los períodos históricos en unidades cronológicas como sucede con la historia política y social (Conquista, Colonia, Independencia, República, etc.) nos parece concerniente un modelo abierto cuyos puntos de señalización estén representados por una conjunción de las variables: textosautores-épocas, tomando como referencia los códigos culturales europeos y latinoamericanos, reformulando los estilos y tendencias intelectuales a partir de las modificaciones operadas en el sistema literario del NOA6. 6
Uno de esos ordenamientos posibles, propuesto por Miliani para el estudio de la literatura latinoamericana en general, comprendería, más que períodos, grandes épocas: 25
Nuestra propuesta para la historia de la literatura del noroeste argentino refundiría el modelo abierto, intersecando los momentos históricos antes demarcados con los cambios y rupturas generados en los sistemas literarios, todos participantes en el proceso semiótico que se opera en el interior de los textos. La propuesta del período largo7 permite una mayor operatividad metodológica, por cuanto encomienda a los mismos textos la tarea de construir la red de relaciones y el proceso literario del que forman parte. Al abordar las particularidades de las manifestaciones literarias del NOA comprobaremos que las características temporales no necesariamente coinciden con las de otras regiones. El primer período de la literatura del noroeste, por nosotros delimitado, es el de Fundación. El término "fundación" encierra, en su plurisemia, dos sentidos. En primer lugar, un proceso fundacional tiene la forma de un tejido complejo de conjuntos discursivos múltiples, la forma de una red intertextual que se despliega sobre un período temporal dado. "La noción de fundación no está en el nivel de los sujetos concretos de la historia (...) La noción de fundación pertenece al nivel del proceso productivo, un proceso que atraviesa los sujetos de la historia" (Verón, 1987: 35) 8. Desde otro punto de vista, el momento fundacional de la historia de la literatura del NOA coincide con el proceso de construcción de la "imagen de América" que se opera en la escritura gestada en el período de la fundación de ciudades. El espacio cronológico se extiende entre la fundación de la primera y la última ciudad de esta a) Época prehispánica, precolombina o anterior al descubrimiento. b) Época de europeización de América o de la organización colonial. c) Época de la Ilustración a la Independencia. d) Época del surgimiento de las nacionalidades. e) Época de acceso a la contemporaneidad. Miliani considera que el segundo escalón constituye un capítulo traumático de la cultura latinoamericana, que ha sido subdividido para la historia política en tres segmentos: Descubrimiento, Conquista y Colonia, cuyos límites siguen siendo imprecisos (1985: 105).
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La distinción del "tiempo largo" ha sido generada por la Escuela Francesa de los Annales y principalmente, por Fernand Braudel, y ha enriquecido las categorías de análisis de la historia de la ciencia, que durante el siglo XIX explicaba los acontecimientos como sucesos que se gestan rápidamente, con sus consiguientes consecuencias en los planos político y administrativo. La consideración de los fenómenos que transcurren en el "tiempo largo" permite el contraste de los sucesos segmentados en imágenes casi inmóviles: las formas de instalación humana, los usos y costumbres, las mentalidades, los sistemas económicos, los modelos culturales, etc. En este sentido: "El noroeste, sede del país tradicional, es un área muy a propósito para estudiar los acontecimientos del tiempo largo en el período que va desde la colonización española y su encuentro con las culturas aborígenes hasta el momento de la organización nacional cuando la Argentina inicia su entrada en la modernidad." (Bazán, 1992: 17-18).
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Este concepto de "fundación", enmarcado en el enfoque de semiosis social propuesto por Eliseo Verón, no implica necesariamente caer en un enfoque continuista (investigando los "antecedentes" o "textos precursores"), sino más bien tomar en cuenta la teoría de la "ruptura": ..."la noción de fundación designa los momentos de tensión en el interior de la red de la producción discursiva de las ciencias, los puntos en que el tejido de la circulación histórica de los textos alcanza sus desajustes máximos. Ni continuidad ni ruptura: el desarrollo de las ciencias, en el nivel de los discursos que ellas producen, está marcado por fundaciones. Una fundación no es más que un sistema de diferencias entre dos sistemas de relaciones, estas relaciones que los discursos mantienen con las condiciones que los sostienen y explican en tanto productos de una práctica significante, que se desarrolla en la historia" (Verón: 1987: 32-33). 26
zona: Santiago del Estero, en 1553, y San Ramón del la Nueva Orán, en 1794. Durante este lapso temporal que abarca casi tres siglos los textos escritos relevan los movimientos transculturadores y la categorización imaginaria de la realidad, presentes en los diferentes conceptos de frontera que se dibujan en los textos y en la mirada sobre el "otro" diferenciado por parte de europeos e indígenas. El segundo período es el de Construcción y también se corresponde con dos vertientes semánticas: por una parte se opera un cambio en el sistema discursivo con respecto a la Colonia pero, en esta etapa de constitución del discurso literario, la búsqueda de originalidad coincide con las ideas emancipatorias que impulsan la expansión de las fronteras, la acción de los movimientos independentistas y la formación de las distintas nacionalidades latinoamericanas. En ese momento, y bajo el hálito de la Ilustración, se perfilan las literaturas nacionales, con su carga de costumbrismo y tradicionalismo. Las construcciones imaginarias del discurso colonial son desplazadas por conceptos que organizan las nuevas categorías geopolíticas: "nación", "país", "provincia", etc. El siglo XX irrumpe con su fluctuante oposición entre regionalismo y vanguardismo. El tercer período -que hemos denominado Región/Globalización, comprende una primera etapa de paulatino desprendimiento y confrontación de los moldes estéticos europeizantes. Este proceso se genera en el momento histórico del Centenario, en el que se produce la irrupción de los sectores medios en la sociedad y se llevan a cabo los procesos de urbanización más acelerados. Así, Latinoamérica ingresa en la modernidad y el cosmopolitismo. Pero en el trayecto hacia el siglo XXI, se dibuja otra etapa, marcada por las tendencias actuales en las se entretejen las diferencias entre universalidad y regionalidad, recreando, en los niveles estético y lingüístico, la respuesta a los movimientos socio-económicos contemporáneos que integran el fenómeno de la globalización técnica, inserto en la encrucijada de la multiculturalidad. Otros mapas y conformaciones geoculturales serán los que pulsarán el momento actual de la globalización técnica, en el que las regionalizaciones se re-ubican en el concierto mundial. Como ha expresado Gloria Videla de Rivero, mientras avanza la globalización “la reflexión sobre las identidades regionales es, para muchos ‘demodé’, para otros, una ilusoria o compulsiva o retrógrada compensación de los habitantes de las regiones, una lucha casi perdida de antemano ante la uniformidad avasallante que, en el fondo, encubre poderosísimos neocolonialismos culturales, económicos, políticos. Estos expanden su poder utilizando la tendencia histórica de la globalización, sin necesidad de invadir territorios. El fenómeno compensatorio –la defensa de los regionalismos- está ya diagnosticado de antemano en los libros, pensados en el núcleo del imperio, que describen el planetarismo como megatendencia” (Videla de Rivero, 1996: 142). La existencia de períodos amplios en los que se incorporan textualidades heterogéneas y no necesariamente simultáneas, así como la consideración, dentro de cada etapa, de los problemas emergentes de la cultura propia de la microregión, son algunos de los problemas fundamentales que se harán presentes en nuestros planteos de periodización. Esto permitirá estudiar los cambios, transferencias y contactos entre los diferentes sistemas literarios en un mismo eje socio-cultural.
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II. FUNDACIÓN
..."a los grandes juicios y dotos fue concedido el componer historias dándoles lustre con sus claras y sabias letras, y a los no tan sabios, aun pensar en ello es desvarío; y como tal, pasé algún tiempo sin dar cuidado a mi flaco ingenio, hasta que el todopoderoso Dios, que lo puede todo, favoreciéndome con su divina gracia, tornó despertar en mi lo que ya yo tenía olvidado. Y cobrando ánimo, con mayor confianza determiné de gastar algún tiempo de mi vida en escribir historia. Y para ello me movieron las causas siguientes: la primera, ver que en todas partes por donde yo andaba ninguno se ocupaba en escribir nada de lo que pasaba. Y que el tiempo consume la memoria de las cosas de tal manera, que si no es por rastros y vías exquisitas, en lo venidero no se sabe con verdadera noticia lo que pasó." PEDRO CIEZA DE LEÓN, La Crónica del Perú, 1533.
II.1. LA REGIÓN DEL TUCUMÁN Lo que llamamos "el Tucumán" es una zona cuyos límites y fronteras se desdibujan a medida que avanzan los tres siglos de colonia. Durante el auge fundacional, el territorio del Tucumán se extendía desde las fronteras del Paraguay hasta la Cordillera de los Andes y desde el desierto de Atacama hasta la Cruz Alta y el Río Quinto. La constitución del Tucumán como gobernación autónoma data de la Real Cédula del 20 de agosto de 1563 (Jaimes Freyre, 1915). El significado del topónimo fue alcanzado paulatinamente, hasta llegar a designar a siete provincias argentinas de hoy y una parte del territorio del Chaco. En los primeros documentos producidos en esta zona aparecen denominaciones tales como "Tucumán, Juríes y Diaguitas", o "Provincia del Tucumán", Las dos corrientes conquistadoras y colonizadoras del primer siglo echaron los cimientos de una veintena de poblaciones de las que habrían de subsistir sólo seis: Santiago del Estero, Córdoba, Tucumán, Salta, Jujuy y la Rioja. Durante los tres siglos de coloniaje muchas ciudades desaparecieron, y de esa extinción también da cuenta la escritura de la época. Nacimiento o disolución, la escritura del período fundacional del Tucumán revela movimientos históricos muy peculiares que se descubren como huellas 28
textuales de una gran epopeya literaria. Cuando en 1776 se constituyó el Virreinato del Río de la Plata, la gran "Provincia del Tucumán" -dependiente hasta entonces de Lima-, pasó a integrar el nuevo virreinato y fue subdividida en dos grandes regiones: la gobernación de Salta del Tucumán, con la ciudad de Salta como cabecera y la gobernación de Córdoba del Tucumán, con asiento en la ciudad de Córdoba. La primera abarcaba la jurisdicción de las actuales provincias argentinas de Jujuy, Salta, Catamarca, Tucumán y Santiago del Estero, además de una parte del Chaco Gualamba -zona occidental de las actuales Chaco y Formosa-. La zona de Tarija, que oficialmente formó parte del Tucumán a partir de 1807, se encontraba entonces profundamente comunicada con el Chaco. Los documentos de la época colonial atestiguan la comunión cultural de estas regiones que hoy pertenecen a naciones diferentes. Uno de los caminos más importantes en lo que hace a itinerarios geográficos y culturales fue, sin duda, el camino del Inca. Esta ruta fue recorrida por Almagro, Diego de Rojas, Núñez del Prado y Villagrán y es cuidadosamente descripta por el licenciado Matienzo -oidor de la Audiencia de Charcas-, en su Gobierno del Perú, de 1567. Fray Reginaldo de Lizárraga, en su Descripción Colonial (1603), también hace referencia a este itinerario que los españoles descubrieron y adoptaron como ruta y como eje de las comunicaciones entre las diferentes franjas del Alto Perú. II.2. PRÁCTICAS ESCRITURALES La escritura colonial del noroeste argentino vehiculiza el diseño de nuevas alternativas en la formación literaria de esta región socio-cultural, a través de los contactos entre los diferentes espacios culturales de ese período histórico. En este período, la literatura -contenida en formas no canónicas desde el punto de vista tradicional- hizo circular los valores religiosos, políticos e históricos bajo la forma de valores estéticos. Estas textualidades, cualquiera sea su filiación con las prácticas escriturarias del momento, constituyen una literatura que "sirvió", en muchos casos, como refuerzo de los objetivos político-administrativos de la colonización. El conjunto representativo de textos que ha constituido nuestro corpus de estudio 9, nos permite trazar un itinerario de la escritura que descubre un inventario bastante exhaustivo de las formas escriturarias del período fundacional en el Tucumán. La tipología textual10 que proponemos a continuación apunta a delinear las características 9
Nuestra lectura ha abarcado un corpus escriturario de trescientos cuarenta textos de los siglos XVI, XVII y XVIII, todos pertenecientes a la zona del Tucumán, en el actual noroeste argentino. La fase de relevamiento documental se ha limitado al período fundacional (1553-1794) y formó parte del proyecto de investigación titulado "Textos fundacionales en el NOA. Historia y 'literatura'" dependiente del CONICET (Cfr. Poderti, 1995a).
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Entendemos que una tipología de los textos de la Colonia no debe depender de una clasifi cación taxonómica previa, sino que surge como consecuencia de una descripción de las formas discursivas que construyen los enunciados. Esta descripción se sitúa en el punto neurálgico en el cual los "documentos", considerados como fuentes de investigación etno-histórica, se transforman en discursos autónomos que suponen un proceso de reconstrucción del sentido a partir de un ajuste previo entre las gramáticas de producción y las de reconocimiento (Cfr. Verón, 1987). El modelo tipológico aquí propuesto se desprende de la escritura reconstruida por el corpus y, por lo tanto, atiende -en la descripción- a tres aspectos fundamentales en lo que se refiere a las condiciones de 29
del género narrativo. Partiendo de la matriz colonial, se reconocen las formas embrionarias y los temas que luego se presentarán como constantes en los períodos posteriores. Martin Lienhard (1992) destaca dos prácticas que legitiman las operaciones escriturales de los primeros textos gestados en América: la político-religiosa, por un lado; y la jurídico- notarial, por otra. En la primera, la escritura se ejerce como toma de posesión territorial con vistas a la evangelización; en la segunda, la escritura “da fe” de las responsabilidades individuales implicadas en estos actos de toma de posesión. En nuestro enfoque hemos creído necesario agregar una práctica más, que incluye la producción literaria canónica. En el primer subgrupo se incluyen operaciones escriturales que fueron específicamente producidas con un fin estético -dentro de los cánones vigentes. El acto de agrupar algunas textualidades bajo la denominación "literaria canónica" no impide que los documentos pertenecientes a las otras prácticas (político-religiosa y jurídico-notarial) puedan ser leídos también como textos literarios autónomos. La clasificación en tres grandes sectores se sustenta en la función primaria de estas textualidades y su circulación entre los diferentes estamentos de la sociedad colonial. Como hemos podido comprobar en el estudio casuístico del corpus, muchos de los textos se generan en el cruce de una o varias prácticas discursivas. Los textos "saturados" por los códigos provenientes de esa variedad revelan operaciones complejas que acercan esas textualidades a la dinámica propia del discurso literario, en el que la ambigüedad se instala en varios niveles del texto. II.2.1. Práctica Político- Religiosa El desarrollo de la conquista se va reconstruyendo en los textos con el diseño aventurero y accidentado que implicó el proceso de fundación de pueblos y ciudades. La ilustración de todos estos actos que los protagonistas consideraban trascendentales, nos provee hoy de elementos suficientes para una lectura cronológica de la gesta colonizadora, a través del archivo testimonial del que disponemos. Aunque los episodios son registrados casi siempre desde el ojo que penetra un continente amplio, abierto y aún sin dominar, se plasman, en los primeros textos escritos en América, las diferentes actitudes que constituirán distintos tipos textuales con finalidades y objetivos muy definidos. Dentro de esta práctica escrituraria se incluye la mayoría de los textos generados a partir de los interrogatorios y ordenanzas promulgados por el poder peninsular. Los principales motores que impulsaron la producción escrita de América estaban contenidos en las requisitorias reales, que demandaban de los funcionarios civiles y eclesiásticos la redacción de "descripciones", "averiguaciones", "relaciones", "memorias", "libros", "historias", etc., que abarcaran los sucesos y estado de esas tierras en los órdenes eclesiástico y temporal (Cfr. Torre Revello, 1941). Estas dos esferas de la vida postmedieval se integran al imaginario de la escritura de la colonia, intersectándose en las variables del tiempo y el espacio discursivo.
producción de la escritura colonial: el modo de articulación de cada texto respecto a la oposición oralidad/escritura, el tipo de comunicación que privilegia cada uno de ellos y los rasgos literarios que, en menor o mayor medida, ostentan estas textualidades, según se propone más adelante.
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- En las noticias, relaciones, crónicas y relatos la actitud de los textos se orienta hacia una retorización de la narración, al ordenamiento cronológico de hechos. Este orden se caracteriza por la condensación de aquellos en pos de acumular mayor cantidad de datos. Así se perciben constantes hiatos entre el tiempo del relato y el tiempo de la historia, resumiéndose en pocas páginas los acontecimientos de muchos años. Los segmentos del relato se reconocen, en el caso de las crónicas, como formas embrionarias de la historiografía, a partir de la búsqueda de objetividad centrada en un personaje o lugar. Las relaciones, noticias y relatos no escapan al afán historiográfico, pero demuestran más libertad del narrador y mayor identificación con el "autor", por cuanto recurren con asiduidad a la descripción, al diálogo y al monólogo interior. El carácter subjetivo y muchas veces atemporal de estas estructuras narrativas, cristaliza en la intercalación de otros relatos, leyendas o episodios de carácter ficcional o fantástico. Las crónicas son, sin duda, los relatos más difundidos y reconocidos por la práctica literaria canónica actual. Estas narraciones se nutrieron principalmente de los acontecimientos de la empresa de la conquista. Como su denominación lo indica, las crónicas -de 'cronos': tiempo- se refieren globalmente a lo sucedido en el tiempo del coloniaje, al encuentro y contacto con los indígenas de las nuevas tierras y también al enfrentamiento entre los propios conquistadores. El tipo de comunicación que auspician las crónicas integra un cuerpo de textualidades informativas cuyo discurso es inevitablemente distorsionado por los sujetos productores. Por un lado, la función primordial de las crónicas se muestra deliberadamente como una vía para justificar la conquista hispana ante sus compatriotas. Por otro, la información ofrecida por los indígenas aparece, en estos textos, filtrada por la lente cultural del conquistador. En este sentido, los estudios etnohistóricos evalúan críticamente las crónicas cuando se las emplea para reconstruir la historia precolombina y colonial de los Andes (Cfr. Silverblatt, 1990). Hacia el siglo XVII deja de emplearse el vocablo "crónica" y se lo sustituye por las expresiones "descripción" y "viaje" (Núñez: 1989). Se perfila así una suerte de relato que atiende no sólo a la circunstancia temporal, sino también, con cierta insistencia, a la circunstancia espacial, como ocurre en las páginas de Reginaldo de Lizárraga11 (1928, [1603]). Estos escritores se diferencian de los cronistas anteriores al presentar escenarios, costumbres y situaciones humanas y sociales que acompañan el relato de sucesos personales. La importancia de la narración de aconteceres y peripecias vividas, así como la tendencia moralizante es una constante en la producción de los siglos de la 11
Nació en Medellín, España, hacia 1540. Su nombre laico era Baltasar de Obando. En 1590, llegó a Santiago del Estero como Visitador de conventos dominicanos en la Provincia del Perú. Escribió su difundida Descripción breve del reino del Perú, Río de la Plata y Chile o Descripción breve de toda la tierra del Perú, Tucumán, Río de la Plata y Chile, también conocida como Descripción de las Indias. Esta obra consta de dos partes y tiene un total de 294 capítulos . El número LXII, titulado "Del camino de Talina a Tucumán" se refiere al actual noroeste argentino, y constituye una verdadera guía para viajeros, con relatos ágiles sobre todo lo que acontecía en su itinerario. Los historiadores aportan dos fechas y lugares de su muerte: en Asunción, alrededor de 1615 o en Buenos Aires, hacia 1609 (Cfr. Fidalgo, 1975: 37-38). 31
Colonia, y emparienta este conjunto de textos con la forma de relatar de la novela picaresca peninsular (Cfr. Mignolo, 1982: 101). - Los relatos de viajeros y los diarios de viaje, contienen - en la idea del itinerario físico y de desplazamiento espacial- una estructura narrativa con elementos muy peculiares: la sucesión cronológica obligada y el desarrollo paso a paso de los hechos permiten la entrada de otras voces en el discurso. En el afán de "registrar" los datos de la realidad inmediata, el narrador se somete a las reglas emanadas de esa realidad, aunque no sean las propias. Por otro lado, el grado de ficcionalización de lo que se va observando durante un itinerario espacial sufre mayores compromisos subjetivos. Este es el caso de los diarios o relatos de viaje escritos cuando los recuerdos del explorador se han decantado y las convenciones narrativas ya han impuesto sus leyes. Hemos relevado un importante grupo de diarios de viaje, firmados por expedicionarios que se adentraron a la zona del Chaco con diferentes fines, como los diarios del capitán Fernández Cornejo (1780, 1790 y 1791) 12, del gobernador del Tucumán Gerónimo Matorras (1774), de Fray Francisco Morillo (1780), del coronel Francisco Gabino Arias13 (1780), entre otros (en De Angelis, 1910; Cfr. Poderti, 1995a). El relato de viaje supone la descripción como método de constatación de la realidad. La geografía deja de estar subordinada a la historia y por ello la naturaleza se presenta como autónoma, otorgándose importancia al paisaje y al hombre en él incluído. Si las crónicas se caracterizaban por una atracción hacia lo acontecido, el relato de viajeros prefiere una visión más reposada y enriquecida por las facetas del marco geográfico. Los relatos de viaje de Pedro Pizarro (1944, [1571]) y del francés Acarette du Biscay 14 (1943 [1663]), introducen una constante episódica sobre las costumbres del Nuevo Mundo, con importantes observaciones acerca de las ciudades visitadas. En el siglo XVIII, cuando se afianza esta forma, ya se ha superado el momento de prosperidad en 12
Juan Adrián Fernández Cornejo nació en Perú, en 1730. Fue Corregidor de algunos pueblos reduccionales, Regidor de Pueblos Reduccionales, regidor de la Provincia de Salta y comisionado para la expatriación de los Jesuitas del Tucumán. También fue promovido a Coronel de Caballería de Milicias Reales y ocupó un puesto en el Cabildo de Salta. Realizó dos intentos de navegación del río Bermejo. En el segundo, en 1790, logró llegar desde la confluencia del río Zenta con el Bermejo hasta el río Paraguay. Sus informes y detalladas descripciones de la zona, muchas de ellas contenidas en los diarios de viaje de sus expediciones, fueron tomados en cuenta por Don Ramón García de León y Pizarro en el momento de fundar la ciudad de San Ramón de la Nueva Orán. Introdujo el cultivo y la industrialización de la caña de azúcar en la zona. Murió en 1797 (Cfr. Poderti, 1995).
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Los diarios de viaje de Gerónimo Matorras y Gabino Arias fueron escritos por José Antonio Arias Rengell e Hidalgo, quien se desempeñaba como Auditor de Guerra y tomaba notas de lo acontecido durante las expediciones al Gran Chaco. Arias Rengell e Hidalgo nació en Rosario de Lerma (Salta) el 5 de julio de 1744 y fue considerado uno de los primeros cronistas del Río de la Plata (Cfr. Figueroa, 1980: 35-36).
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El viajero francés Acarette habría nacido alrededor de 1544 y realizó dos viajes al Río de la Plata. El primero se inicia a fines de diciembre de 1657 y finaliza en 1659. El segundo viaje de Acarette, sin licencia real y con el pretexto de perseguir a los lusitanos en las costas brasileñas, se verificó sin fecha precisa, aún cuando por las referencias textuales, puede asegurarse que tuvo lugar durante el gobierno de Alonso Mercado y Villacorta (1660 y 1663). Como resultado de sus viajes publicó una relación que constaba de cuatro partes, en francés, entre los años 1663 y 1672. Otra edición completa apareció en 1696. Más tarde hubo dos ediciones en inglés y con distintos nombres. 32
la empresa colonizadora. Los relatos de viaje despliegan una escritura de corte especulativo y científico. Los viajeros se orientan hacia la actitud de estudiar las cosas sobre el terreno, mediante la observación de la realidad con sentido crítico. La escritura del relato descriptivo Hacia allá y para acá, del religioso alemán Florián Paucke (1942, [1748]), se alterna con coloridas ilustraciones y estampas que muestran la vida de los lugares en los que el viajero fijó su estancia. Un estudio especial para los estudiosos de la Colonia ha merecido el relato de Alonso Carrió de la Vandera -"Concolorcorvo"-, autor de El Lazarillo de Ciegos Caminantes (1908 [1773]). El texto absorbe las formas narrativas de la crónica y el relato de viaje y ha planteado problemas a la hora de determinar su autorialidad material, difusa ante el juego de voces enunciativas que se integraron a la narración 15. Fue impreso clandestinamente en Lima en 1775-76, pero la primera edición lleva el pie de imprenta de Gijón (España), 1773, pues en su carácter de encargado de inspección y reorganización de postas, su autor quiso evitarse problemas con un funcionario superior de Correos (Cfr. Fidalgo, 1975: 44). El relato se centra en los acontecimientos de dos viajes del autor por el Virreinato del Río de la Plata hasta el Perú. Así, la primera parte de El Lazarillo... está dedicada al Río de la Plata, Tucumán y Cuyo. - Las descripciones o "compendios" -formas derivadas de la crónica- respondían a la dinámica del encargo y fueron escritas mayormente por miembros del clero. Puede suponerse que ellos estaban más preparados en las diferentes disciplinas del campo científico como para afrontar estas tareas, mientras que los funcionarios seculares se hallaban demasiado ocupados en los asuntos administrativos del gobierno de las nuevas tierras. Este género de relatos -que admiten, la mayoría de las veces, la estructura del "viaje"- están alcanzados por el hálito de la Ilustración y se vuelcan al examen, la exactitud, el análisis de lo real y la verdad racional. Este es el caso de la Descripción Corográfica del Gran Chaco Gualamba, del Padre Lozano16 (1941, [1733]), la Descripción de la Villa de Potosí..., escrita por Juan del Pino Manrique ([1787], en De Angelis, 1910) y la Descripción Geográfica y estadística de la Provincia de Santa Cruz de la Sierra y Descripción y Estado de las Reducciones de indios chiriguanos, por Francisco de Viedma ([1788], en De Angelis, 1910). Estas descripciones, relacionadas con el tipo discursivo de la historia, acentúan la presencia de la mirada sobre la porción de la realidad que se desea describir. La importancia de la inclusión, dentro de estas macronarraciones, de estudios sobre historia, geografía, cartografía, geología, filosofía y física, se justifica en el interés, demostrado mayormente por los jesuitas, por incrementar los conocimientos científicos desde sus establecimientos educativos. 15
Aunque el texto está firmado por Calixto Bustamante Carlos Inca, alias "Concolorcorvo" (con color de cuervo), algunos críticos e historiadores -como Bernardo Canal Feijóo y José Torre Revelloaseguran que su autor fue Alonso Carrió de la Vandera. Sin embargo Manuel Mendiburu (biógrafo e historiador peruano) afirma que el autor es Calixto Bustamante (Cfr. Canal Feijóo, 1980-86: 152, Fidalgo, 1975: 44).
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El jesuita Pedro Lozano nació en Madrid en 1697 y llegó al Río de la Plata cuando tenía veinte años. Escritor prolífico, para la redacción de sus monumentales obras se valió de documentos y archivos así como también de crónicas y literatura del momento (Centenera y Ruy Díaz). Murió en Humahuaca en 1752. 33
Los extensos apartados dedicados a la caracterización de la fauna y la flora de América, se transforman en un apéndice de las compilaciones alegóricas de las naturalezas animal y vegetal, realizadas en la Edad Media. Las descripciones del bestiario salvaje, en los textos de Lozano (1941, [1733]), Dobrizhoffer (1967, [1784]) o Florián Paucke (1942, [1748]), ofrecen un importante repertorio de rasgos figurativos sobre criaturas reales e imaginarias de la naturaleza americana. - La actitud historiográfica pregna, en mayor o menor grado, casi toda la producción del período fundacional y colonial de América. Muchos de los autores bautizan a sus textos con el término "historia". Para acercarnos a lo que implicaba la actitud historiográfica en las textualidades coloniales, tendremos en cuenta que la "historia" se ajustaba a particulares criterios de verdad. En la historiografía indiana, desde el siglo XVI en adelante, es clave la importancia de la experiencia personal, del contacto directo del escritor de historias con los hechos relatados (Verdesio, 1993). La historia contada desde la experiencia personal, desde la función de relator-testigo, con la presión de una ordenanza por cumplir, recorta y "censura" el marco referencial para construir un texto en el cual "lo no escrito" cuestiona el concepto de escritura, como puede leerse en la Descripción Colonial de Fray Reginaldo de Lizárraga: ... yo llegué a Salta y en todo el camino no vi cosa digna de ser escrita sino es a tres o cuatro jornadas de Talina unas salinas en despoblado, las más famosas que creo que hay en el mundo, es un valle que debe tener más de tres leguas de ancho, y de largo, según me informé, más de quince; la sal más blanca que la nieve... (Lizárraga, 1928, [1603?]) (*)17. En este fragmento se plantea la necesidad, por un lado, de transmitir lo registrado a partir de fórmulas discursivas de legitimación. La marca de subjetividad ("no vi...", "creo") cede ante la intencionalidad de describir, con mayor grado de acercamiento, la realidad empírica ("me informé"). Queda en los lectores la incógnita por conocer cómo podría haberse llenado ese blanco de la escritura. La relación escritura-historia, con referencia al universo de las culturas indígenas, se plasma en una inquietud raigal de los historiadores de Indias, quienes ...mostraron, durante la primera centuria, una fuerte preocupación por las maneras en las cuales los amerindios conservaban memorias del pasado. Esta preocupación no era por cierto neutra, puesto que conducía a preguntas formuladas por quienes en el mismo acto de formularla ()cómo pueden los amerindios tener historia si no tienen escritura?), describían la idea de la actividad que estaban desempeñando: escribir historia, concebida como una narración lineal en la cual la cadena de las palabras (posibles de distinguir como tales debido a la escritura alfabética y difícil de imaginar en sistemas no alfabéticos de escritura) era una y la misma con la cadena de acontecimientos (Mignolo, 1982: 207- 8). 17
(*) La negrita, en cada caso, es mía. 34
Entre las formas denominadas "historia", se incluyen las obras de rescate de las culturas indígenas, como la Historia de los Abipones (1967, [1784]), escrita por Martin Dobrizhoffer -sacerdote y misionero en Paracuaria-; junto a las importantes contribuciones que describen los acontecimientos generados en la empresa fundacional en el Tucumán, como la "Historia del Colegio de Tarija", manuscrito del padre Mingo (1795), o la Historia del Paraguay, Río de la Plata y Tucumán (1969, [1764]), del padre Guevara de la Compañía de Jesús. - Los informes, elaborados a partir de la visita civil o eclesiástica constituyen otro tipo textual. Para redactar sus informes, los "visitadores" recurren a la voz de testigos, a quienes interrogan al modo de las probanzas. En la mayoría de los casos no hay una transcripción directa de las declaraciones de esos testigos, sino que el discurso está "mediatizado", y su marca lingüística será la presencia de un discurso indirecto en tercera persona. Desde los primeros contactos con los autóctonos, la Corona Española incentivó la realización de trabajos de documentación e investigación acerca de las sociedades y la culturas indígenas, con el fin de poder "organizar" las colonias en todos sus aspectos. Dentro de este grupo incluimos gran cantidad de informes levantados por funcionarios peninsulares en torno a la problemática de los indígenas del Tucumán, que ilustran acerca de la dificultad de hacer cumplir las ordenanzas de gobierno, como el informe del Padre Diego Altamirano -procurador General de la Compañía de Jesússobre las ciudades de las gobernaciones del Río de la Plata, Tucumán y Paraguay ([1680], en Torre Revello, 1941), el informe de Nicolás Antonio de Ytuarte, natural de la provincia de Guipúzcoa en Vizcaya, acerca de la visita de los indios vilelas al Obispo Ceballos ([1734], en Larrouy, 1927) o el informe del regidor del Tucumán Francisco de Tejerina (Ms: [1786], en relación a las conductas de los indios "bagantes" de Santiago del Estero. La denominación "informe" también aparece ligada a las formas del relato de viajeros, como ocurre con los informes del funcionario Francisco de Paula Sanz, visitador de la Renta del Tabaco. El relato, que tiene algunos rasgos similares al de Concolorcorvo, releva el itinerario de Paula Sanz por el Virreinato del Río de la Plata, siguiendo el "camino del tabaco" (1977, [1779-80]). El propósito del texto de este funcionario es el de reunir todos los datos útiles a la celebración de contratos con los cosecheros, decidir qué sitios son los más adecuados para la erección de factorias, averiguar acerca de los fraudes que se cometen y tomar noticias individuales de los pueblos, haciendas o rancherías de cada obispado, observando las preferencias de los consumidores. - Las formas epistolares de la Colonia ofrecen una amplia gama de combinatorias. La carta absorbe otras especies, como las del relato, la crónica, la relación, el memorial, el informe, etc., generando subespecies que responden a necesidades diplomáticas, administrativas, de política exterior e interior, etc. Así, las cartas multiplican su propia significación, llegando a autodefinir su sentido y a desbordar los límites del género que habitualmente se les ha atribuido. Las cartas fueron el vehículo principal del discurso de la Conquista. En ellas se observa claramente el pasaje de la oralidad a la escritura. Muchas de las cartas se liberan por completo de las convenciones de la tradición epistolar europea, para tomar el aspecto de un discurso literario relativamente autónomo. Uno de los rasgos literarios 35
se detecta en las diferencias producidas entre las versiones de una "misma" carta. Durante ese período las cartas y otros escritos iban de América a España en dos o tres ejemplares, por vías o conductos diferentes, por temor a posibles extravíos (Cfr. Jaimes Freyre, 1915: 70). Las modificaciones operadas por el enunciador en cada versión de estos textos, denuncian una práctica en la que lo estético -la búsqueda de la palabra exacta, la depuración de la escritura- alcanza un nivel de codificación propio del texto literario. La metamorfosis y el cruce de tipos se pone de manifiesto cuando un texto que en su génesis fue carta, se convierte en una forma que reúne las características de "libro de viaje", "descripción" o "informe", como ocurre en el caso de una carta dirigida al Rey, en 1566, por el oidor Matienzo, texto que luego de algunas mutaciones significativas en cuanto al estilo y los contenidos, constituye su conocido Gobierno del Perú (1910 [1567]). - La forma del memorial, aunque tiene inconfundible tradición europea, no representa en América la sola reelaboración del discurso oral por medio de la escritura. Las normas del discurso se adecuan al horizonte de expectativas del lector de cultura europea o europeizada (Lienhard, 1992). El memorial se identifica, en variadas oportunidades, con formas epistolares. Tal es el caso de la carta-memorial de Isabel de Salazar ([1611], en Torre Revello 1943), uno de los testimonios escritos y firmados por mujeres que integran el corpus. Allí se conjuga el relato probatorio de corte jurídico con la solicitud o reivindicación de derechos planteados desde la visión femenina (Cfr. Poderti, 1995a). - Los textos de devoción o enseñanza religiosa, como los misales, breviarios, abecedarios religiosos, catecismos, novenarios y todo aquel material que sirvió a los fines de la "edificación" y "evangelización" de la grey católica, actualizan prácticas muy cercanas a la literatura, tal como lo expresa Miguel Ángel Vergara, acerca de la "Novena de María Santísima del Milagro" de 1787: Esta novena (...) es un monumento a la literatura religiosa de la piedad, sana, ortodoxa y emocionante que informaba el espíritu cristiano e ilustrado de aquella época (Vergara, 1983). La literatura de devoción o enseñanza que hemos relevado incluye la "Novena de María Santísima del Milagro y Jesús Crucificado" (1787) de Francisco Javier Fernández y Pedroza (1992 [1787]); el "Septenario y Novena del Santo Christo que se venera en la Parroquia del Sumalao" impresa en 1785 en la imprenta de los Niños Expósitos, una novena sin fecha y manuscrita, probablemente de fines del siglo XVIII dedicada a la Gloriosa Madre Nuestra Santa Clara y la Novena a la Purísima Concepción de María Santísima, de 1765. - En las ordenanzas e instrucciones reales que se remitían a América se exigía el requisito de llevar un libro con las indicaciones pormenorizadas de todo lo que acontecía en relación a las nuevas poblaciones y descubrimientos. Algunas de las pautas a seguir para la redacción de estos libros se encuentran entre las Ordenanzas promulgadas por el Consejo de Indias a inspiración del licenciado Juan de Ovando, en setiembre de 1571: ...con particular estudio y cuidado procuren tener hecha siempre descripción y averiguación cumplida y cierta de todas las cosas del estado de Indias, así de 36
la tierra como de la mar, naturales y morales, perpetuos y temporales, eclesiásticos y seglares, pasadas y presentes... y tengan un libro de dicha descripción... y gran cuidado en la correspondencia de los virreyes, audiencias y ministros para que informen cada año de las novedades que hubieren y las que sucedieren se vayan poniendo y añadiendo en el dicho libro (en Torre Revello, 1941). El libro o cuaderno que las instituciones políticas y religiosas llevaban con periodicidad, era una recopilación organizada cronológicamente de toda la documentación que pasaba por las manos de funcionarios eclesiásticos y civiles, archivo que algunas veces era matizado con el relato de lo que acontecía en la población o ciudad. Desde este punto de vista, los libros ofrecen una conjunción de textos provenientes de diferentes prácticas y constituyen textos "mediatizados", en tanto hubo una voluntad que los organizó, jerarquizando la calidad y la cantidad de información. Entre los libros y cuadernos de esta práctica hemos incluido el Libro manuscrito con testimonios sobre el proceso fundacional de la ciudad de San Ramón de la Nueva Orán (1792-1803) y el "Libro de razón, mes y día en que se cumplen los plazos de censos...", que documenta el destino de las donaciones y limosnas dado por los religiosos del Convento de San Diego de Salta entre 1750 y 1797, también manuscrito. Éste último pertenece al grupo de los libros de fábrica, que eran los registros que los doctrineros debían guardar respecto a la administración de los curatos. Allí se apuntaban los ingresos y egresos, comunes y extraordinarios de la forma como fueron hechos o recibidos, así como también las fechas en que ingresan o salen fondos. Los libros de fábrica debían ser presentados cada vez que el Arzobispado ordenara una visita. Según Luis Miguel Glave "son documentos de inapreciable valor" por cuanto permiten conocer las costumbres eclesiásticas en lo que concierne a las fiestas, cofradías y el manejo de los recursos con que contaban los doctrineros. En ellos también se incluyen los bandos y órdenes provenientes de los obispos, deanes y Cabildos Eclesiásticos con referencia a la administración de los bienes" (Cfr. Glave, 1992: 124). II.2.2. Práctica Jurídico-Notarial El carácter normativo de la documentación jurídica no es impedimento para que los textos que conciernen al derecho y la administración de la justicia sean considerados como textos con espesor literario. Las técnicas de regulación de la conducta humana están enunciadas desde la lengua y acarrean su problematización en el orden semántico. La ambigüedad o vaguedad que los mismos juristas detectan en el lenguaje de su disciplina, característica que involucra otros aspectos lingüísticos -como el del carácter convencional de las palabras- acerca los textos jurídicos a otras prácticas escriturarias que también se descubren polisémicas18. Por otra parte, la entrada de formas narrativas, dialógicas o descriptivas dentro del discurso jurídico de la colonia -como la introducción de relatos y testimonios en los procesos criminales, las confesiones bajo 18
"Los
enunciados normativos del derecho se articulan en un lenguaje que no ostenta la simbolización de otras disciplinas como la lógica y la matemática por ejemplo, ni tampoco un elevado número de vocablos y/o expresiones técnicas. Por el contrario, las palabras y/o expresiones que aparecen en los enunciados normativos y por ende, en los enunciados de la ciencia del derecho que a ellos se refieren, reconocen una fuente indiscutible, a saber: el lenguaje natural" (Gómez y Bruera, 1984: 11-12). 37
tortura, etc.- establece para los lectores de nuestro siglo, nuevas pautas de lectura e interpretación. Dentro de la práctica jurídico-notarial incluimos textos que, aunque no tuvieron en su génesis pretensiones literarias, son susceptibles de ser leídos como discursos aparentemente burocráticos tamizados con las marcas de la oralidad y de los principios estéticos que regían, en aquel momento, el desarrollo de la producción literaria canónica. Los documentos que conforman el registro de la burocracia colonial civil y eclesiástica, se organizan, en nuestra tipología, bajo el signo de una misma práctica. Los dos grupos de textualidades -las jurídicas y las notariales- nos ofrecen una visión detallada acerca de la vida cotidiana de los súbditos coloniales de España y revelan la intimidad de los conflictos generados entre el conglomerado de leyes hispánicas y el universo de pautas normativas andinas. - Los textos provenientes de la legislación -como las ordenanzas, las leyes y las prohibiciones, son incisiones de la realidad social de la época y, por ello, también son testimonios de la vida cultural, en un contexto en el que los códigos estéticos parecen confluir. La lectura de nuestro corpus nos provee de normativas muy peculiares, como una prohibición para "disfrazarse de penitente" y "disciplinarse en las procesiones religiosas", ordenada por el Gobernador Intendente de Salta del Tucumán -Don Andrés Mestre-, en el año 1786 (en Revista del Archivo de Santiago del Estero, 1929, ne 20). - La repartición de bienes, tierras o encomiendas por medio de títulos o mercedes otorgaba poder, garantizado por la escritura. El hecho de autentificar y atestiguar en el papel es una metáfora de las sociedades grafocéntricas que se actualiza en la práctica notarial. Entre las mercedes registradas en nuestro corpus se encuentra la sesión de derechos sobre la encomienda de un pueblo entero -el de indios de Qualsingasta, de Salta- acordada en 1642 a Don Juan de Lugones Ossorio por el Gobernador del Tucumán, Don Miguel Decesse (en Revista del Archivo de Santiago del Estero, 1927, ne 13), texto en el que se articula una actitud historiográfico-argumentativa que tiene por finalidad la de verificar la legalidad y vigencia de la merced en cuestión. - Las probanzas o informaciones, según las normas judiciales vigentes durante la instauración y organización de la colonia, incluían preguntas y respuestas acerca del tema que la autoridad deseaba investigar. Estas formas representan con mayor fidelidad a los textos mediatizados que se sitúan en el cruce entre la oralidad y la escritura. Las informaciones levantadas entre los indígenas contienen las preguntas de los misioneros y las respuestas de los indios acerca de sus creencias, ritos y ceremonias. En estos casos, un "grafista" transcribía las declaraciones orales de los informantes autóctonos. Dentro del corpus se han considerado también varias informaciones levantadas con el fin de esclarecer hechos de carácter sobrenatural (apariciones, milagros, etc.) como las que constan en el grupo de documentos relativos a Nuestra Señora del Valle de Catamarca, compilados por Larrouy (1915). Las probanzas o informaciones de méritos y servicios utilizaban también el procedimiento del interrogatorio para recabar información acerca de la actuación de funcionarios civiles y eclesiásticos de la Corona Española. Entre estas formas haremos 38
referencia a la Probanza de los méritos del presbítero Diego Juárez, primer sacerdote criollo del Tucumán, en la que se describe la lengua de los indios naturales de Santiago del Estero, certificada por el gobernador Juan Ramírez de Velasco, en 1592 (en Larrouy, 1923); o la Información de Méritos y Servicios del Capitán Juan G. Bazán, levantada entre 1585 y 1589 (en Levillier, 1920), en la que se introduce un episodio -el de su trágica muerte en manos de los indígenas del Chaco- que será recreado por la literatura posterior (Cfr. Carrizo, 1945). - En la época colonial, los pleitos o querellas se desarrollaban entre una colectividad indígena y algún encomendero; entre la autoridad real, virreinal o eclesiástica y algún personaje español ambicioso; y entre ciudadanos o vecinos comunes. En el conjunto documental hemos incluido pleitos por problemas territoriales, por sucesiones de bienes y por cuestiones religiosas. Estas textualidades, tamizadas por la jerga jurídica, introducen también la presencia del discurso oral en segmentos muy importantes de cada instancia judicial. Los extensos testimonios de los acusados, de los denunciantes, testigos y defensores proporcionan una fuente de información importante acerca de las prácticas y creencias religiosas indígenas, de la resistencia a la evangelización y de los múltiples conflictos provocados en el seno de las comunidades autóctonas. En este sentido, son significativas las declaraciones levantadas en el marco de los juicios de carácter inquisitorial, en la campaña contra la idolatría (Cfr. Poderti, 1997. Muchos de estos testimonios, obtenidos bajo el efecto de torturas, permiten conocer los usos y costumbres religiosas de las clases marginales. En este grupo incluimos interesantes procesos judiciales, como el que condena a la india Luisa González, acusada de hechicería por doña Lucrecia de Figueroa en 1689 (en Catalán, 1936); o el pleito entre vecinos de estancias por perjuicios ocasionados tras el robo de ganado, en el que uno de los querellantes acusa a otro de escandaloso amancebamiento con su cuñada, fechado en 1774 (en Revista del Archivo de Santiago del Estero, 1928, ne 17). - Los expedientes plasman la actitud discursiva de "historiar" los hechos a partir de un ordenamiento cronológico de la documentación disponible sobre un caso. La funcionalidad de los expedientes -tal como la de los "libros" de la práctica político-religiosa- es la de servir como fuente de información y como constancia probatoria en algún asunto legal. Dentro de los protocolos de escribanos se hallan muchos papeles que versan sobre hechos extrajudiciales, pero que cobran, en el cuerpo de un expediente, gran incidencia judicial, cuando la documentación certificada es utilizada por sus legítimos dueños para reivindicar la vigencia de algún derecho. Un expediente manuscrito del año 1795 hallado en el convento de San Francisco, contiene todas las voces de un relato construido en torno a una misiva de un vecino de Jujuy, reclamando un esclavo legítimamente comprado. Las averiguaciones sobre el paradero del esclavo y las numerosas peripecias vividas por el mismo adquieren la polifonía y la trama de una novela. Otros expedientes criminales de interés para los estudios sobre literaturas alternativas son el proceso contra Diego Pérez y una india llamada Ana, por vivir en adulterio, fechado en 1703 (en Lizondo Borda, 1949), y la querella presentada en 1750 por Juana Barraza contra un hombre que la golpeara (en Revista del Archivo de Santiago del Estero, 1927, ne 14), texto en el que se reivindican los derechos de las mujeres. En lo concerniente a las relaciones interétnicas y la pugna de distintos poderes de la sociedad colonial, reviste importancia el expediente referido a la restitución de tierras a los indios pulares, cachis y payogastas de Salta. Esta 39
documentación, perteneciente al Archivo Histórico de Salta, incluye un plano realizado por Don Joaquín Marín, a pedido de la Junta Municipal de Temporalidades, así como también un importante segmento argumentativo en la intervención de doña Francisca López de Velazco, quien defiende a los naturales ante los "legítimos" poseedores de la merced acordada por el gobernador Matorras ([1768-1789]). - Algunos textos de la práctica jurídico-notarial amalgaman el relato con otros tipos discursivos, como la descripción y la argumentación. Los autos, escrituras, y certificaciones presentan elementos fantásticos y populares en las narraciones sobre milagros o apariciones, como se desprende de la lectura de la documentación generada por la tradición histórica del Milagro en Salta, a partir del terremoto de 1692 (Cfr. Zorreguieta, 1892). - Pese a su gran carga de legalidad, los títulos pueden reelaborar el pasado mítico histórico de las personas o colectividades implicadas. La forma de historiar los hechos con actitud legitimadora constituye el principal argumento y constancia de los derechos sobre una tierra, encomienda, esclavo, etc. En caso de litigio estos documentos, como las cartas, se presentaban como pruebas ante las autoridades coloniales. En el corpus relevado los títulos están destinados al reconocimiento de méritos personales y a nombramientos efectuados por los funcionarios peninsulares, como el título de Teniente Gobernador y Capitán dado por Francisco de Aguirre a Diego de Villarroel en 1565, y cuya presentación se efectuara en el Cabildo de la ciudad de San Miguel de Tucumán, en el día de su fundación (en Levillier, 1931). - Los inventarios de bienes, testamentos, recibos de dote, contratos, actas matrimoniales y cartas dotales, entre otras textualidades de la práctica jurídica y notarial, no podrían, aparentemente, estar revestidas de ninguna característica literaria. Sin embargo hemos comprobado que la enumeración de los diferentes elementos de beneficio, cuidadosamente descriptos y organizados según los dictados estéticos de la época, encierran formas poéticas muy curiosas, cuajadas de metáforas, adjetivación e imágenes de gran contenido estético. En un contrato de 1610, celebrado entre Alonso Montero y el indio Juan Chambe (en Lizondo Borda, 1937), el segundo se obliga a servir al primero en el oficio de sastre, hecho que nos introduce otra perspectiva acerca de las relaciones interculturales en el Nuevo Mundo. Las diferentes conexiones multiétnicas generadas en los primeros años de la colonia pueden ser rastreadas en la lectura de las actas matrimoniales (Ms.: 1621, 1683-90, 1690-91), allí donde el conflicto fundamental reside en la inmovilidad de una sociedad repetidamente estratificada. II. 2.3. Práctica literaria-canónica El corpus de la producción literaria canónica en la zona del Tucumán colonial no es muy extenso en relación al de las otras dos prácticas. En lo que concierne a la veta culta u "oficializada", la circulación de las textualidades literarias reconocía un ámbito o centro cultural bastante circunscrito. Las ciudades del Tucumán se encontraban a distancia considerable de los principales centros de estudios superiores, entre ellos la Universidad de Córdoba. En las universidades o colegios se realizaban, anualmente, diversos concursos poéticos y los denominados "actos" que eran competencias en las que se disputaban premios literarios que, si bien no eran cuantiosos, significaban para 40
los participantes verdaderas "batallas letradas" (Serrano Redonet, 1969). En los lugares carentes de instituciones educativas la Iglesia se convirtió en un importante foco cultural. En este sentido, es significativo que la mayoría de los nombres de poetas y escritores de la Colonia correspondan a la persona de religiosos. La situación marginal del Tucumán también se debió, en gran medida, a la ausencia de talleres gráficos que posibilitarán la promoción de escritores de la zona. La primera imprenta del virreinato del Perú fue la de Lima, establecida hacia 1580 por el impresor italiano Antonio Ricardo. Allí se imprimieron, desde 1584 el opúsculo Pragmática sobre los diez días del año, seguido del libro Confesionario para los curas de indios, en lenguas castellana, quechua y aimará. En 1630 funcionaban tres talleres en la capital del virreinato del Perú. Entre los años 1584 y 1824, se registran 3948 títulos impresos en Lima. La imprenta de las Misiones de la provincia jesuítica del Paraguay fue construida con madera de la selva. En ese ámbito se imprimió, en 1700, el Martirologio Romano de neuman, en 1704 el Flos Sanctorum de Rivadeneira -ambos traducidos al guaraní por José Serrano- y, en 1705, De la diferencia entre lo temporal y lo eterno de Nieremberg. La imprenta de las Misiones subsistió hasta 1747 y en esos treinta años llegó a imprimir alrededor de veinte obras, la mayoría de ellas de autores peninsulares. La imprenta del Colegio de Monserrat de Córdoba, que comenzó a funcionar en 1766, tuvo una existencia efímera a causa de la expulsión de los jesuitas en 1767. Los textos y caracteres de esta imprenta pasaron, por orden del Virrey Vértiz a formar parte del taller de la Casa de Niños Expósitos de Buenos Aires en el año 1780. La imprenta más importante fue, sin duda, esta última, que publicó bandos, proclamas, catecismos, rosarios, novenas, almanaques, guías, textos de enseñanza y varios libros y periódicos hasta 1824, fecha en que el gobierno de Buenos Aires cedió al de Salta la primitiva prensa de Expósitos (Cfr. Buonocore, 1984: 252-53). Dentro de las publicaciones de este último establecimiento se incluyen algunos textos producidos en la gobernación de Salta del Tucumán, referentes a asuntos religiosos, como la Oración en honor a María Zaldúa y Gamboa de 1796 (en Rossi de Fiori at. al., 1992). En Santiago de Chile la imprenta comenzó a funcionar recién hacia 1780, aún cuando los jesuitas ya habían llevado un taller completo desde Europa en 1748. La censura vehiculizada por la Corona Española consiguió menguar la difusión de la literatura de corte popular. Las lecturas que llegaron a América eran cuidadosamente requisadas y los buques debían llevar, a los fines del control dispuesto por la Corona, un registro de los libros que pasaban a las Indias. A través de esas nóminas, reproducidas por Torre Revello (1940) se conoce parte de los títulos de obras jurídicas o de legislación, de libros de devoción y entretenimiento, novelas, libros de caballería y libros de poesía. Según afirma Carrizo: "son precisamente aquellos de cuyo contenido hallamos restos en la tradición oral del Tucumán y seguramente también en toda América" (1945: 29). El Concilio Limense de 1583 legisló para esta parte de América en lo concerniente a las lecturas que convenía promover con el fin de mantener la unidad de la Iglesia. El Sínodo Santiagueño de 1597 vehiculizó, en el Tucumán, la aplicación de las 41
disposiciones de esa suprema autoridad. Entre las ordenanzas del Sínodo Santiagueño se incluye la prohibición de bailar y cantar "cantos lascivos torpes y deshonestos" que introducen "el demonio en el mundo"19. Las ordenanzas de este Sínodo permiten conocer la intensidad de la penetración de la poesía hispánica: después de medio siglo de haberse levantado el primer asiento de españoles en el Tucumán, ya se conocían y cantaban variados poemas de la tradición hispánica popular (Carrizo, 1945: 27). - La práctica literaria de la colonia admite formas como el romance, la copla y algunas composiciones breves de inconfundible origen hispánico. Junto a esta poesía de tipo popular, transmitida y reciclada por colonizadores y colonizados, se presentan las diferentes formas de la llamada "poesía culta", más aferrada a los esquemas métricos europeos, utilizando los tipos exóticos y los modelos descollantes de los clásicos (Becco, 1990). La absorción de los modelos métricos y temáticos del renacimiento, el barroco y el neoclasicismo, vehiculizan, en las letras americanas, la presencia de formas interpretativas épicas, descriptivas, satíricas y religiosas. En las Cartas Annuas se alude a los "cantares" de los indígenas que poblaron el Tucumán, pero no se ha conservado un grupo considerablemente extenso de composiciones autóctonas gestadas en los primeros siglos de evangelización. Nos llegan, a partir de esas cartas escritas por los misioneros, muchas coplas y cantos que los frailes utilizaron para la catequesis de los pueblos aborígenes, como la que transcribe el Padre Barzana y cuya composición se acredita al misionero franciscano Juan de Viana. La copla, escrita hacia el año 1588, resume la actitud de los misioneros de Esteco (en Carrizo, 1945: 71): No como y doy de comer, No visto y doy de vestir, Soy libre y he de servir, )Esto, cómo puede ser? - Dentro de la producción literaria culta se incluyen los novenarios, catecismos, piezas de la himnología religiosa, poesía de túmulo y literatura de devoción, textos generados en la encrucijada de las práctica literaria-canónica y político-religiosa. La impronta que la fe de España dejó en la escritura colonial fue decisiva. El ideario cristiano permite la presencia de algunos temas motivadores que pulsan toda la producción literaria, en sus vetas popular y culta: Conmemoraciones eclesiásticas: A las festividades ordinarias, como Navidad, Reyes, Cuaresma y Semana Santa se agregan las celebraciones propias de cada ciudad o pueblo, como la procesión del Milagro en Salta, la veneración de Nuestra Señora del Valle de Catamarca, la fiesta del Niño Alcalde en La Rioja, etc. 19
"Ordenamos y mandamos so pena de excomunión mayor que ninguna persona baile, dance, taña ni cante bailes ni cantos lascivos, torpes ni deshonestos, que contengan cosas lascivas, y los introdujo el demonio en el mundo para hacer irremediables daños con torpes palabras y con meneos" (Primer Sínodo de la Diócesis del Tucumán, Santiago del Estero, 9 de setiembre de 1595, Parte Tercera, Constitución vigésimacuarta, en Toscano, 1908, I: 567). 42
Evangelios y Doctrina: la concepción cristiana del mundo aparece en temas tales como la disputa del alma con el cuerpo, la salvación, el desprecio de la vida y la invocación de la muerte, la necesidad de la enmienda, el Apocalipsis de San Juan, la parábola del hijo pródigo, etc. Hagiografía: El interés en la vida de los santos estaba inspirado, según Carrizo (1945) por la lectura del Flos Sanctorum, publicación que entró en América en los buques de registro, junto a otros títulos que el index recomendaba (Torre Revello, 1945). La forma simple de la "hagiografía", estudiada por Jolles (1977), se manifiesta en la base de otras especies literarias, como la leyenda. - La poesía de túmulo se identifica con el grupo de composiciones poéticas cuya finalidad era la de rendir homenaje póstumo a determinadas personalidades. Estos poemas se daban a conocer en forma de tarjetones cuidadosamente manuscritos acompañados de ornamentos y dibujos, que se colocaban alrededor del túmulo erigido como ofrenda fúnebre. El uso social dado a estas formas poéticas en América no fue el mismo que el de España, ya que las mismas se exponían cerca del féretro para convertirse en una especie de poesía de "cuerpo presente" y cumplir la función que actualmente tiene la ofrenda floral. La costumbre, de carácter cortesano, enlaza centros distantes como México, Lima y Buenos Aires, pasando por Salta y Córdoba. Este tipo de oraciones se encuadra dentro de las pautas poéticas neoclásicas, elevando a la persona homenajeada a la categoría de modelo con una marcada finalidad didáctica, moralizante y ejemplificadora. La poesía de túmulo reconoce sus raíces en el Siglo de Oro español y responde a la estructura neoclásica de la décima espinela. Otras variaciones métricas admitidas por la poesía de túmulo son el soneto acróstico, la redondilla y la décima (Cfr. Rossi de Fiori, et. al., 1992: 17). En el corpus de estudio hemos incluido la Oración fúnebre que el Cabildo de la Ciudad de Salta tributó, el día 17 de febrero del año 1796, en sufragio por el alma de María Ana Joaquina Zaldúa y Gamboa. Esta mujer era esposa del Gobernador Intendente de Salta, Don Ramón García de León y Pizarro, quien durante su gestión fundara la ciudad de San Ramón de la Nueva Orán (Cfr. Poderti, 1995c). - Los textos satíricos describen una visión más terrena, desmontando algunos mecanismos socio-culturales del proceso colonial en América. Ese es el caso de la Sátira a las cosas que pasan en el Pirú, escrita por Mateo Rosas de Oquendo20 hacia 1598 (en Lasarte, 1990) y de varias composiciones del mismo autor. A partir de sucesivos procesos de "carnavalización" 21 se presenta, en estos poemas, una mirada diferente de 20
Mateo Rosas de Oquendo (1559?-1612?) llegó a Indias en 1585. Primeramente estuvo en Lima, luego participó, junto al gobernador Ramírez de Velazco en la fundación de la ciudad de La Rioja (1591) y más tarde se desempeñó como encomendero de indios en Santiago del Estero. En sus composiciones satiriza las hazañas de la conquista y la sociedad virreinal, condenando a criollos y peninsulares, sin interesarle clase social o religiosa.
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El concepto de "carnavalización" -desplegado por Bajtín en el contexto de la obra rabelesiana (1987)- designa la oposición de la cultura popular a los valores instituidos por la cultura oficial. En las composiciones satíricas, las imágenes grotescas contribuyen a mutar, a quitar solemnidad, a materializar y corporizar el mundo, destronando a las instituciones religiosas y políticas de la oficialidad. El discurso carnavalizado ostenta la lógica de las cosas "al revés" y "contradictorias", de las permutaciones constantes entre lo alto y lo bajo, la muerte y la vida, etc. y todas las 43
la "oficial", se desmitifican las hazañas políticas y religiosas de la conquista. En esta época, la sátira fue generalmente utilizada bajo la protección del anonimato, como un medio de actualizar la reacción contra situaciones difíciles de modificar del régimen virreinal. Su difusión se mantuvo principalmente en el marco de la oralidad, aunque también era corriente la circulación en panfletos manuscritos (Cfr. Becco, 1990). La sátira, como poema destinado a censurar los vicios y defectos de diferentes clases sociales, se origina en América bajo la óptica de poesía burlesca motivada en la crítica de restauración moral. - En conexión con los textos satíricos se genera una forma textual que condensa dos prácticas discursivas: la política y la literaria. Los pasquines vehiculizan los actos de rebelión anticolonial y permiten la expresión alternativa de los segmentos marginados de la sociedad. La producción de pasquines es significativa y vasta desde la segunda mitad del siglo XVIII y está conformada por un conjunto de textos escritos anónimos, que da cuenta de los procesos revolucionarios y emancipadores en las colonias americanas. Desde el punto de vista formal, los pasquines son escritos breves, en prosa o en verso -generalmente octosílabos- que hacen uso de un lenguaje sencillo, claro y conciso. En el léxico utilizado se marca, con frecuencia, la voluntad de transgredir las normas del buen uso del lenguaje (expresiones irreverentes, insultos, coprolalia, etc), como acompañamiento necesario de los contenidos rebeldes y los efectos subversivos de estos textos. Algunos de estos pasquines eran acompañados de dibujos que representaban de un modo grotesco a autoridades españolas, sentadas sobre burros y en camino a la horca (Cfr. Godenzzi, 1995). El rechazo a la tiranía22 que aparece en la mayor parte de los pasquines significa rebelarse contra las autoridades coloniales, desconociendo su legitimidad e intentando su eliminación si persisten las injusticias. Por ello es insistente la exhortación para dejar de lado la pasividad e indolencia y comenzar a desencadenar acciones concertadas que transformen la sociedad. Desde este punto de vista, los pasquines no sólo son anuncios, señales o signos de situaciones revolucionarias, sino que resultan también actos de condena, amenazas de muerte, declaratorias de acciones violentas o bien se traducen directamente en actos de agitación, persuación, enfurecimiento, puesta en aprietos e intimidación (Cfr. Godenzzi, 1995). En nuestro corpus hemos estudiado los pasquines de las rebeliones indígenas que preludian los movimientos inversiones, degradaciones, profanaciones, coronamientos y derrocamientos implantados en los niveles lingüístico y semántico.
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Desde el punto de vista semántico, los pasquines revelan una estructura elemental que organiza el significado de estos textos. La idea de "tiranía" resume la situación colonial denunciada constantemente, la que se expresaba a través de la imposición de nuevos gravámenes, alcabalas, quintos, establecimientos de aduanas, estancos, etc. La "tiranía", personificada por el visitador, los corregidores, los aduaneros y demás autoridades que introducen cargas insoportables para sus súbditos, se opone a la unidad semántica "buen gobierno", que tiene como promotores a un soberano de estas tierras (un nuevo Inca), -quien protege los derechos de sus "paisanos" americanos"-, o bien al Rey de España, a quien se supone defensor de los vasallos y dador de las leyes justas. De ahí que algunos pasquines se presenten como "fidelistas" y otros como "separatistas". También hay pasquines que oscilan entre una y otra postura, reflejando el estado de ánimo de los criollos (Cfr. Poderti, 1997).
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independentistas, como la de Túpac Amaru, iniciada en 1780, y otros escritos anónimos, como el que circuló en Salta, hacia 1805, titulado "lamentos de un capao" (Cfr. Acevedo, 1965: 425-426). En un rápido recorrido, puede repasarse el accionar de estos "auténticos manifiestos revolucionarios" -como los llama Lewin (1967)- en las diferentes zonas del arco andino. Estos textos son en sí mismos actos de insurgencia política, y su decir es también un hacer, por cuanto implican un programa de reorganización política de la sociedad, propuesta en la que participan diferentes sectores de la sociedad colonial. Por su naturaleza, el pasquín es un espacio escriturario que permite la alianza, la expresión o el rechazo de los distintos grupos y personas participantes: indígenas, criollos, españoles y hasta el mismo Rey (Godenzzi, 1995). II. 3. TEXTOS COLONIALES Y LITERATURA GERMINAL Las textualidades coloniales, provenientes de diferentes prácticas escriturales como la político-religiosa, la jurídico notarial y la literaria canónica, remiten a un campo común, en el cual todos los textos pueden ser considerados "literarios". Sin desechar las lecturas que los relevan como documentos etno-históricos o mitográficos, se presta atención a la manera en la que estas textualidades vehiculizan la expresión de algunos grupos sociales en determinadas circunstancias históricas: ...para muchos de los investigadores en ciencias sociales, los textos no son discursos provistos de una coherencia propia, sino canteras de donde extraer datos de interés histórico, sociológico o antropológico. Por consiguiente, ellos no los estudian, salvo excepcionalmente, en tanto que discursos literarios autónomos o en cuanto a su estética (Lienhard, 1992: 120). El predominio de textos provenientes de la práctica político-religiosa y específicamente de la producción epistolar, es una marca significativa de la voluntad de aprehender, mediante la escritura, el territorio físico y cultural del Tucumán. En este sentido "los europeos proceden como si quisieran inscribir su poder en todas las superficies posibles del Nuevo Mundo (Lienhard, 1992: 39). El proyecto de ocupación tuvo un alcance eficaz porque el tránsito de las formas epistolares se desarrollaba dentro de un circuito cerrado: entre funcionarios civiles o eclesiásticos con las autoridades virreinales o reales. Las cartas son las formas menos alcanzadas por el discurso alternativo del indígena, lo que posibilitó la resemantización del universo del otro, a través de la interpretación de las culturas ajenas desde los cánones europeos. Las regiones hostiles al plan colonizador -por su naturaleza descomunal y la belicosidad de las naciones indígenas allí asentadas-, como la vasta zona del Chaco Gualamba, generan otros tipos de escritura, como la de los diarios de viaje, en los que se instala el discurso alternativo para reflejar con mayor fidelidad la pugna entre dos modos diferenciados de ver el mundo (Cfr. Poderti, 1994). La práctica jurídico-notarial ofrece el mayor porcentaje de formas literarias alternativas. La instalación de la voz de mujeres, indígenas o "delincuentes" en extensos segmentos del discurso hegemónico, permite reconstruir el eje de conflictividades sociales y culturales generado en el Nuevo Mundo, allí donde los 45
modelos instituidos son cuestionados desde la alteridad. Los textos tienden a transformarse en verdaderos campos de batalla, en los que la voz dominante se debate en un imprevisto juego de contradiscursos. Los textos de la denominada práctica literaria-canónica se constituyen en marco de referencia para las otras dos prácticas escriturales. Las textualidades coloniales calcan las condiciones estéticas instauradas por el corpus literario canónico, trasponiendo los diferentes códigos discursivos de la literatura en manifestaciones que perseguían fines coincidentes, aunque desde perspectivas diferenciadas. El uso de la palabra centrado en el ejercicio de la persuasión, del conocimiento y de la apropiación de la realidad mediante la imaginación, son las principales marcas literarias del macrocampo textual de este período. De esta manera, el desarrollo de la conquista de este espacio virgen del Tucumán se escribe como testimonio y como protagonismo: cronistas, notarios, aventureros, fundadores, guerreros, religiosos, mujeres, nativos, expedicionarios, letrados e iletrados, van "descubriendo" los mecanismos íntimos del período de tres siglos de Colonia en América. La relación episódica de esta empresa está registrada en todas las formas de epopeya absorbidas por la escritura gestada en la realidad nueva. En este registro inminente de sucesos y personajes, se tipifican las características discursivas que permitirán fusionar la descripción, en el asombro y en la fantasía; las configuraciones narrativas, en el relato de los hechos guerreros y las peripecias de viaje; la directriz argumentativa del coloquio y los entretelones generados a partir de la aspereza de los diálogos interculturales. El cruce de prácticas escriturales dentro de un mismo texto, la juntura de las instancias orales y escritas, la transformación de los modelos impuestos de acuerdo a las necesidades comunicativas del Nuevo Mundo, la lucha discursiva entablada entre los segmentos marginados de la sociedad colonial y los grupos dominantes, desarticulan los esquemas fijos y generan formas que se absorben entre sí, dentro de un clima de heterogeneidad textual. La reconceptualización del término "literatura" a partir de la lectura de este corpus textual plantea la emergencia de un nuevo paradigma dentro de los estudios literarios sobre la Colonia hispanoamericana, marcándose la transición "del modelo de la historia literaria como el estudio de la transformación de las ideas estéticas en el tiempo, al modelo del discurso en el ambiente colonial, en tanto estudio de prácticas culturales sincrónicas, dialógicas, relacionales e interactivas" (Adorno, 1988: 11). A partir del estudio del discurso se crea un espacio conceptual necesario para que el "otro" de la Colonia, es decir "todos los sujetos menos el europeo" empiece a existir plenamente como objeto de la crítica (Adorno, 1988: 19). Así, los géneros típicamente "híbridos" y las posiciones de los sujetos plurales de la Colonia, acusan la insuficiencia y la esterilidad de los presupuestos estéticos del paradigma anterior. En nuevo paradigma deja atrás el planteo binario literatura/no literatura, permitiendo que los investigadores literarios y culturales pongan atención en un cuerpo de textos heterodoxos, antes ignorado o desatendido (Cfr. Larsen, 1993: 336). Esencialmente, el cambio se opera al extender la naturaleza de la categoría de la 46
literatura hacia una mucho más amplia e híbrida, como es la de la cultura, suponiendo la existencia de otros modos de producción cultural. Esta ruptura acarrea la consiguiente fractura del modelo lineal de la historia, un anti-historicismo que tiene que ver con la condición de "textos" a la que adscriben los "documentos" coloniales. Cualquiera sea su valor historiográfico, esas formas escriturales pueden ser consideradas, en sus modos de producción, a través de ciertas estructuras discursivas que permiten valorar sus cualidades artísticas, sin caer en el modelo estético unilateralmente formal del vanguardismo, según el cual lo estético es algo opuesto a lo real y no de sus modos particulares de reflexión (Cfr. Larsen, 1993: 341). II. 4. LEYENDAS DEL TUCUMÁN COLONIAL Aquellas formas relatantes conocidas con el nombre de "leyendas" deben ser leídas a la luz de algunas problemáticas relacionadas con el origen y la raíz común de estas especies -consideradas ancilares de la literatura y tradicionalmente desplazadas del espacio del discurso historiográfico. A partir del juego oposicional entre oralidad/ escritura, de la relación entre narrativa y representación histórica, y de las características del discurso ficcional frente al discurso histórico con pretensiones científicas, procuraremos despejar la naturaleza de la forma leyenda en el campo de las textualidades llamadas "literarias". Una vez aclaradas estas cuestiones preliminares, nos abocaremos a la lectura de algunos casos específicos, centrándonos en cuatro cuerpos de leyendas que advierten su génesis histórica en el período de la Colonia y la fundación de ciudades en el Tucumán, extensa zona en la que se enmarca la actual microregión del NOA. II.4.1. Consideraciones en torno a la literatura oral II.4.1.a. Oralidad y escritura Según Ong (1993), la frecuente desatención de los estudiosos a las manifestaciones orales se ha relacionado con una impresión surgida a partir de que, contrapuestas al discurso gobernado por reglas retóricas escritas, las formas artísticas orales se presentaban desmañadas e indignas de examen serio. Sin embargo, en la tradición literaria más inmediata se reconoce que las producciones surgidas de performances orales gozaron de innegable aprecio, incluso de protección. Desde mediados del siglo XVI se intensificó la mirada hacia las complejas relaciones entre la escritura y el habla (Cfr. Dorra, 1995). El dominio de la palabra escrita sobre las manifestaciones de la oralidad se pone de manifiesto al no contar, en la lengua española, con ningún concepto similar al de "literatura" -que básicamente significa 'escritos'- para cubrir un cuerpo dado de material meramente oral. El oximorónico término "literatura oral" supone hablar de la "oralidad" desde una posición grafocéntrica -focalizando el campo de la escrituraperspectiva que condiciona todo el campo observado: El estudio de la oralidad será siempre insatisfactorio, siempre aproximativo porque nunca estaremos ante la oralidad en tanto tal -si es que esa expresión tiene algún sentido-, sino ante el simulacro que construyamos con nuestras armas conceptuales. )Cómo explorar la 'oralidad' desde la escritura sin traicionarla ni tergiversarla? se pregunta Lienhard. Acaso esa pregunta no 47
tenga respuesta pero no por ello deja de ser necesario hacérsela todo el tiempo (Dorra, 1995). En el campo de la oralidad, Ong distingue básicamente dos grupos: el de la oralidad "primaria", presente en aquellas culturas que carecen del conocimiento de la escritura y de la impresión; y la oralidad "secundaria" que detenta la actual cultura de la tecnología, cuya existencia y funcionamiento dependen de la escritura y de la impresión. Podría decirse que hoy la cultura oral primaria casi no existe en sentido estricto, sin embargo, en grados variables, muchas culturas y subculturas conservan gran parte del molde mental de la oralidad primaria, aún cuando han sido alcanzadas por los efectos de la escritura. Tal ocurre con algunas comunidades aisladas de los centros urbanizados en las provincias del noroeste argentino. La diferencia básica entre la tradición oral y la escrita radica en que el carácter de permanencia de una u otra expresión es diferente. Aunque las palabras están fundadas en el habla oral, la escritura las encierra tiránicamente para siempre en un campo visual. Los cambios de pensamiento y expresión producidos por la escritura han modificado las culturas orales, a tal punto que ya casi no queda cultura oral o predominantemente oral en el mundo que, de algún modo, no tenga conciencia del vasto conjunto de poderes que encierra la escritura. Lo impreso refuerza y transforma los efectos de la escritura. Todos los efectos de lo impreso entran en colisión con los del sonido. Sobre este tema se han hecho innumerables estudios a partir del Renacimiento. Nos interesa repasar aquí los efectos más sutiles de lo impreso sobre la conciencia cultural, antes que sus consecuencias sociales. El oído, más que la visión, había dominado de manera significativa el mundo intelectual de la Antigüedad, incluso hasta mucho después que la escritura estuviera desarrollada. La cultura del manuscrito en Occidente permaneció siempre marginalmente oral (Ong, 1993). Parte de esta práctica se manifiesta hasta hoy en nuestro vocabulario, cuando nos referimos a las "auditorías", haciendo referencia a la tarea actual del contador, quien se remite solamente a examinar los libros por medio de la vista. Mucho después de inventada la imprenta, el proceso auditivo siguió dominando por algún tiempo el texto impreso visible, aunque finalmente la impresión terminó superando al oído. La imprenta sitúa las palabras en el espacio de manera más inexorable que la escritura. El texto impreso obtiene un sentido de la "palabra-en-el-espacio" distinto del que se comunica en la escritura. La escritura reconstituye la palabra hablada, originalmente oral, en el espacio visual, pero la impresión lo incrusta más categóricamente en el espacio (Ong, 1993). La impresión creó un nuevo sentido de la propiedad privada de las palabras. En una cultura oral primaria, las personas no reclaman derechos de propiedad sobre un poema. Con la escritura comienza a desarrollarse el resentimiento contra el plagio. Al sacarse las palabras del mundo del sonido y relegarlas definitivamente a la superficie visual, la impresión alentó a los seres humanos a sentir que sus posesiones se guardaban en 48
alguna especie de espacio mental inerte. Además, tal como sigue agregando Walter Ong: Lo impreso produce una sensación de finitud, de que lo que se encuentra en un texto está concluido, de que ha alcanzado un estado de consumación. Esta consideración afecta las creaciones literarias y la obra filosófica o científica analítica (1993: 130).
II.4.1.b. Historia/Leyenda "Partiendo de una actividad mental, lo que en otra actividad mental era positivo, se convierte en negativo, lo que fue verdad, se convierte en falsedad. La tiranía de la "Historia" llega a afirmar que la leyenda no existe y que no es otra cosa que un muy tímido peldaño preliminar con respecto a la 'historia' misma". ANDRÉ JOLLES La primacía del trazado narrativo ha sido notada por los estudiosos de las formas de la oralidad como Ong (1993) y Jolles (1972), para quienes la narración aparece regularmente como manifestación de todas las culturas orales primarias sobreviviendo al conocimiento de la escritura y al procesamiento electrónico de la información. Aún el discurso "científico" se apoya en la narración para establecer ciertas generalizaciones, para argumentar con validez y arribar a conclusiones abstractas. El valor de la narrativa en la representación de la realidad ha sido apuntado por Roland Barthes (1977: 79), para quien la narrativa es simplemente como la vida misma, internacional, transhistórica, transcultural. Esta narrativa, lejos de ser un código entre los muchos que puede utilizar una cultura para dotar de significación la experiencia, es un metacódigo, un universal humano sobre cuya base pueden transmitirse mensajes transculturales acerca de la naturaleza de la realidad común (White, 1992: 17). Las culturas narrativas orales utilizan historias de acción humana para guardar, organizar y comunicar su saber. En estas culturas, la narración se identifica con una estructura depositaria capaz de reunir gran cantidad de conocimientos populares en manifestaciones relativamente sustanciales y perdurables, sujetas a la repetición. De hecho, una cultura eminentemente oral desconoce la trama lineal climática y larga, al modo de una epopeya o novela. No obstante, puede organizar la narración más breve con un clímax implacable. Los hechos, en medio de los cuales la acción debe empezar, nunca se disponen en un orden cronológico para establecer una "trama". De estas consideraciones también parte Jolles para tipificar las nueve formas simples que se integran a los estudios que emparientan la oralidad con las expresiones escritas, atendiendo al paso desde la "lengua" a la "literatura" (Jolles, 1977: 15). La lengua, concebida por Jolles como trabajo de producción, creación e interpretación, altera el 49
curso natural de las cosas, las incorpora y acepta en la vida del hombre. Se opera una interrupción de los procesos naturales, una modificación similar a la que produce el artesano o el campesino por medio del trabajo. Las formas simples se encuentran en "estado de agregación" al de la literatura propiamente tal, son formas no captadas por las disciplinas que describen la estructura de las unidades lingüísticas y su clasificación en la obra artística definitiva. Estas formas "se encuentran tan adheridas a la lengua, que parecen resistirse a la conciencia eterna de la lengua: a la escritura." (Jolles, 1977: 237). Jolles clasifica esas formas básicas de acuerdo a sus ademanes lingüísticos, a la actividad mental que vehiculizan y a su actualización en el tiempo, para delimitar las siguientes formas literarias: hagiografía, leyenda, mito, enigma, sentencia, kasus, memorabile, märchen y chiste. En manuscritos de los siglos XIII al XV se han encontrado narraciones en prosa que corresponden al género antiguo de la "Saga". Estos relatos tienen un indudable origen en la tradición oral: en primer lugar, se diferencian estilísticamente de otras obras en prosa del llamado estilo erudito y no muestran la influencia del latín. En segundo lugar, el giro "se cuenta" u otro semejante, remite al origen de la forma misma. En tercer lugar, no se las ha mirado como verdaderas obras literarias mientras no se les asignara autor o poeta determinado: forman un legado anónimo (Jolles, 1977: 66). Pero es justamente el carácter colectivo y anónimo de estas formas de transmisión oral el que favorece su circulación en amplias franjas de la sociedad, en la medida en que refleja más cabalmente la idiosincracia del pueblo que las recrea. La leyenda, como respuesta posible a los sucesos cotidianos, asume la función de interpretar los interrogantes más trascendentales de las comunidades humanas. La palabra "leyenda", ha indicado, durante mucho tiempo, una actividad semiritual y, a la vez, un significado de "narración no acreditada históricamente". De esta manera, y por transferencia de significado, todo lo que pertenece a una determinada actividad mental y a su correspondiente forma, sólo dentro de esa forma es válido. En el mundo de la Historia, según Jolles, la leyenda, se convierte en algo inverosímil, dudoso y, finalmente, contrario a la verdad (1977: 63). Esta significación del término leyenda como noticia de acontecimientos del pasado que carecen de documentación histórica, destrona a esta forma simple del universo de lo "verdadero", otorgándole un matiz despectivo. En muchos casos, según Jolles, la "Historia" actúa como enemiga de la leyenda; la amenaza, la persigue, la calumnia e interpreta equivocadamente sus palabras (1977: 65). Sin embargo, la forma de la leyenda posee una matriz común con la narración histórica. Así muchas de las leyendas relevadas entre las comunidades del noroeste constituyen importantes eslabones en el proceso de articulación de las tradiciones populares con la historia: La leyenda histórica puede ampliar el contenido de los documentos escritos, puede aclarar elementos oscuros o mal expresados y hasta puede conservar hechos históricos olvidados. Sin desconocer el valor de los testigos presenciales calificados que han documentado por escrito el hecho histórico con la variabilidad personal conocida, debemos tener en cuenta que las gentes del pueblo que lo recogieron también fueron testigos presenciales y lo 50
transmitieron de viva voz de generación en generación. La leyenda, y en general la tradición oral, tratadas según las normas del método histórico con espíritu científico, son fuentes de verdadero valor para la investigación histórica (Vidal de Battini, 1982: 362). Las leyendas pueden proveer elementos históricos en la anécdota o en la toponimia, transformándose así en una fuente valiosa para la investigación histórica. En la leyenda siempre se alude a tiempo y lugar. Aún cuando la cronología de este tipo de relatos es débil, la referencia al lugar es segura o bastante aproximada (ibidem, 1982). En este sentido, el ademán lingüístico de las leyendas consiste en actualizar el pasado histórico cultural de una comunidad, reinstalando y recomponiendo el ciclo mítico, necesario para su vida cotidiana. La actividad mental de estas formas simples en América presenta rasgos de transculturación, al aunar los estadios naturales de la memoria colectiva con la sistematización del discurso historiográfico del tronco hispánico. De la lectura de los textos historiográficos producidos durante la Colonia se desprende que sus fuentes de información principales fueron orales. Así lo atestiguan los relatos de Ruy Díaz de Guzmán, del Barco Centenera, el Padre Lozano, Fray Reginaldo de Lizárraga, etc., para quienes el testimonio personal, los recuerdos y los relatos de la gente de cada zona adquirían una importancia fundamental y legitimaban la validez de su escritura. Esa tendencia de recuperar el pasado basándose en fuentes orales inspiró las recopilaciones de canciones y elementos del folklore argentino al comenzar el siglo XX. Juan B. Terán reconstruyó la historia de Tucumán sobre la base de los recuerdos de Felipa López, anciana nacida en 1801, en aquel ensayo titulado Memoria de 1816. Esto ha generado un debate acerca de la definición y construcción del campo heurístico, en el que Manuel Lizondo Borda aportó conceptos fundamentales en el plano teórico, al plantear la relación existente entre el documento y la tradición oral. Acerca de su concepción acerca de que el documento escrito puede ser tan engañoso como la tradición oral, aclara: La tradición o la transmisión oral de hechos de carácter histórico, a través del tiempo y bien discriminado es igualmente una fuente para el historiador. Y a veces, cuando está corroborada por otras noticias o señales auténticas, aunque no sean documentos escritos, tiene tanto valor como cualquiera de éstos (Lizondo Borda, 1952). En la actualidad se asiste a un gran interés en la investigación sistemática orientada hacia el uso de fuentes orales. Esta metodología, que enlaza la inter y la multidisciplina, considera los aportes de la filología, el folklore, la psicología y la lingüística en el estudio de la tradición oral: Se rescata así una doble relación, que está dada por el juego del pasadopresente en el informante y por el complejo vínculo del historiador-testimonio en el investigador. (...) Aceptar esta dialéctica y compleja relación es lo que permite que lo tradicional esté vivo en las reconstrucciones de las leyendas de 51
El Familiar, La Viuda y tantas otras que, si bien adquieren el sentido de la época en su recuperación, lo hacen conservando el sentido que las originó. Se mantiene la continuación de la vieja trama en el tejido de otra historia (Leoni Pinto, 1994: 14). II.4.2. Relatos orales y pensamiento andino "Los recuerdos orales se presentan con una temporalidad propia y diferente de la histórica, con categorías individuales, mas no personales, sino ejemplares. Pero si los hombres andinos -como todos los que participan de las culturas tradicionales- no podían ofrecernos una visión histórica del comienzo de la dominación española y del tiempo posterior, sí podían reaccionar y reaccionaron dando su imagen a través del mito y del movimiento mesiánico que encierra en sí los primeros elementos de una historicidad"... FRANKLIN PEASE Las primeras leyendas de América se gestan en el momento mismo del encuentro entre diferentes tradiciones culturales. El aura de misterio que envolvía al continente recién descubierto generó leyendas como las del Paitití, el Dorado y el Amazonas (Cfr. Levillier, 1976). La leyenda del Paitití crea un espacio imaginario en la geografía andina. Como afirma Flores Galindo (1986), el descubrimiento y la conquista de América implicaron un desarrollo significativo de la cartografía: era necesario precisar las formas y dimensiones de los nuevos territorios. Junto a los cálculos que se pretendían rigurosos surgió una geografía imaginaria, especie de horizonte onírico de los conquistadores. A medida que las expediciones ingresaban a territorios más alejados e inhóspitos, aparecían otros países como el Dabaybe, las Minas de Esmeraldas, la laguna del Sol, la Gran Noticia, Traspalanda, el Reino del Sol. etc. De todos ellos, el que más divulgación alcanzó fue El Dorado, país donde la riqueza abundaba y quedaba a la mano, territorio habitado por los amazonas. El Paitití nació como resultado del entrecruzamiento entre tres tradiciones culturales: la dualidad andina, los sueños de los españoles y los mitos tupí-guaraníes. Su localización, durante el siglo XVII, se identifica con un ambiente selvático. La selva -el ámbito del Paraíso Terrestre-, que ocupa un lugar preponderante en el imaginario colonial, se convierte en el epicentro de un movimiento social que fortaleció la verosimilitud del Paitití y alentó a los rebeldes de Huarochirí, en 1750. Treinta años después Túpac Amaru se proclamará soberano del Gran Paitítí (Flores Galindo, 1986: 64). Estos y otros tantos relatos generados en los primeros momentos de la colonización permiten el encuentro entre la memoria y lo imaginario en lo que Flores Galindo llama la "utopía andina" (1986). Es en la memoria oral donde el recuerdo adquiere las dimensiones de mito. En este sentido, los relatos sobre Inkarri se integran a ese cúmulo 52
de manifestaciones de la cultura popular andina. Según esta narración, la conquista habría cercenado la cabeza del Inca que desde entonces estaría separada de su cuerpo; cuando ambos se encuentren, terminará ese período de desorden, confusión y oscuridad que iniciaron los europeos, y los hombres andinos (los runas) recuperarán su historia. Además de la fascinación que encerraban estas historias enigmáticas, surge otra narración fantástica en tierras de América del Sur: la de la Ciudad de los Césares, originada a partir de las penurias y aventuras de cuatro soldados hispánicos que, alrededor de 1529, partieron del Fuerte de Sancti Spíritu fundado por Gaboto, cruzaron de Este a Oeste las más remotas regiones de estas tierras, desde el Paraná hasta las playas peruanas (Cfr. Bidondo, 1980). El Padre Lozano agrega a este relato que, en el trayecto, los conquistadores se encontraron con numerosos indios con los que se entendieron por señas y, por ese medio, conocieron la existencia del fabuloso imperio de los Incas. Alentados por la noticia perdieron el rumbo, pasando por regiones insólitas, subiendo por las montañas chilenas hasta llegar al estrecho de Magallanes. Desde allí, siguiendo la costa, alcanzaron el desierto de Atacama, se internaron en el país de los Charcas, para alcanzar con gran fatiga la ciudad de Cuzco, lugar al que llegaron en la misma época en que Francisco de Pizarro acababa de prender al Inca Atahualpa en Cajamarca. De este relato surge que esos compañeros de César -como se llamaba uno de estos cuatro aventureros- fueron los primeros blancos que hallaron las tierras del Tucumán, en su recorrido de Chile a Charcas (Lozano, 1941 [1733]). En 1586, el gobernador de Tucumán, Juan Ramírez de Velazco, planea una expedición a la provincia de los Césares, la que describe en estos términos: Tengo gran noticia de una provincia que llaman los Césares, corre norte sur desde Córdoba hasta el Estrecho de Magallanes, hay veinte grados que son trescientas y cincuenta leguas y así mesmo la tengo de que hay gran suma de gente y de que hay grandes riquezas de oro. Es entre Chile y la mar del norte y a las espaldas de Arauco, siendo V. M. servido de que en poblando a Calchaquí y conquistándolo de Salta que se hará todo en dos años, haga gente para entrar en esta tierra (...) Por el nombre que tiene de rica se sacarán del Pirú trescientos o quatrocientos hombres, con los cuales y los que desta gobernación sacare, hará esta Jornada, de la cual podría ir por tierra desde aquí al Estrecho (...) y sin que a V. M. le cueste un peso, me ofrezco a hacer esta Jornada, siendo servido de darme título de adelantado della y la décima parte de los que se ganaren y dos hábitos de Santiago, uno para mí y otro para mi hijo mayor... (en Torre Revello, 1941, I: 132-133). Sobre la relación entre la suposición legendaria y su basamento historiográfico afirma Bidondo: Pero esta suposición no pasa de ser una leyenda más de las que se tejieron en el Nuevo Mundo, y a la luz de las investigaciones más recientes es considerada por los historiadores como otra fantasía surgida en la mente de los aventureros de la primera (1980: 32).
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Aquellos relatos legendarios -merced a su fuerza y poder de convicción-, se transformaron así en el acicate que llevó a tantos europeos a penetrar en el corazón del territorio americano en busca de la ciudad que César y sus compañeros soñaron cuajada de tesoros (Levillier, 1976). En las líneas que siguen nos centraremos principalmente en un corpus de leyendas del noroeste argentino que relevan las epopeyas de la conquista y la catequización operadas durante estos tres siglos de Colonia. El tránsito de estas formas orales de generación en generación ha ido incorporando a la narración otros elementos que se asocian con la creación libre de la fantasía popular y, a la vez, con una actitud de reedición de los temas ancestrales, a partir del rescate de una concepción mitológica propia de las comunidades indígenas, en la que la metamorfosis, la unión del mundo animal con el mundo humano y la presencia de una cosmogonía muy enraizada con las fuerzas naturales, son el principal motor de la vida. II.4.2.a. El Rey Inca: la justicia vuelve… Para comprender el alcance y la difusión de los motivos legendarios es necesario registrar el trazado de un vasto territorio sobre el cual se asentó el imperio de los Incas. El Tawantinsuyu se extendía sobre las regiones central y norte chilena y sobre la Puna de Atacama. Tupac Yupanqui, hijo de Pachacutec, gobernó entre los años 1470 y 1488. Durante ese período y el de su sucesor, Huayna Capac, se efectivizó el dominio del Tucumán. Según los cronistas, Viracocha, vencedor del país de los collas, había llegado hasta el pueblo de los Charcas, donde recibió a una delegación que iba a ofrecerle su anexión voluntaria al imperio. Los detalles de esta ceremonia son recogidos por Ricardo Rojas, en su relectura de Garcilaso y otros "tantos libros raros o curiosos que tratan de América": Los embajadores calchaquíes entregaron, en señal de acatamiento, maíz de sus campos, lana de sus guanacos, miel de sus montes. Así quedó incorporado a los dominios del Inca nuestro Tucumán, con el nombre que ellos le dieron. La jurisdicción peruana, tan hermosamente ganada por el Cuzco sobre el Tucumán (Rojas, 1912: 68). Los conquistadores españoles del siglo XVI se sirvieron de las rutas indígenas y especialmente de las incásicas, reafirmadas por Tupac Yupanqui y Huayna Capac. En los últimos años, las investigaciones etnohistóricas han aportado elementos fundamentales para los estudios sobre las etnias del área andina central y sus sistemas de vinculación (Cfr. Mulvany de Peñaloza, 1986). El carácter mesiánico de los relatos populares que circulaban durante el período prehispánico vinculaba claramente a la imagen del Inca con la ciudad del Cuzco, cuya función como ciudad sagrada estaba ya recuperada en el siglo XVIII. Las manifestaciones de este carácter mesiánico aparecen en la documentación colonial: antes de 1750 se informaba sobre una profecía atribuida a Santa Rosa de Lima, en la cual se anunciaba que en dicho año se volvería el Perú a sus legítimos dueños, los
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incas23. Al momento de divulgarse la profecía aludida, circularon proclamas que exhortaban al levantamiento indígena, en las que se indicaba la existencia de planos que señalaban los lugares de reunión y donde debían ser capturados los españoles. Hacia 1776 un grupo de personas anunciaban, en los caminos de Arequipa, la pronta finalización de los tiempos del gobierno español en los Andes, afirmando que los incas volverían a gobernar. Pronosticaban que el hecho anunciado ocurriría en el inmediato "año de los tres sietes (1777) y que las órdenes para el alzamiento definitivo provendrían de la ciudad de Cuzco. Estas informaciones resultan sintomáticas del ambiente mesiánico que preexistía a la sublevación de Túpac Amaru II, y coincidían en referir la presencia de santos católicos cuyas profecías avalaban los pronósticos, como Santa Rosa de Lima24, San Luis Beltrán y San Francisco Solano (Pease, 1992: 320322). En las crónicas coloniales el Inca es identificado como el "hijo del sol" y su carácter sagrado se asienta en las genealogías de reyes que, a partir de Manco Cápac, gobernaron el Cuzco y su creciente imperio. La tradición oral andina presenta al Inca como un ser que sacralizaba a toda persona u objeto que tenía contacto con él. Los primeros cronistas incluyeron en sus relatos informaciones acerca de la existencia de depósitos especiales que conservaban las piezas de ropa que el Inca había empleado. También relataban cómo las mujeres de los incas recogían hasta los cabellos que se les caían. De este modo, el Inca era presentado como un mediador entre el mundo de las divinidades y el mundo de los hombres. Algunas versiones recogen la imagen del Inca negociando conquistas y arbitrando en los conflictos entre distintos grupos étnicos. El Inca también aparece en las crónicas del siglo XVI como el "donador" del maíz y patrocinador de la agricultura, explicitándose que durante la vigencia de los incas se extendió la frontera agrícola del maíz. También era considerado "dueño" de los minerales: los mitos recogidos en la región sur del Perú actual afirman que, luego de la invasión española, el Inca se fue al subsuelo, llevándose a sus tres mujeres: una de oro, otra de plata y otra de cobre. Otro aspecto de la imagen del Inca es que la población andina le entregaba gente que trabajaba para él, bajo el régimen de la mitta. Las tareas de centenares de hombres se circunscribían a "hacer paredes" (edificios, caminos, depósitos, canales, andenes, etc.). En los mitos recogidos por la etnología contemporánea, el Inca es presentado como un personaje que hacía que las piedras se 23
Según Millones, el nombre de Santa Rosa aparece asociado a profecías de gran resonancia popular. En 1759, el indígena Antonio Calvo "seducía a sus congéneres con vanas razones diciéndoles entre otras cosas que Santa Rosa había pronosticado que en el año 50 volvería el Imperio del Perú a sus legítimos dueños" (Vargas Ugarte 1956: 248). El tema fue tomado con seriedad por las autoridades que ejecutaron a Calvo y a cinco de los más implicados. La situación se repite en 1776 en Urubamba, en el corregimiento del Cuzco. Una vez más los indígenas o mestizos, ante la inminencia del año de los tres sietes y como reflejo de las condiciones que provocaron la sublevación de José Gabriel Condorcanqui, empezaron a prepararse para el cumplimiento de las profecías de Santa Rosa. Transcurrido el año 1777 la expectativa no se diluyó y los acontecimientos de Huarochirí en 1783 (Hidalgo, 1983:122) constituyen el testimonio de lo que parece haber sido un rezago de las acciones de Túpac Amaru II (Cfr. Millones, 1993: 187).
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Según subraya Franklin Pease, es interesante la mención a Santa Rosa dentro de estos relatos proféticos, sobre todo si se recuerda que, una centuria antes, el curaca Jerónimo Lorenzo Limaylla había presentado a las autoridades metropolitanas un pedido para crear una orden nobiliaria para "descendientes de ingas y moctezumas", precisamente bajo el patrocinio de Santa Rosa (Pease, 1992: 321). 55
movieran y que las paredes se ordenaran por sí mismas. La tradición andina también atribuye al Inca la capacidad de entregar la tecnología y el agua, o distribuir el ganado, la ropa y otros productos agrícolas de importancia, como el maíz y la coca. En suma, el Inca presidía un gigantesco complejo de redistribución que organizaba la mano de obra de los numerosos grupos integrados en el Tawantinsuyu, contando para ello con una administración no tan numerosa como creyeron los cronistas, pero que se extendía a lo largo del amplio territorio andino y estaba en manos de los curacas, los señores étnicos de los Andes. Con respecto a la legitimidad de la genealogía y los derechos dinásticos incaicos, la tradición oral andina posterior a la invasión europea ha considerado siempre como Inca a Atahualpa, en contra de las versiones generalizadas de los cronistas, quienes lo habían presentado como ilegítimo y usurpador, mientras concedían a Huáscar el derecho al poder25. Convertido en emperador, dueño de un imperio que los españoles conquistaron, para los cronistas el Inca se transforma en un símbolo del Tawantinsuyu. El rol de este personaje en la historia occidental de los Andes es el de encabezar la versión de un pasado glorioso: el origen de toda forma de vida, el héroe mesiánico de quien depende la regeneración del cosmos, el sinónimo del mundo "ordenado" quebrado por la invasión española. Según las modernas versiones del mito de Inkarrí, el Inca se ha llevado el orden al subsuelo, junto con la riqueza y la esperanza (Pease, 1992: 65-72). Este estudio de los relatos legendarios sobre el Rey Inca en el Tucumán se centra en un corpus de narraciones orales recogidas recientemente en la localidad de Coranzuli, en el departamento de Susques, situado al noroeste de la provincia de Jujuy (Cfr. Terrón de Bellomo, 1995). El motivo de la inversión de papeles es el motor fundamental de estas narraciones que intentan recomponer el ciclo mítico andino. En este universo conceptual, la conquista significó un "pachacuti", es decir la inversión del orden. El cosmos se dividía en dos: el mundo de arriba y el mundo de abajo; el cielo y la tierra. El orden del cosmos se repetía en otros dos niveles. De hecho, la capital del imperio del Cuzco -como otras ciudades del Perú- estaba dividida en dos barrios, el de arriba y el de abajo. La división en mitades caracterizaba la visión dual, en la que las partes opuestas eran necesarias entre sí26. 25
La versión clásica de los cronistas distinguía dos líneas genealógicas: la de la nobleza "de sangre" y la "de privilegio", división que reproducía el modelo de las dirigencias europeas de entonces. La primera se originaba en señoríos ancestrales y parentelas de reyes, y la segunda era el producto de la generosidad real al pagar los servicios prestados a las diversas causas en las que una Corona se comprometía. Así, los nobles de sangre son, en las crónicas, los parientes del Inca reinante y sus sucesores. Este razonamiento permitía a los cronistas establecer la ilegitimidad del gobernante que hallaron los españoles en los Andes, pues solamente de esta manera podían considerarlo un tirano en su sentido renacentista, detentador ilegal de un poder usurpado por la fuerza y cuya presencia hacía legítima la conquista española. De esta manera, la invasión europea podía ser interpretada como una gesta destinada a restituir la libertad a un pueblo sometido al yugo injusto (Pease, 1992: 72).
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Estas inversiones se insertaban en la vida cotidiana y tenían un momento privilegiado para su realización: las fiestas populares. En los carnavales europeos el orden se invertía: los de abajo se adueñaban de las plazas públicas y se abría paso a la abolición de todas las jerarquías (Cfr. 56
Como se comprueba a través de la pervivencia de este cúmulo de relatos de Inkarrí, la muerte de Atahualpa no fue fácilmente olvidada. Capturado en noviembre de 1532, fue condenado al garrote en julio de 1533. La primera mención en los documentos acerca de la idea del Inca se encuentra referida, curiosamente, no a un indio, sino a un español. En 1548, Gonzalo Pizarro, en plena rebeldía, entra al Cuzco organizando a sus hombres para enfrentar a la corona, y se dice que los indios lo aclamaban llamándolo Inca. A partir de allí, muchos fueron los intentos por recomponer la dinastía real perdida. Las grandes sublevaciones andinas, como las conspiraciones, conatos o rebeliones fallidas, de una u otra manera, han pretendido invocar la memoria de los incas, en lugares tan diferentes como alejados: Quito, Lima y el Tucumán. El levantamiento Calchaquí, en el que entra en escena el falso Inca Bohorquez, o la rebelión de Túpac Amaru han sido generadas por esta necesidad de encarnar en un ser cuasi divino la conciencia de armonía social. La concepción cíclica de los acontecimientos se genera en momentos de crisis de las sociedades andinas. Entre 1560 y 1570, ante la propagación de epidemias mortales, algunos profetas nativos anuncian el próximo retorno de las antiguas divinidades andinas. Hacia 1590, los indígenas interpretan el alcance de otra violenta epidemia como una venganza de las huacas, cuyo culto había sido descuidado en favor del Dios de los blancos. En 1600, durante el terremoto en Arequipa, se regresa a la adoración de las huacas y se ofrecen sacrificios para liberarse del mal. Más tarde, en 1780 se produce el gran movimiento insurreccional de Túpac Amaru II, que encarnó la figura del mesías para los indígenas. En 1811, durante una gran sequía en Lincay, surge un nuevo culto de crisis (Cfr. Terrón de Bellomo, 1995). Este resurgimiento de la figura del Inca en tiempos de catástrofe, responde a la necesidad de crear mecanismos de defensa ante las situaciones adversas. En esos momentos históricos se abandona el culto al Dios cristiano de los españoles y se vuelve al culto originario de las huacas. Esta oposición semántica se estructura sobre un eje temporal sobre el cual se ubican los diferentes elementos y actores en conflicto: ANTES VS. DESPUÉS --------------------------------------------------------------------------------------Incas . Españoles orden. caos riqueza pobreza huacas Dios cristiano La transgresión impuesta por la llegada de los españoles busca ser contrarrestada por el accionar de un héroe, el Inca, quien es capaz de devolver a su pueblo las condiciones de vida que gozaran en el pasado. Las expectativas indígenas centradas en el regreso del Rey Inca significan el resurgimiento de una nueva era que se proyecta hacia el futuro. Los relatos legendarios funcionan, en este sentido, como un mecanismo de Bajtín, 1987). El carnaval, como elemento central de la cultura popular evitaba los riesgos de la confrontación abierta, pero también mantuvo vivas las utopías prácticas en América (Flores Galindo, 1986: 26). 57
resistencia étnica y social. Las leyendas que toman como personaje central la figura del Rey Inca hacen confluir, en una misma textura, lo individual y lo colectivo, la oralidad y la escritura, articulando una versión de los hechos del pasado andino que demuestra la capacidad de las culturas nativas para resignificar su propia historia. Así, la violencia de la desaparición del Rey Inca deviene, en el nivel discursivo, en un modelo que no hace diferencia entre los modos de representación históricos y literarios, con el fin de restaurar la justicia esperada por los indígenas. Esta combinación simbólica se manifiesta, en las narraciones que reactualizan el ciclo mítico del Rey Inca, en algunas marcas significativas: - Reconocimiento de diferentes períodos temporales o eras. Los relatos recorren los distintos momentos de eclosión del culto nativo y sus protagonistas, en un movimiento de periodización históriográfica que se combina con una concepción mítica. En esta superposición bicultural de dos formas de relato -el cíclico y el lineal- queda demostrada la convivencia de elementos de raigambre prehispánica junto a los modelos de construcción de la historia europeos. De allí que en muchos relatos una edad nueva sustituya a otra, desarticulándose momentáneamente el círculo del eterno retorno: El Rey Inca Manco. Ese es otra generación. Ese lo han muerto los españoles cuando vinieron. Porque el Rey Inca Manco Capac, ese era rico, ese un hombre que ha nacido de una pobre, pero no carnal, sino espiritual, por la gracia de Dios en espíritu. Se ha criado en el vientre de la moza (en Terrón de Bellomo, 1995: 107). Antes del descubrimiento de Sudamérica, sería el Rey Inca, tenía nombre el Rey Inca, yo no sé, de Machu Pichu, otro era Tupac Amarú, puede ser, como estos se cambiaban siempre los años, venía otro, otro. El otro es Atahualpa. Ese era los Reyes Inca de acá de antes (ibidem, 115). - El Rey Inca conoce donde se atesoran las riquezas que pertenecen al pueblo, pero al ser muerto los minerales se esconden debajo de la tierra. Se instala así una nueva etapa en el ciclo de la "rebelión de los objetos", motivo que aparece en varios relatos cosmogónicos de Mesoamérica, como el Popol Vuh (1985 [s. XVI]). Este episodio, que se reitera en narrraciones de la región andina, transmite la actitud fundamental del mundo indígena en tiempos de crisis. El cosmos está expuesto al libre juego de fuerzas como el agua -que puede dar frutos o inundar la tierra-, el viento, el abismo o el fuego. La cosmogonía andina enfrenta lo positivo con el caos porque el orden y el caos son opuestos originales que plantean en el plano conceptual la oposición conciencia/inconciencia. El dios Viracocha mantiene su esencia dual y envía a sus hijos para ordenar ese "hervidero espantoso" que es el mundo. En este itinerario cíclico orden-caos, se suceden grandes capítulos de reestructuración ambiental, en los que las riquezas y los bienes pueden aparecer a flor de la tierra u ocultarse, según el devenir de los ciclos divinos: ... Y la riqueza estaba a flote de tierra. Donde quiera sacaba oro, plata, lo que 58
quería. Por eso los españoles se han venido, en cuanto han descubierto, se han venido a sacar el oro. Aquí en la cordillera cuantas minas no hay que ha dejado todo. Pero el oro lo sacaba como maíz. Claro que el Rey estaba vivo y la riqueza a flor de tierra. El era el dueño de las riquezas, el Rey manda. El manda toda la riqueza. Igual tiene que ser, supongamos en España, el Rey manda. El rey manda todas las riquezas. Por eso hay oro, hay todo. Pero está la riqueza encima, porque está el Rey. Así como Inglaterra, todas esas partes, hay muchas naciones que maneja el Rey. Entonces la riqueza está encima. Y si aquí hubiera estado vivo nuestro Rey Inca, hoy somos... Aquí no se iba a conocer la pobreza. Todos tenemos oro, todo mineral a flote. Y le hubieran dejado que viva, por supuesto que hubiera sido. Y bueno, entonces, Francisco Pizarro ha venido con setenta soldados y le han querido llevar y él no quería ir. Para bautizarlo lo querían llevar. Y no, no quería ir, porque no quería. Entonces ofreció el oro, para que en fin, recompensara que lo dejen ahí. Y no lo han querido dejar, lo han tenido que matar. -Si no vas te matamos. Y bueno, lo mataron. Y ese instante que lo mató se perdió la riqueza adentro (ibidem, 116). - Los límites espaciales sobre los que se extiende el reinado del Inca. Éstos se circunscriben a la región andina, y especialmente a una extensa zona configurada como el ámbito del Tucumán colonial, cuya ruta principal era el camino real, eje de las culturas incaica, adoptado por los españoles27: En el cerro Collamboy era el paradero. Ahí en la cordillera de Chile, en la frontera de Chile, allí tiene otro paradero. También tiene otra ciudad grande tamaño. Pero todos los cerros ha dominado él. Ha dado límites, todo eso ha dejado limitado el Rey Inca. Los mojones hasta ahora están parados, los mojones que ha dejado. Ha dejado el Rey Inca limitado todo. Como ser Salta, Jujuy, Tucumán, Catamarca, todos sus valles están limitados por el Rey Inca Manco y que hizo a la parte de la parte de nosotros, los dueños somos de Sudamérica, los españoles todo, más que aclarar en el mapa y listo por donde cuerta [corta], cuerta. Por eso todo ha quedado limitado por el Rey Inca. Lo dejó en ese libro. El Redotero (sic). Y de ahí lo han copiado, por donde separa Chile, por donde separa la Argentina, así sucesivamente. Es un libro grande que alzan ocho hombres. Ese libro grande que lo llevaron los españoles. Y no 27
En este punto es oportuno aclarar que en el siglo XVII era ya visible que muchas de las antiguas rutas de los incas se habían destruido por desuso y la consiguiente falta de mantenimiento. La desaparición de la mecánica redistributiva del Tawantinsuyu y la sustitución por un régimen de mercado que privilegiaba la explotación minera, estableció otras pautas de diseño del espacio colonial. El país andino veía trasladado su eje fundamental a la costa y a sus nuevas ciudadespuertos, y así adquirieron mayor importancia las rutas transversales que comunicaban ciertos puntos neurálgicos enclavados en los Andes (Huancavélica, Cuzco, Potosí) con los puertos a través de los cuales se exportaba la nueva riqueza minera. Los Andes comenzaron así a mirar hacia el mar. La administración española impuso la ruta del Pacífico a pesar de que, desde el siglo XVI, Juan de Matienzo ya había propuesto la ruta atlántica del Río de la Plata como la de mayor importancia y rentabilidad. Esta fue inaugurada y transitada, desarrollándose ciudades importantes en el camino que conducía a Buenos Aires (Salta, Tucumán, Córdoba, etc.). Sólo muchos años después esta ruta fue admitida, y su desarrollo en el siglo XVIII coincidió con la creación del virreinato de Buenos Aires y la declinación del universo comercial del Pacífico. Antes de que esto ocurriera, la ruta del altiplano hacia el Sur sirvió para la introducción de mulas que venían desde el Tucumán y constituyeron un importante ciclo en el comercio colonial (Cfr. Pease, 1992: 251). 59
sé si está en Buenos Aires, o está en el extranjero (ibidem, 125). - Los motivos de Inkarrí se integran a estas manifestaciones orales andinas: los conquistadores cercenan la cabeza del Inca, iniciando un período de desorden natural que persiste hasta la actualidad: El Rey Inca vivía por acá, cerca de esto. Era una persona, pero no vivía así como en una ciudad. El tenía parece un palacio en un cerro. Ahí vivía. (...) Entonces vino el Rey de España para llevarlo aquí donde estaba él. Él, dice, se enterró en una campana grande. Dice que tenía una salida para arriba de la campana. Dice que le ha dicho: -Que le lleven mi cabeza, mi cuerpo no. Entonces se metió en la campana él y sacó la cabeza por arriba de la campana y era una campana pesadísima, que nadie lo podía alzar. Y la campana que seguía ajustando el cuello. Y justo el cuerpo quedó abajo de la campana y la cabeza encima. Y la cabeza lo llevaron. Le cortó la cabeza directamente con una sola campana se iba ajustando poquito a poco hasta cortarlo totalmente (ibidem, 117). Cuando lo mataron desapareció la cabeza, se fue al Cerro Licancaur en Chile. Es un cerrito que parece una pirámide. En el corazón de ese cerro dice que está la cabeza del Rey Inca. Hasta ahora (ibidem, 112). El descuartizamiento de Túpac Amaru y su familia, así como la posterior distribución de las distintas partes de sus cuerpos en las ciudades donde se habían propagado los focos insurreccionales tiene, obviamente, una finalidad de escarmiento y castigo ejemplarizante, pero también es un intento simbólico de anular la posibilidad de concreción del mito incaico. La cabeza de José Gabriel Túpac Amaru fue enviada a Tinta, un brazo a Tungasuca, el otro a Carabaya, una pierna a Santa Rosa (Lampa), y la otra a Chumbivilcas; el cuerpo fue enviado junto al de su mujer al cerro de Picchu (Cuzco), para ser quemado y sus cenizas arrojadas al río Watanay (Cfr. Poderti, 1997). Se recomendó también que fuera extinguida toda su descendencia hasta la cuarta generación. "De este modo acabaron José Gabriel Túpac Amaru y Micaela Bastidas, cuya soberbia y arrogancia llegó a tanto, que se nominaron reyes del Perú, Chile, Quito, Tucumán y otras partes, hasta incluir el Gran Paitití, con otras locuras á este tono" (Cfr. De Ángelis, 1910, VIII: 377-379). Los relatos legendarios sobre el Rey Inca relevados en comunidades del noroeste argentino, evidencian la continuidad del pensamiento prehispánico. En el siglo XVIII la imagen del Inca se identifica con la de un héroe mesiánico, encarnada en Túpac Amaru II, pero visible en todos los movimientos rebeldes de la centuria. Inkarrí, en este contexto, es el autor del orden y el fundador tradicional cuya misión es la de reconstruir el mundo andino, sumido en el caos luego de la invasión europea. "La descripción de la Conquista 'vista por los indios' conduce a encontrar supervivencias de ella en el folklore actual. El análisis de éste revela una lógica estructural actualizada por un tipo específico de praxis con la finalidad de producir una reestructuración imaginaria." (Wachtel, 1976: 319). Aunque la superioridad del español convirtió a las etnias autóctonas en pueblos 60
desposeídos de gran parte de sus prácticas culturales, es interesante marcar que el lugar de enunciación desde el que se recrean estos relatos coloca en un mismo nivel a invasores e invadidos. El Rey Inca es tan poderoso como el Rey de España, y el enfrentamiento entre estos personajes se desarrolla a partir de una relación de paridad. Este plano de significaciones, que pulsa gran parte del pensamiento andino a partir de la Colonia, es el que permanecerá en la base de las grandes rebeliones del siglo XVIII, como la encabezada por el Inca Túpac Amaru II, en la que el discurso rebelde supone el re-conocimiento de los valores que otorgan a los pueblos aborígenes su derecho a la existencia. En la subconciencia de los vencidos, la aventura y desventura de Túpac Amaru, habiendo sido entonces una visión del pasado, lo fue también del futuro, porque este es el papel del mito en las situaciones de crisis. Dirigido hacia los días que vendrán, la rebelión del pueblo indígena fue también un claro retorno al mundo anterior. Esta paradoja histórica y ahistórica, este eterno retorno, este casamiento escatológico del cristianismo y tradición original oscura, es también el camino y el refugio de los que padecen y de aquellos que, aplastados por la historia, vuelven sus ojos a otros tiempos, a otros días en que incluso las piedras mandaban como dioses menores (Tizón, 1989). Aún vencidos por las armas y en situación colonial, los pueblos indígenas manifiestan una intensa fidelidad a su tradición, actitud que esconde una forma de resistencia pasiva. La tradición es un modo de rechazo silencioso y obstinado, pero renovado en cada generación. El discurso legendario revela una dialéctica compleja, en la que la fidelidad indígena a las antiguas costumbres se enfrenta y mixtura con el horizonte de las prácticas colonizadoras, revelando los juegos de poder y de resistencia: El Rey Inca era como una persona, igual, igual que Nuestro Señor Jesucristo. También tenía sus discípulos que lo acompañaban pués. Claro, tenía sus discípulos, doce discípulos. Igual el Rey Inca tenía sus peones. Dios es poderoso, pero el Inca también es poderoso. Aunque le han cortado la cabeza, pero él no ha muerto. (...) Y nuestro Señor Jesucristo también le han muerto. El para Salvador. Por fe, por la gracia de Dios, por la gracia del Padre, ha crecido en la Virgen María y ha nacido. Pero espíritu fue, lo han crucificado, lo han clavado, el vino. A los tres días ha resucitado y ha vuelto a ascender a los cielos. El Rey Inca ha crecido en el vientre de la humanidad para dominar los cerros, para dominar todo lo que hay en el mundo entero (Terrón de Bellomo, 1995: 120, 121). II.4.2.b. La sepultada Esteco: los signos eternos La ciudad de Esteco fue fundada en 1609 con el nombre de Nuestra Señora de Talavera de Madrid de Las Juntas (Cfr. Reyes Gajardo, 1968). El gobernador Alonso de Ribera había sido facultado para reunir en una sola población las ciudades de Madrid de las Juntas (fundada por iniciativa de Juan Ramírez de Velazco, en 1593) con Nuestra Señora de Talavera de Esteco, fundada por Diego Pacheco hacia 1565. No todos 61
estaban de acuerdo con este traslado, ya que el gobernador Barraza y Cárdenas, en una carta fechada el 7 de marzo de 1605, decía de la ciudad de Esteco: La ciudad está poblada por unos arenales y salitrales malditos y toda la comarca montuosa y que los montes llegan a las mismas casas, a cuya causa es la más calurosa de toda la Provincia; tiene tan mala tierra a causa del mucho salitre, que dentro de muy pocos años y aún meses, se van comiendo las paredes y toda la vida es menester ocupar los indios en repararlas y no bastan para que dejen de caerse; y este año pasado se cayó toda la mayor parte de la iglesia de San Francisco, falta de pastos y sitios para estancias, tiene hasta cuarenta vecinos que tienen indios encomendados y habrá como dos mil indios. Los inconvenientes que solamente yo hallo y dicen y confiesan los mismos que rehúsan mudarse para no hacerle, son el amor que los viejos (que los hay pocos tienen a las casas que edifican y viñas y heredades, que plantaron y parecerles que no han de gozar las que fueran a edificar y plantar a otra parte y también que habiéndose de pasar a las Juntas y ser todo un pueblo y ciudad los que están ahora poblados en la villa tienen tomadas las mejores cuadras y solares alrededor de la plaza y ellos siendo ciudad más antigua y demás vecindad habían de tener lo peor y las peores tierras por estar repartidas ya las mejores (Torre Revello, 1943: 39). Fray Reginaldo de Lizárraga también se refiere a esta nueva fundación de Nuestra Señora de Talavera de Madrid: Del valle de Salta dista la ciudad de Esteco (Talavera) así llamada, la tercera en orden de Tucumán, 50 leguas de buen camino carretero, es abundante de mantenimiento y de frutos... edificada a la ribera de un río grande, que en verano sólo se vadea. Los vecinos estaban descontentos del asiento, porque la madre del río es arenisca y no pueden hacer molinos en él, y dicen que se han mudado casi 25 leguas más hacia Salta, a un asiento mucho mejor, del mismo temple y más fresco, llamado Palca Tucumán, donde el río Grande, como de un arroyo que tienen a la falda de un cerro se pueden sacar acequias y hacer molinos y para acabar de pacificar unos indios de aquella provincia, belicosos llamados lules, es asiento mucho más cómodo. Si a este asiento se han mudado, será pueblo muy regalado, fresco y muy sano, donde para el edificio de las casas tienen mucha madera y el suelo no salitroso, piedra para hacer cal y buena tierra para teja (1928 [1603]). Dos planos se refieren a esta ciudad de Nuestra Señora de Talavera de Madrid de Las Juntas. El gobernador Alonso de Ribera, en 1610, alude a dichos croquis, en los que figuran 119 vecinos, entre autoridades civiles, militares y eclesiásticas; de los cuales 66 eran encomenderos con 1817 indios (Cfr. Torre Revello, 1943: 50-57). En 1692, Esteco fue destruida por un terremoto que sacudió a gran parte de las fundaciones en el Tucumán. La posición estratégica de la ciudad la promovió entre las principales poblaciones del Tucumán durante el período colonial, tanto en sus aspectos económicos como culturales28, por cuanto estaba situada en la confluencia de las rutas 28
Desde el punto de vista cultural, un hecho altamente significativo para la época y la historiografía 62
comerciales más importantes de estas regiones del Perú: el camino real o del Inca. Éste partía desde Lima, capital del virreinato del Perú, y se adentraba en la cordillera occidental pasando por Potosí. Bajando por Charcas, atravesaba el Alto Perú continuando por la quebrada de Humahuaca y el valle de Salta hasta Esteco. Antes de seguir su itinerario hacia el sur, este camino empalmaba con la llamada "ruta del infierno", que comunicaba con el Paraguay, traspasando el corazón del Gran Chaco Gualamba, en una travesía plagada de peligros entre las feroces naciones indígenas. Las órdenes religiosas que tenían a su cargo el ministerio pastoral de la ciudad fueron las de los mercedarios, quienen en 1581 ya estaban asentados y tenían su convento. Entre 1585 y 1586, pasan por Nuestra Señora de Talavera de Esteco los primeros jesuitas que entraron al Tucumán, los misioneros Francisco de Angulo, Alonso Bárzana y el Hermano Juan de Villegas. Los misioneros franciscanos se instalan posteriormente y entre ellos se destaca la actuación, como custodio de la orden, de San Francisco Solano, quien se dedicó a la evangelización en Esteco y otras regiones del Chaco. Según algunos testimonios producidos por religiosos de la Compañía de Jesús, la conducta de los habitantes de Esteco era de exagerado lujo y orgullo. El Padre Lozano, en su Historia de la Conquista del Paraguay, escrita hacia el año 1764, explica: El terreno de la nueva ciudad era igualmente ameno que fecundo (...) creció mucho esta población con estas comodidades pero la tiranía del tiempo que se alimenta de destruir y deposita en las mismas ruinas sus trofeos, tiene un poco de qué gloriarse en la asolación de esta ciudad con sus continuadas vicisitudes, porque habiendo llegado a ser la más opulenta de todo el gobierno de Tucumán, con tal demasía que aún los brutos se calzaban de herraduras de plata y tal vez de oro, después empezó a combatir con tal tesón la desdicha que, a los sesenta años de su edad, ya no era sombra de sí misma, reducida a miseria la opulencia, porque faltando el servicio de los indios a estragos de algunas epidemias y a rigores de los encomenderos, en castigo de su crueldad y de su profusión, se fue poco a poco despoblando y, ultimamente, en el espantoso temblor del año de 1692, se asoló miserablemente, quedando sólo algunos vestigios de la ruina que dan señal al escarmiento... (en Lamas, 1874). El padre de Olañate, también religioso jesuita, describe: Había en esta ciudad una casa con juegos y otros vicios... que todos llamaban "el infiernillo" y con ser cosa tán pública y perniciosa aún la misma justicia no la podía remediar; y con la eficacia y celo de un sermón de los nuestros se quitó del todo, agradeciéndolo toda la ciudad (en Reyes Gajardo, 1968: 34). argentina tuvo lugar en la ciudad de Esteco: la primera colación de grados doctorales de la Universidad de Córdoba (la más antigua en territorio argentino). Los actos académicos -realizados en Esteco hacia el año 1623, durante el gobierno de Alonso de Vera y Aragón-, contaron con la presencia del obispo Julián de Cortazar: "La ceremonia fue solemne y duró tres días, en los cuales los doctorados defendieron su saber y al cabo de los cuales recibieron bonete, anillo y libro de la sabiduría. El momento más pomposo era el segundo día, que se iniciaba con un paseo público de los doctores y maestros a caballo, vestidos con capirotes y bonetes con borlas, precedidos por músicos tocando chirimías y atabales y por bedeles con mazos de plata que portaban el estandarte de la universidad. La ceremonia era concebida ex profeso para impresionar a las clases populares y moverlas a mirar con respetuosa admiración a los custodios del saber y la ortodoxia". 63
El relato legendario recreado por Carrizo, en su Cancionero Popular de Salta (1933) enlaza los motivos del vaticinio con la tragedia histórica, concentrando, en una misma narración, varios motivos que se integran al cuerpo de leyendas sobre la ciudad de Esteco: Es fama que un día llegó a Esteco un peregrino, que vino a llamar a las puertas de estos ricos orgullosos y en todas partes no recibía sino denuestos e insultos. Rezaba a gritos por las calles y decía profetizando: '(Se pierde Esteco!, (Se pierde Esteco!, (Salta saltará, San Miguel florecerá y Esteco se hundirá!'. Pero era tomado por loco y apedreado. Un día salió el peregrino de la casa de una mujercita pobre que lo hospedaba, a predicar la humildad, la caridad y la templanza, pero nadie lo escuchó tampoco y viendo que ni chicos ni grandes, ni mujeres ni ancianos veían el castigo de Dios que se aproximaba, regresó a la casa de la buena mujer y le dijo que tomara a su hijo de meses y saliera tras él, sin volver la cara al pueblo pervertido. Así hizo la estaqueña y cuando hubieron vadeado el río Pasaje, se sintió un sacudimiento de tierra y un estrépito, la mujer volvió la cabeza movida por la curiosidad y vio a Esteco envuelta en llamas y convertida en escombros. Era el día trece de septiembre de 1692, a la diez y media de la mañana. La mujer quedó hecha piedra y la ciudad pavesas, víctima de su orgullo y vanidad. Han pasado doscientos treinta y nueve años y pocos escombros quedan ya de lo que fue la ciudad. Cuesta trabajo, entre los montones de tierra, poder definir, esto fue templo, aquello cabildo, aquí estuvo un molino y allá un horno de fundición. Arboles añosos han invadido el recinto de la ciudad maldita. la Sodoma americana está ahí cerca de la confluencia del río Las Piedras con el Pasaje, algunos han desenterrado objetos de plata, otros efigies de santos y los más ladrillos, tejas, clavos y cerraduras. Yo he visto piedras de molino, acequias borradas, y es creencia general que la estatua de piedra de la mujer con el niño en los brazos, se hace visible de tiempo en tiempo entre la hojarasca del monte, en la otra banda del río, al pie del cerro Lumbreras (Carrizo, 1933: 32-33). Vidal de Battini, por su parte, recogió "la leyenda de la ciudad perdida" con las siguientes variaciones: Esteco fue una ciudad de palacios y templos de sin igual hermosura. La rodeaba un campo fertilísimo, que daba las mejores cosechas de cuanto allí se sembraba. Sus habitantes vivían en la abundancia. Eran tan ricos que usaban utensilios de oro y de plata; y también de plata eran las herraduras de sus caballos. Eran gentes muy orgullosas y vanas que si se les caía una prenda de vestir, como un pañuelo de seda, el rebozo o el sombrero no se molestaban en levantarlo. En días de lluvia, muchos hacían de pan los pasos de las calzadas. Habían perdido casi completamente su religión. Un día un misionero (en algunas versiones es San Francisco Solano), recorrió la ciudad pidiendo alimento y abrigo. Todos le despreciaron por su aspecto humilde y sólo lo socorrió una mujer muy pobre, que vivía con su hijo pequeño en las orillas del pueblo -en 64
algunas variantes es un matrimonio- lo alojó en su rancho y mató la única gallina que tenía, para darle de comer. Al día siguiente, el árbol donde dormía la gallina apareció lleno de gallinas hermosas y gordas. El misionero predicó inútilmente la moral y el bien. Anunció, entonces, que la ciudad se perdería destruída por un terremoto. Los habitantes de Esteco se burlaron públicamente de la predicción: unos decían que era muy bonita la palabra terremoto. El sacerdote volvió al rancho de la mujer caritativa y le ordenó tomar al niño y seguirlo. Le recomendó particularmente no volverse para mirar atrás, por ningún motivo. Así lo hizo y marchó detrás del misionero. Cuando estuvieron fuera del pueblo, tal estruendo y gritería partió de él, que la mujer, dominada por la curiosidad, volvió la cabeza y en el mismo momento se convirtió en piedra. Dicen que aquella piedra tiene la forma de una mujer, que lleva un niño en brazos, que muda de lugar cuando le pegan y que de ella saltan chispas de sangre cuando los paisanos la tocan con la punta del cuchillo. Según algunas variantes de la leyenda, las ruinas de Esteco fueron desapareciendo poco a poco por la acción de los vientos y las aguas; para otras, el cataclismo la hundió en la tierra sin dejar rastros, y cuando a los pocos días regresaron algunos de sus moradores ausentes sólo encontraron en su sitio un campo salitroso, poblado de tuscas. Una variante rara asegura que allí aparecieron extensas lagunas, en las que suele flotar una gran fuente de oro y una espada, también de oro (1942: 119-150). Como se desprende de la lectura del texto, algunas de las versiones de la leyenda de Esteco identifican a la figura del peregrino o misionero con la de San Francisco Solano. Aún cuando persiste la confusión sobre la situación de la ciudad destruida por el terremoto29, la identificación tiene algún sustento historiográfico: El primer campo de acción apostólica de Solano fue la ciudad de Esteco (...) El primer convento fue el de la ciudad de Esteco, nombrado Nuestra Señora de Talavera, donde solucionó las desavenencias entre los misioneros y habitantes, quedándose cuatro meses al servicio de la ciudad, obrando milagros, haciendo penitencias y dejando ejemplos admirables de su santidad (Pistoia, 1989: 27). Sin embargo, San Francisco Solano nada tuvo que ver con la ciudad de Nuestra Señora de Talavera de Madrid, que fue destruida por el terremoto de 1692, ya que en la época él ya se encontraba en Lima30 (Cfr. Reyes Gajardo). Esta confusión proviene, entre otras razones, a que uno de los principales cronistas del período colonial, el Padre 29
Antonio Zinny, entre otros historiadores, confunde la primitiva ciudad de Esteco (que sucedió a la ex-Cáceres) con nuestra Señora de Talavera de Madrid, situada cerca de Metán, atribuyendo a la primera el que fuera víctima del terremoto de 1692. La confusión puede provenir de las inexactitudes deslizada por cronistas e historiadores del tiempo de la colonia, como el Padre Lozano, quien afirma que "a treinta leguas de Salta, 25 grados, 50 minutos de latitud, 315 de longitud, estuvo la ciudad de Nuestra Señora de Talavera de Madrid, que dijeron comunmente Esteco. Fúndola en las márgenes de río Salado, año de 1567, Diego de Heredia, que tenía entonces tiranizada la provincia habiendo usurpado alevosamente su gobierno y la llamó Esteco por un cacique principal del país; pero preso el tirano, mudó el nombre a la ciudad, el gobernador Diego Pacheco, llamándola Nuestra Señora de Talavera de Madrid y algunos autores la llamaron de las Juntas; estaba situada en las juntas del río de las Piedras con el Salado..." (1941: 109). 65
Lozano, abona la tradición que enlaza la historia de San Francisco Solano con la de la ciudad castigada: A la verdad, según la tradición que corre en toda la tierra de Salta, el gloriosísimo San Francisco Solano, primer apóstol del Chaco, predijo la ruina de la ciudad de Esteco, que ya ha cuarenta años se cumplió... (1941: 108). La Antología Folklórica Argentina, que compila los resultados de la encuesta realizada por el Consejo de Educación en 1921, recoge así la leyenda: La gran ciudad era maravillosa. Las cúpulas de sus edificios parecían tocar el cielo y sus muros, revestidos de oro, le daban un aspecto resplandeciente. Estaba rodeada por un bello paisaje de cerros azules y de lozana vegetación. Los dilatados campos de cultivo y las praderas llenas de ganado le aseguraban una vida de abundancia. Sus habitantes usaban un lujo desmedido y en todo revelaban ostentación y derroche; hasta las herraduras de los caballos eran de plata. La soberbia que los caracterizaba llegaba al extremo de que, si se les caía el sombrero, un objeto cualquiera y aún dinero, no se inclinaban siquiera para mirarlos, mucho menos para recogerlos. Sólo vivían para la vanidad, la holganza y el placer. Fueron perdiendo poco a poco la piedad, la fe, el respeto y la dignidad. Eran, además, mezquinos e insolentes con los pobres y despiadados con los esclavos. Un viejo sacerdote les predijo desde el púlpito que, si no volvían de sus antiguas costumbres y a la vida sencilla y pura, la ciudad sería destruída por un terremoto. Todo el mundo hizo burla de la predicción y la palabra terremoto se mezcló a los chistes más atrevidos e insolentes. La vida de la ciudad siguió siendo cada vez más vana y licenciosa. Un día un trueno ensordecedor anunció el terremoto. Tembló la tierra. Se abrieron grandes grietas que tragaron las casas y las gentes, y lenguas de fuego quemaron cuanto podía sobrevivir. Ni las ruinas quedaron de la opulenta ciudad de Esteco. Un campo árido y desolado lo reemplaza (1940: 49-50). En el conjunto de relatos sobre Esteco que la tradición oral y la escritura han recogido pueden reconocerse las siguientes características: - Presencia de un sustratum común: Las leyendas sobre desaparición, pérdida o hundimiento de ciudades o pueblos tienen una marcada analogía con relatos primitivos (Cfr. Reyes Gajardo, 1968: 95). Una tipología de los motivos o temas de las ciudades 30
La acción de Solano se desarrolló en la ciudad fundada por Diego Pacheco en 1567, es decir en primera Esteco. Con respecto al traslado de San Francisco Solano a Lima, existen al menos dos cartas dirigidas por el misionero a su hermana -Inés Gómez Solano, quien vivía en Montilla-, ambas fechadas en Lima, en el mes de mayo de 1610 y en las que el religioso se despide de su hermana, presintiendo su muerte (Areal, 1941). Las misivas han sido incluidas en el relevamiento documental (Poderti, 1995). 66
desaparecidas se integraría a un sustratum común existente en relatos de diferentes culturas del mundo. El núcleo originario de estos relatos proporciona elementos genéticos de explicaciones de carácter religioso, ritual, mágico y simbólico para una interpretación del ambiente circundante. En las leyendas, las ordenanzas de carácter ético y jurídico se entrelazan con elementos rituales y con prácticas religiosas o mágicas. Entre los antecedentes de leyendas que relatan la destrucción de ciudades por un castigo divino, deben mencionarse narraciones provenientes de China, Japón, Africa, Frigia, Pompeya, Atlántida, la destrucción de Sodoma y Gomorra en la Biblia, algunos relatos peruanos, catalanes, chilenos entre los que merece destacarse el mencionado por Guamán Poma de Ayala. Según el cronista, cuando Dios visitaba a los indios antiguos, venía disfrazado de un pobre ermitaño que pedía vestido, comida y bebida. Parece ser que el lugar más frecuentado por estos ermitaños era centro festivo del pueblo: la plaza pública: "Y no dándoseles limosna se volvían; por ello dicen, que sucedían muy grandes malos y castigos del dios pachacamac tieze Caillaviracocha; que aquellos pueblos eran tragados por la tierra, cubiertos por los cerros o se tornaban lagunas" (Guamán Poma de Ayala, 1980 [1615?). - Presencia de motivos o formas relatantes capaces de generar nuevos relatos con independencia narrativa. Las principales formas relatantes que pueden detectarse en las leyendas sobre Esteco pueden identificarse con algunos núcleos, que pueden aparecer dispersos o aglutinados dentro de una misma narración: -condición licenciosa o pecaminosa de la ciudad. -intromisión de un peregrino. -pronóstico fatal sobre la ciudad y sus habitantes. -caso omiso a la advertencia. -favor o gracia concedidos a la familia hospitalaria. -condición de salida rápida sin mirar atrás. -castigo de la ciudad. -cumplimiento de las condiciones impuestas (quien mira hacia atrás se convierte en piedra, por ejemplo). -hundimiento de la ciudad y todas sus riquezas. -pervivencia del vaticinio a través de los tiempos (el avance de la mujer de piedra sobre la ciudad de Salta, por ejemplo). -señales vitales que llegan desde el fondo de la tierra, o manifestaciones como la presencia de tesoros enterrados en el lugar. - Condiciones de producción, circulación y reconocimiento: a la luz de situaciones objetivas históricas extradiscursivas, se produce una intervención de lo ideológico (Verón, 1987), evidencia que se presenta como elemento generador de nuevas producciones de sentido. Abarcando y despejando los tres puntos de vista: el de la producción, el del reconocimiento y el de la circulación de los textos, se detectarán claramente los momentos de tensión en el interior de la red de la producción discursiva, el tejido de la circulación histórica de los textos. En el proceso de circulación de las formas de la leyenda, el fragmentarismo, como procedimiento estético, se opera en todas las formas de la tradición oral popular. En el proceso de circulación de las formas orales los cultores introducen modificaciones en el 67
momento de la transmisión. En este circuito de reelaboración popular puede rastrearse la evolución de las formas relatantes, los fenómenos de sustitución y adaptación transculturales operados en el seno de estas narraciones. Al confrontarse los datos del discurso historiográfico del momento de producción, los elementos legendarios coinciden o no con el relato "oficial" en lo que se refiere a la decadencia política, social, económica y aún religiosa de la ciudad. Los datos históricos sobre la ciudad de Esteco no permiten afirmar que sus pobladores hayan sido extremadamente viciosos, ni tampoco que puedan ser comparados con los habitantes de Sodoma y Gomorra. Según los testimonios históricos, los pobladores de la ciudad, hacia 1692, eran escasos y no podrían haberse dedicado a los vicios y al lujo, dado el estado de pobreza y miseria que reinaban en la ciudad de Esteco. Es posible que tal situación licenciosa se atribuya a los comienzos de la población, cuando esta revestía cierta importancia comercial, como ciudad eje en la ruta económica del Tucumán (Cfr. Reyes Gajardo, 1968). Es probable, entonces, que los predicadores y misioneros, valiéndose del relato de la ciudad perdida o sepultada, encontraran un argumento útil para su adoctrinamiento moral, agregando nuevos elementos a la leyenda. Las versiones más contemporáneas de las leyendas de Esteco están ya atravesadas por los sucesivos ensambles del relato oral dentro del espacio de la palabra escrita y de las convenciones literarias. Los motivos legendarios han sido recreados, desde la literatura contemporánea por Ezequiel Díaz (1968), Fernando Figueroa (1978), o Libertad Demitrópulos (1978) o Juan Ahuerma Salazar (1974) (Cfr. Capítulo V). II.4.2.c. San Francisco Solano y su violín San Francisco Solano nació en Montilla de Andalucía, el 10 de marzo de 1549. Era hijo de Mateo Sánchez Solano y Ana Jiménez Hidalgo, considerados, en la opinión del país, "de linaje noble y distinguido". A los veinte años de edad tomó el hábito de San Francisco en el Convento de San Lorenzo del Monte. Desde el momento en el que fue elevado al sacerdocio comenzó a extenderse su fama de apóstol y de héroe de la caridad en los pueblos heridos por el cólera (Cfr. Tommasini, 1937). Huyendo de ese renombre quiso embarcarse hacia África para evangelizar en sus playas con otros miembros de su orden, pero no pudo satisfacer ese anhelo. Partió entonces hacia América, optando por la región del Tucumán. Diego de Córdoba Salinas, cronista de la orden en Lima, biógrafo del santo y confidente del mismo, se refiere así a este hecho: En este tiempo sucedió que, por mandato del Rey don Felipe Segundo, nuestro señor, los prelados señalaron religiosos, que pasasen a las Indias, para la conversión y predicación de los indios. El siervo de Cristo Fray Francisco Solano con gran voluntad se ofreció a esta empresa, para conseguir por este medio el fin que desde que tomó el hábito tenía en su alma de morir por Cristo; y así fue señalado y nombrado entre los demás religiosos que pasaban al Perú, escogiendo ir a las partes más remotas de aquella región, que son las provincias del Tucumán, por haber en ella muchos gentiles que vivían como salvajes, sin conocimiento de Dios, y muy pocos predicadores; y por esto asentó en compañía de los religiosos que iban a aquellas provincias, y llevaba a su cargo el padre Comisario Fray Baltazar Navarro... (en Tommasini, 1937, I: 180-181). 68
En 1590, fray Francisco Solano hace su entrada en la región del Tucumán, zona que recorrió hasta 1594. Su estancia en estas tierras está llena de hechos prodigiosos y pruebas de santidad, los que fueron conocidos en Esteco, en los pueblos de Magdalena de Cocosori en la región de Socotonio, la más avanzada del Chaco Gualamba. Allí debió aprender la lengua tonocoté -una de las más difíciles entre las que hablaban las tribus de esa región- en solo quince días. Visitó también los conventos de Salta y San Miguel de Tucumán. En esta última ciudad un testigo ocular, Pedro de Vildosola Gamboa, narra la resurreción de un indio muerto y el milagro realizado frente al gobernador Juan Ramírez de Velazco, con un toro embravecido: ...todos juzgaron por lo acaecido que el animal conoció la santidad del padre Solano. El gobernador, sin aguardar más, acompañado de muchos, fue a verle y dijo: "¿Así nos amansa, padre, los toros? Doy gracias a mi Dios, respondió el padre. Que el toro me miró con malos ojos, que los tenía muy encarnizados". Puesto a conversar, inquirió el gobernador de dónde venía. (...) Los indios, particularmente, tenían en él muy grande fe, le respetaban y veneraban, reconociéndole como santo. Y se le incaban de rodillas a besarle el hábito y las manos, en cualquier parte que le veían, y en los caminos (Pistoia, 1989: 2728). Hay testimonios de la permanencia de Solano en Santiago del Estero, Córdoba y Santa Fe, aunque quedan dudas sobre su presencia en Buenos Aires y Asunción. Francisco Solano dejó el Tucumán a fines de 1594, por renuncia al cargo de custodio. Volvió a la Ciudad de los Reyes, donde se desempeñó como fundador y vicario del Convento de Nuestra Señora de los Angeles en 1597, luego de haber permanecido en la Recolección de Lima, en Trujillo y en el Convento de Jesús de la observancia de Lima. Murió el 14 de julio de 1610 en la enfermería de ese último convento. Fue canonizado por Benedicto XIII, el 27 de diciembre de 1726. Acerca de los relatos que se refieren a la vida del santo dice Honorato Pistoia: Del apóstol del Tucumán está llena la región. La leyenda ha coloreado aún más su figura. La poesía popular ha exaltado la obra del santo. Una iconografía abundante está diseminada en todo el Tucumán, mientras el recuerdo histórico asoma con claridad a través de los documentos, que depurados de lo incierto, dan resalto a la silueta casi invisible del padre Solano por tierras tucumanas, dejando huellas imborrables de la santidad que habría vaticinado fray Luis Bolaños al despedirse para la vuelta del Solano al Perú (1989: 29). El cuerpo de leyendas de San Francisco Solano, recogido y estudiado por Vidal de Battini (1982) pertenece al período de la conquista y fundación de ciudades en el Tucumán. El relato legendario halla su punto de contacto con la forma simple de la hagiografía. Según Jolles (1972), la hagiografía aparece en forma constante durante toda la Edad Media. La Legendae Sanctorum o la Legenda Aurea, recopilada a mediados del siglo XII por el obispo Jacobo Vorágine, marca un especial camino hacia la hagiografía artística que tuvo influencia en la "novelle" italiana.
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El acto de santificación está ligado a la institución Iglesia, en tanto que la santidad implica un reconocimiento que se realiza mediante una fórmula tradicional y fija: la canonización, reglamentada definitivamente por el Papa Urbano VIII durante 1623 y 1637, época de gestación del Acta Sanctorum 31. En el proceso de canonización debe demostrarse, mediante la declaración de testigos, que el personaje en cuestión -quien pasa a llamarse servus Dei-, posee virtudes heroicas y ha realizado milagros. Primeramente la investigación es llevada a cabo por el obispo del lugar donde ha vivido el servus Dei y luego dictamina la congregatio rituum. Solo en caso de resistir esta última prueba se lleva adelante la beatificación. Las virtudes teologales y morales del santo son sometidas a investigación procesal, con un mecanismo idéntico al de un proceso judicial. En las sesiones donde se discute la beatificación y canonización del santo se exponen los argumentos, se analizan y deben demostrarse con la misma exactitud que se exige para el castigo de un delito. La Vita o la hagiografía en general, quiebra lo histórico en sus elementos constitutivos y los rellena y estructura en una secuencia condicionada por el concepto de lo imitable. La hagiografía desconoce lo histórico en el sentido aludido y sólo conoce y reconoce la virtud y el milagro (Jolles, 1972: 42-43). El valor histórico de algunas de las leyendas sobre San Francisco Solano reside en que, a partir de los datos proporcionados por la narración, podemos acceder a un conocimiento de lo que pudo haber acontecido durante el recorrido del misionero por el Tucumán32. El texto de una de esas leyendas, la de Misarumi -vocablo híbrido derivado del español "misa" y del quichua "rumi", piedra, que significa: "piedra de la misa"-, marca uno de los acontecimientos que signaron el viaje de San Francisco Solano por el camino del Inca: La Misarumi es una piedra grande, cuadrada como una mesa, alta, como un altar. Ahí dicen que dijo la primera misa San Francisco Solano cuando venía del Perú. Por eso le llamaron Misarumi a la piedra, y después le llamaron Misarumi a la quebrada ande está la piedra, y hasta la fecha se dan estos nombres... La piedra queda por el camino viejo que iba al Perú... Ese era camino de indios, que andaban a pie (Vidal de Battini, 1982: 358). La leyenda de "San Juan de Oro" contiene el origen del nombre de un pequeño pueblo del Departamento de Santa Catalina, en el que San Francisco Solano hizo levantar una capilla:
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Ésta y otras obras de recopilación de las vidas de santos, como el Flos Sanctorum, ingresaron irrestrictamente a América, según lo consigna Torre Revello (1945).
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Algunos historiadores sostienen la hipótesis de un viaje de San Francisco al Paraguay. Relacionando los antecedentes históricos con los relatos de la oralidad Tommasini explica: "es creíble que en realidad un día se detuviera él en territorio paraguayo, aunque no podemos fijar sitio ni fecha, de tal acontecimiento. Con todo, por una tradición oral, que asegurase existir aún en nuestros días, se presume decir que efectivamente, la capital de aquel país fué honrada con la visita del taumaturgo franciscano." (1937, I: 211). 70
Dicen que cuando pasaba San Francisco Solano por ese lugar, que no había casas, nada, y que él iba de viaje al Perú. Se paró a descansar. Ahí vio como si fuera una laguna que se estaba secando y aparecían... cosas... Y recorriendo, encontró un hermoso San Juan hecho en plata y oro. Y ahí hizo que le hicieran una capilla. Y con el tiempo se hizo un pueblo, San Juan de Oro (ibidem, 360). Los topónimos que se desprenden de las dos leyendas aún nominan lugares de la Puna jujeña. Los dos atestiguan la presencia del misionero en aquellos lugares y el itinerario es corroborado por el relato historiográfico de la época (Cfr. Vidal de Battini, 1982). Otra de las leyendas referidas a San Francisco Solano resume la conversión de miles de indígenas en la recién fundada ciudad de La Rioja. Ésta es la población del Tucumán en la que el misionero permaneció mayor tiempo. Allí llegó viajando desde Santiago del Estero, atravesando el territorio del valle de Catamarca, antes de la Pascua de 1593 (Cfr. Pistoia, 1989: 28). El relato, ambientado en esa coyuntura histórica es el siguiente: En un jueves Santo los indios rebelados cercan, en gran número, a la indefensa ciudad de La Rioja habitada por un puñado de españoles, para destruirla. San Francisco Solano está en el convento. Ante la circunstancia trágica habla a los españoles con su elocuencia convincente y, organizada la procesión, los induce a flagelarse para que Dios perdone sus pecados ante la muerte inminente. Los españoles se flagelan en forma impresionante. Los indígenas se asombran ante el espectáculo inexplicable y no atacan. San Francisco se enfrenta con los guerreros, les habla en su lengua con acento paternal y les propone la paz. Entre otras cosas les pide que acaten en nombramiento de un alcalde que los respete y los proteja. Da el nombre de varios encomenderos, pero los indígenas no los aceptan porque los consideran crueles. En un momento de inspiración corre al convento, saca una imagen de bulto del Niño Dios y presentándolo lo propone como Alcalde. Los indios gozosos lo aceptan. En número de más de nueve mil piden el bautismo, se convierten, y se salva la ciudad de La Rioja." (Vidal de Battini, 1982: 360). Esta noticia de la conversión aparece en las declaraciones testimoniales levantadas por el P. Diego de Córdoba ante el Arzobispo de Lima. Las declaraciones de doscientos testigos en el proceso de canonización consultados en los archivos vaticanos, transcriptos por Monseñor Caggiano, sostienen la veracidad de este hecho histórico. El relato histórico, enmarcado dentro de la práctica jurídico-notarial se contrapone aquí al relato ficcional sin presentar diferencias sustanciales: En el día de Jueves Santo del año 1593 en la dicha ciudad de La Rioja se encontraban cuarenta y cinco Caciques infieles con tropa y con jefe; Pedro Sotelo y este testigo con gran espanto no sabían qué hacer con aquella multitud de gente, y dicho Capitán ordenó que todos se armaran para lo que pudiera acontecer y el dicho padre Francisco Solano los arengó a todos y este testigo no sabe en qué lengua, porque todos tanto españoles como indios y otros le entendían con grande sentimiento y fervor, y de inmediato los indios, puestos de rodillas, derramando lágrimas pedían a este Padre el bautismo, y 71
entonces dicho Padre los abrazaba, besándolos en señal de paz, y pidió a este testigo que hiciera la procesión. Y como los indios vieran a los españoles azotándose, preguntaron al padre Solano qué señal o invención fuese aquello, y el padre Solano con grande emoción y fervor les dijo que en una noche semejante de Jueves Santo, nuestro Señor Dios fue flagelado por nuestros delitos y pecados y, terminada su predicación, todos los indios con muchas lágrimas se desnudaron, y muchos con cuerdas y otros con otras cosas se azotaban, y entonces el padre Solano con gran regocijo y devoción, como guía celestial, los conducía en quella noche enseñando y predicando, y los retuvo a todos hasta que fueron bautizados, cuyo número era de nueve mil indios (Caggiano, 1950- 51: 180-181). Un episodio muy sostenido en la leyenda -la presentación del Niño Dios para ser nombrado Alcalde de la ciudad- no es tomado en cuenta en el relato historiográfico. La leyenda, en este sentido, recupera, para la tradición popular, un ritual religioso que perdura hasta hoy en la festividad del Niño Alcalde 33 (Cfr. Vidal de Battini, 1982: 362). El itinerario de San Francisco Solano por las ciudades del Tucumán es tematizado en los relatos de Mis Montañas de Joaquín V. González (1965) y en la novelas Alias Cara de Caballo, de Juan Ahuerma Salazar (1986). II.4.2.d. San Ramón de la Nueva Orán: ciudad de campanas misteriosas En el siglo XVI, el Chaco se presenta, ante nuestros ojos como un gran sepulcro de exploradores, indígenas y misioneros. Durante ese período, algunas poblaciones claves para la defensa del Tucumán ya habían sido fundadas: Santiago del Estero, Esteco, San Miguel de Tucumán, Salta, Jujuy; puntos que configuraban una vasta zona habitada desde las costas del Paraná hasta los valles de Tarija. Las tribus fronterizas atacaban sistemáticamente estas colonias, por lo que el gobierno de Asunción, que presidía estas provincias, mandó a fundar pueblos en las orillas del Bermejo para contener a los agresores. La Concepción fue la primera de estas poblaciones, cuya existencia fue efímera (Cfr. Torre Revello, 1943). Más breve fue la existencia de Santiago de Guadalcazar. Entre su principio y su fin mediaron, según los cronistas de la época, 33
La supervivencia de elementos de la tradición indígena es detectable hasta hoy en la Fiesta del Niño Alcalde. Allí se ofrendan objetos que los aborígenes, en el período colonial, dedicaban en honor al "Santo Moreno" y se observa una curiosa simbiosis entre las prácticas hispánicas y autóctonas: "Junto a la guardia de San Nicolás, formada por los alfereces, que con su nombre y su pompa ecuestre evocan su origen español y caballeresco, marchan, escoltando la imagen del Niño Alcalde (Jesús niño, con vestimenta de alcalde virreinal), loa allis, viva representación del nativo y del indígena. Es significativo que el grupo de doce se llame "tribu" y que la presida un personaje a quien denominan "Inca". La indumentaria, hoy muy híbrida, se caracterizaba hasta no hace mucho por la vincha, una figurada cabellera de cintas y las ojotas indígenas. Avanza el Inca por las calles de la ciudad de la Rioja, el 1 E de enero, bajo un arco adornado con flores que dos asistentes sostienen a guisa de palio. Todos entonan un antiquísimo cántico, que transmiten oralmente de generación en generación y que debió ser quichua en su origen, a juzgar por las palabras que se logran reconocer, pues la deturpación ha llegado al máximo debido en gran parte a que los cantores ignoran la lengua en su himno. (...) Los grupos que salen de la Catedral, escoltando al Niño, y de la iglesia de San Francisco en pos de San Nicolás marchan acompasada y sincrónicamente para reunirse a las doce del día frente a la Casa de Gobierno, como antaño ante los balcones del Cabildo: es lo que se llama en Tincunaco, vale decir, el "encuentro"... (Cfr. Cortazar, 1956: 94-95). 72
apenas siete años, todos ellos marcados por graves acontecimientos. La ciudad de Santiago de Guadalcazar estuvo situada muy cerca del lugar que hoy ocupa la ciudad de Orán, aunque su real emplazamiento aún permanece en discusión (Cfr. Poderti, 1995). Algunos historiadores opinan que la ciudad estuvo situada en el lugar donde se unen el río Bermejo y el Zenta, en las cercanías del paraje conocido como "El Cedral". Fue fundada alrededor de 1626, por el Teniente de Gobernador de Jujuy Martín de Ledesma y Valderrama (Cfr. Tommasini, 1937, I: 241), y según lo relata el Padre Lozano: Luego que el gobernador Ledesma dispuso y trazó la fundación de la primera ciudad de Santiago de Guadalcazar (que así quiso que se llamase por su particular devoción al sagrado apóstol patrón de España, y respeto al señor virrey, que actualmente gobernaba) teniendo pacíficos y quietos a los indios comarcanos, reconvino al Padre provincial con la palabra que le había dado (Lozano, 1941: 162). La ciudad estaba signada por un destino trágico. Hubo de afrontar los ataques de las naciones indígenas -las que, a su vez, se sentían acosadas por el español- y el final del asentamiento estuvo ligado a un sangriento proceso de guerras y enfrentamientos. Cuando el Padre Lozano escribió su Descripción Corográfica del Chaco Gualamba la ciudad de Santiago de Guadalcazar ya había desaparecido. Las razones son explicitadas por el mismo clérigo, quien declara que los indios "forzaron a desamparar la ciudad" al Teniente de Gobernador Martín Ledesma de Valderrama. En una carta requerimiento dirigida por el fundador al Cabildo de Jujuy, en 1627, éste relata que, habiendo dejado en la ciudad de Santiago de Guadalcazar al sargento Mayor Juan Vázquez de Tapia, acontecieron trágicos hechos durante su ausencia (Cfr. Tommasini, 1933: 171). Al regresar de Jujuy, Ledesma y Valderrama encontró que Martín de Argañarás y Murgia lo había desposeído del cargo de Teniente Gobernador. La tirantez de las relaciones interhumanas aceleró el proceso de desocupación de la ciudad de Guadalcazar: La avilantez de los indios sitiadores fué creciendo cada día más contra los Españoles de Guadalcazar, y tuvieron atrevimiento los Mataguayos, para quitar la vida al reverendo Padre fray Juan Lozano, religioso de la real y militar orden de nuestra Señora de la Merced, que vivía entre ellos. Los socorros tardaron, o se imposibilitaron en la provincia del Tucumán; con que los Españoles se vieron reducidos a tal extremo de miseria, que les fué forzoso abandonar la ciudad y salirse del Chaco, trayendo en su compañía al padre Gaspar Osorio (Lozano, 1941: 173). A pesar de la gravedad de la situación, Santiago de Guadalcazar se sostuvo hasta 1631, cuando los indios la destruyeron completamente, según consta en la carta que el gobernador Felipe de Albornoz remite al rey desde San Miguel de Tucumán, en diciembre de ese año (Cfr. Larrouy, 1923: 74). La desocupación de la ciudad de Guadalcazar se inscribe en un proceso de incansables entradas al Chaco con la intención de abrir caminos para el español: 73
La historia de la conquista del Chaco es una serie continua de desaciertos. Sus primeros invasores lo sometieron al sistema de repartos, entregando los indígenas a la inhumanidad de los encomenderos. Este ensayo tuvo los más funestos resultados. Dispersó a los habitantes de la Concepción, los ahuyentó de Guadalcazar, los diezmó en Esteco. Ningún pueblo formado en el Chaco sobrevivió a su fundador, sin que estos desastres hiciesen variar de rumbo para evitarlos (De Angelis, 1910, IV: 369). Ledesma y Valderrama intentó, sin éxito, el retorno de los pobladores al Valle de Zenta con el fin de reconstruir Guadalcazar. A pesar de haber abandonado el Tucumán para tomar el gobierno del Paraguay "nunca olvidó su empresa del Chaco" (Cfr. Lozano, 1941). Los textos de la época son profusos en relatos acerca de la legendaria ciudad. Guadalcazar es descripta por el Padre Lozano como un espacio privilegiado por la naturaleza. Las aguas del Bermejo guardaban cualidades altamente terapéuticas: Las aguas del Bermejo o río Grande, son saludabilísimas, que como baja de las cordilleras, y se va despeñando por guijarros y peñas limpias y lisas, se quebrantan sus aguas y corren notablemente delgadas y sabrosas; (...) De esto depone el mencionado don Luis de Vega, quien escribe, que padeciendo en el Perú de flatos e hijada, piedra y crudezas, lo que le obligaba a observar rigídisima parsimonia en la comida y bebida, a los cuatro o cinco días que bebió el agua del Bermejo, expelió muchas arenas y piedras y quedó como si jamás hubiera sentido tales achaques, en cuarenta y cinco días que moró en Santiago de Guadalcazar, (...) Y de los soldados españoles que asistieron a la fundación de Guadalcazar, ninguno murió, ni aun enfermó en seis o siete años que allí estuvieron (Lozano, 1941: 24). En una carta del padre Gaspar Osorio, misionero que penetró en el Chaco en 1628 y llegó hasta Guadalcazar para encontrarse con Valderrama, también se describe a esa región prolífera: Muchas cosas promete esta tierra, pero paréceme, que el pescado y miel es más, que en ninguna de todas las Indias, hay mucha madera, y la población nueva de Santiago de Guadalcazar está sobre un río cuajado de pescado (Lozano, 1941: 165). En el cuerpo de leyendas que se refieren al pasado histórico de San Ramón de la Nueva Orán se incluye la "leyenda del Orán Viejo", que se conecta con la de las campanas del Cedral. A partir del relato, la tradición popular intenta explicar el origen de la palabra "nueva" que se antepone al nombre de la ciudad fundada por Pizarro hacia 1794. En esta leyenda se hace referencia a una opulenta ciudad, posiblemente la antigua Guadalcazar, que fue destruida por un castigo divino: Se cuenta allí, en Orán, entre la gente que tiene memoria, que existía, anterior a este Orán que hoy conocemos, un Orán antiguo, que es el que se fundó 74
primero, y que estaría ubicado hacia la zona este de la ciudad, muy cerca del río Zenta, donde había permanentes inundaciones. Allí estaban la Iglesia, la ciudad antigua, casas de adobe alrededor de la plaza... En un momento Orán llegó a ser muy importante económicamente, y la ciudad más importante del Chaco. La gente que venía de Humahuaca para internarse en el Chaco tenía a Orán como paso obligado. La ciudad se desarrolló culturalmente y había muchas plantaciones de gente que vivía en los alrededores y a la que le iba muy bien. Como le iba bien comenzaron a tener soberbia, a perseguir el poder y a pecar. Entonces toda la ciudad se transformó en una ciudad perdida, en lo social, en lo ético, y dice que por eso se produjo allí en la ciudad un terremoto muy fuerte y luego vinieron las inundaciones y las pestes y la ciudad desapareció. Dicen que lo único que quedaba a la vista era un campanario con sus campanas. Luego la ciudad se reconstruyó en otro lugar que es el lugar actual y aquella otra ciudad se fue hundiendo en las aguas y allí se formaron una serie de lagunas pequeñas en el lugar que se llama "El Cedral". Y desapareció el campanario y la campana. Se cuenta que ese era el Orán Viejo y que actualmente en las horas de la noche, especialmente cuando uno anda solo por ese camino, que está bastante abandonado, que es un monte pero habita gente por allí y hay fincas. En determinada hora de la noche, especialmente a medianoche, se escuchan las campanas que suenan en algún lugar del Cedral. La nueva ciudad olvidó un poco a la vieja ciudad por eso se llama "Nueva Orán", porque existía un antiguo Orán o un Orán Viejo34 El motivo, muy conectado con el de la tragedia acaecida en Esteco admite también la entrada de elementos provenientes de la tradición aborigen: Dicen que la comunidad aborigen antiguamente vivía a orillas del Bermejo. En ese lado que todavía es el Bermejo de Bolivia y Aguas Blancas de Orán, existía un cacique muy fuerte, con mucha personalidad y también muy violento, muy enérgico, que era el jefe de todos los chiriguanos que habitaban esa zona. Cuando llegaron los españoles, este chiriguano organizó una especie de ejército, con todos los chiriguanos, para ofrecer resistencia a los españoles (...). Se cuenta que era muy enérgico y quien no obedecía sus órdenes era inmediatamente ejecutado, pero muchos que ambicionaban el poder y que veían mucha crueldad en su jefe fueron pensando en hacer algo para poner otro cacique. Así es como lo invitan a tomar un vino envenenado y el cacique muere. Los chiriguanos tienen la costumbre, en su ceremonial, de enterrar a sus muertos mirando hacia arriba para que el alma suba, porque si los entierran boca abajo el alma se hunde. A este cacique lo enterraron boca abajo. Los chiriguanos buscan hasta el día de hoy el lugar donde fue enterrado el cacique, porque dicen que su espíritu anda por ahí y produce milagros. Coincidentemente, el lugar donde se inauguró el "monumento al aborigen" 35 34
Informante: Santos Vergara, de San Ramón de la Nueva Orán (20/01/1995).
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El "monumento al aborigen" está ubicado en la plaza Santa Marta, sobre la Avenida General Pizarro de Orán.
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podría ser el lugar donde se enterró a este cacique." 36 La leyenda de "Las Campanas del Cedral" engarza la tradición popular con la historia de la población precursora a la ciudad de Orán: Santiago de Guadalcazar. El relato, reconstruido desde la contemporaneidad por Hugo Alberto Luna, es el siguiente: Suaves, agradables al oido, así son los sonidos de las campanas del Cedral; me decía un viejo poblador de Orán; es una verdadera lástima y me apena que esas campanas no puedan traerse a la ciudad. Permanecí un rato pensativo, es que yo, también las escuché alguna vez, y luego invité a mi amigo a proseguir su relato. Muchos son los que las vieron, me dijo, pero es condición para poder verlas estar solo. Entonces aparecen a la vista, en aquel profundo hueco, allá, en la cercanía de las lagunas que forman los desagües en el Cedral. Pero también es cierto que, aunque se marque en forma muy visible aquel lugar, las campanas no aparecen más, si el que las ve trae acompañante. Como las campanas son grandes y en apariencia muy pesadas, una persona sola no puede ni siquiera pensar en sacarlas de allí, de aquel pozo donde se las puede ver colgadas de un grueso travesaño. Un detalle, según mi relator: las campanas están atadas con tientos que parecen haber resistido el paso de varios y diversos años (Luna, 1978). Al fundarse San Ramón de la Nueva Orán se hizo traer una campana desde las ruinas de la antigua ciudad. La misma se conserva hoy en el campanario de la catedral de la Diócesis de la Nueva Orán. Sin embargo el tañir de las campanas en las inmediaciones de la antigua población continúa obsesionando a los lugareños. En estas narraciones populares que se refieren a las ciudades fundadas por Martín de Ledesma y Valderrama en el siglo XVII o Pizarro en el XVIII se superponen las versiones de los distintos grupos sociales. Para algunos, estos relatos prodrían tender una pista para que, alguna vez, se compruebe la locación exacta de la misteriosa Santiago de Guadalcazar. Para otros, la narración funciona como un mecanismo de la resistencia étnica que late hasta hoy entre los pueblos indígenas... II.4.3. Memoria y verdad El horizonte discursivo que se articula en algunas leyendas del Noroeste argentino remite a una práctica oral difícil de disociar con la de las culturas andinas. Los textos latentes en la memoria de las comunidades revelan aspectos múltiples: el texto verbal, musical, gestual... Texto renovado en cada performance, texto evolucionado por sus sucesivas entradas y salidas del discurso escrito y por las rupturas históricas generadas en sus espacios de producción y circulación. Desde este punto de vista, este grupo de leyendas gestado en tiempos de la Colonia ofrece atisbos de lo que pudo ser el continente de las culturas orales. Al mismo tiempo, su propia existencia atestigua que, entre dos universos -el de la escritura y el de la oralidad- siempre ha habido zonas de conflicto y de intercambio. 36
Informante: Santos Vergara (20/01/1995). 76
Hemos prestado atención al recorrido de estas formas orales-populares y a su cristalización dentro de la escritura -más precisamente, dentro de las formas cultas escritas, como las leyendas "literarias" (Cfr. Cortazar, 1980) y el discurso historiográfico de la práctica científica. La finalidad estética de las leyendas se genera en el proceso de circulación dentro del sistema de la oralidad, en el paso de ese sistema al de la escritura y en los sucesivos ensambles discursivos que modifican la estructura originaria. La reelaboración de la "forma simple leyenda" por medio de la escritura implica una refundición, un traspasamiento de la forma oral por los códigos estéticos vigentes en una cultura. Estas reflexiones en torno al corpus narrativo legendario de matriz colonial nos permite afirmar, junto a Raúl Dorra, que la oralidad "es una noción construida desde la cultura de la escritura -de la cultura alfabética-, construida como un término opositivo y con fines de autoconocimiento. Por lo tanto, al hablar de oralidad nos situamos de hecho en el espacio de la escritura y, cualquiera sea el valor que le acordemos a la primera, al hacerlo no estamos sino reafirmando el valor que le acordamos a la segunda" (Dorra, 1995). El espacio otorgado a los relatos orales dentro de la historiografía contemporánea tiende a devolver a la leyenda el valor de "verdad" que había perdido. Los testimonios legendarios se integran a la narración histórica y constituyen fuentes de conocimiento capaces de reconstruir importantes períodos, en igual o mayor medida que los documentos escritos y tradicionalmente aceptados por la metodología de la investigación científica (Cfr. Leoni Pinto, 1994). Se rescata así la composición detectada en los textos producidos durante la Colonia, cuyas principales fuentes de información fueron orales. Las relaciones oralidad/escritura e historiador/testimonio se combinan para ofrecer una versión del pasado más completa y verosímil (Cfr. Pease, 1991: 250). Asimismo, el ingreso del discurso legendario en la textura historiográfica, genera una relación entre historia y literatura tan tenue y difícil de definir como la existente entre la historiografía y la ciencia. Sin duda esto se debe, en parte, a que la historiografía occidental surge del trasfondo de un discurso definitivamente literario que se configuró frente al discurso más arcaico del mito. En sus orígenes, el discurso histórico se diferenciaba del literario en virtud de su materia (acontecimientos "reales" en vez de "imaginarios") más que por su forma. Pero la forma aquí es ambigua, pues se refiere no sólo al aspecto manifiesto de los discursos históricos (su aspecto como relatos) sino también a los sistemas de producción del significado (los modos de entramado) que la historiografía compartió con la literatura y con el mito (Cfr. White, 1992: 62). En este sentido es interesante recordar la observación de Dorra, acerca de que Herodoto -el Padre de la Historia- llamaba “historia” (indagación) a la parte miscelánea de su obra, mientras que a la sección que hoy llamaríamos historiográfica -a la narración de hechos pasados- le llamaba “logoi” (dichos). De modo que lo que para nosotros es historia para él era "leyenda", en la medida en que las leyendas son el resultado de un "decir", no de un "leer" (1994). La historiografía contemporánea registra en los últimos años el aporte de la historia oral, constituyendo esta última un elemento documental válido para registrar y
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comprender el pasado37. El cambio de perspectiva se conecta con un viraje metodológico y teórico que ya había sido descripto por Michel Foucault: "La historia ha cambiado su posición respecto del documento: se atribuye como tarea primordial no el interpretarlo, ni tampoco determinar si es veraz y cuál sea su valor expresivo sino trabajarlo desde el interior y elaborarlo..." (1979: 9). La palabra se ha transformado en el vehículo de una identidad que se configura como texto abierto, como reelaboración de la historia de la comunidad. En el conjunto de aquellas formas narrativas producidas en el cruce de la oralidad y la escritura, de la ficción y la historia, es posible reconstruir una manera de percibir el mundo propia del hombre de la del noroeste argentino, inserto en el proceso de sucesivas transformaciones económicas, sociales y culturales del área andina.
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En 1993 se realizó en Buenos Aires el Primer Encuentro de Historia Oral. Asimismo, el tema de la oralidad y las literaturas alternativas ocupó un importante segmento de las Jornadas Andinas de Literatura (JALLA, La Paz-Bolivia, 1993; Tucumán-Argentina, 1995; Quito-Ecuador, 1997). Un ensayo considerado pionero en el tratamiento del tema es el escrito en la década del '60 por Leandro Gutiérrez y Luis Alberto Romero ("Observaciones sobre el proyecto de Historia Oral"). Desde 1992, en la Universidad de Buenos Aires se trabaja en la recuperación de la memoria docente. El desarrollo de la historia oral en el espacio latinoamericano es impulsado por Dora Schwarstein, quien estima que en nuestro país la primera experiencia en este campo fue la recolección de testimonios orales en la década del sesenta, realizada por el Instituto Di Tella. No obstante, Tulio Halperín Donghi ya ha señalado la influencia de la tradición oral en la obra de Vicente Fidel López y Ricardo Caillet Bois ha analizado este aspecto en los textos de Mitre (Cfr. Leoni Pinto, 1994: 15). 78
III. CONSTRUCCIÓN
"Quede para los historiadores de severo estilo y frase comprobada, y para los cronistas místicos, la narración de los sucesos políticos y las vidas de los santos y de los mártires: yo quiero reflejar en estas páginas los caracteres sociológicos de mi pueblo, su fisonomía y su alma, arrancando su secreto a los despojos del tiempo y de la naturaleza, a las obras mutiladas de los hombres, y a las huellas medio ocultas de los que levantaron los primeros cimientos de la ciudad civilizada." JOAQUÍN V. GONZÁLEZ
III.1. FRACTURA DEL PENSAMIENTO COLONIAL Pasada la mitad del siglo XVIII el imperio español se transforma en un despotismo ilustrado. La reorganización de la burocracia y una nueva racionalidad económica impulsada por la Ilustración le permitió un fuerte dominio sobre las colonias de América. La expulsión de los jesuitas en 1767 produce una modificación social, en tanto la elite criolla manifiesta curiosidad intelectual y desea conocer las ideas contemporáneas provenientes de Europa. Así, el humanismo jesuita y la liberación de Estados Unidos promoverán una nueva visión de los problemas sociales y culturales. Crecen las críticas hacia la educación y la economía, hacia el laberinto de palabras generado por la expresión barroca, hacia el autoritarismo que no respeta la razón y se promueve el desdén hacia la superstición religiosa. En América del Sur se producen sublevaciones locales que muestran el descontento de los grupos dominados. La revuelta del Cabildo de Asunción proclama que la autoridad del pueblo es superior a la del rey. Los peones del cacao se levantan en las provincias venezolanas contra la Compañía Guipuzcoana. En 1780 Túpac Amaru enciende la rebelión que se extenderá hasta el Virreinato del Río de la Plata y las provincias del Tucumán (Cfr. Poderti, 1997). En esta región de América, la organización político-administrativa adoptada por España se adecuaba a la configuración de una realidad pre-existente: la jurisdicción del "Tucma" aborigen, convertida en el Tucumán de la conquista y la colonización (Cfr. Bazán, 1993). Durante más de dos siglos, la organización política de esta zona fue representativa de esa realidad geo-histórica pero, al producirse la revolución de Mayo, se modifica aquella estructura espacial y las gobernaciones-intendencias son reemplazadas por un sistema que garantiza la participación de los Cabildos indianos, 79
sustituyéndose el eje regional por un eje municipal. Se fragmentan las gobernaciones regionales para estructurarse las provincias históricas sobre el marco del antiguo municipio indiano. En esta coyuntura, la lucha independentista resignificó los intentos de ruptura y rechazo de la cultura hispánica. Surge la necesidad de crear nuevos símbolos y un lenguaje nacional, dotando a cada país de un proyecto cultural propio. Comienzan a dibujarse las fronteras entre lo propio y lo ajeno, lo autóctono y lo foráneo, contornos que colaboran en el proceso de construcción de los límites políticos en la narrativa del siglo XIX. Las guerras de la independencia fomentan la exaltación del héroe militar, postergándose por momentos la figura del intelectual. Aquellas luchas independentistas están presididas por un espíritu de unificación. Bolívar crea la Gran Colombia. Sucre comanda una caballería formada por los gauchos de la pampa, los huasos de Chile, los llaneros de Venezuela y de Colombia. Los discursos de identidad que se configuran en la producción periodística, política y literaria, son coherentes con el cuadro de las filosofías de la latinidad que circulaban en la época. Así, en la segunda mitad del siglo XIX aparece la denominación de "América Latina". Los primeros en emplear el apelativo fueron Francisco Bilbao y José María Torres Caicedo38, en un intento de dar cobertura ideológica al proyecto político de personalización de las dos formas del "americanismo" de entonces: la de los hispanoamericanos y la de los EE. UU. En el caso de Francisco Bilbao, el concepto se acuña en el marco de un pensamiento anticolonialista, antimperialista y de un proyecto de sociedad socialista. En el pensamiento de Bilbao, la América se compone de tres partes: la América latina, sajona e indígena. La Unión de los Estados de América del Sur podrá detener al imperialismo de los Estados Unidos del Norte pero Bilbao sostiene que la combinación del genio sajón con el genio latino permitirá formar la síntesis de la civilización americana, destinada a regenerar el Viejo Mundo y a cumplir sobre la tierra los destinos del hombre soberano. En este punto, el pensamiento de Bilbao se yergue como preanuncio de La raza cósmica de Vasconcelos (Cfr. Rojas Mix, 1986, Poderti, 1990). Paralelo a este espíritu unificador que quedó en el plano de las idealizaciones, se generan los contactos entre modelos culturales que intervendrán en el proceso de división regionalizada. Las guerras independentistas generan movilidad social. Los militares de origen humilde son promovidos a generales y luego se convierten en latifundistas. En el noroeste argentino los gauchos se integran a una estrategia militar dirigida por Martín Miguel de Güemes, organizada sobre la base de la guerra de guerrillas. Esta estructura se sostenía con el esfuerzo de cualquier poblador en condiciones de tomar las armas -pastores, arrieros, labradores, artesanos-, conformando un ejército que se componía mayoritariamente de criollos y mestizos pero que también incorporó a negros esclavos. Así, las guerras de la emancipación producen un nivel de acercamiento entre los criollos y las clases populares, en tanto la clase dirigente 38
Bilbao comienza a utilizar el gentilicio "latinoamericano" en una conferencia titulada "Iniciativa de la América", brindada en París, el 24 de junio de 1856. El mismo año, Torres Caicedo escribe en Las dos Américas: "La raza de América latina/ al frente tiene la sajona raza". Más tarde, desde 1861, Carlos Calvo también empleará profusamente la designación en sus escritos y contribuye en forma decisiva a que la expresión se divulgue. En 1879, Torres Caicedo funda en París la "Sociedad de la Unión Latinoamericana" (Cfr. Rojas Mix, 1986: 36-38). 80
comenzará a valorar la valentía, el lenguaje popular y las formas culturales del pueblo. Como expresa Ricardo Rojas: La revolución de 1810 rompió el antiguo marco aristocrático de la sociedad colonial, que creaba una barrera casi infranqueable entre 'la gente decente' de las ciudades y la plebe nativa de los suburbios o campañas (1948, I: 299). Se promueve así un ciclo de integración cultural que más tarde será frenado por la oligarquía. En las últimas décadas del siglo XIX se produce una cierta afirmación de esta cultura dominada, la que unos llaman mestiza y otros, popular. La subcultura popular no es directamente la responsable de generar intelectuales como Hidalgo, Ascasubi, Melgar o José Hernández, pero realiza un valioso aporte lingüístico: Por debajo de esa literatura culta, seguía su hondo cauce otra, que estaba más en contacto con la lengua cotidiana: el romance, que no dejó de componerse y cantarse desde los días de Cortés (sobrevive en algunas regiones con el nombre de corrido); la copla y la décima de constante improvisacion al filo de las circunstancias y los acontecimientos; la canción, ciertas formas teatrales que prolongaban el teatro de los misioneros, con sus danzas y villancicos (Rosenblat, 1969: 22).
III. 2. EL ETHOS NACIONAL Y EL PROYECTO LITERARIO NACIONAL "El romanticismo, si se lo considera en su aspecto militante, no es otra cosa que el liberalismo en literatura." VICTOR HUGO La renovación intelectual planteada por el Romanticismo alcanzó una dimensión social que penetraba el discurso literario con una propuesta de solidaridad con las demandas populares, la exaltación de lo nacional y la fe en el progreso de la humanidad como basamentos de una revolución vital. La influencia romántica francesa que recibe el Río de la Plata, aportaba el relato fantástico como modo de pensar y representar la realidad social y política del rosismo, tarea que emprendieron los hombres del '37. Las actividades intelectuales -literarias, artísticas, científicas- que habían encontrado en el periodismo un espacio adecuado para el debate, añoraban el clima de libertad de prensa silenciado por la dictadura rosista. En 1829 se había producido la proscripción de los ciudadanos de filiación unitaria, proceso que continuaría en 1833 con la expatriación de liberales y en 1835 con la de federales disidentes. El Salón Literario que abrió sus puertas en 1837 intentaba llenar un vacío en la expresión cultural del país. Uno de los principales estandartes de este grupo de intelectuales fue la actitud antihispánica 39, 39
No obstante la influencia del Romanticismo francés en el Río de la Plata, puede leerse la impronta de los españoles Larra y Espronceda en la producción de escritores como Sarmiento, Gutiérrez y Mármol. También es posible rastrear marcas de Bécker o Emilio Castelar, así como la circulación 81
traducida en dos pilares fundamentales: la propuesta de lograr la independencia cultural, como complemento indispensable de la soberanía política que ya había sido conseguida en los campos de batalla, y la necesidad de plantear la construcción de bases auténticamente nacionales, derribando la herencia colonialista: Simultáneamente, proclamaban su hispanofobia los jóvenes del Salón Literario, y de ello son testimonio las exhortaciones de Juan María Gutiérrez a "divorciarnos de la ciencia y la literatura españolas" y a "aflojar el vínculo del idioma" (Zuleta, 1984-85: 62). Los textos generados por las práctica literaria y política de este momento definen la circulación de un discurso estructurado en dos campos semánticos contrapuestos: el Mundo Colonial en colisión con el Mundo Ilustrado. Las visiones del mundo y los estratos ideológicos que se establecen en los textos producidos durante este período pueden leerse en este conjunto de marcas contrapuestas: /Mundo Colonial/ vs. /Mundo Ilustrado/ --------------------------------------------------------------------------------------España Tradición. Esclavitud Desigualdad social. Autoritarismo Monarquía. Catolicismo Dogmatismo Fe Retroceso, atraso. Inmoralidad Oscuridad Barbarie
Francia/Estados Unidos Revolución Libertad Igualdad social Democracia República Libertad de Culto Libre pensamiento Razón Progreso Moralidad Luz Civilización
La idea dinámica y de progreso evolutivo que caracteriza a la concepción de la historia para el romanticismo, el espíritu de la nacionalidad, la búsqueda de las raíces folklóricas nacionales y la determinación de aquello que se presenta como lo genuinamente propio de cada pueblo, signan la producción filosófica, sociológica y literaria del período. Las leyes de la Ilustración que habían impusado el proceso de emancipación fueron conduciendo la construcción y la organización del estado de algunas ideas literarias planteadas en manuales, retóricas y poéticas como las de Hermosilla, Martínez de la Rosa, Campillo y Gil de Zárate (Zuleta, 1984-85: 62-64). Las relaciones entre los sistemas literarios de España y Argentina en distintos momentos históricos han sido materia de varios estudios de Emilia de Zuleta (Cfr. Zuleta, 1983; 1984-85; 1986-87). 82
nacional. En esta etapa comienza a requerirse de la literatura una función ancilar, al servicio del nuevo estado republicano para difundir los ideales de libertad, civilización y progreso como los pilares fundamentales del proyecto de nación que se estaba gestando. Surge así una corriente de escritores comprometidos con la vida política del país y en cuya producción se generan imágenes que contribuyen a reforzar el proyecto de construcción de un imaginario nacional. El falso mito del progreso que esperaba que América Latina alcanzara la prosperidad y el nivel cultural europeo si lograba vencer los impulsos de su "barbarie", marca un cambio sustancial en la escritura literaria. El Romanticismo en Argentina colabora con el proyecto social de cambio, rechazando en sus textos a los que entorpezcan aquel plan, presentándolos como seres degradados y grotescos. Esteban Echeverría, en La Cautiva y El matadero (1837), promueve un idealismo utópico que exalta la ciudad y la raza blanca, centro de civilización. La identidad de los escritores, según su propia percepción, está inmersa en esa encrucijada que se prolonga durante el siglo XIX, etapa profundamente marcada por la ambigüedad entre la cultura importada y el espacio real en el que debía desplegarse, un ámbito contaminado por el atraso y la barbarie. Surge así una elite intelectual alienada que se identifica con una aristocracia cosmopolita más interesada en los problemas de Europa que en los de su propio país. Al cabo de seis meses de reuniones, el Salón Literario fue clausurado por Rosas que entendía que quienes allí concurrían se extralimitaban al estudiar problemas públicos. Como producto de sus tertulias y lecturas nacieron los opúsculos de Juan Bautista Alberdi40, como su Memoria descriptiva sobre Tucumán (1834). Desaparecido el Salón, y en el decir de Alberdi, la juventud abandonó la revolución inteligente y se 40
Juan Bautista Alberdi nace el 29 de agosto de 1810 en San Miguel de Tucumán. En 1824, ingresa al Colegio de la Unión del Sud en Buenos Aires pero abandona los estudios al poco tiempo para dedicarse al comercio. En 1827 reingresa al Colegio de Ciencias Morales, donde tiene como compañeros a Miguel Cané, Vicente F. López y Andrés Somellera. En 1831 ingresa a la Universidad para seguir la carrera de Derecho. Como producto de su participación activa en tertulias de Buenos Aires -como las de Mme. Mendeville-, publica algunos estudios sobre música. En la librería de Marcos Sastre conoce otras facetas de la vida social y comienza a participar en el Salón Literario donde leen su discurso inaugural. En 1837 publica el Fragmento preliminar al estudio del Derecho. También publica artículos de costumbres en el semanario La Moda, de la que es fundador y primer redactor con el seudónimo de "Figarillo". Su posición política lo obliga a emigrar a Montevideo durante el gobierno rosista. El sitio que impone Oribe a la ciudad uruguaya impone su viaje a Europa junto a Juan M. Gutiérrez en 1843. Más tarde, y luego de su experiencia directa con el progreso europeo, se establece en Valparaíso, donde permanecerá hasta 1855. Allí se desempeña como abogado y colabora en la redacción de El Mercurio y funda el periódico El Comercio. Las intenciones constitucionales de Urquiza dan origen a las Bases y puntos de partida para la organización nacional (1852). Ya instalado Sarmiento en Chile, se producen enfrentamientos periodísticos con el intelectual sanjuanino, a través de las llamadas Cartas quillotanas de Alberdi y Las ciento y una de Sarmiento. En 1854, cuando Urquiza es designado presidente de la República, Alberdi es encargado de negocios ante los gobiernos de Francia, Inglaterra y España. Entre sus viajes a Estados Unidos y Europa escribe Sistema económico y rentístico de la Confederación, Elementos de derecho público provincial para la República Argentina, Estudios de la Constitución de 183, entre otras. El gobierno de Mitre lo remueve de su cartera diplomática y Alberdi alterna la publicación de folletos y libros de tono más literario. Asume la diputación por la provincia de Tucumán y regresa a la Argentina después de cuarenta años de ausencia. Decepcionado y luego de rechazar varios cargos políticos, vuelve a Europa en el año 1881 y muere en París, el 19 de junio de 1884 (Cfr. García Orza, 1980-86, I: 337-342).
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entregó a la revolución armada. La guerra abierta con la tiranía continuó desde Montevideo, a través de las páginas de El Nacional, espacio en el que Alberdi aunaba a los grupos de exiliados en el Uruguay (Cfr. Weinberg, 1980-86, I: 225-227). Las reflexiones de "Figarillo" -seudónimo periodístico de Alberdi- aparecen también en las páginas de El Iniciador, en Montevideo, con anécdotas y reflexiones que ironizan sobre la función social del escritor. En los primeros años de destierro, Alberdi escribe la mayoría de su producción literaria. En este período, comprendido entre 1839 y 1844, escribe y edita varios textos de carácter satírico, caricaturesco y con tono político-militante que muestran sus disenciones con el partido revolucionario y la necesidad de plantear la Revolución: La Revolución de Mayo, crónica dramática en cuatro partes (1839), El gigante Amapolas y sus formidables enemigos, o sea fastos dramáticos de una guerra memorable (1842). Las anécdotas de sus viajes a Europa y la ironía social y política desplegada por "Figarillo" encuentran su cauce en El Edén, especie de poema escrito en el mar por J. B. Alberdi, puesto en verso por J. M. Gutiérrez (escrito en 1844 y publicado en 1851), Tobías o la cárcel a la vela escrito en 1844 y editado en 1851) y Peregrinación de Luz del Día o Viaje y aventuras de la Verdad en el Nuevo Mundo (1871) (Cfr. García Orza, 1980-86, I: 337-360). Entre la crónica periodística, el drama, la sátira, el artículo de costumbres, el sermón político, la escritura que esconde la veta más literaria de Alberdi ha quedado prácticamente eclipsada por su obra constitucional y su producción más reflexiva. En el interior del país, la inquietud romántica que irradiaba el ámbito rioplatense, también se planteó con fuerza. Hacia 1839, el tucumano Benjamín Villafañe 41, uno de los miembros de la Asociación de Mayo, llegó a su provincia natal para organizar una nueva filial, consiguiendo la adhesión de Marco Avellaneda, Brígido Silva y Pío Tedín. En 1841, el fracaso de la coalición del Norte contra Rosas, en la que Villafañe se desempeñaba como Comisario de Guerra del Ejército Libertador dirigido por Lamadrid, dispersó al grupo. Avellaneda, poeta y abogado, fue muerto y los restantes revolucionarios se asilaron en Bolivia. En el país andino algunos de ellos trabajaron como periodistas en las columnas de La Gaceta Oficial, El Restaurador, El Fénix Boliviano o La Época, otros se desempeñaron como pedagogos en universidades y colegios secundarios del altiplano. En 1890, Villafañe publicó sus Reminiscencias históricas de un patriota, en que relata los episodios conectados con la historia de aquellos años oscuros. Este conjunto de memorias personales se destacan los retratos de Lamadrid, Lavalle, Avellaneda, Acha, Crisóstomo Álvarez, Burgos y especialmente 41
Benjamín Villafañe nació en Tucumán, en 1819. En su juventud ingresó a la Asociación de Mayo, de la que más tarde organizó filiales en Tucumán y en Salta. Durante la dictadura rosista vivió exiliado en Bolivia y luego de la victoria de Caseros, volvió al país, donde se desempeñó como Teniente Gobernador de la ciudad de Orán, Secretario de Gobierno en Salta y Senador nacional por Jujuy. También fue rector del Colegio Nacional de Jujuy. Entre sus numerosas publicaciones se incluyen Rápida ojeada sobre la pasada época (1839), Caudillos y principios (1854), Orán y Bolivia a las márgenes del Bermejo (1856), Reminiscencias históricas de un patriota (1890), y el que se considera el primer cuento boliviano: "Impresiones de una mañana", publicado en La Gaceta Oficial. Muchos de sus artículos aparecieron en los periódicos El Mercurio de Chile, El Observador y La Época de Bolivia, El Nacional Argentino de Paraná, y algunas de sus ideas estéticas fueron expuestas en las columnas de La Tribuna de Buenos Aires (1876) y en La Unión de Jujuy (1883)on Falleció en Jujuy, en 1893 (Cfr. Fidalgo, 1975: 63-64, Poderti, 1995). 84
la narración de la muerte de Lavalle, cuyos restos acompañó a lo largo de toda la Quebrada de Humahuaca (Cfr. Fidalgo, 1975: 63). Su actividad literaria realizada en la penumbra del exilio y en los ámbitos andinos, fue rescatada por Ricardo Rojas en su estudio sobre "Los proscriptos", en el que ubica a Villafañe en la trilogía de escritores semiolvidados, junto a Félix Frías y Pedro Echagüe (Cfr. Rojas, 1925, II: 621). Otro escalón importante en el proceso de construcción del ethos nacional está representado por el catamarqueño Fray Mamerto Esquiú42, actor histórico que se yergue como un prototipo de su época. El papel del clero en la vida política argentina puede ser leído en la coyuntura que le tocó vivir al religioso: Una circunstancia solemne había proyectado a Esquiú como figura nacional desde su modesta posición de fraile catamarqueño desconocido en el país. A diferencia de otros hombres destacados del clero argentino de su tiempo, no poseía las borlas doctorales concedidas por las universidades americanas que entonces daban prestigio como Córdoba, Chuquisaca y San Felipe.(...) Se había formado en un claustro provinciano y humilde, en el seno de la Iglesia, y desde allí se proyectó a la nación sin habérselo propuesto como objetivo de su vida (Bazán, 1996: 46). Los sermones patrióticos y religiosos de Esquiú engarzan la tradición bíblica con los acontecimientos político-sociales del país, despejando, en esa concurrencia de elementos espirituales y temporales los principios que contribuyen a engrandecer y dignificar a la nación. Es la época de las grandes modificaciones políticas de la Argentina. Luego de la victoria de Caseros, el acuerdo de San Nicolás de los Arroyos del 31 de mayo de 1851 había resuelto convocar a un congreso nacional y entregar el poder ejecutivo en forma provisoria a Urquiza. El texto constitucional aprobado en el Congreso de Santa Fe en 1853 contenía cláusulas que definían la confesionalidad del Estado Federal, pero precisaba el principio de la libertad de culto, lo que produjo el desagrado del clero catamarqueño. En el momento en el que procedía a jurarse el texto de la Constitución, se solicitó a fray Mamerto Esquiú la responsabilidad de pronunciar un sermón que canalizara las opiniones disidentes que circulaban en su provincia. En esa pieza de la oratoria que tuvo repercusión nacional, Esquiú entendía que el principio de soberanía popular emanado de las doctrinas de la Revolución Francesa no otorgaba al pueblo el derecho a desconocer a los gobiernos y a destruir toda autoridad. Luego de exponer las condiciones para la existencia de una auténtica sociedad civil, Esquiú cierra su reflexión con un concepto raigal dentro del esquema político vigente: 42
Mamerto de la Ascensión Esquiú nació en Piedra Blanca, el 11 de mayo de 1826. A los diez años entró en el convento para seguir la carrera sacerdotal, que completa a los 16 años. Luego de concluir sus estudios canónicos se dirigió a San Juan para recibir las órdenes sagradas del obispo de Cuyo. Fue docente en el Colegio de la Merced de Catamarca y Obispo de Córdoba. Su rol como miembro del clero en la vida política de Argentina fue fundamental, gracias a su labor como legislador, constituyente, obispo, profesor, consejero de gobierno y periodista. Murió en La Rioja, el 10 de enero de 1883 y sus restos fueron inhumados en Córdoba. La biografía de esta personalidad descollante de la cultura nacional ha sido recientemente rescatada por Armando Raúl Bazán, en su libro Esquiú, Apóstol y ciudadano, editado por Emecé, en 1996. 85
Obedeced, señores, sin sumisión no hay ley; sin leyes no hay patria, no hay verdadera libertad: existen sólo pasiones, desorden, anarquía, disolución, guerra y males de que Dios libre eternamente a la República Argentina (Bazán; 1986: 40). Se constituyen así los principios de patriotismo que signan la oratoria de Esquiú y conforman las leyes discursivas de su argumentación acerca de las virtudes que deberán ostentar los ciudadanos. Esa interpretación de la historia contemporánea se había consolidado en sus lecturas de Santo Tomás, Chateaubriand, Bossuet, Balmes y el bagaje romántico que inspiraba a los intelectuales del momento (Cfr. Bazán, 1986).
III.3. LA APARICIÓN DE LA NOVELA Y EL RELATO DE LA GESTA ANTIRROSISTA "Verdugo por excelencia y consagrado, en cuerpo y alma, al tremendo fundador de aquella terrible hermandad; contaba las horas con el número de sus crímenes, y el brazo, perpetuamente armado del puñal, no bajaba sino para herir." JUANA MANUELA GORRITI, La hija del Mazorquero.
III.3. 1. Procedencias Los orígenes de la novela en la tradición occidental suelen emparentarse con la epopeya, composición épica que evoca acontecimientos históricos o legendarios de carácter nacional, pertenecientes a un pasado lejano al momento de su aparición, como la Ilíada y la Odisea de Homero o el Cantar del Mío Cid. Para Mijaíl Bajtín (1989) el ámbito de la epopeya es el pasado absoluto, un mundo total e irrefutable, acabado. Pero la novela, por el contrario, narra hechos de su tiempo y sociedad, peripecias en íntimo contacto con el presente abierto y cambiante. La parodia, recurso utilizado por la epopeya cómica, satiriza y critica aspectos que desea corregir mediante la convivencia de dos lenguajes. De este análisis parte Bajtín para identificar en lo cómico-popular uno de los antecedentes de la novela y su característica esencial de heterogeneidad. Justamente el fondo cómico -el del antihéroe- es decisivo en la configuración de la novela de Cervantes a principios del siglo XVII. El proceso que arranca con el Quijote y se consolida durante el siglo XVIII con la novela inglesa, alcanza su apogeo con la novela francesa del siglo XIX , de Balzac, Stendhal, Flaubert y Zola. El ascenso social de la burguesía fue el principal engranaje que impulsó a la novela hacia el realismo, tanto en el plano de las referencialidades sociales como en el campo de la indagación psicológica en los personajes. El retrato 86
realista de costumbres, aún cuando no respondía acabadamente a las expectativas del lector burgués, satisfizo la imaginación del público que se complacía al ver su imagen especular en los acontecimientos narrados. La tardía aparición de la novela en Argentina ha tratado de ser explicada por Ricardo Rojas, para quien la causa fundamental residiría en las Leyes de Indias, cuyas disposiciones prohibieron la migración a América de "historias fingidas". Esta aparición tardía no es norma en Hispanoamérica, pues en 1816 aparece en México la novela picaresca El Periquillo Sarniento de Fernández Lizardi (Cfr. Delgado, en Zanetti, et. al., 1980-86: 1). Con respecto a la prohibición de las Leyes de Indias, que integra el argumento de Rojas, ésta rigió para toda América, lo cual no explicaría la diferencia de más de treinta años entre la novela de Fernández Lizardi y La Quena de Juana Manuela Gorriti o Amalia de José Mármol. La aparición de la novela parece, más bien, conjugarse con las características antes enunciadas, que se hilvanan con las peculiaridades de la historia argentina y marcan el propio desarrollo de la narrativa en relación a la problemática nacional: ...la novela argentina, iniciada como proceso coherente en las postrimerías del rosismo, aparece como afirmación de un grupo que, tanto en lo cultural como en lo social, se considera el depositario del verdadero sentido de la nacionalidad, frente a un gobernante usurpador de las decisiones generales (Delgado, 1980-86, I: 1). Esos orígenes, según exploraremos más adelante, se inscriben en una coyuntura socioliteraria que se ha llamado el "realismo romántico", cuya motivación primordial se centra en la figura de Rosas y en la necesidad de lograr una independencia cultural. Esta actitud crítica del presente inmediato puede rastrearse especialmente en el teatro satírico producido por los proscriptos, entre ellos, la obra de Alberdi titulada El gigante Amapolas y sus formidables enemigos, o sea fastos dramáticos de una guerra memorable (1842), en la que se sustancia una de las profusas caricaturas del Restaurador que circularon durante ese período. III.3.2. Configuraciones narrativas: el folletín Desde mediados del siglo XIX los diarios rioplatenses comienzan a nutrirse con folletines de procedencia francesa, española o inglesa y también con las grandes novelas clásicas de Alejandro Dumas, Eugenio Sue, Fernández y González o Xavier de Montepin. El impacto de esta narrativa popular por entregas se vio reflejado en los epistolarios, libros de memorias y testimonios literarios de la época. Asimismo, gran parte de la producción narrativa romántica rioplatense fue publicada con el estilo periodístico de distribuir el material por "cortes" o "entregas", característica compartida por el folletín. Así aparecieron, por ejemplo, El capitán de Patricios, de Juan María Gutiérrez; Soledad de Mitre; Tobías o la cárcel a la vela de Alberdi; La novia del Hereje de Vicente F. López o Amalia de José Mármol. Pero la demanda de folletines por parte del público argentino no se explica solamente por las "influencias" de la literatura europea sobre la literatura nacional, sino que también responde a otras dos razones. La primera es que en Argentina existía una tradición de literatura de cordel -germen del folletín- en la que confluían lo épico narrativo y el periodismo de batalla. 87
Antes de 1820 se habían impreso en hojas sueltas algunos cielitos y cantos payadorescos que combinaban audazmente la ficción y la información. Éstos eran distribuidos en almacenes y pulperías de pueblos pequeños. Hacia 1830 se reafirmó la tendencia del relato popular vinculado a la práctica periodística, a través de la prensa "gauchipolítica", que circulaba en forma de gacetillas y pliegos sueltos. La otra razón que explicaría porqué se consumían folletines en Argentina se relaciona con sus condiciones sociales y económicas similares a las de Europa y, fundamentalmente, con la aparición de un nuevo tipo de lector, proveniente de las nuevas capas medias y bajas de origen criollo-inmigratorio, recientemente escolarizado y, hasta ese momento, excluido del circuito de recepción de estos textos. Es importante notar que posteriormente, hacia fines del siglo XIX y principios del XX, las técnicas del folletín decimonónico fueron aprovechadas para canalizar las necesidades de propaganda del movimiento anarquista, configurando los moldes del "folletín libertario". Este tipo de narración se estructura como un tipo discursivo que participó activamente en el proceso de edificación y expansión de los contenidos militantes en el Río de la Plata. Las técnicas de los narradores libertarios de Argentina contribuyeron a un recorte literario de núcleos temáticos. Los referentes del folletín de contenido militante y la razón de ser del movimiento anarquista eran la ciudad, el suburbio, el conventillo, la inmigración, la fábrica, la miseria obrera, la situación de la mujer, los abusos de los poderosos, la infancia abandonada, los desencuentros familiares producidos por los cambios sociales. En el folletín libertario argentino se produjo -como en los relatos por entregas de Eugenio Sue, uno de los iniciadores del género- un contacto entre la forma literaria y el ideario social. El folletín libertario era un relato de ficción que tenía como objetivos primordiales no sólo denunciar "las lacras sociales", sino también propagar la "Idea" e incitar a una acción capaz de cambiar al mundo, mediante arengas sobre estrategias de lucha y convocatorias a actos, noticias de huelgas, manifestaciones, atentados, represiones policiales, atropellos gubernamentales, accidentes laborales, etc. (Golluscio de Montoya, 1995: 81-102). El auge de la literatura folletinesca es demostrativo de la nueva coyuntura sociocultural en la que el público lector cambia sus pautas de lectura. La presencia de estas formas narrativas ilustra sobre aspectos de la integración de una literatura escondida y ocultada al conjunto de las artes populares, cuya configuración se encontraba en continuo proceso de entrecruzamiento con otras manifestaciones literarias. Así, el contacto entre prensa-folletín-teatro se hizo corriente en los lugares en los que se fortaleció el género folletinesco43. 43
Este fenómeno, repasado por Golluscio de Montoya (1995) está documentado en Francia por Angenot (1975: 19), en España por Litvak (1981: 230) y en Argentina por Prieto (1988: 60). La coexistencia de distintas formas de presentar un mismo producto literario es una característica del sistema cultural del momento, tal es el caso de "los folletos publicados después como folletines, o de los folletines publicados también como folletos; de las obras de teatro seriadas en la prensa antes de su representación o impresas como folleto después de la misma; también tenían el mismo objetivo los cancioneros revolucionarios que retomaban cantos payadorescos, los fragmentos de obras de edición reciente que se leían en alta voz en un acto, o las poesías declamadas durante una reunión y editadas al día siguiente en un diario". En este circuito de retroalimentación, la dramatización de un folletín atraía a los lectores menos sensibles a la ficción por entregas y viceversa, con lo que se ampliaba el círculo de lectores y se multiplicaban los efectos de expansión de una cultura popular (Golluscio de Montoya, 1995: 97-98). 88
La prensa del NOA se hizo eco del auge del folletín literario. Un ejemplo de esta tendencia puede encontrarse en el períodico salteño El Cívico, que durante el año 1901 publicó folletines de escritores como Ricardo Palma y la novela por entregas titulada La Colegiala, de Bernardo Frías44. El repertorio temático del folletín alcanzó a los sectores vernáculos o inmigratorios, a la vez que explora la veta de los héroes "no ejemplares", entre los que se incluye -durante la primera mitad del siglo XIX-, a la figura de Rosas. Los folletines divulgadores de la mitología antirrosista, como los elaborados por Eduardo Gutiérrez, se alimentan de la tradición oral unitaria y del conjunto de la literatura generada en torno al fantasma de la Mazorca y la imagen siniestra del Restaurador (Cfr. Rivera, 1980-86: 217-240). III.3.3. Novela y contracultura "Podrá entenderse mejor la importancia de esta transformación, para el surgimiento de la comunidad imaginada de la nación si consideramos la estructura básica de dos formas de la imaginación que florecieron en el siglo XVIII: la novela y el periódico. Estas formas proveyeron los medios técnicos necesarios para la 'representación' de la clase de comunidad imaginada que es la nación." BENEDICT ANDERSON
La aparición de las primeras novelas, enmarcada en aquel clima creado por la narrativa antirrosista de los periódicos, marca el desarrollo de un programa específico: la búsqueda de un sentido nacional, expresada en una forma de realismo que se erguía como intento de desnudar la problemática del país. El Matadero -que fue escrito durante el gobierno de Rosas-, y Amalia de José Mármol -publicada en las postrimerías del mismo-, son los textos canónicos que retratan esa etapa que habría de cerrarse con la batalla de Caseros. En este punto, las historias literarias han discutido acerca de los orígenes de la novela, considerando, en algunos casos, a Amalia, publicada en 1851, como la primera novela argentina. Pero en el ámbito del noroeste, el desarrollo de la narrativa reconoce antecedentes que 44
Nació en Salta el 12 de agosto de 1866. Se doctoró en jurisprudencia en el año 1892, en la Universidad de Buenos Aires, donde fue alumno de Lucio Vicente López. A su regreso a Salta se dedicó a la investigación y a la docencia, publicando numerosos trabajos sobre historia y tradiciones salteñas. Entre esos títulos, en los que se conjugan la audacia metafórica, la narración extraida del acontecer cotidiano y el relato en sus vertientes historiográfica y literaria, se destacan: Historia del General Güemes y de la Provincia de Salta desde 1810 hasta 1832 (cinco volúmenes), El Convento de San Bernardo de Salta, Tradiciones Históricas. Fue Presidente del Consejo General de Educación, Ministro y Presidente de la Corte de Justicia de Salta, Legislador Provincial, etc. Falleció en Peñaflor, departamento de Chicoana (Salta) el 17 de diciembre de 1930. 89
también se ligan a la gesta antirrosista. La escritora salteña Juana Manuela Gorriti 45 revivió, en sus relatos, la circunstancias referentes a Rosas y su época, como el trágico destino de Camila O'Gorman en Panoramas de la vida, el clima de terror que poblaba Buenos Aires en "El lucero del manantial" o la sombría actuación de los verdugos de la Mazorca en "La hija del mazorquero" 46 (Cfr. Marcón, Ulla, et. al. 1959: 81). Esa insistencia por escrutar la historia y explicitar las razones que llevaron a su familia al destierro se prolonga, en la narrativa de Juana Manuela, hasta el relato de Lo íntimo, escrito en sus últimos días. En 1848, Juana Manuela Gorriti publica una novela de corte histórico, titulada La Quena. Este hecho, sin duda, sitúa a la escritora en el papel que la historia de la literatura debe reconocerle: el de ser la primera novelista argentina. La Quena, publicada como novela por entregas, sitúa su trama en el Perú colonial, incorporando por primera vez al indio como personaje, temática que retomará la novelística posterior, llamada "indigenista". La novela se relaciona con otros textos de Juana Manuela, como el relato "Si haces mal no esperes bien" en el que una joven y un muchacho se enamoran sin saber que eran medio hermanos. La joven era fruto de la violación de una india por un militar47. Allí se denuncia la opresión hacia los sectores indios por parte de un sistema feudal corrupto. En la novela La Quena, esa denuncia se integraba a una reinterpretación indigenista de la historia dentro de los cánones clásicos del romanticismo (Cfr. Glave, 1996). En ese relato, un niño nace de la unión de la noble María Atahualpa y un capitán español. Hernán crece con su madre en el pueblo indio hasta que su padre decide secuestrarlo y lo lleva a Madrid. En este punto es evidente el paralelismo con la historia del Inca Garcilaso de la Vega, pero mientras éste se adapta a la cultura peninsular, el personaje de la Gorriti regresa clandestinamente al Perú para recibir el emblema de último sucesor del Imperio derrotado.
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Juana Manuela Gorriti nació el 15 de junio de 1818 en Horcones, campamento fortificado situado en Rosario de la Frontera (Salta), cerca del límite con Tucumán. Pasó su niñez en Miraflores, a orillas del río Pasaje o Juramento, donde su familia poseía una estancia. La enemistad política de los Gorriti con el caudillo Facundo Quiroga significó su exilio y la confiscación de todos sus bienes en 1831. Juana Manuela tenía 15 años cuando, a causa de la militancia unitaria de sus padres, debió emigrar hacia Bolivia, donde contrajo matrimonio con el militar Manuel Isidoro Belzú, quien llegó a ser presidente de su país. Al iniciarse su carrera literaria, Juana Manuela abandonó a su esposo y se instaló con sus hijos en Perú, donde fundó una escuela y convirtió su casa en un salón literario. Sus cuentos y novelas fueron publicados y difundidos en Chile, Colombia, Venezuela y Argentina y, luego de la caída de Rosas, también en Madrid y París. En 1874 se estableció en Buenos Aires, donde se dedicó a recopilar e imprimir su obras y a escribir relatos sobre hechos acaecidos en su vida, como el texto titulado Lo íntimo, que fue editado luego de su muerte. La historia de la novela en Argentina se inicia con la publicación de su relato La Quena, en 1848. Otros títulos, como Sueños y realidades (1875), Don Dionisio Puch (1869), Panoramas de la vida (1876), Misceláneas (1878), La tierra natal, Perfiles (1892) y Veladas literarias de Lima (1892), integran su extensa producción. Falleció en Buenos Aires, en 1892.
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Los dos relatos mencionados están incluidos en Narraciones, 1946.
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Según Luis Miguel Glave este relato de Juana Manuela Gorriti tiene "un argumento similar al de Aves sin Nido, que la crítica ha considerado la primera obra indigenista salida de la pluma de otra mujer, fundadora de la novela peruana, Clorinda Matto de Turner. La novela de Matto apareció en 1889, mientras que el relato de Gorriti fue publicado en 1861." (Glave, 1996). 90
III.4. LAS MUJERES Y EL IMAGINARIO NACIONAL "La historia enseña que las naciones mueren cuando la mujer se corrompe, cuando reclama para sí las libertades sin freno del hombre y deserta de la misión de sacrificio que la naturaleza le ha impuesto. Fatalmente sucede, en tales momentos, que sus entrañas se esterilizan o dan a la sociedad frutos enfermos, seres egoístas, para los que la palabra patria carece de sentido." BENJAMÍN VILLAFAÑE
La escritura de Juana Manuela Gorriti, innovadora del discurso femenino, se va construyendo sobre su propia biografía, en la que se conjugan las incipientes historias nacionales de tres países: la Argentina andina, Bolivia y el Perú. En su producción es posible descubrir la forma en la que se creó un espacio femenino dentro de las comunidades de cada país, la historia de las representaciones nacionales formativas, el lugar de la literatura en las sociedades poscoloniales y la intimidad de las guerras independentistas, en las que a la mujer le cupo un lugar fundamental. Así lo entendía Juana Manuela Gorriti, cuando se refirió al papel protagónico de una luchadora de la emancipación altoperuana: Juana Azurduy de Padilla, quien peleó en los movimientos patriotas contra el dominio español y recibió de Güemes los honores por su título de "Teniente Coronela de la Independencia". Según relata Juana Manuela: "algunos caudillos tuvieron envidia de esa gloria femenina". En el relato "Una ojeada a la patria"48 la narradora intenta reconstruir su tierra y su pasado -ese espacio abandonado durante el exilio impuesto por la dictadura de Rosas. La protagonista es una mujer disfrazada de hombre que viaja a pie por un denso bosque. Aún cuando el tiempo y el lugar no están especificados, puede suponerse que la acción se desarrolla después de declarada la Independencia y en el noroeste argentino, tierra natal de la autora. Esa narradora mujer, escondida detrás del ropaje masculino, no reproduce la imagen de la patria atravesada por la demanda hegemónica de territorialidad y dominio que caracteriza al discurso del período nacionalindependentista. La tierra de origen que ella describe no es primaria ni está vacía, sino que está saturada de historia. La protagonista se retrata a sí misma como agente ya en movimiento e imagina un proyecto nacional bastante diferente, basado en un concepto distinto de la ciudadanía en el contexto de la construcción nacional. Así, al observar su tierra, la mujer se niega a interpretar el momento de la independencia simplemente como un nuevo comienzo, sino que sugiere que esta representación patriarcal impide la posibilidad de una verdadera descolonización de las relaciones sociales (Cfr. Pratt, 1993: 56-58). Como sobreviviente del antiguo orden, su tarea es recuperar los fragmentos que quedan de éste después de un levantamiento revolucionario. Su actividad se define, en términos de género, a partir de los rasgos de supervivencia y continuidad social que siempre han formado parte del trabajo y el deber cívico de las 48
"Una ojeada a la patria" está incluido en Gubi Amaya o la historia de un salteador, recopilado en Sueños y realidades (1865, pp. 109-120). 91
mujeres: En tiempos de guerra y crisis, son los complementos esenciales del trabajo del soldado-ciudadano. Esta complementariedad entre el papel militar masculino y el papel femenino de supervivencia no ha sido reconocida, como era de esperarse, ni por las ideologías del nacionalismo ni por las teorías de la nación-estado. En la narración de Gorriti, la supervivencia y la continuidad con el pasado aparecen como imperativos históricos, si bien frágiles, enfermos, y obligados a aparecer disfrazados (Pratt, 1993: 57). El proyecto del personaje de la Gorriti se reconoce débil y vulnerable: es mujer, está sola, enferma, y debe ocultar su identidad para poder ingresar a la patria. Recordemos que, en aquel período, los modelos sociales demandados a la mujer tienen como requisito central la formulación de un status de "perfección", un patrón de comportamientos deseados y esperados por las distintas esferas de la vida social: la familia, la economía, la política, la religión, etc. La elite ilustrada también había colaborado en el diseño del discurso normativo, dominando los medios de producción, reproducción, distribución y consumo de los modelos ideológicos (Cfr. Bourdieu, 1990). Este sistema de códigos se sustentaba en el horizonte de expectativas y opiniones masculino: las ideas revolucionarias de igualdad entre hombres y mujeres ceden visiblemente ante la propuesta de Rousseau acerca de la maternidad como único rol femenino, modelo que recluía a las mujeres dentro de los espacios privados. Paradógicamente, el eje de comportamientos propuesto por el discurso progresista de la época, que pregonaba el derecho de la mujer a recibir formación y educación especializadas, se sustentaba en el deseo de contrarrestar algunas características negativas de la naturaleza femenina y, a través de una preparación más sistemática, conseguir que las mujeres afrontaran con mayor responsabilidad sus roles históricos de hijas, esposas y madres. Así, estos cambios sociales no irán más allá de un retoque cosmético que no permitirá a la mujer romper con las obligaciones domésticas y poder dedicarse a funciones profesionales. La contestación a este discurso puede leerse en la escritura de Juana Manuela: (Derechos! (...) )Creen ustedes, hijos míos, que la mujer tiene para mandar el mundo necesidad de que se los declaren? (Bah! Todos saben bien que desde el fondo de su alcoba, lactando a su hijo y arreglando el banquete para el esposo, ordena la confección de las leyes y la caída de los imperios (1991: 127-128). Coherente con este modelo, en las décadas republicanas comienzan a proliferar, tanto en Buenos Aires como en Lima o México, las revistas para mujeres. La preocupación por el rol femenino en las comunidades nacionales se traducía en un espacio cotidiano en el que la mujer era proclamada el "ángel del hogar". Así, en el prólogo de su libro culinario titulado Cocina ecléctica, Juana Manuela expresa: El hogar es el santuario doméstico, su ara es el fogón, su sacerdotisa y guardían natural, la mujer. Ella, sólo ella sabe inventar esas cosas exquisitas que hacen de la mesa un encanto... fruto de la ciencia más conveniente a la 92
mujer. Los textos de Juana Manuela Gorriti son representativos de los ideologemas femeninos del siglo XIX, aspecto que ha sido estudiado por Francine Masiello (1989), para quien, aún en el caso de las mujeres conservadoras, los artefactos literarios operan con dispositivos mucho más porosos a la heterogeneidad etno-cultural y genérico sexual que en los textos escritos por los hombres del liberalismo. Juana Manuela Gorriti -cuya personalidad ha sido comparada, en sus rasgos transgresores, con la de George Sand-, constituye junto a otras mujeres escritoras rioplatenses y del arco andino, una generación de importancia clave para las incipientes literaturas nacionales. En la Salta de aquel momento, la escritora de origen boliviano Micaela Calvimonte de Fowlis 49, amiga de Juana Manuela Gorriti, inauguró en su casa un "Salón Literario" semejante al de aquélla en Lima. Juana Manso (1819-1875), Eduarda Mansilla (1838-1892) o Josefina Pelliza (1848-1888), son otras pioneras en el campo literario y, en el caso de Juana Manso, en la historia del feminismo en Argentina50. III.5. LOS HOMBRES DEL OCHENTA "Esta generación, en su mayoría fue de excépticos y de materialistas, cuyo pensamiento seguía la acción cambiante y apresurada de un país en formación y de una sociedad que evolucionaba. El positivismo filosófico, las corrientes científicas predominantes a fines del siglo pasado, el enorme desarrollo industrial y económico europeo, las masas de hombres y de oro que empezaron a venir a estas playas, transformó velozmente nuestra tierra, dieron al núcleo director argentino la visión utilitaria y sensual de la vida. Tal es el ambiente en que se 49
Micaela Calvimonte nació en Bolivia, en 1828. Se radicó en Salta en 1848, al casarse con el salteño Juan Fowlis, también aficionado a la literatura. Publicó las novelas: La novia del Inca y Desamor y Venganza, ambas en el año 1858. En su salón de Salta se reunían en tertulia las más destacadas figuras de la cultura del noroeste argentino. El resto de su producción, como Ramillete poético (1864) y Manual de Piedad, se integran a una temática recurrente en la lírica femenina posterior: la poesía de inspiración religiosa (Cfr. Arias Saravia, 1984: 282, Adet, 1981: 36).
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Juana Paula Manso, ferviente unitaria que debe exiliarse en Montevideo y en Brasil durante el gobierno de Rosas, es una adelantada de la prédica feminista. En Brasil editó un periódico dedicado a las mujeres: Jornal das Senhoras (1852) y escribe dos novelas históricas: Los misterios del Plata y La Familia del Comendador. Luego del derrocamiento de Rosas, se establece en Buenos Aires y da a conocer otro periódico: Álbum de señoritas (1854) en cuyo número inaugural incluye un artículo que titula "Emancipación de la mujer". Allí sostiene: ")Por qué reducirla a la mujer al estado de la hembra cuya única misión es perpetuar la raza?". Domingo Faustino Sarmiento, su amigo y defensor, la había nombrado directora de una escuela mixta recién creada. Su posición como mujer dentro de la sociedad de su momento era definida en estos términos: "La Iglesia lo que ha hecho es remachar nuestras cadenas por la dirección espiritual que nos coloca entre dos dueños: el del alma, que lo es nuestro confesor y del cuerpo que lo es el marido." Pronto, su combatividad le acarrearía el rechazo de la Iglesia Católica y de los sectores ultraconservadores, al punto tal que, ya fallecida, se le negó la sepultura en el cementerio de la Capital por razones 93
desenvolvió aquella generación". CARLOS IBARGUREN
Así caracteriza a los hombres de la llamada "generación del '80" el salteño Carlos Ibarguren51, una de las figuras relevantes de principios de siglo que había conocido los secretos de "la gran aldea" desde su infancia y que -gracias a sus vinculaciones familiares- había tratado a la mayoría de los escritores destacados en este período, circunstancias que reflejó en su libro de memorias La historia que he vivido (1954). La naturaleza conflictiva del concepto de "generación" ha sido repetidamente advertida en los trabajos de críticos e historiadores de la cultura, dada la dificultad producida cuando se intenta englobar bajo este común denominador un conjunto complejo de textos y condiciones de producción históricas y sociales. Como habíamos observado en el capítulo inicial, el concepto de "generación" se apoya en el supuesto de que los hombres nacidos y nucleados en torno a un mismo eje cronológico, es decir sometidos a circunstancias sociales similares, tienden a comportarse y expresarse según patrones que reflejan ese horizonte de experiencias en el que han estado inmersos. Pero aún cuando es poco usual que un grupo humano se vea expuesto a las mismas experiencias y reaccione de idéntico modo a las condiciones impuestas por la coyuntura histórica 52, debe admitirse que, en determinados contextos, la utilización del esquema generacional puede resultar efectivo para entender la naturaleza de algunos fenómenos de orden cultural. Este es el caso de los hombres que hallaron su ámbito de expresión alrededor de un eje de condiciones económicas, políticas y culturales que signaron la década de 51
Nació en Salta, el 18 de abril de 1877. Se radicó en Buenos Aires en 1882, donde obtuvo el título de Abogado en la Universidad de Buenos Aires. Fue catedrático universitario, Subsecretario de Agricultura de la Nación, Subsecretario de Hacienda, Secretario de la Corte Suprema de Justicia, Vocal del Consejo Nacional de Educación, Ministro de Justicia e Instrucción Pública de la Nación e Interventor Federal en Córdoba. En el ámbito cultural y literario, fue Presidente de la Comisión Nacional de Cultura, Presidente de la Academia Argentina de Letras, miembro de la Academia Nacional de la Historia, de la Academia de Filosofía, de la Academia Argentina de Derecho y Ciencias Sociales, etc. No obstante la múltiple actividad desarrollada y los numerosos artículos y colaboraciones publicadas en diarios y revistas, su producción literaria es voluminosa, producto de casi cincuenta años de labor continua: en 1908 publica Evolución de las ideas jurídicas en Roma y continúa con títulos como: la literatura y la Gran Guerra (1920), Manuelita Rosas (1924), Juan Manuel de Rosas: su vida, su tiempo y su drama (1930, Primer Premio Nacional de Literatura), las sociedades literarias, 1800-1824, (1937), San Martín íntimo (1950), culminando con su último libro La historia que he vivido (1954). Falleció en Buenos Aires, en 1956.
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"El concepto de generación no implica, pues, primariamente más que estas dos notas: tener la misma edad y tener algún contacto vital... Alguna vez he representado a la generación como la caravana dentro de la cual va el hombre prisionero, pero a la vez secretamente voluntario y satisfecho. Va en ella fiel a los poetas de su edad, a las ideas políticas de su tiempo, al tipo de mujer triunfante en su mocedad y hasta al modo de andar usado a los veinticinco años. De cuando en cuando se ve pasar otra caravana con su raro perfil extranjero: es la otra generación." (Ortega y Gasset, 1965). 94
1880. Desde la caída de Rosas en 1882, el escenario político inicia su rumbo hacia un período de estabilidad política que permite, durante la presidencia de Julio Argentino Roca, promulgar la ley que hizo de Buenos Aires la Capital Federal de la República Argentina. Se ponen en funcionamiento los mecanismos económicos del liberalismo, pero el nuevo orden político es contorneado por una especie de despotismo ilustrado, dominado por una oligarquía que se mantiene en el poder hasta el advenimiento de Hipólito Yrigoyen, en 1916. En esta encrucijada político-social, la producción escrita permanece fiel a los modelos culturales europeos, aún cuando ya se puede advertir -sobre todo en la novela- un mayor grado de compromiso y un sentido crítico hacia ese consumo cultural. La prosa gestada por los hombres del '80 ostenta aún las notas románticas del escepticismo, la pasión por los viajes y el influjo de las ideas europeas, traducidas en páginas sobre modas, libros, música, idiomas o ciencias 53. Se registra así un fenómeno narrativo que Ricardo Rojas denomina "fragmentarismo" y que se identifica con un tratamiento parcelado de la materia literaria, compuesta como un conjunto de comentarios, cartas, crónicas historiográficas, cuadros de costumbres, reflexiones, notas de crítica literaria, relatos de infancia o memorias, tipos textuales heterogéneos que, generalmente, se insertan en la forma de la autobiografía. Sin embargo, siguiendo a Graciela Maturo, Nos inclinamos, pues, a ver en el mentado "fragmentarismo", no la concreción de fracasados intentos novelísticos sino la manifestación estilística, íntimamente adecuada a su forma interior, de una peculiar manera de captación y elaboración de lo real, con caracteres propios y bien definidos (Maturo, 1993: 187). El nombre del riojano Joaquín V. González 54 aparece ligado a los hombres de la 53
Como advierte Graciela Maturo, la llamada "generación del ochenta", a la cual Mujica Láinez llama "generación hija", hereda "muchos rasgos de la generación romántica y liberal que la precede en nuestras letras. No obstante esa cierta continuidad, la caracteriza un espíritu más cosmopolita y refinado, y una diversificación de intereses filosófico-científico-literarios que acentuando tendencias de algunos representantes de la "generación del '38" evidencia un desvío del programa de acción inmediata o de la permanente militancia de la lid política, hacia modos más sosegados de reflexión y contemplación" (Maturo, 1993: 188).
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Joaquín V. González nació en Nonogasta, La Rioja, el 6 de marzo de 1863. En 1881 se inicia en el periodismo y la vida literaria con colaboraciones en diarios y revistas de Córdoba. Luego de dedicarse a la enseñanza en la Escuela Normal de Maestros de Córdoba, obtiene el título de Doctor en Jurisprudencia y, en 1886, es nombrado diputado nacional por La Rioja. En 1888 es electo Gobernador de La Rioja. Entre 1901 y 1902 es Ministro del Interior, Ministro de Justicia e Instrucción Pública, Ministro de Relaciones Exteriores y Culto. En 1909, la asamblea de profesores de la Universidad de La Plata lo elige presidente por el período 1906-1912, a cuyo término es reelegido por el de 1912-1915 y luego por el de 1915-1918. Fallece en Buenos Aires, el 21 de diciembre de 1923, a los sesenta años de edad. La producción de Joaquín V. González abordó un amplio espectro de intereses culturales: descolló en el pensamiento a través de sus ensayos (El juicio del siglo o cien años de historia argentina, 1910), cultivó la narrativa (Mis Montañas, 1893 y Fábulas Nativas, 1924), la crítica literaria y la crítica de las artes plásticas (Ritmo y línea, 1933, edición póstuma) y realizó traducciones de Tagore y Omar Khayyám. Las obras completas de Joaquín V. González forman un total de 25 volúmenes, clasificadas por él en jurídicas y políticas, educativas y literarias. Después de su muerte 95
corriente nativista del '80, como Martiniano Leguizamón, Pastor Obligado y sobre todo, se identifica con Rafael Obligado, cuya carta acompaña todas las impresiones de Mis Montañas, editado por primera vez en 1893. Pero la trayectoria de Joaquín V. González también inaugura, junto a Ricardo Rojas -ambos nacionalistas-, una línea postromántica dentro de la narrativa del interior, a la que se acoplarían, entre 1920 y 1940, escritores como Carlos B. Quiroga, Juan Carlos Dávalos, Fausto Burgos y Daniel Ovejero55. Dentro de este período son varios los escritores que encuentran en el espacio de la infancia y la adolescencia un pretexto válido para observar el espectro cultural pretérito y entender su propio tiempo: Miguel Cané, Lucio V. Mansilla, Eduardo Wilde, Carlos Guido Spano y Joaquín V. González. Pues el hombre del '80, más que un "fragmentario" es un hombre que "vive meditando su condición de argentino, su nacionalidad, su ser americano y universal al mismo tiempo" (Ara, 1965: XII). En este sentido, Joaquín V. González define los preceptos de su escritura en estos términos: ...Mis escritos de este orden no tienen más mérito que el de ser un reflejo directo, sentido y transmitido por un temperamento unísono, de los caracteres de la región nativa; y como tal, yo soy no un autor, sino un instrumento natural de que se ha servido ella para hacer a las gentes su confidencia. Y la he transmitido con toda la fidelidad visual, auditiva y emocional que ella ha depositado en mis facultades, desde las generaciones perceptibles de mis antepasados, hasta el testimonio positivo de mis propios sentimientos durante la época más receptiva de la vida, que es la infancia (González, 1965: XVI). Ese afán de acercamiento a los saberes de su región inspira en Joaquín V. González un movimiento de rescate de las leyendas, mitos y fuentes mágicas que pueblan las páginas de La tradición nacional (1888), práctica fundamentada en las razones que él mismo explicita: "Pienso que nuestras tradiciones, narradas en estilo más bien poético que histórico, mas bien travieso y ameno que severo y analítico, ofrecen a nuestra literatura tesoros inagotables de belleza..." . Este ideal estético se realiza en Mis Montañas a través de la actualización de un modo de entender la literatura regional inserta en un contexto nacional, registrando, en estratos paralelos, la leyenda y la historia del Noroeste argentino. Esta presencia andina que se dibuja en la literatura del país es aplaudida por Rafael Obligado quien, en su carta de 1892, declara: Así, pues, como escritor nacional (...) me pongo de pie y me saco el sombrero para saludar en Mis Montañas el advenimiento de los Andes a la literatura patria" (en González, 1965: XXXI). se publican varios textos póstumos sobre los originales preparados por González, como El centinela de los Andes (1929), Estudios Constitucionales (1930), La Patria Blanca (1931), Mitre (1931), entre otras.
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Daniel Ovejero, nació en Jujuy el 12 de abril de 1894. Se recibió de abogado y doctor en jurisprudencia en la Universidad de Buenos Aires, en 1916. Durante dos períodos, fue diputado provincial en Salta (1922-24 y 1924-26) y se desempeñó como profesor de Derecho Civil en la Universidad de Buenos Aires, entre 1932 y 1943. Además de varios libros y artículos sobre temas jurídicos, publicó: El terruño (1942), Vida jujeña y La Fontana del Santo (1945). A partir del número 11/12 de la Revista Sustancia, integró el "Comité Federativo" de la misma. Murió en Tucumán el 6 de setiembre de 1964 (Cfr. Fidalgo, 1975: 89-95). 96
Las imágenes que contribuyen a reforzar el proyecto de construcción del imaginario nacional se agolpan en los textos de Joaquín V. González. Relatos como "(Viva la Patria!" se enmarcan dentro la antinomia inaugurada por el Facundo de Sarmiento: ...y desde entonces su cuerpo no reposó un momento hasta ver a la patria reconocida por las naciones civilizadas y libre de la barbarie de los caudillos (González, 1965: 71).
III.6. LA PRENSA Y EL NOA EN EL SIGLO XIX. "-Pues qué, )vive usted de las letras? -Ni Dios lo permita: preferiría ser ladrón: sería menos despreciable. El robo al menos se ha visto consagrado en Esparta. Pero las letras, en América, )cuándo? Nosotros no conocemos otra nobleza que la del trabajo: todo trabajo es noble entre nosotros, menos el de las letras, pero que ése no es trabajo: o a lo menos es un trabajo muy degradante." JUAN B. ALBERDI ("FIGARILLO", 1838). El surgimiento de El diario del Ejército Auxiliar del Perú, editado en Tucumán en el año 1817, marca la fecha de aparición de la prensa en las provincias del NOA. En 1826 aparece en La Rioja una hoja suelta titulada El Boletín; en 1856 se publica en Catamarca el periódico El Ambato; en Jujuy se inicia El Orden -en 1856-, y en Santiago del Estero se edita El Nacional, en 1859. En Salta, la prensa nace en el año 1824, con el traslado de la imprenta de Los Niños Expósitos por gestiones de Victorino Solá. La imprenta estuvo a cargo del poeta Hilario Ascasubi y el 30 de setiembre de 1824 apareció el periódico La revista mensual, cuyo redactor era el actual gobernador de Salta, José Álvarez de Arenales. Durante ese gobierno también comienza a circular un segundo periódico, llamado El Pregón de Salta y durante la administración del General Alvarado se publica el tercero: La Diana de Salta. En el período rosista la actividad periodística queda prácticamente interrumpida, pues entre 1834 y 1854 se registra la circulación de un solo periódico: El desengaño de los salteños, que apareció y desapareció en el año 1845. Luego de la caída de Rosas surgen numerosos diarios que reflejan las reacciones políticas, económicas y sociales de la provincia, pero recién en 1885 se establece un periódico de aparición cotidiana en Salta: El diario popular, fundado por Ramón Cañaveras (Cfr. Solá, 1924).
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En Tucumán, la presencia de Paul Groussac 56 imprime al ámbito cultural un sello especial, colaborando como redactor o director de periódicos como La Unión y La Razón. En 1882 nace la Sociedad Sarmiento, una institución clave en la cultura de Tucumán, con un accionar múltiple en el campo cultural (Cfr. Lizondo Borda, 1932, Leoni Pinto, 1995) y que canalizó gran parte de su labor en la publicación del periódico El Porvenir (1882-83). Más tarde apareció El Tucumán Literario (1888-1896), una de las revistas más importantes editadas en el siglo XIX, fundada y dirigida por otro grupo de jóvenes vinculado a la Sociedad Sarmiento. En sus páginas publicó el escritor Adán Quiroga57, quien formó parte de dicha Sociedad desde 1894 y vivió temporariamente en Tucumán (Cfr. García Soriano, 1972: 60-66). Éste vehiculiza la proyección de la cultura de Catamarca y el NOA en el país, a través de un grupo literario definitorio, integrado también por los catamarqueños Ezequiel Soria y Julio Sánchez Gardel. En este sentido, el aporte de Adán Quiroga a la literatura nacional fue de fundamental importancia, en tanto desafió los cánones de la estética neoclásica, consolidando una línea de expresión argentina y americana, cuyo principal objetivo es la valoración de las herencias culturales autóctonas en el espacio andino (Cfr. Calas de Clark, 1991: 170). El ímpetu editorial demostrado hacia fines de ese siglo se transporta a las primeras décadas del siguiente, con la concreción de otras publicaciones periodístico-literarias, 56
Paul Groussac (1849-1929), un intelectual de origen francés, fue contratado como técnico en materia de educación pública por la provincia, fue profesor del Colegio Nacional hasta 1874, luego inspector y más tarde director de la Escuela Normal, creada en 1875 por iniciativa de Sarmiento. Se dedicó al periodismo, colaborando como redactor o director de periódicos como La Unión y La Razón. Paralelamente, desarrolla una intensa actividad como historiador, colaborando con Juan B. Terán en la escritura de la Memoria Histórica y descriptiva de la provincia del Tucumán (1882). Posteriormente se aleja de esta provincia, pero en su producción posterior, como la novela Fruto vedado recupera el ámbito de Tucumán (Cfr. Billone y Marrochi, 1985).
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Adán Quiroga nació en San Juan, el 6 de marzo de 1863. Vivió en Catamarca desde los tres años de edad, donde cursó sus estudios iniciales y el bachillerato. En Córdoba, donde realizó su carrera universitaria, conoció a Joaquín V. González y a José Figueroa Alcorta. Fundó, junto con el escritor riojano, el periódico literario La Propaganda. También redactó la hoja política El Interior. En 1884 recibe el título de Doctor en Leyes y al año siguiente en Derecho Canónico. En el desarrollo de su actividad en las facetas de poeta y arqueólogo, en 1889 fundó el periódico Los Andes, en el que escribía sobre folklore, historia, lingüística y arqueología de Catamarca. Colaboró con los diarios locales La Provincia, La Actualidad, Fra Diavolo y, en 1890, publicó el álbum literario 9 de Julio que significará un momento relevante en el quehacer cultural de Catamarca. En 1894 se trasladó a Tucumán, donde prosiguió desarrollando una intensa actividad cultural. Allí fundó el periódico El Nacional. Al poco tiempo regresó a Catamarca desde donde colaboró en la Revista de Derecho, Historia y Letras, en Estudios, en Anales del Museo de La Plata. Uno de los textos de corte narrativo fundamental para la historia y la literatura del NOA es Calchaquí (Historia de la Conquista) publicado en 1897. Entre su producción se destacan estudios que exploran la arqueología y la cultura americanas, como Antigüedades Calchaquíes (1896), Folklore Calchaquí (1897), El Diablo en el Norte. Supay y Mikilo (1898), La Cruz y el falo en Calchaquí (1898), El Tincanacu (1900), entre otros. También publicó libros sobre temas de Derecho, como La Horca en la República Argentina (1889), Sentencias y autos(1897) y Proyecto de Código de Procedimientos de la Justicia de Paz (1897). En el orden nacional se desempeñó como Miembro de la Junta de Historia y Numismática Americana, de la Sociedad Científica Argentina y del Instituto Geográfico Argentino. En 1903 recibió el Premio de la Academia Literaria del Plata por su poema narrativo El Ejército de los Andes. Un año más tarde es invitado por el presidente Quintana a establecerse en la capital del país para ocupar el cargo de Subsecretario del Ministerio del Interior, pero la muerte lo sorprende el 10 de noviembre, en Buenos Aires (Calas de Clark, 1991: 53-55). 98
como la Revista del Tucumán, dirigida por Manuel Pérez, que apareció en julio de 1900. En esta revista, que llegó hasta el número sesenta en diciembre de 1902, se observa un notable predominio del tema histórico, cultivado especialmente por Julio P. Avila y José Fierro. Las revistas La Evolución, Iris y Tucumán Ilustrado, todas publicaciones quincenales, también recogen los relatos de la actualidad y la actividad desarrollada en los campos literario, artístico, científico (Cfr. Billone y Marrochi, 1985, García Soriano, 1972). En ese momento, llega a Tucumán un hombre que representará un papel central en la cultura del noroeste: el boliviano Ricardo Jaimes Freyre, quien había editado junto a Rubén Darío la Revista de América, en 1894. Además de su labor historiográfica, en 1904 fundó, junto a Juan B. Terán y Julio López Mañán, la Revista de Letras y Ciencias Sociales, que desempeñó un lugar central en la gestión del modernimo (Cfr. capítulo IV). III.7. FISONOMÍAS "Habían logrado poner el pie en uno de los últimos barcos todavía inocentes que atravesaron el mar hacia el sur, hacia unas tierras que sospechaban calientes y cruzadas por los vientos (...) Y ya aquí las distancias del país tenebrosamente provisorio les ganaron los ojos en una apuesta insensata y sin remedio. El desierto, la distancia vacía, las noches y los días entre polvorosos y tórridos"... HÉCTOR TIZÓN, La Mujer de Strasser.
Hacia fines del siglo XIX, dos fenómenos se integran a la fisonomía socio-cultural del NOA y del país para constituirse en nexo con el siglo siguiente. La conquista de grandes espacios fronterizos -que movilizó fuerzas militares y civiles en contra del poblador indígena- y la oleada inmigratoria -con la consecuente mirada de extrañamiento sobre el otro-, constituyen dos síntomas del fracaso del ideario programático sarmientino y alberdiano. La significación histórico-cultural de estos hechos se enhebra, en los textos literarios, como "registros del odio y del crimen emergentes del cuerpo del indio y del gaucho", en los trayectos de la literatura gauchesca, la conquista del desierto y el genocidio indígena (Geirola, 1995: 75). Las construcciones -y subversiones- del imaginario del momento pueden leerse en los textos narrativos generados en ese período histórico, como también en la producción de las décadas posteriores. Así, la inmigración y el desierto son dos representaciones escenográficas complementarias en el entramado de las fronteras étnicas que signan la identidad del país. Ellas modifican su estructura cultural y adquieren características singulares en el espacio del noroeste argentino.
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III.7.1. Desierto "Extinguido el indio por la guerra, la servidumbre y la inadaptabilidad a la vida civilizada, desaparece para la república el peligro regresivo de la mezcla de sangre inferior con la sangre seleccionada y pura de la raza europea" JOAQUÍN V. GONZÁLEZ "Hasta la hora presente se llama 'el desierto del Chaco', como se llamaba el desierto también a aquella otra llanura pelada y de horizontes infinitos que llamaban la pampa, hoy transformada, casi casi, en nueva provincia. ¿A quién es debido este milagro? A aquellos que, como los bravos conquistadores castellanos, sometieron o ahuyentaron al salvaje y llevaron la civilización al desierto." BERNARDO FRÍAS
En el siglo XVIII, el inhóspito Chaco Gualamba se presentaba como una sobrecogedora zona vacía que se extendía desde Bolivia hasta Santa Fe y el Salado, y desde una parte de Jujuy y Salta hasta el Paraná (Assadourián, et. al., 1992). Durante la colonia, la Gobernación del Tucumán basaba su vida económica en las riquezas agropecuarias y en su posición de tránsito entre el Atlántico y el Altiplano. La frontera oriental era una línea discontinua que iba desde Tarija hasta Córdoba, itinerario frecuentemente expuesto a las hostilidades de los indígenas chaqueños. Para salvaguardar este camino surcado de haciendas, surgió la necesidad de lograr una mejor y más segura comunicación entre el Tucumán y Potosí. A la llegada de los primeros expedicionarios, la vasta región del Chaco estaba habitada por numerosas naciones indígenas nómades, cuyas principales fuentes de subsistencia eran la caza, la pesca y la recolección de frutos. Las lluvias estivales los llevaban hacia el interior del territorio, donde establecían sus tolderías, construidas con troncos y paja. Estos grupos aborígenes fueron absorbidos por el tronco étnico de la nación Tupí-guaraní que puebla, hasta la actualidad, la región tropical y subtropical del centro del continente americano58. 58
Las etnias más representativas del Chaco centro occidental salteño pueden clasificarse en dos grandes complejos: el Mataco-Mataguayo y el Chiriguano-Chané (Cfr. Pereyra y Visentini, 1984), cada uno con sus respectivas parcialidades. En tiempos de la dominación española, estos indígenas del Chaco eran clasificados por los españoles en dos grupos: a) los guaycurúes, "indios" indómitos de tierra adentro, protagonistas de malones que perseguían el objetivo de apoderarse de cabalgaduras y ganado. El padre Morillo, en su diario de viaje de 1780, explica el significado del término: "que a todos los de estas naciones llamamos los españoles Guaycurús, no porque haya nación de Guaycurús, sino porque esta voz Guaicurú signi 100
El siglo XVIII marcó el cambio en la política española con respecto al Chaco: de una táctica de guerra defensiva se pasó a una ofensiva, con el propósito de asegurar una vía fronteriza que frenara las movilizaciones chaqueñas hasta los centros poblados del Tucumán. Las grandes "entradas" al Chaco tuvieron como objetivo primordial la ocupación de los límites tucumano-chaqueños para asegurar la explotación agropecuaria y el abastecimiento del mercado potosino (Cfr. Conti, 1989). Estas entradas masivas desplegaron la común estrategia de amedrentar y desarticular las conformaciones tribales. El desplazamiento de los pueblos y los choques entre parcialidades en el interior del Chaco resultaban favorables a la política del grupo dominante. Así, la enemistad creciente entre las diferentes naciones indígenas era fomentada por la composición de ejércitos multiétnicos, constituidos por indígenas de las reducciones, negros y mulatos. En el siglo XIX, las campañas para controlar ese enorme predio habitado por el indígena en Argentina, se inician con la salida de Martín Rodríguez en 1823, continúan con la expedición de Juan Manuel de Rosas en 1833 y, hacia 1879, se vuelven contundentes con la participación de Julio Argentino Roca -"el nuevo héroe del desierto". La decisión política de la Campaña del Desierto había sido instrumentada por el presidente Avellaneda, mediante la Ley ne 947 del 5 de octubre de 1878, que se sustentaba en el pensamiento del General Roca acerca de la conveniencia de trazar una estrategia ofensiva global para desplazar las líneas fronterizas más allá de los márgenes actuales. Sin embargo, la conquista del Chaco se realizó más adelante, mientras Roca era Presidente de la Nación. Durante varios años el Teniente Coronel Napoleón Uriburu desempeñó la jefatura de la guarnición de la frontera norte contra los indios chaqueños. El 7 de febrero 1880, una expedición al mando del mayor Jorge Luis Fontana, logró abrir una picada de 520 km. entre Resistencia y Colonia Rivadavia, sobre el Bermejo Medio. En 1884 el general Benjamín Victorica -Ministro de Guerra y Marina de Roca-, organizó una campaña al Chaco austral para adelantar la frontera interior hasta el río Bermejo, estableciendo una línea de fortines hasta Salta y realizando estudios científicos que permitieran el incremento de actividades agrícolas y comerciales. Esta campaña, que se definió en términos exitosos, permitió la comunicación entre Corrientes, Salta y Jujuy y la navegabilidad de importantes trechos del río Bermejo. Sin embargo, el problema del indio seguía latente y la región del Gran Chaco era un extenso territorio surcado por indígenas que ofrecían la resistencia de los tiempos de la Colonia. La narrativa de Federico Gauffín59 se centra particularmente en esta región cuya fica inhumanidad o fiereza." b) los fronterizos, "indios de a pie", que realizaban algunas transacciones comerciales con los españoles de la frontera Cfr. De Angelis, 1910, IV: 215).
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Nació en Salta, en 1885. Era hijo de Emilio Gauffín, inmigrante sueco cuya familia paterna era de origen francés, y de la salteña Hermenegilda Heredia Tamayo. Pasó sus primeros años en la región del oriente salteño, en plena zona del Chaco, experiencia que se integró a su novela En tierras de Magú Pelá (Buenos Aires, 1932). Vinculado a los círculos literarios de Salta, se dedicó al periodismo y exploró la poesía y la prosa. Su segunda novela, titulada Alma Perdida fue publicada en 1936. Su novela Los dos nidos fue publicada por entregas en la revista El 101
naturaleza agresiva remite a un espacio geocultural en estado de virginidad 60. En este sentido, Gauffín se propone rescatar la presencia y la dimensión histórica del Chaco en la literatura nacional, tal como declara en su novela Los dos nidos: ...y ya que en la Literatura Argentina permanece en blanco la página que corresponde a aquel rincón olvidado y desconocido, es por lo que me atreví a emprender la tarea de describirlo, a mi modo, sencillamente, creyendo que a falta de otros méritos cuento con el de conocer el asunto que me ocupa (1975: 8). Federico Gauffín integró ocasionalmente la expedición de Jesús Lugones, primera entrada de la "civilización" en las comarcas indígenas del Chaco. Su novela En tierras de Magú Pelá es el relato de esa incursión, estructurada como una serie de episodios perfectamente ensamblados en los que retrata a los distintos personajes de la selva chaqueña, en tierras situadas entre los ríos Bermejo y Pilcomayo. Los inmigrantes y los gauchos son caracterizados en su actuación en las milicias de la campaña del desierto. En la novela de Gauffín se destaca la pintura de los indígenas chiriguanos, matacos, tobas y chorotes, habitantes de un mundo marginado que defienden bravamente sus predios ancestrales de la invasión del hombre blanco. Las estampas de los indios tobas del Chaco también se integran a las narraciones de Fausto Burgos61, como Naatuchic, el médico (1932), en la que se develan los secretos milenarios del shamanismo. La bravura doblegada de los indios chaqueños ya había sido tema de El país de la selva (1907), de Ricardo Rojas, relato en el que se denuncian los males que la civilización dejó entre los grupos autóctonos: ...Dispersa ya la raza, continúan siendo nómades. Los más hábiles o mansos, van de estación en campamento y de campamento en estancia, no en son de guerra o jira de pecoreo como en pasados días, sino tristes, misérrimos, pedigüeños, errantes... Bajo su murrio aspecto, ese grupo de bohemios de la selva, no encuadra bien, por cierto, en el preconcepto de grandiosos contornos Suplemento de Buenos Aires, en 1933 y luego íntegramente en 1975. Antes de su muerte dio a conocer una edición de versos inspirados en el anecdotario político de entonces, titulado Al que le caiga el sayo. Falleció en Salta, el 5 de marzo de 1937, víctima de una larga enfermedad (Cfr. Adet, 1981, 106; Figueroa, 1980: 136-137).
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En 1961, Néstor Saavedra -narrador salteño nacido en 1915- publicó su novela El general del Chaco. Esta novela se integra a los textos de otros autores que, como veremos en el resto del capítulo, han enfocado este espacio ocupado por tribus indómitas y reticentes al influjo civilizatorio impuesto desde los centros de poder. Sobre esta zona fronteriza que se conecta con el litoral del país también han escrito Horacio Quiroga, Alfredo Varela (El río oscuro) y Raúl Larra (El Gran Chaco) (Cfr. Garasa, 1993: 165-66).
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Nació en Tucumán, en 1888. Se graduó de maestro en Catamarca y luego realizó estudios en la Facultad de Humanidades de La Plata. Viajó por Jujuy, el antiguo territorio de Los Andes y Salta, donde observó y anotó las tradiciones y costumbres del noroeste argentino. Hombre de extensa cultura, también recorrió Europa, Asia, África y prácticamente toda América. Publicó gran cantidad de artículos y notas peridísticas y más de treinta libros (cuentos, poemas y novelas), entre los que se destacan textos en los que el ámbito geográfico y humano de la zona andina es presencia central: La sonrisa de Puca-Puca (1926), Cuentos de la Puna (1927), El Surumpio (1944, Premio Regional Zona Norte y Andina), El salar (1935), entre otros. Murió en Mendoza, en 1953 (Cfr. Fidalgo, 1975: 83-86). 102
con que el hombre de las ciudades lo concibiera. Eran la transición equívoca del indígena hacia un tipo de civilización tan menguado como su antigua salvajez. Reconcentrados ahora en el corazón del Chaco, las tribus nómades o simples grupos de ellas, volvían a pisar, en la margen occidental del Salado, la vieja tierra de sus depredaciones. Pero (cuanto habían cambiado las épocas! Éstos se acercaron sumisos, tímidos, callados. Y hace dos o tres décadas apenas, pasaban por allí mismo lanzados al viento de la noche sus alaridos de combate, incendiando los pastizales con las hogueras épicas que resplandecían en las chuzas, coceando fragorosamente la tierra con el casco de sus yeguas desenfrenadas... El gesto dominador de la barbarie, el ademán gallardo de los botines, habíanlos trocado por la voz débil del siervo; y por un semivestir de harapos, la desnudez plena y robusta de las edades primitivas62. Esa imagen de indios mendicantes, borrachos y tísicos, producto del impacto producido por la presencia del blanco, se transporta en el tiempo y alimenta la producción de Manuel J. Castilla, en la que la voz del poeta-narrador habla de una raza vencida y denuncia las raíces de la injusticia étnica: El Chaco de sus antiguas correrías era algo de lo que nunca se acordaba. Sólo cuando le daban vino y coca lo recordaba. La media lengua se le había alisado de asperezas y casi ni se notaba que era indio. Una vez contó algo triste, sin inmutarse. Los ojos parecían dolerle cuando pensaba. La historia era sencilla. habían ido hasta la toldería de la costa del Pilcomayo a buscar al indio Juan, el comisario y dos agentes. Lo sacaron a empujones y lo arriaron a pie rumbo a Tonono, lejos, por el camino arenoso. Ellos, los policías, iban a caballo. La gente de la toldería se quedó quieta, pues ya conocía su mano fuerte. Inocencio, en cambio, se puso a seguirlos de lejos, sin que lo vieran. Llevarían andado una legua. El indio Juan, las manos atadas a la espalda y a pie delante de los caballos, mudo. De golpe, desde el monte, vio que el comisario sujetaba el caballo, alzaba el winchester y apuntaba. Los ojos le dolían cuando recordaba eso. Se metió callado en el monte. El indio Juan era arena y bulto y sangre en el camino (Castilla, 1957). También Quipildor, el personaje de La raza sufrida de Carlos B. Quiroga63, habría 62
La cita textual corresponde a la re-edición de 1946, página 52.
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Carlos Buenaventura Quiroga, nació en Catamarca el 14 de junio de 1887. En su ciudad natal cursó estudios primarios y secundarios y luego se trasladó a La Plata para estudiar abogacía. Una vez graduado, regresó a su provincia para actuar en la magistratura local, en la que llegó a ocupar la Presidencia de la Corte de Justicia de Catamarca. Además fue profesor en la Escuela Normal de Maestros y el Colegio Nacional de Catamarca hasta que decidió radicarse en Buenos Aires. Allí publicó en la revista Nosotros y en el diario La prensa. Su ingreso al mundo de la literatura se registra en 1921, con la publicación de Cerro nativo, ciclo prolífico que se clausura en 1967, con la aparición de América Tierra Prometida. Centrada especialmente en la narrativa novelística, la producción de Quiroga también se extendió hacia la poesía, la biografía, el ensayo y el periodismo. Obtuvo, en 1929, el Premio Municipal de Buenos Aires por Imagen Noroéstica y en 1930 fue 103
muerto "en la Cordillera de los Andes, en el Paso de Socompa, a traición, según algunos, de un tiro de winchester en el oído" (1952: 366). El plano dramático en el que se instala la historia del despojo y el sometimiento de la raza vencida y la "raza sufrida" , se traduce en el enfrentamiento de dos vertientes culturales antinómicas. Uno de los polos de esa oposición se personifica en los indios calchaquíes del valle de Tinogasta, en la narrativa de Quiroga, y en los aborígenes quebradeños de "La muerte de Sarapura", de Juan Carlos Dávalos: Ellos moran a un paso de la ciudad, a un paso del ferrocarril, del tranvía eléctrico y de la civilización, pero están en realidad a varios siglos de distancia de ese invasor intruso que diezmó su raza y se posesionó de ese valle de Salta, sembrado ahora de inmensos alfalfares (Dávalos, 1987: 70).
III.7.2. Inmigración "-¿Los extranjeros son los turcos, los gallegos o esos gringos coloraos y bigotudos que venden salchichas en los pueblos? -Todos ésos lo son, como también los de otras naciones que vienen a la Argentina." FEDERICO GAUFFÍN, En tierras de Magú Pelá.
El Acuerdo de San Nicolás de los Arroyos, el 31 de mayo de 1851, resolvió convocar a un congreso en Santa Fe y encomendó a Urquiza el ejercicio provisorio del poder ejecutivo. En esta etapa de construcción nacional comienza a alentarse el proyecto de la inmigración europea como factor de progreso económico y de crecimiento demográfico. Esas ideas fueron centrales en las Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina de Juan Bautista Alberdi, publicadas en 1852. Alentaba esta empresa poblacional y progresista el argumento de que la inmigración era imprescindible para modificar los hábitos del pueblo argentino, estrategia que era planteada, en las Bases de Alberdi, en estos términos: ..."la Europa nos traerá su espíritu nuevo, sus hábitos de industria, sus prácticas de civilización, en las inmigraciones que nos envíe". Ese orden de cambios apuntaba a modificar la idiosincracia global del país, definida por Alberdi como irremediablemente sometida por una instancia de degradación, propia del pueblo americano. Esta conclusión, galardonado con el Premio Nacional de Literatura por Animalitos de Dios (Cfr Bibliografía). La crítica ha consagrado a La raza sufrida, como texto inaugural del género novelesco en la literatura de Catamarca. La novela que aparece en 1929, dentro del decenio más fecundo de la narrativa hispanoamericana, en período de desarrollo de la llamada novela de la tierra, "diseña, dentro del modelo del costumbrismo narrativo, una realidad diferente, en la que confluyen la manifestación de la subjetividad del narrador-protagonista y el evidente simbolismo del mito literario que crea" (Calas de Clark; 1993: 103). Carlos B. Quiroga falleció en marzo de 1971, en Lomas de Zamora, Buenos Aires, donde residía. 104
proveniente de las concepciones sobre la historia dentro del positivismo científicoacadémico de la escuela spenceriana, se enunciaba drásticamente: "Haced pasar el roto, el gaucho, el cholo, unidad elemental de nuestras masas populares, por todas las transformaciones del sistema de instrucción; en cien años no haréis de él un obrero inglés". Esta premisa filosófico-sociológica alentó, en las décadas siguientes, la invitación a los hombres de buena voluntad de todo el mundo que deseaban trabajar en suelo argentino. En la gesta del '80, el plan político diseñado por el roquismo, fue la fase decisiva en el programa de poblar el gran desierto que parecía dormir -y hervir- no tan lejos de "la gran aldea". Pero la llegada de los contingentes inmigratorios se tradujo en una transformación en la que los modelos socio-culturales del inmigrante se enfrentan a los del nativo (indio, gaucho). Así, la versión de Europa que había construido la clase dominante dentro del imaginario ochentista, se fragmenta y, a la vez, autoelabora un cuestionamiento sobre el poder y sus discursos: ¿Qué es Europa? No es ni Grecia, ni la baja Italia, ni el campesinado español. En la mentalidad de los dirigentes oligárquicos Europa es una construcción imaginaria y consecuentemente muy latinoamericana formada por los elementos seleccionados en la fragua de un deseo, de una falta, y (mal) articulados en un discurso tachonado de citas arbitrarias que no se dejan leer como un todo sistemático y coherente. Desde el apasionado Facundo, pasando por la aparente frialdad de las Bases de Alberdi hasta el clasicismo rodoniano, se puede leer un proceso de construcciones discursivas que tienden a sostener la idealidad del modelo a costa de traicionar la "verdad" de las procedencias y conexiones textuales (Geirola, 1995: 75). En esa encrucijada de discursos, el papel demandado al inmigrante es el que juega en las representaciones patrióticas, políticas y programáticas de la clase gobernante. Así, los rostros del desierto y la inmigración se conjugan en las campañas de poblamiento de estas extensas regiones. En la novela En tierras de Magú Pelá de Federico Gauffín se describe esta etapa de la conquista del Chaco salteño, en la que muchos comerciantes árabes, junto a los ganaderos, avanzan con las tropas e intentan adaptarse a la vida en estas tierras: Estos gauchos, en su mayoría santiagueños, recuerdan con sus canciones los aires melancólicos de los árabes. Usted sabrá que los primitivos pobladores de la selva chaqueña fueron los soldados de la conquista, que se cruzaron con mujeres aborígenes. Quizá de ahí les venga, como reminiscencia ancestral, el instinto del canto y el amor a la vida nómade (Gauffín, 1994: 77). La zona del noroeste argentino tuvo características peculiares en cuanto al asentamiento de los no-nativos y en especial de los españoles, italianos y siriolibaneses. Hacia 1853, una vez finalizadas las guerras civiles y en la fase culminatoria del período de organización nacional, esta región continuó conservando sus tradiciones hispánicas, a pesar del impacto provocado por las corrientes inmigratorias. Entre 1868 y 1929 se produjo el período de inmigración más intenso, con el establecimiento de grupos sirios, libaneses, rusos, italianos, bolivianos, chilenos, paraguayos, españoles, 105
franceses, ingleses, otomanos, griegos, marroquíes y austro-húngaros (Cfr. Solá: 1889: 107-108). Muchos de ellos eran agricultores, artesanos, comerciantes y esperaban poder afincarse y prosperar, al tiempo que escapaban de las coyunturas históricas del viejo continente: la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y, posteriormente, la guerra civil española (1936-1939). Para españoles e italianos, llegar a Argentina significó encontrar un ámbito en el que su futuro se perfilaba promisorio y muy diferente del que podían tener en sus propias tierras. Para los sirio-libaneses, la opresión, la guerra y los niveles de esclavitud establecidos durante el dominio turco determinaron la huida hacia una tierra que les ofreciera una posibilidad de recuperar su identidad perdida. Recordemos que durante el período de dominación turca, Siria pierde su esplendor religioso, cultural y económico; entonces los agricultores, comerciantes y productores son obligados a pagar elevados tributos y viven esta situación como un desarraigo identitario que encuentra como único horizonte de esperanza la posibilidad de emigrar y buscar un nuevo lugar de pertenencia. Los primeros inmigrantes árabes llegan a Argentina en 1868, producto de este éxodo forzoso ante la violencia desencadenada en el Líbano64. Algunos de estos procesos inmigratorios son tematizados en la narrativa contemporánea. Augustus de Liliana Bellone, es una novela que construye su argumento en torno al fenómeno de la inmigración producida a principios del siglo XX. En el relato de Bellone65 la familia Campassi abandona su italia natal y en 1907 llega a Argentina en busca de una nueva patria americana, "...misteriosa tierra que surgía ante los ojos asombrados que miraban Buenos Aires, bendita tierra de la esperanza que aguardaba a los barcos que zarpaban con los campesinos que no habían caminado más allá de las fronteras de sus aldeas... (1994: 47). El noroeste del país adquiere contornos precisos en esa proyección de ideales de libertad y felicidad que tejen los Campassi. Instalados en la zona rural de Campo Santo, construyen una identidad social ambientada en la casona señorial, con peones lujuriosos y un universo refinado: Alguien nos dijo que en el norte había grandes posibilidades. Entonces fue cuando nos dimos cuenta de que venirnos a Salta era nuestro destino, el destino que habían comenzado a soñar y que papá conquistó cuando triunfó en política, cuando se convirtió en un hombre importante de la provincia, cuando todos lo conocían y pudo presentarnos en sociedad, ataviadas como reinas y cuando mandó construir la casa con escalinatas de mármol escondida detrás 64 65
Para ampliar estos aspectos puede consultarse Las corrientes inmigratorias en el Noroeste Argentino, de varios autores, editado por CeSICA (Salta, 1996). Liliana Bellone nació en Salta capital en 1954. Se graduó como profesora de Letras en la Universidad Nacional de Salta en 1977. Publicó los siguientes poemarios: Retorno (1979), Convergencia (1986), Elegía en Primavera (1988), El Cazador (1991) y La travesía del cuerpo (1992), Voluntad y otros poemas (1993). Su producción narrativa está contenida en revistas y periódicos del país y en los libros: El Rey de los Pájaros (1992) y Augustus (edición cubana, 1993; edición argentina, 1994). Fue merecedora de diversas distinciones, entre ellas, el Primer Premio de la Dirección de Cultura de Salta, de Poesía en 1977, el Primer Premio de Poesía y Cuento de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Salta en 1975 y el Premio Homenaje a Jorge Luis Borges de la Fundación Givré, ALA y Fondo Nacional de las Artes para escritores latinoamericanos en Buenos Aires, en 1978. Su novela Augustus ha obtenido el PRIMER PREMIO CASA DE LAS AMÉRICAS, La Habana, Cuba, en 1993. Actualmente colabora con trabajos de crítica literaria en diarios y revistas argentinos y extranjeros, ejerce la docencia desde 1977, es tutora de los Cursos de la Red Federal del Ministerio de Educación de la Nación y coordina talleres y cursos organizados por entidades oficiales y privadas. 106
de los rosales de la finca (1994: 47-48). Pero veintitrés años más tarde de su llegada, Giovanni Campassi ofrecerá su nueva percepción de la historia de un país, en el que conservadores y radicales pelean el poder: "Los tiempos felices están terminando en la Argentina que nos abrió los brazos, en sueños he visto falanges que avanzan taciturnas, avanzan sobre Italia, sobre España, sobre Europa"... La confrontación social que constituye el núcleo argumental de la novela Augustus, testimonia los complejos procesos de transculturación operados en Latinoamérica y específicamente en el NOA: Dos mujeres, las hermanas Campassi, como dos fantasmas confundidos en una sola voz, un sólo destino, son predestinadas, presignadas, para llevar a cabo el sincretismo, como otrora lo fuera el piadoso Eneas virginiano. Designio, al fin que se verá trágicamente obstaculizado y retorcido por esta América voluptuosa e intuitiva, simbolizada en la arrogante y lujuriosa figura de los hermanos Iriarte (Carante de Ragone, 1995: 23). El grupo sirio-libanés es representado en la novela de Bellone por las hermanas Jarma y Allía Jorge, "cálidas y amables como casi todas las mujeres árabes" (1994: 113). Ellas representan otra parte de la geografía social de Campo Santo, mientras tejen la contracara cultural de las hermanas Campassi: Seguramente los maridos de Jarma y Allía traerían entre sus pertenencias alhajas para las novias, rubíes, perlas, diamantes para sus brazos y cuellos. Jarma y Allía habían celebrado su doble casamiento, con dobles esposos sirios y a lo largo de la vida caminaron junto a ellos porque desde la cuna estaba establecido el encuentro con aquellos hombres que habían viajado a través del océano para sellar una unión asegurada por el lenguaje de la raza (1994: 135). Aquellos inmigrantes de rostro ajeno que pueblan las fotografías de la época (Cfr. Anexos), llegaron de todos los puntos cardinales, alentados principalmente por un deseo económico, pero también "buscando una luz más clara"66. De esa amalgama de sueños y razas emergen los personajes prototípicos que la literatura habrá de explorar incansablemente: gringos, turcos, tanos, gallegos, judíos, "quijotes de las pampas", hijos de los barcos... Seres que modelarán en el teatro, la poesía y la narración sus caracteres más originales. Personajes que hundieron sus raíces en un medio que los llevó -la mayoría de las veces- hacia la frustración y el fracaso del no regreso. Aquellos inmigrantes inauguraron, en los espacios desérticos y en las ciudades modernas, una identidad diversificada y cuestionada desde el presente: Hay en estas remotas provincias quienes tienen una ascendencia simple y clara 66
Héctor Tizón, La mujer de Strasser (1997: 138). 107
y otros que no. La mía es confusa, contradictoria, conjetural y arbitraria (Tizón, 1997: 137).
IV. REGIÓN, GLOBALIZACIÓN
"Incorporemos a la memoria del aire el alma vegetal del paisaje nativo, la captura del pensar del musgo y el laurel." PABLO ROJAS PAZ ..."el arte tiene una sola región y esa región es el alma humana" CARLOS HUGO APARICIO ..."una región es un modo de recortar el universo entero. En cualquier fragmento de la realidad podemos intuir la totalidad" JUAN JOSÉ SAER
IV.1. LA ARGENTINA Y EL NOROESTE (1900-1930) El desarrollo literario dentro de las tres primeras décadas del siglo XX, se concentra en dos años claves para la historia de la literatura argentina: 1916, el "Centenario de la Independencia", y 1920, en el que se inaugura lo que se ha dado en llamar la "vanguardia literaria", una denominación que representa la reacción estética hacia una retórica desgastada y, a la vez, la configuración de un espacio de resistencia frente a la creciente presencia revolucionaria de esa novedad llamada "pueblo"67. La aparición del radicalismo, operada a fines del siglo XIX, produce una serie de cambios fundamentales que afectan la estructura social casi fosilizada que se había 67
Gustavo Geirola, en su estudio titulado "Confluencias y divergencias entre la poesía de vanguardia en Latinoamérica y la poesía surgida de la guerra civil española", reconceptualiza el término "vanguardias" revisando los gestos de ese "ciego y oscuro salto". En este panorama aborda los discursos de vanguardia desde una dimensión militar, no solo como una lucha contra lo viejo, lo esclerotizado, sino como una expresión de resistencia frente a "lo nuevo": "Las vanguardias son, pues, una formación reactiva (no quiero decir reaccionaria) frente a lo nuevo: el pueblo revolucionado, el mercado capitalista moderno, el industrialismo y la tecnología, y finalmente el fascismo. No es de extrañar entonces que al repertorio de procedimientos de construcción textual que la crítica literaria o la ciencia literaria ha aislado como dando cuenta de lo nuevo, se le pueda oponer una visión de las vanguardias como aquello que intenta exorcizar la novedad para abrir un espacio textual capaz de dar cuenta del horror y permitir, mediante este dispositivo de poder, la emergencia de un ámbito alternativo para dar continuidad al pasado" (Geirola, 1995: 36-37). 108
gestado en los siglos anteriores. Surge "una vigorosa corriente de opinión policlasista con un programa de regeneración cívica, honradez administrativa, libertad de sufragio y respeto a las autonomías provinciales" (Bazán, 1992: 292). Sin embargo, los gobiernos y la clase dirigente mantienen a la opinión pública dividida. En 1916 triunfa la fórmula radical encabezada por Hipólito Yrigoyen y Pelagio B. Luna, el segundo un riojano que había participado en la Revolución del Parque, en 1890. Durante este gobierno se efectuaron veinte intervenciones provinciales, resolviéndose la presencia de veedores en La Rioja, Catamarca, San Juan, Tucumán, Salta, Jujuy y Santiago del Estero (Cfr. Bazán, 1992: 320-331). Cabe recordar que en Salta fue un escritor el que colaboró con el establecimiento de la Unión Cívica Radical. Joaquín Castellanos68, revolucionario del '90 y firmante del documento fundacional de la UCR, era uno de los hombres que más se destacaron en ese período de construcción nacional. Castellanos, representante de ese grupo de escritores que simultáneamente se desempeñaron en la escena política del país y del NOA, publica en 1887 una confesión lírica que titula El Borracho. El texto, impreso por primera vez en Salta recién en 1951, está diseñado en base a los clásicos postulados realistas-naturalistas, hasta entonces patrimonio exclusivo de la novela (Cfr. Arias Saravia, 1984: 283). En 1916 el diario La Tribuna publica el folletín Boinas Blancas, primera novela de tono político de González Arrili69, escritor amigo de Castellanos. En ese momento ya habían comenzado a gestarse las enormes diferencias entre Castellanos e Yrigoyen, pues la reivindicación que el primero hiciera, en su momento, de Leandro N. Alem no le fue perdonada por Yrigoyen. A mediados de 1918, una vez intervenida la provincia de Salta, éste intenta convencer a Castellanos de que desista de su candidatura a 68
Joaquín Castellanos nació en Salta el 21 de abril de 1861. En su adolescencia obtuvo premios literarios y a los diecisiete años publicó La Leyenda Argentina, cuyo éxito literario lo incorporó al campo de las letras. En 1880 se estableció en Buenos Aires para comenzar su carrera en la política. Actuó en el movimiento de 1893, formando parte de la Convención que diera vida institucional a la Unión Cívica Radical. Fue Diputado en la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires durante tres períodos consecutivos. En 1896 se doctoró en Derecho. A pedido del Gobernador de Buenos Aires, Dr. Bernardo de Irigoyen, ocupó, en 1898, la cartera de Gobierno. En 1900 fue designado catedrático de la Universidad Nacional de La Plata. En 1908 regresó a Salta para reorganizar el Partido Radical. Fue Gobernador de esa provincia entre 1919 y 1921. Fundó la Biblioteca "Victorino de la Plaza" y creó la Escuela de Manualidades que hoy lleva su nombre. Fue distinguido e incorporado como Miembro de la Academia Argentina de Letras. Falleció en 1932. Su vasta producción abarca tanto la vertiente literaria como los escritos relacionados con su accionar político: Acción y pensamiento al margen de la Historia, Labor parlamentaria, Más allá de la literatura, Labor dispersa, entre otros (Figueroa, 1980: 63-64). En 1914 aparece el poema dramático en prosa y verso titulado El Limbo, que Castellanos firma con el seudónimo de "Dharma". Otros libros en prosa se publican a partir de 1888, como Ojeadas literarias, Güemes ante la Historia, Marcas a Fuego.
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Bernardo González Arrili, nació en Buenos Aires en 1892. Fundó y dirigió en Salta el diario Norte. Fue Miembro de la Academia Hispanoamericana de Ciencias y Artes y publicó numerosos libros que exploran los géneros del cuento, novela, teatro, cine, historia y biografías, como Roosevelt, América para los yanquis (1913), El pobre afán de vivir (1918), Tierra mojada (1923) La Venus calchaquí, Protasio Lucero (1924), La invasión de los herejes (1926), El futuro de América (1928), y Deliciosa Jujuy (1926), entre otros. En 1940 obtuvo el Premio de la Comisión Nacional de Cultura (Cfr. Fidalgo, 1975: 88-89). 109
gobernador. Pero él triunfa en las elecciones en enero de 1919 y debe sortear todos los obstáculos impuestos por el gobierno nacional hasta que Salta es nuevamente intervenida a fines de setiembre de 1921 (Cfr. Caro Figueroa, 1995: 12). En esta etapa, el desarrollo literario del noroeste argentino adhiere, por un lado al modelo romántico, vehiculizado por la "generación del Centenario", que representó una verdadera apertura del medio cultural provinciano hacia el mundo, y, por otro, al ideario estético del modernismo, como reacción contra la persistencia de ciertas formas de poesía inspiradas en el romanticismo finisecular español (Cfr. Lagmanovich, 1974). En el noroeste argentino, el fenómeno de la llamada "generación del Centenario" es decisivo en la vida intelectual desde principios de siglo y hasta poco después de 1920. En este segmento de las letras norteñas, Carilla y Lagmanovich coinciden en señalar la importante influencia del boliviano Ricardo Jaimes Freyre, figura central del modernismo y amigo personal de Rubén Darío (Carilla, 1962: 167, Lagmanovich, 1974: 19). En lo que respecta al advenimiento de las rupturas estéticas y su desarrollo en Argentina, en Buenos Aires, la vanguardia se describe a través de la legendaria competencia entre Boedo y Florida. La mayoría de los críticos e historiadores coinciden en señalar a estas posiciones opuestas como el gesto inaugural que dio la bienvenida a la nueva estética en la región del Río de la Plata. Puede afirmarse que ningún movimiento literario argentino de este siglo ha suscitado tanto interés y polémica, porque aquella confrontación de estilos no respondió solamente a una experiencia cosmopolita vinculada con los modelos europeos sino que refleja las presiones y demandas de la historia nacional argentina. Este problema se conecta con el rol característico del intelectual argentino, que en el siglo XIX estaba comprometido en el proyecto ideológico de la construcción de la "Nación". Como veremos más adelante, la aparición de revistas y periódicos especializados en temas literarios se incrementa en los primeros treinta años de la vida cultural del país y del NOA. Entre los programas de acción de las vanguardias, la publicación de revistas asume un papel central. Otro elemento que legitima la identidad de los movimientos artísticos es el manifiesto. En este sentido, los manifiestos anteriores al período de la vanguardia ofrecen una idea de cambio a la vez que muestran sumisión a los principios del orden oficial. Ricardo Jaimes Freyre, co-autor junto a Rubén Darío del manifiesto inserto en la Revista de América, muestra un fuerte deseo de poner el arte bajo la "jerarquía de los maestros", manteniendo a las tendencias innovadoras dentro del alcance de los textos oficiales70. No obstante el gran movimiento editorial de la metrópoli, la escritura del noroeste argentino reproduce la situación de las sociedades provincianas que viven culturalmente escindidas y menospreciadas del centro bonaerense. Los terratenientes, los intermediarios y los socios británicos dueños de ferrocarriles y puertos nucleados en Buenos Aires, concluyen el proceso de estrangulamiento de los grupos dirigentes provincianos. Estos últimos, desplazados de la zona donde la renta arrojaba enormes riquezas, se transforman en socios menores del beneficio que anualmente podían 70
Rubén Darío y Ricardo Jaimes Freyre, "Nuestros propósitos", en Revista de América, ne 1, 19 de agosto de 1894: 1. 110
obtener de sus tierras. Los métodos obsoletos de producción y la colocación marginal del NOA en el aparato del Estado generan una élite en decadencia, que conserva la "finca" como símbolo de su origen (Sarlo, 1980-86, I: 34). La decadencia del norte del país se manifiesta en la caída demográfica registrada por el censo de 1914, en el que las provincias norteñas aparecen como expulsoras de población. Salta y Jujuy han perdido gran parte de sus contactos comerciales con Bolivia y tienen dificultades para colocar sus producciones en el mercado nacional. Por otro lado, el ferrocarril no tuvo en el noroeste el mismo alcance que en la Pampa Húmeda y Mendoza, marginando a las ciudades principales y complicando la geografía del noroeste, dependiente de un sistema de comunicaciones basado en la tracción a sangre, fundamentalmente a través de mulas. Sin embargo, la situación económica de Tucumán constituía la excepción. Integrada al nuevo sistema de relaciones creado por el ferrocarril, esta provincia protagoniza la transformación de la fisonomía tucumana con el auge de la industria azucarera (Cfr. Bazán, 1992: 337- 343) (Cfr. Capítulo V). El movimiento cultural de estas provincias en situación límite, entra en competencia con el avance ficticio del progreso, encarnado en la instalación del teléfono o la llegada del telégrafo. Estos síntomas se reflejan en las palabras de Federico Pais acerca de Catamarca: La Catamarca que va desde 1895 hasta alrededor de 1921 era una Catamarca iluminada por la obra, el espíritu y la sombra ilustre de D. Samuel Lafone y Quevedo y Adán Quiroga; animada por la figura excepcional del P. Antonio Larrouy y donde coexistían espíritus selectos como los de Manuel Soria, Félix Avellaneda, Alejandro Ruzo, Guillermo Correa, Julio Herrera, Federico Espeche, Lindor Sotomayor, Vicente García Aguilera, Pedro Ignacio Acuña, Los Molina... Una provincia por donde habían pasado y dejado clara huella sabios y científicos de valía universal, como Eric Boman, Federico Schikendantz, Francisco P. Moreno, Juan B. Ambrosetti y muchos otros... (en Calas de Clark, 1991: 20-21). Estas condiciones sociales, económicas y culturales signan la literatura del momento, tal como lo atestigua Juan Carlos Dávalos71 en Airampo (1925): Salta es hoy más que nunca una ciudad quieta y triste, porque está pobre. 71
Nació en Salta, el 11 de enero de 1887. A los dieciséis años, junto con David Michel Torino, fundó el periódico "Sancho Panza". Más tarde, se desempeñó como profesor de Literatura y otras asignaturas en el Colegio Nacional de Salta, en el que llegó a ser Vice Rector. Fue Director del Archivo General de la Provincia y Director de la Biblioteca Provincial "Dr. Victorino de la Plaza". Falleció en Salta, en 1959. La extensa producción de Juan Carlos Dávalos recorre la narrativa, la poesía y el teatro. Publicó los poemarios: De mi vida y de mi tierra (Salta, 1914), Cantos agrestes (Salta, 1917), Cantos de la montaña (Buenos Aires, 1921), Otoño (Buenos Aires, 1935), Salta, su alma y sus paisajes (Buenos Aires, 1947) y Últimos versos (Salta, 1961). Dio a conocer textos dramáticos, como Don Juan de Viniegra Herze (Salta, 1917), Águila renga, comedia política (Buenos Aires, 1928, junto a Guillermo Bianchi) y La tierra en armas (Buenos Aires, 1935, junto a Ramón Serrano). Su labor más descollante se ha desarrollado en el campo de la narrativa (Cfr. Bibliografía). Su producción édita ha sido descripta por Iris Rossi en un completo estudio bibliográfico publicado en 1966 por el Fondo Nacional de las Artes. En 1997, el Senado de la Nación editó sus Obras Completas. 111
Pobreza del fisco y pobreza del pueblo; pobreza de los trabajadores y de los ricos. En esta tierra de hacendados, la depresión de los valores agropecuarios asume los caracteres de una honda crisis moral. IV.2. Los intérpretes de la historia nacional ..."descubramos cómo obraron las fuerzas internas de la nacionalidad y las fuerzas exteriores de la civilización; inquiramos cómo se reflejan en una literatura el sentido de la tradición, la emoción del paisaje, el ideal de la cultura, el genio del idioma; y solo después de haber completado ese análisis, pasemos a averiguar qué trascendencia alcanzó cada obra representativa más acá de su tiempo o más allá de su país, porque mejoró la lengua nacional, porque conmovió la sensibilidad humana, o porque enriqueció el ideario mediante la creación de nuevos mitos." RICARDO ROJAS, Eurindia. El escritor romántico que fue reconocido desde la legitimidad del poder oficial, pudo colaborar en forma directa con el gobierno del país. Pero en el período moderno la posición de privilegio en la vida política nacional se disuelve. Como consecuencia de esto se genera, en los ámbitos artísticos y en la misma producción estética un discurso alternativo que promete una solidaridad de élites entre los escritores, a la vez que éstos proyectan en el texto escrito su deseo por el poder. En este sentido, ...la vanguardia de los años veinte no marca una necesaria ruptura del curso establecido por los escritores de las tendencias modernistas o del Centenario sino que, por su agitada expresión y sus en general frenéticos devaneos, sus participantes llevan a un extremo casi parodial las búsquedas de autoridad de sus mayores. Ahora el escritor trata de tomar el control sobre la pasada tradición, como queriendo revertir las leyes de la herencia que puedan inhibir sus sueños de poder. De este modo, el escritor rehusa a actuar como un agente de la historia en el estilo de los bardos anteriores y, por el contrario, reclama una posición central en cuanto sujeto más importante de la historia (Masiello, 1986:13). Ya en 1910, durante la década de la celebración del Centenario, habían surgido los intentos por profesionalizar el oficio literario, intentos que se prolongarán durante el período de la estética modernista. Tres fueron los escritores que defendieron el proyecto nacionalista del Centenario, promoviendo el oficio de intelectual en su
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escritura: Ricardo Rojas, Leopoldo Lugones 72 y Manuel Gálvez. En estos autores la imaginación histórica hilvana el pasado y el presente y reordena los acontecimientos para que encajen en las necesidades de un enérgico narrador nacionalista. La historia se convierte en un objeto que puede ser reagrupado y definido como arte. Esto hace posible que el escritor aproveche incidentes de menor relevancia en la vida argentina para estructurarlos como parte de un segundo relato. La manipulación de la historia se convierte en un problema formal obsesivo cuando el escritor explota el carácter popular de las figuras nacionales para ponerlo al servicio de la autoridad intelectual (Cfr. Masiello, 1986: 35). La actuación de Ricardo Rojas73 se canaliza específicamente en el "proyecto de la Academia", en su intento de explicar la cultura nacional para que ésta justifique las tendencias recurrentes que emergen en los tiempos modernos. Propone una historia de la literatura nacional basada en las figuras selectas que la formaron. Así, la literatura argentina se convierte en la afirmación histórica de individuos especiales, cuyas vidas trascienden los límites temporales para unirse a una misión espiritual. En un análisis final, proporciona una lógica cíclica para la continuidad de ideas, vinculadas dentro de un contexto nacional y ordenadas por hombres distinguidos (Cfr. Capítulo I). En el caso de Lugones74, sus indagaciones en el pasado nacional le permiten 72
Ricardo Rojas y Leopoldo Lugones eran de cepa santiagueña. Sus familias pertenecían a linajes de ese origen, y aunque Lugones había nacido en Villa María del Río Seco, la filiación social y cultural de ese pueblo lo adscribe al ámbito del noroeste argentino. Este espacio nada tiene que ver con la Pampa Gringa que estaba formándose en los territorios de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba, este y sur de la provincia (Cfr. Bazán, 1992).
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Ricardo Rojas nació en Tucumán en 1882. Hizo sus estudios primarios y secundarios en Santiago del Estero, donde su padre fue gobernador y senador nacional. Una vez radicado en Buenos Aires para estudiar abogacía, pronto se vinculó con el ambiente cultural de la gran ciudad. Colaboró en las revistas Caras y Caretas e Ideas -ésta última dirigida por Manuel Gálvez- y en el diario La Nación. En 1903 publicó su primer libro de poesía, titulado La victoria del hombre. Se desenvolvió con soltura en diferentes géneros y formas literarias: la descripción costumbrista, el ensayo, la historiografía y la poesía lírica. Fue rector de la Universidad Nacional de Buenos Aires y miembro de número de la Academia Nacional de la Historia. Falleció en Buenos Aires, en 1957.
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Leopoldo Lugones nació el 13 de junio de 1874, en Villa María del Río Seco (Provincia de Córdoba). Dos años después, la familia Lugones resuelve su traslado a la Villa de Ojo de Agua, en Santiago del Estero. Allí Leopoldo inicia su escolaridad. En 1885 llega con su padre a Córdoba, donde iniciará sus estudios en el Colegio de Monserrat, el 22 de marzo de 1887. En 1890, Lugones, con dieciséis años de edad, ya realiza su primeras "declamaciones" públicas y da a conocer sus primeros poemas en reuniones familiares. En junio de 1893 publica en La Libertad su poema "Los Mundos". Al año siguiente realiza un viaje a Salta con el grupo de la Unión Universitaria de Córdoba. En esa oportunidad, aprovechará para reunir los elementos que le servirán para estructurar los capítulos de La Guerra Gaucha, algunos años después. En las páginas del diario La Patria se adiestra en el periodismo y, en 1893, funda con González Luján el periódico Pensamiento Libre, que se convierte en el cauce de su acción crítica de la sociedad. Las preocupaciones idealistas de Leopoldo Lugones tuvieron sus raíces en los años pasados en Santiago del Estero y Córdoba, ciudad esta última que abandona en 1896 para establecerse en Buenos Aires (Cfr. Bischoff, 1988). En la capital del país se convertirá en uno de los más activos propulsores de la actividad intelectual y artística, signada por la función del artista en la sociedad y los destinos de la nación. Su múltiple producción, que se inicia con Las montañas de oro (1897) y concluye con los Romances del Río Seco (1938) abarca los géneros de la poesía, el cuento, el ensayo y el periodismo. El 18 de julio de 113
reconsiderar el presente. Como portavoz nacional y profeta de la cultura argentina, Lugones da solidez a su sentimiento del yo y consolida su base de apoyo. En este contexto de autodefensa, el lenguaje es considerado como una herramienta instrumental en la reelaboración de la historia. El proyecto del Centenario requirió que Lugones, como escritor reconocido, explicara el pasado de la nación. Como respuesta a esta requisitoria nacen las Odas Seculares, en 1910; la Historia de Sarmiento, en 1911 y los discursos en defensa del Martín Fierro pronunciados en el Teatro Odeón en 1913. En estos trabajos, Lugones evoca la visión unificada de los pensadores del siglo XIX, que buscaron la gloria nacional para los hombres de las letras dentro del marco de las acciones heroicas. Sarmiento, en este sentido, se transforma en el sujeto de estudio más importante de Lugones para el Centenario, en tanto proporcionó un modelo de capacidades intelectuales al servicio de la hegemonía nacional (Cfr. Masiello, 1986). Mientras Rojas y Lugones legitimizaron el formal estudio de las letras como un bien necesario para la nación, escritores como Manuel Gálvez recurrieron al reclamo de una compensación que justificara los esfuerzos del escritor. Sus memorias y ensayos publicados durante más de cuarenta años insisten en esta inagotable preocupación. Gálvez explota el fervor del Centenario para defender la condición del escritor, uniendo el interés nacionalista con el deseo del poder. Con el comienzo del siglo y el ascenso de las clases medias, se inicia la profesionalización de la literatura. Se genera un nuevo público, aparecen los críticos y ya se ha instalado una temática con autores preocupados por ella. Estas modificaciones sociales y estéticas se verifican en la circulación de los libros de Gálvez, al tiempo que crece su significación como escritor e intérprete o comentarista ácido de su medio social. Así, el Diario de Gabriel Quiroga, ataca con "coqueta ironía" el materialismo de la ciudad y la audiencia ignorante que desprecia la tradición más erudita (Cfr. Masiello, 1986: 35-49): En Buenos Aires hay civilización pero no cultura. Estos términos indican cosas desemejantes. La cultura poco tiene que ver con los cereales y los frigoríficos y deriva de necesidades espirituales y no materiales. Al sostenimiento y propagación de la incultura contribuyen en Buenos Aires, honorablemente, multitud de elementos. Son los principales: los periódicos, las oficinas, la política, la Facultad de Derecho (1910: 71). A partir de 1930 deja de escribir novelas en forma sistemática y se convierte en el historiador del jefe de las clases medias. Sin embargo, el fracaso del yrigoyenismo en la Argentina, en gran medida, se entreteje con su entrega al mundo ceremonial de la oligarquía, como símbolo del fracaso de Gálvez y de la profesionalización de la literatura que había propuesto (Viñas, 1996: 37). En la década del veinte comienzan a organizarse las instituciones que defienden los derechos de los escritores. Surgen así Los Amigos del Arte (1924), el Salón de Escritores (1925), La Sociedad Argentina de Escritores (1928), -cuyo nacimiento está asociado a la gestión de Leopoldo Lugones, quien fue su primer presidente-, el PEN Club de Argentina (1930) y la Academia Argentina de Letras (1932). La participación de Manuel Gálvez en la fundación del PEN Club y la Academia Argentina de Letras fueron algunos de sus propuestas en pos de la institucionalización social del escritor, 114
como se lee en su texto titulado Entre la novela y la historia, en el que confiesa abiertamente: Propuse la fundación de la Academia, no para fomentar la pedantería, sino para dignificar al escritor, para que, ante el pueblo, su oficio tuviera la más alta categoría. Supuse -lo que desgraciadamente no ocurrió- que los académicos ocuparían un lugar importante en las fiestas oficiales junto a ministros, parlamentarios y directores de las grandes reparticiones del Estado...
IV.3. Modernismo, "regionalismo"... ..."me espera una tarea ardua: intentar esbozaros mi terruño" JOSÉ HERNÁN FIGUEROA ARÁOZ
La primera literatura regional nació, paradójicamente, en Buenos Aires. Este nacimiento, como explica Fontenla, fue, en cierto modo, un síntoma de la crisis del centralismo, de los excesos del cosmopolitismo europeizante del '80 y, más tarde, de los desbordes planteados desde la estética modernista. Pero también respondió a la necesidad de crear los arquetipos y los símbolos del ser nacional, "desfigurados" y diversificados, fundamentalmente, a partir de la eclosión inmigratoria. La urgencia retórica se manifestó en la producción de Joaquín V. González (La tradición nacional, 1888), Martiniano Leguizamón (Recuerdos de la tierra, 1896) y Ricardo Rojas (El país de la selva, 1907), quienes evocaron la existencia bucólica de la comarca natal, exaltando el criollismo y difundiendo los imperativos cívicos del momento (Cfr. Fontenla, 1987: I). Esta conciencia regional determinará el nacimiento de una literatura nacional que se debatirá entre lo regional y lo folklórico, entre lo popular y lo erudito (Cfr. Carilla, 1968). La tarea de promover una cultura propia de la región del noroeste -emprendida por escritores como Juan Carlos Dávalos- genera un campo literario que muestra ciertas constantes y que, en las primeras décadas del siglo XX, comienza a reconocerse bajo la designación de "regionalista". Pero la propuesta y la concepción de Juan Carlos Dávalos no es un caso aislado dentro del mapa latinoamericano de esas décadas. Circulaba por ese tiempo en América Latina una corriente de pensamiento que consideró a la literatura como una de las fuerzas componentes de la propia cultura nacional o regional. En esta etapa, las vinculaciones de Dávalos con los escritores de Buenos Aires son permanentes, a través de su amistad con Ricardo Güiraldes, Manuel Gálvez, José Ingenieros, Leopoldo Lugones, Alejandro Korn, García Velloso y Horacio Quiroga, entre otros. La lectura de los modernistas americanos, de los simbolistas franceses y de 115
los escritores españoles del '98, se intertextualiza en la producción literaria del momento. En cada provincia, la actividad artística comienza a ser reconocida socialmente. En 1919 se funda la "Junta de Investigaciones Históricas, Arqueológicas y Numismáticas de Salta", nombre jocoso de una organización que nucleaba a Juan Carlos Dávalos,
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Nicolás López Isasmendi, Ernesto Aráoz75, Arturo Gambolini, Arturo Peñalva y Abel Ortiz. De las reuniones participaban escritores de Buenos Aires y de otras provincias que se encontraban de paso por Salta. Otros autores fueron claves en este momento
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literario, como Federico Gauffín, Calixto Linares Fowlis, Ciro Torres López 76, David
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Saravia Castro, José Hernán Figueroa Aráoz y, entre las mujeres, María Torres Frías 77,
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Benita Campos, Emma Solá de Solá78 y Sara Solá de Castellanos79. La escritura femenina de los primeros años del siglo está representada por figuras consagradas por
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la sociedad literaria del momento, como Clara Saravia Linares de Arias 80, y otras totalmente desconocidas por los estudios críticos posteriores como la salteña María
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Bertolozzi de Oyuela81. El afianzamiento de núcleos regionales importantes -Córdoba, Santa Fe, Mendoza, Tucumán, Salta, Santiago del Estero-, permitirá un movimiento que buscará contrarrestar el predominio cultural de Buenos Aires sobre el resto del país. La reivindicación de la tarea creativa dentro de la sociedad está unida a la intención de marcar la presencia del interior en la cultura argentina. Estos reclamos se textualizan en la revista Nosotros: En nuestra cultura falta la voz del interior. La necesitamos. Muchos de nuestros defectos colectivos son los de Buenos Aires, que ha crecido demasiado de prisa, un Buenos Aires hirviente de premura y avideces. A los provincianos corresponde dar una nota de reposo noble, de vida más equilibrada, donde los afanes del espíritu sean fines en sí mismos y no caminos por los que se llega de todas partes cuando se sabe dar hábiles y oportunos rodeos (1928, ne 1). De allí que Juan Carlos Dávalos, en sus palabras insertas en el prólogo del libro Alma perdida de Federico Gauffín, aplauda la aparición de una escritura cuya mirada descubre las raíces culturales del norte argentino: ...faltaba en la literatura del país la novela provinciana del norte. La vieja cultura salteña, no obstante su influencia en la historia política y social de la República, no ha sido tratada aún por los escritores ni en la novela histórica, ni en las costumbres, salvo por doña Juana Manuela Gorriti y el Doctor Bernardo Frías que cultivaron cada cual en su época y parcialmente ambos géneros (1936: 5). En aquella línea de rescate de las tradiciones lugareñas también se inscribirá la
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producción de José Hernán Figueroa Aráoz82, quien como sus coetáneos hace de la tierra y del hombre su principal preocupación literaria. En la década del '40 -etapa enmarcada por las migraciones internas y el ascenso del peronismo al poder-, se acentúa la renovación lingüística como eje de la creación literaria. A los nuevos tratamientos formales se une la superación del naturalismo y del realismo tradicional, para dar paso a una observación crítica de la realidad. En los decenios siguientes, superada la fase de pura exaltación telúrica, la narrativa de escritores como Ángel Vargas, Héctor Tizón, Carlos Hugo Aparicio, Libertad Demitrópulos, Clementina Rosa Quenel, comienza a desarrollar una nueva versión del mundo y otra concepción del oficio literario. En ese ritmo de transformaciones, la
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aparición del discurso urbano en novelas como El ratón de Antonio nella Castro83 o Pretérito Perfecto de Hugo Foguet, instalan otros parámetros para mensurar los conflictos de las sociedades provincianas durante las dictaduras militares (Cfr. capítulo V). IV.4.Ni Florida, ni Boedo "Algún día se escribirá la crónica de nuestro movimiento intelectual y literario de 1920 en adelante. Entre otros fenómenos que ahora no percibimos bien, se verá entonces cómo el escritor argentino descubre las virtudes del aprendizaje, cómo funda la nobleza de su oficio a fuerza de imponerse obligaciones, cómo adquiere una nueva conciencia de su función social a medida que canjea el sentido internacionalista por el universalista." L UIS EMILIO SOTO "La Brasa no se propone redimir a nadie, no pretende hacer de un leño una antorcha, no ofrece dulces mentiras para curar a nadie de su amarga verdad." BERNARDO CANAL FEIJÓO
En el noroeste argentino, el período que continúa al modernismo reconoce la impronta
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de dos importantes creadores: el santiagueño Bernardo Canal Feijóo 84, representante de
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la vanguardia poética de 1920; y el catamarqueño Luis L. Franco 85, quien ejerció una autoridad intelectual que se proyecta en el tiempo hacia las promociones de escritores surgidas después de 1940. Bernardo Canal Feijóo fue el principal animador de la agrupación cultural "La Brasa", nacida en setiembre de 1925. La tarea de Canal Feijóo y a los lazos que tenía con Victoria Ocampo fueron los factores que convocaron en Santiago del Estero a lo más importante de la literatura y el arte nacional de su tiempo, junto a destacados visitantes extranjeros, como el conde Keyserling, Roger Caillois, Drieu La Rochelle, Waldo Frank y Rafael Alberti. Además de su amigo Mariano R. Paz y de numerosos apoyos locales como el de Orestes Di Lullo, Emilio Christensen y los arqueólogos Emilio y Duncan Wagner, también frecuentaron el cenáculo otros destacados intelectuales de Santiago del Estero y del resto del país: Pedro Cinquegrani, Ernesto Barbieri, Santiago Dardo Herrera, Ricardo Rojas, Luis Suárez, Enrique Almonacid, Homero Manzi, Ramón Gómez, Oscar Juárez, Carlos Abregú Virreira, el musicólogo Manuel Gómez Carrillo, Blanca Irurzun, Cristóforo Juárez, Hipólito Noriega y Horacio Rava, entre otros (Cfr. Cartier de Hamann, 1977; Rava, 1978; Zurita, 1997). El tono de esta empresa cultural se refleja en el discurso fundacional lanzado por Canal Feijóo en 1925: La Brasa quiere ser lo que hace falta, un centro de pura actividad espiritual. Como aquí las cosas, las grandes iniciativas mueren, tal vez, de un exceso de organización, La Brasa ha tratado de descubrir el modo de no acabar de constituirse. No es una sociedad de beneficencia, no es una empresa comercial de corretajes artísticos. Es una inquietud, un problema de porvenir planteado para muchos. (...) Al revés de otras corporaciones, en ella el quórum es cualitativo, ocurriendo no pocas veces que se hace más de ausencias que de miembros presentes, como la atmósfera de las bibliotecas. Sus sesiones son públicas y carecen de objeto predispuesto, de donde toman su alto nivel de improvisación. A la labor de "La Brasa" se agrega el impulso de otros intelectuales del NOA, dedicados a la cátedra y a la investigación en diversos campos de la cultura -como el historiador Lizondo Borda-. Comienza su actuación un grupo de escritores que, según
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Luis E. Soto, pertenece a la "generación del '25" 86, y constituye una columna cuyos miembros no tuvieron pretensiones de vincularse con aquellas dos direcciones, reconocidas por la polémica del momento como "Florida y Boedo". No se sentían adversarios de "martinfierristas" o "boedistas" y tampoco tenían órganos oficiales de difusión. Sus miembros no se expresaron a través de manifiestos pero aprovecharon las páginas de Sur, Crítica o La Nación y eligieron el periódico La Vida Literaria -publicado entre 1928 y 1932-, para escribir las colaboraciones que permiten
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reconstruir el perfil del grupo87. Varios escritores del noroeste argentino discutieron, junto a los de Buenos Aires, temas relacionados con la identidad nacional, el destino de América, la cultura como aventura del pensamiento, tópicos engarzados en una visión ética y espiritual de la vida. En ese grupo que integra la llamada generación del '25 se incluyen Enrique Espinoza, Bernardo Canal Feijóo, Luis Emilio Soto, Luis Franco, Fermín Estrella Gutiérrez, León Dujovne, Nicolás Olivari, César Tiempo, Eduardo Mallea, José Pedroni, Alberto Gerchunoff y Ernesto Palacio, entre otros (Cfr. Corvalán, et. al, 1984: 32-37). La mayoría de los artículos de los miembros de este grupo critican el "conformismo" de los hombres del pensamiento y de las letras, acrecentando su preocupación por lo nacional y asumiendo el rol de "rabdomantes del espíritu nacional", en el decir de Luis Emilio Soto (1938: 77). Aún cuando algunos de estos escritores estuvieron, al principio de su carrera literaria, enrolados en alguno de los dos frentes de la controvertida pugna entre floridistas y bodeistas, Luis Emilio Soto detecta el cambio de actitudes que se opera en el corazón de ese contexto generacional, pues se trata de autores coetáneos, a los que se agregan las voces provenientes del interior (Arias Saravia, et. al., 1992: 70). Entre los jóvenes intelectuales que proclaman con convencimiento su misión de americanos, de "hombres nuevos" en "un mundo nuevo" se destaca Luis Franco, quien en su América inicial (1931), describe a ese hombre que debe nacer de la vida del espíritu, no de la inercia de la tierra o de la raza. En su producción poética y narrativa se manifiesta un sentimiento de nostalgia hacia el Paraíso Perdido, el centro del mundo en el que es posible superar la condición humana y recobrar los rasgos espirituales: El ámbito o los ámbitos que Luis Franco le asigna al Paraíso no son espacios abstractos que no están en ningún lugar o que podrían estarlo en cualquiera, sino que están sobre la tierra y son perfectamente ubicables en el territorio de América: el campo de su niñez provinciana, la selva subtropical del noroeste argentino, la pampa (...). Esto nos induce a plantearnos un interrogante final: el paraíso, el "Centro" del mundo ¿está en América? )Es América el reino de este mundo?. Este supuesto ¿no ayudaría a América a pensar y pensarse de manera autónoma, no contribuiría a la elaboración de un proyecto de vida independiente? (Hauy de Segura, 1988: 39). Una de las manifestaciones del Paraíso, para Luis Franco, es el espacio de la naturaleza. La comunicación edénica se ha cortado en el momento en que el hombre ha perdido contacto ella: "Nuestra capacidad de comunión con la naturaleza )no estaría en relación con nuestra capacidad de dicha?". Es así como el protagonista del cuento "Reapertura del bosque" -ambientado en la selva subtropical del noroeste argentino-, espantado ante los efectos de la civilización técnica sobre la naturaleza se pregunta: "¿Cómo pueden hoy mismo los seres humanos, ellos, los hijos del edén primordial, vivir de espaldas a él durante su vida entera?" (1968: 18). Esa versión panteísta de Franco concibe al mundo como la única realidad verdadera, manifestando una devoción al "gran Desconocido" encarnado en la naturaleza de la que todos somos parte integrante.
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Los animales en estado salvaje pueblan las páginas de la escritura de Franco, en un intento por recuperar la naturaleza de esta porción de América: el cóndor, la vicuña, el chajá, el guanaco, la perdiz, etc. En textos como Los hijos de Llastay (1926), Biografías animales (1953), y El arca de Noé en el Plata (1973) o El zorro y su vecindario (1976) hasta el más pequeño de los exponentes del reino animal compite con el hombre, personificando los vicios y virtudes humanas. Así, el zorro es presentado como "el anticristo de los gallineros" mientras al peludo "lo llaman el peludo a secas por la convincente razón de tener pelos más ralos que el común de las gentes, como don Juan Manuel de Rosas llamaba salvajes a caballeros de odio menos rojo a la civilización que el suyo"(1953: 61). Así, los protagonistas casi excluyentes de esa cuatrilogía de relatos de Franco son: ...los animales que pueblan el paisaje argentino en las montañas del Noroeste, en la región de la Puna, en las llanuras inmensas de la pampa y en la selva umbrosa del Litoral fluvial. La narración infunde a todos esos seres un mágico comportamiento humano, propio de la visión mítica cuyas formas expresivas preferentes son la personificación y la animización (Bazán, 1990). Los textos de Franco, gestados en el cruce del ensayo y la narración, se estructuran en torno a una sólida argumentación tendiente a persuadir acerca de una evidencia zoológica que reubica al hombre dentro del mundo animal. En ese relato reflexivo participan fragmentos de teorías científicas, se contrasta el pensamiento filosófico de la antigüedad e intervienen otros textos literarios que son evocados por el narrador para apoyar su base argumentativa, como se lee en las líneas iniciales de Biografías animales: Tampoco lo saben todos, ni mucho menos, que en el siglo pasado nació en la Pampa y se pasó treinta años galopando por ella un gaucho de sangre inglesa nombrado Guillermo Hudson, que devino en el mayor revelador que la belleza de los animales en libertad tuvo nunca. (...) )Y quién, hablando de estas cosas, se atreverá a olvidar que pocos biógrafos de hombres pueden ponerse al lado de nuestro Horacio Quiroga desde el día en que se puso a mover buena parte de la selva del Trópico y uno de sus grandes ríos para trazar la biografía de Anaconda, la víbora sansona del mundo? (Franco, 1953: 30).
IV. 5. "LA CARPA" Y LA RENOVACIÓN DEL DISCURSO CULTURAL DE LA REGIÓN "Los autores de estos poemas hemos nacido y residimos en el Norte de la República Argentina pero no tenemos ningún mensaje regionalista que transmitir, como no sea nuestro amor por este retazo de país donde el paisaje alcanza sus más altas galas y en el cual el hombre identifica su sed de libertad con la razón misma de vivir." LA CARPA, 1944. 129
Releído desde la contemporaneidad, el fenómeno de "La Carpa" se presenta como algo más que una agrupación de poetas, filósofos, ensayistas o amigos de la cultura. Implica un intento de elucidación teórica acerca del alcance de la literatura regional y su ámbito de producción. Pero ese criterio regional no estaba dado solamente por el espacio geográfico del que provenían sus integrantes: Jujuy, Salta, La Rioja, Catamarca, Tucumán y Santiago del Estero, sino por la unicidad de criterios que plasmaron en su actitud frente a la literatura y por su toma de conciencia ante las necesidades urgentes de la poesía. Conformaban este grupo que proponía un discurso alternativo al del poder
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los escritores Raúl Galán, Julio Ardiles Gray88, María Elvira Juárez, Sara San Martín, Julio Víctor Posse, Juan H. Figueroa, Alcira del Blanco, Víctor Massuh, Enrique Kreibohm, Fernando Nadra, María Adela Agudo, Raúl Aráoz Anzoátegui, Manuel J. Castilla, José Fernández Molina, Manuel Costa Carrillo, Alberto Santiago, Omar Estrella, quienes editaron durante varios años los Boletines y Cuadernos de "La Carpa". A pesar de las polémicas suscitadas sobre los alcances estéticos de su propuesta, el grupo generó una corriente innovadora, luego de un escalón intermedio protagonizado, en Salta, por escritores como Díaz Villalba, Luzzatto o Barbarán Alvarado. En Tucumán, “La Carpa” propuso un discurso disyuntivo con respecto al de otros nucleamientos literarios gestados en torno a publicaciones como La Novela del Norte, Tucumán o Sustancia. En este sentido, resulta importante releer la discusión entablada entre Tomás Eloy Martínez y Gustavo Bravo Figueroa en 1956 (reproducida por Dessein en 1993). En aquella oportunidad, el primero -en una actitud que él mismo calificará, casi cuarenta años más tarde, como deliberadamente provocativa (Cfr. Eloy Martínez, 1993)-, defiende la certidumbre de los integrantes de la agrupación, acerca de su rol fundacional en la poesía del NOA. Bravo Figueroa, en cambio, reivindica el pasado poético en este espacio -protagonizado fundamentalmente por Ricardo Rojas, Juan Carlos Dávalos y Luis Franco. Uno de los textos que permite apreciar las condiciones de la vida cultural en el NOA es el manifiesto del grupo "La Carpa", incluido en la Muestra colectiva de poemas del año 1944, allí donde se cuestiona la presencia de elementos folklóricos y regionalistas en la producción literaria: Se está aquí en un más cercano contacto con la tierra, con las tradiciones y el pasado, elementos auténticamente poéticos que no son responsables de las secreciones de cierto nativismo mezquino que encubre su prosa con el injerto de giros regionales y de palabras aborígenes. Por ello proclamamos nuestro absoluto divorcio con esa floración de "poetas folkloristas" que ensucian las expresiones del arte y del saber popular utilizándolos de ingredientes supletorios de su impotencia lírica (1986: 10). Las afirmaciones insertas en ese manifiesto despliegan el gesto de rebeldía contra el discurso hegemónico del momento, que tenía a Dávalos como líder indiscutido. Walter Adet se refiere a este episodio que marca un momento primordial en la historia literaria del NOA: Dávalos sigue, no obstante, siendo la gigantesca roca contra la que se estrella el manifiesto de "La Carpa" y su "tenemos conciencia de que en esta parte del país la poesía comienza con nosotros", lanzado en reto de negación al rostro del viejo poeta que recibió la andanada con filosófica pachorra en su sillón. Pero ¿no negaron también los martinfierristas a Lugones, para terminar al cabo de los años reconociendo lo injusto de su encono intelectual? (1981: 19). Sin embargo, "La Carpa" es un núcleo de escritores que postuló y llevó a la práctica una renovación "desentumecedora" de la literatura, cambio que concuerda con las modificaciones operadas en el orden político. Los jóvenes del grupo no idealizaban el 131
pasado y percibían el presente lleno de conflictos como una realidad fragmentada y caótica. El bucolismo es abandonado en pos de la desmitificación de falsos conceptos y la manifestación acerca del vacío de estructuras culturales anteriores. Se instala así un concepto de conciencia política que habrá de llevar su mensaje social a la poesía: Esta desea ser, pues, poesía de la tierra, empeñada en soñar para este mundo un orden sin barrotes, ni hambre, ni sangre derramada. Cuando la angustia de lo exterior está cerrando el camino de la poesía ella se arma de espinas, en legítima defensa. Sin embargo, el nuestro no es arte de combate. Es sí poesía en lucha, en crisis, ya que el término no nos asusta ni escandaliza (1986: 9). El interés de "La Carpa" trascendía los planteos del hombre cotidiano, para encontrar en ese ser los valores más auténticos y elevados, tal como puede leerse en el poema
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“En este octubre” de Raúl Aráoz Anzoátegui 89 dedicado a los obreros que fueron baleados por la policía jujeña durante una huelga del sindicato de la madera, publicado en 1945 (1985: 59-60). IV.6. DISEÑOS REGIONALES "Región. (Del lat. regio,-onis.) f. Porción de territorio determinada por caracteres étnicos o circunstancias especiales de clima, producción, topografía, administración, gobierno, etc. 2. Cada una de las grandes divisiones territoriales de una nación, definida por características geográficas e histórico-sociales, y que puede dividirse a su vez en provincias, departamentos, etc. 3. Espacio que, según la filosofía antigua, ocupaba cada uno de los cuatro elementos. 4. fig. Todo espacio que se imagina ser de mucha capacidad." DICCIONARIO DE LA REAL ACADEMIA . El diseño de las diferentes configuraciones en las que se va insertando la región histórica late en los textos literarios contemporáneos. Esos contextos geo-culturales diseñan una región con límites amplios y que remite a una identidad étnica y cultural configurada ancestralmente como "andino-chaqueña", aquélla en la que se inscribe históricamente el Noroeste argentino. Esta confluencia, presente en todo el espacio andino, se intensifica mucho más en el Noroeste, debido, en parte, a sus características geográficas, las que permitieron una fácil y rápida vinculación entre espacios geoculturales tan diversos. Como resalta Viviana Conti, ésta es una de las principales particularidades que deben ser tenidas en cuenta al abordar la problemática histórica regional: El espacio histórico del Noroeste argentino no puede entenderse sino a través del estrecho contacto entre el mundo andino y el mundo chaqueño. Es aquí, quizás más que en ninguna otra región de los Andes, donde hay que buscar en ese juego dialéctico entre dos mundos tan diferentes, la respuesta que nos permita arribar a la real comprensión del pasado (Conti, 1989). La región que se dibuja en la prosa de Dávalos se circunscribe principalmente a los valles calchaquíes en sus respectivos ámbitos -desde los valles cercanos hasta las alturas y desde el sur salteño hasta el extremo noroeste- y en sus distintos grados de transculturación. Los personajes de este ámbito, que se encarnan en hombres, animales, paisajes, vehiculizan la voluntad de rescate de un extenso material léxico y de las raíces 133
precolombinas, configurando el espacio cultural que sentará las bases del llamado "regionalismo" o "nativismo" literario, que tanto se ha discutido en las generaciones siguientes. Pero esa exploración de los caudales folk y el sitial que Dávalos ha ocupado en la historiografía literaria como "escritor de tierra adentro", se asientan en un esfuerzo de construcción realizado por este creador: "Es indiscutible que Dávalos organizó esa cultura. Por una parte incorporó y dio jerarquía literaria a todos los materiales que proporcionaba una región inexplorada por la literatura. Y se acercó a esos materiales con la mayor amplitud de perspectivas" (Fontenla, 1987: IV). Por ello es importante recuperar el rol hegemónico de Dávalos en la producción del NOA y los contactos de su escritura con la de una constelación de autores del interior del país,
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como Carlos B. Quiroga, Julio Aramburu90, Pablo Rojas Paz, Fausto Burgos o Alberto Córdoba, coetáneos de Dávalos y semiolvidados hoy por la crítica y las editoriales. No obstante la preponderancia del ambiente vallístico, Dávalos también enfoca -sobre todo a partir de Los Gauchos- la región selvática conocida como "La Frontera" (Cfr. García Pinto, 1981). Así, en la producción davaliana se proyecta una imagen de contactos interegionales que se extiende hacia un espacio andino-chaquense, como puede leerse en la refundición de la leyenda del coyuyo y el crespín, escuchada por Dávalos en Miraflores, cerca de las ruinas de Esteco. Esa versión re-escrita y recontada introduce importantes elementos geo-étnicos en la historia que tiene como protagonistas a los dos animales payadores: Cantó primero el Coyuyo, acompañándose con la caja, dulces aires aprendidos en Bolivia, tristes y yaravíes que sugieren por el tono y la letra el cansancio de los largos viajes a través de la cordillera, el dolor de los hijos de Tupac Amaru, enlutados para siempre, la aridez de las vastas altiplanicies azotadas por el viento y la nieve y hostigadas por el sol. Cantó después a pulso el Crespín la baguala salteña, la canción del pastor que vuelve, solitario, bajando el cerro, a la hora en que brilla el fuego del ranchito enano, al pie de la enorme montaña. (...) Cantó vidalas santiagueñas que lloran el abatimiento de la raza quichua, la nostalgia del Cuzco remoto en la distancia y en el tiempo, la derrota de los dioses indios por el Cristo, la tragedia del floreciente imperio desmembrado. Y cantaron ambos luego, alternativamente, vidalitas riojanas llenas de ternura; canciones de arrieros sanjuaninos, nerviosas y fuertes como el aliento del zonda; canciones correntinas que trasuntan, estremecidas de bárbara lujuria, las fiestas rituales de los guaraníes... (Dávalos, 1987: 66-67). Los personajes también pueden constituir una configuración regional en la producción
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narrativa de Pablo Rojas Paz91. En Hombres grises, montañas azules (1930), Hasta aquí nomás (1936) y Raíces al cielo (1945), que forman la trilogía de su novela norteña, se explora el destino del hombre "complicado en el propio suelo" (Cfr. González Carbalho, 1963). La fisonomía de Tucumán y del NOA en las primeras décadas del siglo puede ser aprehendida a partir de los caracteres presentados por Rojas Paz: en un extremo del trazo psicológico se ubican los hombres de piel clara, que siempre están contentos y satisfechos -los venidos de afuera, de la ciudad, "los extranjeros". En ese grupo también se incluyen los "viejos cascarudos" como se los llamaba en Tucumán a los conservadores, que reinaban en el feudo del Ingenio azucarero. En cambio, los habitantes de la "región maldita" (1930) son aquellos seres tristes y oscuros, "con su cara de madera" y "mirar casi metálico", que emergen de la melancolía por fugaces momentos, cuando se emborrachan: La alegría de las razas oprimidas es siempre una expresión desesperada de angustia, una desoladora venganza del espíritu de los humildes: la canción rusa, el baile negro, la borrachera india. Los hebreos se vengaron de los romanos creando la religión cristiana; los negros se vengaron de los blancos creando una música en que se funden un ronquido y un sollozo. Emborracharse para estar lejos de todo, para eludir la vida que se ha tornado inaguantable. (...) Alcohol para no sufrir, para soñar, para alegrarse; baile para inflamarse en el deseo, fuerzas que rodean el mundo para amarle y para conmoverlo. Y después, la alegría del blanco, del mundo rico y limpio, esencia del acre dolor del mundo: canción rusa, jazz negro, voluptuosidad india. Alcohol, mucho alcohol para las razas oprimidas (1963: 33-34). En consonancia con ese ambiente, las mujeres de estos trabajadores son feas, silenciosas, de "ojos colorados" y con "vestidos rotosos", mujeres que se entregan al amor con desgano y resignación. Los niños de los zafreros son panzones, flacos, "comedores de tierra", criados en un espacio de agresividad tal que llevan al protagonista de Hombres grises montañas azules a preguntarse: )Qué iba a hacer allá entre los cañaverales, donde hasta los niños son ásperos y violentos? (1963: 29). La dimensión de la denuncia social que late en esta escritura, "la epopeya del humilde y la defensa del humillado", es contenida en el tipo humano que encierra en sí la fisonomía de toda una región: El tránsito misérrimo del peón azucarero, víctima de una confabulación que lo despoja y tritura, centra los episodios, invade las páginas -que podrían ser salpicadas de nombres propios- salen del libro convirtiéndose en las graves acusaciones que no han obtenido respuesta en ningún tiempo (González Carbalho, 1963: 14).
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La región plasmada en la escritura de Manuel J. Castilla 92 -como un intento de recuperación de la raigambre altoperuana de las provincias norteñas-, excede la circunscripción administrativa de Salta, extendiéndose más allá de la frontera nacional, hacia el altiplano boliviano y las minas de Potosí y Oruro. Como ha expresado Horacio Salas: "...los versos de Castilla trazan una suerte de geografía de una amplia región del norte argentino, que se interna en Bolivia, se apuna en las alturas, se calcina en el Chaco.." (1998). Esa estructuración castillana del espacio se articularía en un sistema poético indigenista de vanguardia, surgido en el sur de Perú hacia fines de la década del '20, y al que Castilla habría tenido acceso durante sus viajes a Bolivia, en donde se radicó posteriormente Gamaliel Churata, fundador del grupo Orkopata. Este sistema no sólo se difunde con independencia de los centros hegemónicos, Lima y Buenos Aires, sino que cruza las fronteras nacionales regidas por esos centros (Cfr. Kaliman, 1993, Badini, 1997). Aquella construcción tiene que ver con una pertenencia cultural que se expresa en el espectro lingüístico de la producción castillana, que emparienta las características idiomáticas de la ciudad de Salta con las de otras regiones, como el Chaco salteño, los Valles Calchaquíes y la región fronteriza con Bolivia, y recibe influencias de culturas aborígenes como la guaranítica (a través de las comunidades tobas, chiriguanas y matacas) o el quechua/ aymara. "En lo acentual, la tonada del esdrújulo tiene su origen -aunque ciertamente discutido- en la desaparecida lengua cacana" (Parfeniuk, 1990: 56). La presencia de un estado con límites muy demarcados es la configuración que se
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dibuja en la escritura de Carlos Hugo Aparicio 93, allí donde el imaginario de los protagonistas remite a un modelo nacional, con centro en Buenos Aires. La oposición Norte/Sur y el rechazo hacia los habitantes de una frontera cercana pero distante, son los valores que juegan en el intento pedagógico de lograr una "integración nacional" deseable. En la novela Trenes del Sur (1988) y en algunos cuentos de Sombra del Fondo (1982), el futuro promisorio de los protagonistas se traduce en una imagen cargada de ironía: el viaje hacia el Sur, como crítica del modelo hegemónico que excluye del país a todo aquello que no esté en su centro. En ese sentido, la existencia de un código regional y otro nacional en núcleos dispersos es la expresión cultural que engarza el conflicto entre dos polos de atracción: el sustrato y las tradiciones que la ligan al tronco andino y las pautas marcadas por la zona rioplatense metropolitana. Las dos variedades lingüísticas y regionales deslindables en la escritura de Aparicio se sustancian en la lengua oral del noroeste argentino y el lunfardo bonaerense. Este último se ha diseminado por el territorio argentino a través de diferentes vías: una de ellas es la música ciudadana -el tango-, presencia constante en la producción narrativa y lírica de Aparicio, sobre todo en su novela Trenes del Sur. La Puna es uno de los ámbitos que adquieren, en la narrativa del NOA, la característica de metáfora englobadora de la situación socio-cultural de las zonas escindidas del centro del país. En términos geo-históricos, la región de la Puna puede definirse como la prolongación del gran altiplano andino que se extiende desde la hoya del lago Titicaca hasta el extremo noroeste de Argentina. Abarca el sur de Bolivia, el norte de Chile y las porciones del macizo altiplánico que tradicionalmente fueron llamadas la Puna de Jujuy y la Puna de Atacama. Está limitada al oeste por la cordillera de los Andes y en su interior hay cordones montañosos orientados de norte a sur. La región está constituida por un conjunto de elevadas mesetas con una altura media de 3.200 metros sobre el nivel del mar. El clima es riguroso y las escasas lluvias alimentan una limitada cuenca hidrográfica. Estas condiciones naturales tan áridas determinaron la distribución de las instalaciones humanas y las características del trabajo indígena
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durante la conquista94. Desde este espacio definido como "el interior del interior" escriben autores como Tizón, relevando los gestos de una legión de campesinos pobres y silenciosos. La penumbra de estas aldeas puneñas contrasta con el mundo brillante cosmopolita que se vive en las principales ciudades del país (Cfr. Fleming, 1996: 300). Esta literatura, con punto de mira en los microambientes rurales de "las crueles provincias" contiene un repertorio de reclamo social hacia la situación de un país ignorado y manipulado desde un centro de poder. La presencia de la Puna como espacio escenográfico está presente en la escritura de
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Fausto Burgos (Kanchis Soruco, 1928), Francisco Zamora95 (El llamaviento, 1974;
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La heredad de los difuntos, 1977), Carlos Barbarán Alvarado96 (Donde el hombre
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muere riendo, 1974) y en varias novelas de Héctor Tizón 97, como Sota de bastos, caballo de espadas (1981), El cantar del profeta y el bandido (1982), La casa y el viento (1984) o El hombre que llegó a un pueblo (1988). En la Puna de Atacama que presenta Zamora, vive una legión de pueblos diezmados por los sucesivos procesos de conquista cultural. Seres fantasmales que deambulan por el desolado desierto, amenazados constantemente por los hombres del Winchester. Seres que se sienten forasteros en las fiestas del pueblo, invadidas por "ponchos puneños wash and wear". Como producto de esa metamorfosis, la Puna se presenta ahora como un pedregoso desierto arisco, en la que ya no quedan cóndores ni ovejas, región "entregada indefensa a los vientos, desnuda, desamparada" (Zamora, 1977: 140). Por eso, Gabriel Arcángel Caiguara, el protagonista de La Heredad de los Difuntos (1977), piensa que su tierra no es más que un enorme cementerio: Todo el caserío estaba muerto. Los que aún quedaban, todas esas gentes desconocidas que veía a veces; esos pocos extraños que turbaban el antiguo silencio andando con premura, no tenían raíces en este mundo quieto y telarañoso. Eran intrusos. Sombras que estaban siempre yéndose. Huyendo de este antigal polvoriento donde no quedaban otras cosas que añosos techos alabeados y el eterno silbido fúnebre colándose por los huecos (1977: 157). La "tierra adentro" de presencias ancestrales de Dávalos, la radiografía de los hombres de la región del azúcar de Rojas Paz, la región de fronteras móviles de Castilla, la Puna desolada de Tizón y Zamora, la congregación y disgregación del Norte y del Sur en la escritura de Aparicio... Todas estas conformaciones político-culturales se integran a la gran metáfora del país remoto y marginal. IV.7. TRAYECTO: HACIA LA GLOBALIZACIÓN "Quizá nos lavemos apresuradamente el cuello de la camisa para simular nuestra pulcritud de pobres, unos pobres que quieren ser mercaderes y no saben serlo. Y así nos paramos en las plazas, sorbiendo el aíre, tanteando en los bolsillos la ración de pan, que nos dieron por hacer los mercaderes y por jugar a la historia de próceres y progresos ilimitados." RODOLFO KUSCH El período de historia política en las tres primeras décadas del siglo XX en el noroeste argentino está signado, como en el orden nacional, por el encuentro de estructuras disímiles y contradictorias. El ascenso del radicalismo al poder en 1916 y el comienzo de una lenta tarea para lograr la adhesión de las provincias que seguían fieles al "régimen" es la principal marca del proceso de nacionalización del movimiento irigoyenista. Aún cuando en el interior del país surgieron nuevos grupos políticos que adscribían al radicalismo, representados por figuras ajenas a las antiguas oligarquías 142
gobernantes, muchos de los miembros de estas nuevas oligarquías adhieren a las ideas reivindicatorias del radicalismo. Esto complicó la vida interna de la Unión Cívica Radical, creando contradicciones ideológicas que desembocaron en enfrentamientos y divisiones profundas (Cfr. Calas de Clark, et. al., 1993: 19). Las consecuencias de la situación política se reflejan en las manifestaciones literarias del momento, creando un espacio de tensión entre los modelos estéticos requeridos desde la metrópoli a las provincias del interior: Si bien las vías del liberalismo, del romanticismo, del positivismo, del realismo, del naturalismo y del modernismo, receptadas por Buenos Aires, fueron impuestas por ésta al interior como ineludibles recetas culturales, puede decirse, que tanto en Catamarca, como en otras provincias históricas, los contenidos de estos "ismos", sirvieron muchas veces para elaborar simbiosis literarias, artísticas o históricas que sustentaron los intereses culturales (Calas de Clark, 1991: 21).
La clase dominante argentina desarrolla, ante el movimiento popular del radicalismo irigoyenista, una política cultural que promueve la valoración del campo y la defensa contra la exigencia de derechos sociales de los grupos inmigrantes. Leopoldo Lugones participa de este movimiento propulsor de cambio, dictando, entre la oligarquía argentina del año 1923, algunas conferencias sobre facismo. Crece la adhesión de la derecha nacionalista de Argentina, demostrada en la solidaridad con la dictadura pronorteamericana de Leguía y paulatinamente se propaga una cultura de la violencia que se agrava con la manipulación de la opinión pública y la desinformación. Ricardo Rojas, que encarna una de las voces del nacionalismo cultural argentino, postula, desde su procedencia noroéstica, una idea de argentinidad basada en la convicción de que el espíritu histórico-territorial de las provincias ha de prevalecer al cosmopolitismo importado de Buenos Aires. La irrupción de ese discurso contrahegemónico del interior del país habrá de comprobarse cuando la Universidad de Córdoba inicia, en 1918, el movimiento de Reforma Universitaria, convirtiéndose en el espacio de oposición a las viejas oligarquías. Pero en esa encrucijada, la fuerza popular es presentada como "ciega, avasalladora y brutal", cuya función es "invadir, despreciar, destruir, escarnecer, abatir". Todas estas ideas nutren un imaginario que habrá de eclosionar en las expresiones estéticas de los martinfierristas, tal como apunta Torres
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Roggero98. Es posible afirmar que esta reforma universitaria, que buscó legitimación en la estética modernista, inaugura una "vanguardia vitalista" cuyo compromiso y accionar la acerca más a la "vida real" y a la preocupación de rectificar a Europa para "transmutar" lo codificado en "salud y belleza". De este modo, los reformistas del '18 -practicantes de la irreverencia a los modelos-, y en su búsqueda de un mundo nuevo situado en América optan, no por las vanguardias europeas, sino por el relato modernista que conciliaba en el Ideal de los opuestos la lucha de un mundo que consideraban caduco: el de la violencia positivista (Torres Roggero, 1993: 418). En Latinoamérica, ese hito político se proyecta a través del tiempo en la gran cantidad de líderes políticos surgidos en las luchas universitarias: Haya de la Torre, Salvador Allende, Fidel Castro, Ernesto "Che" Guevara, Camilo Torres, Ernesto Cardenal, etc. Así, sobresaltada por la aparición del anarquismo, la clase dominante no desea renunciar al poder e intenta reestructurar una ideología que la represente y que, la mayoría de las veces, se ampara en la fuerza de las elites militares. Hacia el segundo decenio del siglo XX, los países de América Latina, son protagonistas de un movimiento que culminará en un nuevo modelo de identidad nacional y latinoamericana. Este nacionalismo cultural y político se debate con la exagerada tendencia europeizante, reivindicando los valores autóctonos. Una serie de sucesos son claves en esta coyuntura: el ascenso de las capas medias hacia el gobierno de varios países, la Revolución Mexicana, con su aspiración de integrar todos los sectores de la vida nacional; la Revolución Rusa incitando a la liberación latinoamericana y la primera guerra mundial con sus matices decadentistas. En el noroeste argentino, los principios de la Reforma Universitaria de 1918 y la oposición al facismo naciente generarán, en la Universidad de Tucumán, un movimiento de oposición a la política peronista que -como ha estudiado Ramón Leoni Pinto- tendrá su primer momento de eclosión en 1948, a través de la actividad de la Sociedad Sarmiento (Cfr. Leoni Pinto, 1995). El registro estético de estos modelos de carácter contestatario se refleja en la producción periodística y en las revistas del momento, como el Boletín Sarmiento (1949-1957) y la revista santiagueña Dimensión, dirigida por Francisco René Santucho entre 1955 y 1961, en la que se leen las formulaciones teóricas del disenso revolucionario y su concreción en los movimientos subversivos (Cfr. Leoni Pinto, 1995: 98). En esta revista también se evidencia la vinculación de la cultura regional al
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tronco andino y se diseña la plataforma del FRIP, base originaria del ERP 99 que liderarán en los '70 Mario Roberto Santucho -hermano del director de Dimensión- y Luis Pujals. Luego de la impronta del modernismo y sus correlatos regionales como afán estructurador de nuevos sistemas culturales independientes de la metrópoli, emerge una etapa de ruptura con los afanes pintoresquistas y la mirada sostenida sobre el terruño. Los años '60 marcan un momento culminante en el sistema literario latinoamericano, en el que simultáneamente emergen una "nueva novela", un "nuevo teatro", una "nueva canción" y un "nuevo cine". La amplitud del fenómeno, que abarca casi todas las prácticas sociales y culturales, se inserta dentro de una tensionalidad discursiva generada entre un proyecto de inspiración marxista, hegemónico en el campo intelectual de esos años, que tiende a constituirse en conciencia histórica y un proyecto de revalorización de las culturas y religiones populares basadas principalmente en el pensamiento mítico (Cfr. Lillo, 1997: 739-740). Esta tensión compone un discurso en el que se construyen alteridades cuyos referentes específicos son las minorías marginales: la orilla de Aparicio y el campesino aislado en el interior del interior (Cfr. capítulo V). La segunda mitad de la centuria plantea la reestructuración de las identidades locales, nacionales y globales, como consecuencia de los grandes cambios políticos y económicos a nivel mundial. Se produce el pasaje de las identidades modernas hacia
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las posmodernas100. Las identidades modernas -territoriales y casi siempre monolingüísticas-, se habían fijado tras la subordinación de las regiones y etnias dentro de un espacio más o menos arbitrariamente definido. Este espacio, llamado "nación", se oponía -desde la forma que le daba su organización estatal- a otras naciones. Aún en zonas multilingüísticas, como en el área andina y en la mesoamericana, las políticas de homogeneización modernizadora escondieron la multiculturalidad bajo el dominio del español, así como la diversidad de formas de producción y consumo dentro de los formatos nacionales. En cambio, las identidades posmodernas son transterritoriales y multilingüísticas. Operan mediante la producción industrial de cultura, ayudadas por la comunicación tecnológica y el consumo diferido y segmentado de los bienes. Estas identidades desdeñan las modalidades orales y escritas que cubrían espacios personalizados y se efectuaban a través de interacciones próximas. Los análisis de la post-modernidad generados desde mediados de los años '80 insisten en señalar la creciente expansión de la globalización como consecuencia "lógica del capitalismo tardío" (Jameson, 1984). El proceso de globalización forma parte de un movimiento de un estilo de "civilización" que emergió con un mundo unificado, inseparable histórica y geográficamente desde los tiempos de la Colonia y que, a pesar de todo, está fragmentado por profundas divisiones económicas, sociales, étnicas y culturales. Las naciones desarrolladas concentran su poder creando polarización, asimetría y una acumulación ilimitada del capital y la tecnología. Este nuevo orden mundial produce una creciente ingobernabilidad de las periferias cuyas masas están siempre oprimidas por el peso del fracaso económico. Unido al proceso de internacionalización del capital, del trabajo y del medio ambiente, se requiere como requisito indispensable realizar una privatización del estado (Cfr. Varese, 1997).
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En Argentina, como en los otros países de América Latina, se expande la filosofía neoliberal que privilegia las leyes del mercado. Las administraciones provinciales y municipales, sometidas a procesos de ajuste de la administración nacional, no pueden generar actividades productivas e industriales. Pensadores como Alain Touraine escriben que el mercado es útil para demoler al "Estado centralizado, clientelista o totalitario", pero "no constituye un principio de construcción ni de gestión de la vida social" (García Canclini, 1996: 127). Esa misma inquietud lleva a un historiador de la región del NOA a plantear irónicamente: "Las leyes del mercado no darán como producto necesario una nación sino que probablemente nos convertirán en una república de mercaderes" (Bazán, 1992: 472). La consecuencia de esta aplicación del 1938, Lugones se suicida en una isla de Tigre.
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Ernesto Aráoz nació en Salta, el 11 de junio de 1891. En 1919 egresó de la Universidad de Buenos Aires con el título de "Doctor en jurisprudencia". En 1913, durante su época estudiantil, fundó el "Ateneo Universitario", junto con José María Monner Sans, Gabriel del Mazo, Carlos M. Sojo, Eustaquio Méndez Delfino, entre otros. Al año siguiente comenzaron a editar la revista "Ideas". De regreso en Salta fue electo Diputado Provincial hasta 1925. En 1932 fue elegido Diputado Nacional por Salta y permaneció en el Congreso de la Nación durante dos períodos consecutivos. Fue Gobernador de la provincia entre 1941 y 1943. Editó los siguientes libros: Páginas de juventud (1914), Salta en la época de la anarquía argentina (1923), El alma legendaria de Salta (1936), Palabras en el Parlamento (1938), Al margen del pasado (1944), El diablito del Cabildo (editado en 1946, 1969 y 1992), Vida y obra del Dr. Patrón Costas (1966). Falleció en Salta el 4 de marzo de 1971, a los ochenta años de edad (Datos obtenidos del archivo del escritor Raúl Aráoz Anzoátegui. Cfr. también Figueroa, 1980).
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Nacido probablemente en 1900, publicó las novela Las maravillosas tierras del Acre (1930), Miñur en Sumalao (1941) Vías de argentinidad (1944) y La cuyanidad, nortinidad. También dio a conocer, en revistas literarias, una serie de cuentos que tituló "Los opas". Permanecen inéditas, entre otras, sus novelas El maleficio, El suica Gallerén, La hospitalidad del gavilán, Don Juan de las Casas Blancas y Los tres picos de amor (Cfr. Adet, 1981: 96). Falleció en Rosario, en 1944. Según Gregorio Caro Figueroa: "Torres López puede ser considerado como un precursor del enfoque regional. No se le conoce militancia política, aunque expresa su admiración por dos hombres que trató: Juan B. Justo y el salteño Joaquín Castellanos. Como Castellanos, tiene una preocupación que expresará a lo largo de su obra, aunque no alcanzará a sistematizar: desentrañar la psicología social del hombre del noroeste argentino." (Caro Figueroa, 1992: 19).
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María Torres Frías (1883-1953) comenzó a publicar en 1898, en el periódico quincenal El búcaro salteño, en el que un elogioso artículo con la firma de Hell Duggan consigna la edición de su novela La Caridad y la existencia de dos novelas inéditas: "María, una mujer del siglo" y "La pastora de la granja". Sus libros de poemas Fosforescencias (1930) y Aurora boreal (1934), fueron recomendados como textos de lectura para las escuelas dependientes del Consejo de Educación de la Provincia de Salta. También publicó los siguientes poemarios: Camino de ensueño (1923), Ritmo sonoro (1941) y Hontanar (1941) (Cfr. Proyecto de Investigación 511, 1997: 32-33).
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Emma Solá de Solá (1894-1984), nació en Salta y se dedicó casi exclusivamente a la labor poética. Publicó El agua que canta (1922), La madre del viento (leyendas y paisajes de las montañas, 1928), El sendero y la estrella (1933), Miel de la tierra. Allpamiski (versos en lenguaje regional fechados en 1945), El alma en la noche (prosa lírica, 1947) y Esa eterna inquietud (poemas, 1964). En 1942 publicó la Antología del Milagro (selección y notas bio-bibliográficas). Permanecen inéditos en libro sus textos para niños Hacia el norte argentino y Chango y Mancha, además de un considerable número de crónicas de viajes y notas sobre temas de actualidad parcialmente dados a conocer en revistas y periódicos (Cfr. Adet, 1991: 76, Proyecto de Investigación 511, 1997: 41).
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Poeta e historiadora que firmaba con el seudónimo "Violeta del Valle", publicó en verso Elogio de la vida provinciana (1923). En 1918 se estrenó en el Teatro Victoria de esta capital su poema
modelo de primer mundo, es el "previsto" incremento de la desocupación, la marginación y el arrinconamiento social dentro del enorme país que se abre a los capitales del mundo. El correlato de estos cambios económico-políticos, operando en la metamorfosis de las identidades institucionales y la pugna por entrar al convite de segunda categoría reservado para las naciones pobres, puede leerse también en el registro simbólico y cultural. El pasaje de lo nacional a lo global provoca modificaciones en los modos de integración regional, los que transitan distintos circuitos socioculturales. Los medios de comunicación se tornan más masivos que nunca. La producción literaria escrita se dramático En los tiempos gloriosos. Permanecen inéditos en libro, entre otros de sus ensayos "La actuación del Virrey Toledo en la Fundación de Salta" y su novela corta de ambiente virreinal titulada "La esposa del Oidor" (Cfr. Adet, 1981: 79).
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Clara Saravia Linares de Arias nació en 1905, en Salta. Inició su carrera literaria en la adolescencia. A los veinte años publicó una novela: Lirios de otoño (1925) y años más tarde un libro de lectura titulado Por los prados del alma (1934) que fue aprobado por el Consejo General de Educación de la Provincia como texto de lectura para las escuelas primarias. En 1926 su poesía "Himno al Perdón" obtuvo el primer premio en los Juegos Florales realizados en Tucumán, en ocasión de celebrarse el 110E aniversario de la Independencia. En 1933 publicó el opúsculo Algunos aspectos de la religión católica y en 1936 se editó su poemario Vía Crucis (reeditado en 1992). Permanecen inéditas dos obras de teatro, dos novelas tituladas La casa rosa y Catorce palabras y varios cuentos. Su novela corta Noble impostura (Premio revista El Hogar) fue publicada en revistas y diarios, así como también los cuentos "la hija de Jefté" y "Las dos aldeas". Ejerció la docencia secundaria en el Colegio "Santa Rosa de Viterbo", donde dictó cátedras de Castellano, Literatura y Francés. También fue profesora en el "Colegio de Jesús", el "Bachillerato Humanista Moderno" y la "Escuela Normal", establecimiento en que permaneció hasta su retiro. En 1977 publicó (Más amor! (poemas). Falleció en Salta, en 1991. Su cuento Un olor a jazmines se editó póstumamente, en 1994 (Cfr. Proyecto de Investigación 515, 1997: 49).
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María Bertolozzi nació en Salta, posiblemente en 1888, durante la segunda epidemia de cólera que azotó la provincia. Entre 1894 y 1900 cursó y completó su educación primaria. Entre 1901 y 1904 hizo sus estudios en la Escuela Normal. Hacia 1904 se habría establecido en Buenos Aires para preparar su ingreso a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. En 1912 se graduó como Doctora en esa Facultad. Al poco tiempo de graduarse, aparece como ponente en el XVI Congreso Internacional de Americanistas, celebrado en Buenos Aires, durante las fiestas del Centenario de Mayo. Su trabajo -de clara orientación historiográfica- se titulaba "Diferencia étnica y social entre provincianos y porteños". Se casó con Calixto Oyuela, el crítico literario y presidente de la Academia Argentina de Letras. Además de su labor investigativa, María Bertolozzi dio a conocer un libro con dieciocho relatos suyos, escritos entre 1903 y 1912, algunos de los cuales habían sido publicados en la revista cultural porteña Renacimiento. El libro, editado por la impresora Casellas en 1924 se titula La flecha del Inca y, si bien responde a los postulados del indigenismo romántico que imperaba en el momento, contiene importantes revelaciones sobre la realidad local (Cfr. Caro Figueroa, 1993: 14-15).
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José Hernán Figueroa Aráoz nació en Salta en 1900 e incursionó en la vida literaria de Buenos Aires entre 1918 y 1931. Es autor de El escuadrón de los escopeteros (cuentos, 1925), Cuentos del norte (1928), Provincia (cuentos, 1938), Tiempo fugado (novela autobiográfica, 1941), Cuentos y relatos salteños (1959). Sus poemas -que fueran publicados en periódicos y revistas del país-, permanecen inéditos en libro. También están inéditos sus ensayos de crítica bibliográfica, un libro de cuentos y una novela. En 1979 la Fundación Michel Torino de Salta editó una antología de su narrativa (Cfr. Adet, 1981: 86).
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Antonio nella Castro nació en Salta, en 1921 y se radicó desde los 26 años en Capital Federal. Ha publicado, en poesía Tiempo de acuarela (1945), La elegía heroica (1950), El potro pintado (1959) y Baguala solamente (1972). En narrativa publicó La mestiza (1957), El ratón (1970, Premio Planeta de Argentina) y Crónica del diluvio (1986). En 1973 la Sociedad Argentina de
instala con mayor fuerza como patrimonio de las clases altas y medias que acceden a la educación sistemática. Y los saberes y experiencias, organizados en relación a los territorios étnicos, regionales y nacionales son leídos como "residuos" de la cultura popular tradicional. Así, las conexiones múltiples entre globalización e industria cultural promueven el desarrollo de formas heterogéneas de pertenencia, cuyas redes se entrelazan con las del consumo "un espacio de luchas, un terreno de memorias diferentes y un encuentro de voces desiguales"101... Escritores lo distinguió con la Faja de Honor por su libro Baguala solamente (Primer Premio Municipal de la Ciudad de Buenos Aires). Permanecen inéditas su novela El útero de ladrillos (novela) y una antología de su obra poética, así como su obra de teatro "Los ojos azules como papá" (Cfr. Adet, 1981: 162-163). Falleció en Salta, el 22 de julio de 1989.
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Bernardo Canal Feijóo nació en Santiago del Estero, el 27 de julio de 1897 y falleció en Buenos Aires en 1982. Es uno de los pensadores más importantes del Noroeste argentino y fue autor de algunas decenas de volúmenes en los que convergen la visión del historiador, el examen político institucional, la interrogación sociológica, la descripción monográfica y la percepción literaria (Cfr. Leoni Pinto, 1998). La figura de Canal Feijóo se perfila primero como poeta, con la publicación de sus libros: Penúltimo poema del football (1924), Dibujos en el suelo (1927) y La rueda de la siesta (1930), todos editados en Santiago del Estero. En los años '30 y '40 Canal Feijóo orientó su producción hacia el teatro (Pasión y muerte de Silverio Leguizamón, 1937, Tungasuka, que obtuvo el Premio Nacional de Teatro) y hacia el ensayo (Proposiciones en torno del problema de una cultura nacional, 1944; De la estructura mediterránea argentina, 1948) (Cfr. Corvalán, 1988, Rivas, 1987). Además de su labor propulsora en la agrupación "La Brasa", tuvo una destacada ocupación como organizador del Primer Congreso de Planificación Integral del Noroeste Argentino (PINOA), en agosto de 1946. Radicado en Buenos Aires, su gravitación intelectual se tradujo en su participación en la revista Sur, y su promoción en los cargos de Decano de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de La Plata, Secretario de Cultura de la Universidad de Buenos Aires y Presidente de la Academia Argentina de Letras (Cfr. Zurita, 1997).
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Luis L. Franco Nació en Belén, Catamarca, el 15 de diciembre de 1898. En esa localidad aprendió sus primeras letras, demostrando desde la infancia un rechazo "fisiológico" hacia las reglas ortográficas y la pedagogía religiosa. Al terminar la escuela primaria, se trasladó con sus padres a Catamarca para realizar sus estudios secundarios. El aprendizaje incipiente de idiomas extranjeros en el Colegio Nacional lo puso en contacto con la producción de Victor Hugo y Gabriel D'Anunnzio. En el diario local El Día publicó una traducción de Verlaine y otra de Shelley con su firma. En 1918, con su poesía incipiente, ganó los Juegos Florales en Tucumán. Luego del servicio militar, realizado en Buenos Aires, en 1919 se establece en la capital para estudiar abogacía en la Facultad de Derecho, pero abandona la carrera cuando ya había publicado sus primeros versos en la revista Nosotros. En 1920 se edita su primer libro de poesía, La Flauta de caña. Continúa vinculándose al ambiente literario a través de Horacio Quiroga y Leopoldo Lugones, frecuentando la amistad de los poetas contemporáneos como Alfonsina Storni. En 1923, y establecido en Belén, publicó El libro del Gay vivir, que fue aplaudido por Lugones y elogiado por Rafael Alberto Arrieta, Enrique Espinoza y Arturo Capdevilla. En 1926 publica Los Hijos de Llastay, inaugurando una línea narrativa dentro de la producción del NOA y del país. Un libro de resonante impacto en 1931 es, sin duda América Inicial. En 1948 publicó el libro Pan y en 1959 obtuvo el Primer Premio Municipal de Poesía, por su libro Constelación. Antología General. En 1961 se publicó su libro de relatos Biografías Animales, en el que se concentran las ideas centrales del pensamiento de Franco. En su extensa obra lírica y en prosa, se comprueba que Luis Franco, se anticipó, como intelectual, a la obra renovadora que desearon hacer -en la Argentina y en los demás países hispanoamericanos-, las promociones posteriores (Cfr. Bazán, 1990).
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Juan Pinto (1958) sostiene que esta columna definida por Soto correspondería a la generación del '22. De acuerdo al esquema propuesto por Arrom (1963) se trata de la "generación de 1924, válida
para toda la América hispánica y que cuenta con exponentes como neruda, Vallejo, Carpentier, Asturias, Borges... (Cfr. Corvalán, et. al., 1984: 32).
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El periódico La Vida Literaria fue fundado y dirigido por Samuel Glusberg ("Enrique Espinoza"). Más tarde, su publicación fue responsabilidad de un directorio integrado por el mismo Espinoza, Martínez Estrada y Arturo Cancela (Cfr. Lafleur, Provenzano y Alonso, 1962: 135). Según el equipo de investigación del Instituto "Luis Emilio Soto", de la Universidad Nacional de Salta: "Llama la atención el carácter ecléctico y universalista del periódico. Allí escriben nacionalistas y socialistas; tradicionalistas y revisionistas; aparecen panegíricos al peruano Mariátegui y al mexicano Alfonso Reyes; se discuten las ideas de Keyserling y de Waldo Frank; tienen cabida Leopoldo Lugones (que para la vanguardia ya era anatema) y Ramón Doll. Lo menos importante parece haber sido para ellos "la vida literaria"; el énfasis está puesto en la discusión de las ideas y el esclarecimiento sobre los libros de la época, con un criterio absolutamente imparcial (Corvalán, et. al., 1984: 33).
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Nació en Monteros, Tucumán, en 1922. En su ciudad natal se graduó como maestro normal y ejerció la docencia en escuelas rurales. También se desempeñó como profesor de literatura en la enseñanza secundaria. Poeta, narrador, ensayista y dramaturgo, integró, en 1944, el grupo "La Carpa". Ha publicado las novelas La grieta (1952), Elegía (1952), Los amigos lejanos (1956), Los médanos ciegos (1958) y Los inocentes (1964), y los libros Cuentos amables, nobles y memorables (1964), Tiempo deseado (poemas, 1944) Cánticos terrenales (poemas, 1951) y Égloga, farsa y misterio (teatro, 1961). Ejerce el periodismo en Buenos Aires.
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Raúl Aráoz Anzoátegui. Nació en 1923 y reside en Limache, Salta. Fue una de las figuras descollantes de la agrupación norteña "La Carpa", en el que se inicia su trayectoria como poeta, narrador y ensayista. Es autor de los poemarios Tierras altas (1945), Rodeados vamos de rocío (1963), Poemas hasta aquí (1967), Pasar la vida (1966, 1974). Su labor como antólogo y ensayista queda reflejada en Los escritores argentinos y el problema de la incomunicación (1961), Muestra de poetas salteños (1962), Antología. Panorama poético salteño (1963) y Tres ensayos de la realidad (1970). Incursionó en el género teatral con una obra aún inédita que tituló "La selva ciega". En 1946 obtuvo con Tierras Altas el Primer Premio Regional de Poesía. Fundó y dirigió un taller editorial que publicó importantes textos de autores de la región. Se desempeñó como miembro del directorio del canal de televisión ATC y fue Director de Cultura de la Municipalidad de Salta durante varios períodos. En 1995, con motivo de la celebración de sus bodas de oro con la literatura, se publicaron sus Dos cuentos casi fantásticos. Actualmente es Asesor de la Comisión Bicameral Examinadora de Obras de Autores Salteños. Gran parte de su obra poética ha sido compilada en un volumen de la editorial Corregidor. Prepara un libro de ensayos y otro con su última producción poética para editar en breve.
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Julio Aramburu nació en Jujuy en 1898. Cursó estudios en la Facultad de Derecho de Buenos Aires y fue autor de numerosos libros que se reparten entre la creación literaria, el ensayo y la investigación historiográfica o lingüística. Entre ellos podemos mencionar La tierra natal (1923), El solar jujeño (1930), Buenos Aires: muestrario urbano (1927), Dramas de Provincia (1929), Recuerdos de la infancia (1930), La juventud de Avellaneda y otros ensayos (1935), Voces de supervivencia indígena (1944), Historia Argentina (1948), Las hazañas de Pedro Urdemales (1949), entre otros (Cfr. Fidalgo, 1975: 95-99).
V. FRAGMENTOS DEL PAÍS INTERIOR
"Yo pertenezco justamente a la cultura altoperuana, no a la cultura del resto del país o pampeana. Mi nacimiento fue en esta zona, mi formación, si alguna vez la tuve, también ocurrió 91
Pablo Rojas Paz nació en Tucumán en 1896. Se radicó en Buenos Aires en su juventud para cursar la carrera de Medicina, pero pronto la abandonó para dedicarse al periodismo y a las letras. En la Capital del país se relacionó con el grupo martinfierrista, en el momento de su conformación. Fue uno de los directores fundadores de Proa (1924), segunda época. Su primera producción literaria se identifica con las ideas de aquella agrupación, como los ensayos Paisajes y meditaciones (1924), La metáfora del mundo (1926) y su primera selección de narraciones breves, titulada Arlequín (1928). Más tarde publica El patio de la noche (1940) y El arpa remendada (1944). Sus novelas: Hasta aquí nomás (1936), Hombres grises, montañas azules (1930) y Raíces al cielo (1945) centran su mirada en el Tucumán nativo. Obtuvo el Premio Municipal de Buenos Aires por su libro Paisajes y meditaciones. Falleció en Buenos Aires en 1956, dejando publicada una considerable producción de ensayos, cuentos y novelas.
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Manuel J. Castilla nació en Cerrillos (Salta), en 1918. Realizó estudios en el Colegio Nacional de su provincia natal y luego se dedicó al periodismo y las letras. Es uno de los escritores fundadores del grupo "La Carpa". Además de sus colaboraciones en diarios y revistas nacionales, publicó los siguientes poemarios: Agua de lluvia (1941), Luna Muerta (1944), La niebla y el árbol (1946), Copajira (1949,1964, 1974), La tierra de uno (1951, 1964), Norte adentro (1954), El cielo lejos (1959), Bajo las lentas nubes (1963), Amantes bajo la lluvia (1963), Posesión entre pájaros (1966), Andenes al ocaso (1967), Tres veranos (1970), El verde vuelve (1970) y Cantos del gozante (1972), Triste de la lluvia (1977), Cuatro Carnavales (1979). También publicó un texto en prosa: De solo estar (dos ediciones en 1957) y el libro Coplas de Salta (1972, con prólogo y recopilación de Castilla). En 1957 obtuvo el Premio Regional de Poesía del Norte (trienio 1954-56, Dirección General de Cultura de la Nación), por su libro Norte adentro. También fue galardonado con el Premio Juan Carlos Dávalos para obras de imaginación en la producción literaria (trienio 1958-60, Gobierno de Salta) por el poemario El cielo lejos, y con el Premio del Fondo Nacional de las Artes (Mendoza, Trienio 1962-64) por su libro Bajo las lentas nubes. En 1967 recibió el Tercer Premio Nacional de Poesía por su obra Posesión entre pájaros. Entre otras de sus más importantes distinciones debemos mencionar el Gran Premio de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores (1973), el Primer Premio Nacional de Poesía del Ministerio de Educación y Cultura de la Nación (trienio 1970-72) y el Primer Premio Nacional de Poesía del Ministerio de Educación y Cultura de la Nación (trienio 1973-75). Falleció en Salta, en 1980 (Cfr. Adet, 1981: 154-155 y Obras Completas editadas por Corregidor).
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Carlos Hugo Aparicio nació en La Quiaca -provincia de Jujuy- el 20 de junio de 1935 y reside en Salta desde 1947. Además de sus colaboraciones en diarios y revistas nacionales e internacionales, ha publicado, en poesía: Pedro Orillas, 1965, El Grillo ciudadano, 1968 y Andamios, 1980; en narrativa los volúmenes de cuento Los Bultos, 1974, Sombra del Fondo, 1982 y Familia Tipo, 1983; varias plaquetas con coplas, cuentos y poemas y, en 1988, su novela Trenes del Sur. En 1986 fue invitado por la Fundación Fullbrigth para participar en un Encuentro Internacional de Escritores en la Universidad de Iowa, Estados Unidos, donde brindó conferencias y se difundieron algunos de sus textos traducidos al inglés. Ha obtenido premios a nivel provincial, regional y nacional, como el Primer Premio Regional de Literatura en 1977 por su libro de cuentos Los Bultos y, en 1992, el segundo Premio Nacional de Literatura por su novela Trenes del Sur. Entre 1988 y 1992 fue director de la Biblioteca Provincial de Salta. En 1997 fue declarado "Ciudadano Ilustre de La Quiaca" y en el mismo año, el Gobierno de la Provincia de Salta, en virtud de su trayectoria en el campo de las letras nacionales le otorgó el "Reconocimiento al Mérito Artístico". Actualmente se desempeña como Asesor de la Comisión Bicameral de Autores Salteños y es Miembro Correspondiente de la Academia Argentina de Letras.
allí; mis maestros, casi todos analfabetos y sabios, fueron gentes de ese lugar. Siempre me he preguntado por qué me nacieron en ese rincón de América, que ahora se ha convertido en una zona marginal de ese país confuso y contradictorio que es la Argentina." HÉCTOR TIZÓN
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Según los datos del censo de 1778, puede comprobarse que el 92 % de la población de la Puna, en el último tercio del siglo XVIII, era indígena (Larrouy, 1927, II: 380). Pero ante la hostilidad del clima de la Puna, los encomenderos preferían establecerse en Salta, Jujuy o en Tarija, y se trasladaban al Despoblado una o dos veces por año para percibir sus rentas. Con frecuencia éstos llevaban a los indios para servir como mitayos en las minas de Potosí y en otras actividades personales, lo que trajo como consecuencia la alarmante disminución de la población indígena. Con relación a las etnias que habitaban esta extensa región, Eric Boman (1992) y Erland Nordenskiöld afirman que los restos de civilización encontrados en Atacama son idénticos a los de la Puna, de manera que tanto los indios omaguacas, como los de Cochinoca, Casabindo y Rinconada estarían integrados al grupo mayor de los "atacamas". Muchos historiadores, siguiendo a los cronistas de la colonia, adscriben a gran parte de los aborígenes jujeños a la nación "diaguita"; otros afirman que esas parcialidades pertenecen a la rama de los "omaguacas"; mientras algunos prefieren no englobar a los habitantes de esta extensa zona en una denominación general, y cuando se refieren a ellos los llaman por sus nombres propios: omaguacas, ocloyas, cochinocas, casabindos, jujuies, osas y paypayas. Lo que ha quedado claro para la investigación arqueológica y etnográfica es la huella de la dominación incaica sobre los grupos étnicos de casabindos y cochinocas (Cfr. Vergara, 1961: 36-39).
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Francisco Zamora nació en Tucumán en 1934. Primeramente se radicó en Jujuy y luego en Salta, desde 1969. Publicó un libro de cuentos titulado El llamaviento (1975) y dos novelas: La heredad de los difuntos (1977) y Bisiesto viene de golpe (1983). En 1977 obtuvo el "Premio de Novela Homero Robles" por su novela la heredad de los difuntos. Actualmente desempeña tareas periodísticas en el diario El Tribuno de Salta.
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Carlos Barbarán Alvarado nació en 1905. Publicó en periódicos y revistas numerosos cuentos, ensayos, poemas y comentarios que aún no han sido llevados al libro. En 1974 se editó su novela Donde el hombre muere riendo. Falleció en 1978 (Cfr. Adet, 1981: 117).
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Héctor Tizón nació en 1929, en Rosario de la Frontera (Salta) y se radicó en Jujuy desde su juventud. Es abogado y se desempeñó como diputado provincial en 1954, Subsecretario de Gobierno y agregado cultural de la embajada argentina en México, donde fundó la publicación de arte Síntesis entre 1958 y 1961. También se desempeñó como cónsul en Milán y vivió en Madrid entre 1976 hasta 1982, para establecerse en su lugar de arraigo y de producción, que es la localidad de Yala, en Jujuy. Publicó cuentos, notas y comentarios bibliográficos en la Revista Tarja. Su primer libro, A un costado de los rieles es la reunión de dieciséis cuentos que abren un ciclo de producción que lo convertirán en uno de los escritores más destacados del país (Cfr. Bibliografía).
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Jorge Torres Roggero, en sus reflexiones sobre la reforma universitaria del '18 a partir de un texto de Saúl Taborda, advierte -siguiendo a Lobodón Garra: ..."los neosensibles de Florida fueron el aspecto literario y tardío de la 'revolución cordobesa' de 1918, origen de una 'nueva generación' con alcance americano. No es casual que en el mismo tomo recopilado por Gabriel del Mazo, de donde Lobodón Garra espiga citas de Deodoro Roca y Julio V. González, encontremos también textos de José Luis Lanuza y Homero Gulielmini, escritores casi ajenos a las contiendas literarias de grupos, que corroboran y amplifican el aserto inicial. (...) el segundo (...) propugna un cambio absoluto de 'régimen mental' y 'una subversión de la vieja perspectiva del mundo impuesto por nuestros mayores'" (Torres Roggero, 1993: 479).
V.1. FACETAS CONVERGENTES Hemos centrado nuestra lectura en la línea trazada por la narrativa pero deteniendo nuestra mirada en aquellos momentos en los que otras formas textuales van marcando hitos fundamentales en la literatura y la vida socio-cultural del NOA. Nutre nuestra perspectiva una consideración de los géneros literarios que excede el marco de las clasificaciones canónicas, en la medida en que atiende a la organización de elementos dominantes y estrategias discursivas que se ponen en juego en cada texto. En este punto también debemos señalar que la mayoría de los escritores que estamos leyendo han cultivado el ejercicio de los diversos tipos textuales y discursos artísticos 102, y casi todos ellos se integran a una extensa nómina de creadores reflexivos y multifacéticos. La prosa ha sido tradicionalmente la forma preferida por los narradores al ajustarse más a las necesidades del relato, pero el verso también comunica la continuidad y el ritmo acompasado al texto. Además de la poesía épica hay poemas contemporáneos que guardan un carácter epopéyico y narrativo. En este sentido, en el primer verso del Martín Fierro se articula la presencia activa de un narrador que se dispone a contar una historia. Desde el punto de vista histórico, y como lo ha notado Parfeniuk, la narración reconoce raíces comunes con la poesía, con el mito y con la filosofía, compartiendo caracteres 99
Entre 1968 y 1969 se consolida en Argentina la actividad de las primeras organizaciones guerrilleras: las Fuerzas Armadas de Liberación (FAL) constituían la rama armada del Partido Comunista Marxista-Leninista. El Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) era el brazo armado del Partido Revolucionario de los Trabajadores, de orientación trotskista. Éste incursionó en áreas rurales y se distinguió por la firmeza en sus posiciones, que continuaron invariables a través de la etapa constitucional iniciada en 1973. Las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP), que comenzaron a actuar en 1968, provenían de la izquierda del peronismo y eran tributarias de las ideas de John William Cooke (Cfr. Luna, 1995, IV: 1908).
100
Como expresa Néstor García Canclini, el término "posmodernidad" es cada vez más incómodo. En su libro Culturas híbridas: estrategias para entrar y salir de la modernidad (1990), el pensador argentino afirma que no entiende esa diferenciación analítica entre identidades modernas y posmodernas como una separación tajante, sino que concibe a la posmodernidad no como una etapa totalmente distinta ni sustitutiva de la modernidad, sino como un desarrollo de tendencias modernas que se reelaboran en los conflictos multiculturales de la globalización.
101
Roberto Alejandro, en Hermeneutics, Citizenship, and the Public Sphere (Nueva York, State University of new York Press, 1993: 6-7). La traducción pertenece a Néstor García Canclini (1996: 32).
102
Luis Emilio Soto, al referirse a la ensambladura de uno de los textos de Bernardo Canal Feijóo, apunta la ambigüedad genérica que late en esa estructura multifacética: "Sin duda por un afán de independencia creadora, Canal clasifica a Pasión y muerte de Silverio Leguizamón como "film", aunque todavía disconforme, temeroso quizás de comprometer los fueros de su fantasía, luego opta por una denominación libre, sin limitaciones de preceptiva canónica: relato parlante. Por debajo de esta opción, insignificante al parecer, Canal nos descubre, a pesar suyo, hasta dónde está trabajando, por la insatisfacción creadora; nos muestra la conciencia que tiene del problema técnico, por así decirlo, y exhibe, una vez más, un saludable prurito de puntualización que nunca es inoportuno."(Soto, 1938: 104).
esenciales, como una idéntica inclinación lingüística hacia el lado épico de la verdad y la inscripción en la memoria de las palabras (Parfeniuk, 1990: 52). Así se replantea la validez de las esquematizaciones rígidas respecto a los géneros literarios que una gran parte de la producción latinoamericana contemporánea ha desafiado repetidamente. Un ejemplo de este fenómeno de borradura entre los géneros convencionales puede encontrarse en la escritura de Manuel J. Castilla, en la que convergen narración, poesía y mito. En el libro De sólo estar, la estructura prosaica y su intensidad lírica condensan la presencia de los mitos del tiempo y del carnaval, pero también convocan una serie de índices narrativos que deliberadamente introducen a un narrador dentro del poema. Construcciones tales como "esto que les cuento", acompañadas de peticiones como "yo quiero que me crean" son algunos de los elementos con los que se construye una narración con algo contenido social (Cfr. Parfeniuk, 1990). Esta línea de conciencia social trazada por Castilla es fundante en la literatura del NOA, pues otros escritores retomarán esa problemática, como Tizón, Moyano, Zamora o Aparicio. En otro sitio de tensividad entre formas genéricas se encuentra la extensa producción narrativa de Dávalos, la que admite diversas tendencias que mixturan dos actitudes enunciativas: por un lado una intención de mostrar su elaboración artística del mundo, y por otro una veta teorizadora que abstrae la realidad y realiza una documentación filosófica de sus observaciones y experiencias. La prosa recorre los itinerarios del relato y el ensayo en un afán de descubrir el mundo por medio de la intuición y la hipótesis, la imaginación y la reflexión. En esta simbiosis de "poetización narrativa" se inscriben diferentes formas de reelaborar las fuentes autobiográficas, los hechos observados, los materiales provenientes de la tradición oral y los datos históricos (Cfr. Chibán, et. al. 1982: 120). Así, las tensiones, los cruces y puntos de intersección del lenguaje se alegorizan en formas de decir elípticas que amenazan las supuestas fronteras de los géneros. Esas formas de cifrar la realidad eclosionan en la novela. Por ello este tipo textual ostenta una estructura escurridiza y difícil de definir fuera de sus circuitos de producción: ¿Se puede hablar de una novela "argentina"? Más bien habría que hablar de la novela "en" la Argentina (...) ¿Los géneros cambian cuando entran en las literaturas nacionales? ¿Los géneros literarios actúan del mismo modo en cualquier contexto? ¿O las literaturas nacionales transforman, adaptan, traducen, en el sentido amplio, el funcionamiento de los géneros? ¿Qué relación hay entre los géneros y las literaturas nacionales? (Piglia, 1989: 99). Los contornos sutiles de esa formación llamada "novela" se declaran independientes de cualquier poder omnímodo y deben renovar su astucia metodológica para lograr seducir al lector. Este planteo sobre los juegos discursivos se integra a la teoría de la novela esbozada por Hugo Foguet, quien en los parlamentos de sus personajes -como Cortázar en Rayuela- libera sus ideas estéticas: La novela es un mundo autónomo que dicta sus propias leyes. Cada novela necesaria es un cosmos y como todo cosmos tuvo principio en un caos y es mejor entrarle rápido y a los manotazos y ponerle orden, pero no el orden
jodido que viene de arriba sino el que impone la imaginación. (...) La novela como aventura. Pero entendendámonos: no se trata de las vicisitudes de un héroe sino de las vicisitudes del lenguaje. La novela como aventura de la palabra. Novela oscura, aburrida, novela no-pasa-nada. (...) La palabra es lo milagroso. En las mitologías patriarcales Dios crea el mundo con la palabra (Foguet, 1983: 131-133) La renovación de los instrumentos expresivos y el ajuste con los códigos imperantes en cada momento histórico constituyen el eje de rupturas en la novela contemporánea. Así lo advierte Luis Gregorich, en su estudio sobre los profundos cambios producidos en la historia y la literatura argentinas, a partir de la primera guerra mundial: Quizás la novela -ese género híbrido y ambiguo que es, sin embargo, la más adecuada representación literaria de la secularizada y móvil sociedad burguesa- sea la que ejemplifique con mayor claridad este momento de transformación. Tras el fin de la gran contienda, los novelistas -por lo menos aquellos que hacen época- repudian definitivamente el realismo psicológico y el naturalismo, y se lanzan a una indagación y a una búsqueda de estructuras literarias que resulten dignas de un mundo, no solo trastornado política y socialmente, sino también ajeno ya a la psicología causal, a la física de tres dimensiones, a la concepción de la temporalidad anterior a Bergson y Einstein... (1980-86, 3: 145). Así crece la novela en el NOA, representándose a si misma como aquella forma escurridiza cuya estructura permanece a la deriva entre las fronteras discursivas y se transforma en gesto de apropiación del lenguaje por parte de distintas clases sociales.
V.2. LA ESCENIFICACIÓN DE LA HISTORIA V.2.1. Güemes en el dédalo de la ficción "Una buena muerte honra toda una vida" Lema del Escudo de Armas de la familia Güemes. "Interrogamos luego al Diablito sobre algunos pormenores de la muerte de Güemes, y él nos dijo: -Yo vi cuando venían por Buena Vista las tropas
del Barbarucho, que lo mataron; por el rumbo que traían había salido de la quebrada de Las Nieves de Lesser. Güemes había pasado esa tarde por la plaza solo, como siempre lo hacía, seguido de su asistente, en dirección a la casa de su hermana Macacha"... El Diablito del Cabildo, ERneSTO ARÁOZ El auge de la novela histórica en Latinoamérica hace proliferar las figuras de héroes y antihéroes de la historia continental. Dentro de esa inscripción narrativa que tiene larga data, los protagonistas toman como referentes a sujetos trascendentales en el acontecer histórico. En esta construcción, la muerte, el amor y el destino salvaje se integran al trayecto sospechoso hacia la inmortalidad: Facundo de Sarmiento, Yo el Supremo de Augusto Roa Bastos, El reino de este mundo de Alejo Carpentier, Juanamanuela mucha mujer de Marta Mercader, El general en su laberinto de Gabriel García Márquez, Santa Evita de Tomás Eloy Martínez103... La figura de Güemes -uno de los mitos del imaginario regional argentino- pulsa la producción del NOA y especialmente de Salta. La pluma de Juana Manuela Gorriti lo retrató como el indiscutible líder salteño de la independencia: ...un guerrero alto, esbelto y de admirable apostura. Una magnífica cabellera negra de largos bucles y una barba rizada y brillante cuadraban su hermoso rostro de perfil griego y de expresión dulce y benigna (...) A su lado, pendiente de largos tiros, una espada fina y corva, semejante a un alfanje, brillaba a los rayos del sol como orgullosa de pertenecer a tan hermoso dueño104.
Pero no todas las descripciones del general han sido tan "benignas": viajeros como King lo describieron como un déspota; el historiador Mitre le atribuyó el papel de "anárquico caudillo menor" y el general Paz lo caricaturizó diciendo que era "gangoso y mal aspectado" (Cfr. Glave, 1996). No obstante esas imágenes antiheroicas, gran parte de los historiadores locales se han abocado a la urgente tarea de rescatar su accionar valiente y contribuir a la mitificación 103
Tomás Eloy Martínez nació en Tucumán en 1934. Periodista, poeta, ensayista y narrador, ha escrito varios guiones cinematográficos y un ensayo sobre Estructuras del cine argentino (1961). Iniciado tempranamente en su labor literaria, publicó las siguientes novelas: Sagrado (1969), La pasión según Trelew, Lugar común la muerte (1979), La novela de Perón (1985), La mano del amo (1991) y Santa Evita (1996). En 1983 obtuvo una beca de Wilson Center y en 1987 una beca Guggenheim. Actualmente dirige el programa de Estudios Latinoamericanos de la Rutdgers University, en new Jersey (EE. UU.,) donde es Profesor Distinguido.
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Güemes. Recuerdos de la infancia, Salta: Imprenta de Salta, 1958. Cabe recordar que el padre de la escritora, José Ignacio Gorriti, fue amigo y socio político de Güemes, mientras que su hermana Juana María estaba casada con el general Manuel de Puch, otro líder regional y hermano, a su vez, de Carmen Puch, la esposa de Güemes (Cfr. Glave, 1996). José Francisco de Gorriti "Pachi", hermano menor de José Ignacio, también se desempeñó al lado de Güemes en las divisiones del ejército independentista (Cfr. Torino, 1992).
de su imagen. La tradición popular en la primera mitad del siglo XX no registra una presencia fuerte de esta figura histórica -basta consultar los cancioneros de Juan Alfonso Carrizo para leer esa no-inscripción de la gesta güemesiana en las coplas y cantares populares. Más tarde, será la producción épico-lírica de César Luzzatto la que ha transfigurado los aspectos negativos que pretendían disminuir el prestigio del caudillo norteño105. En ese mismo espíritu las agrupaciones tradicionalistas de gauchos fundadas en Salta "velan" su memoria y sacralizan los espacios del héroe: su casa, el lugar de su muerte, su monumento. En ese proceso de contrastación de versiones de raigambre histórica y legendaria que se amalgaman en la construcción de la imagen del guerrero, se inscribe la revista Güemes, dirigida por Benita Campos106 entre 1907 y 1921, la que tenía como objetivo primordial la tarea de conservar el espíritu de exaltación de su figura, dentro del proyecto vigente de construir los fundamentos del ser nacional y reforzar los arquetipos en la escala regional. La imagen del héroe gaucho, que también había poblado la andadura épica de Lugones en La guerra gaucha (1905), y la urdimbre teatral del texto La tierra en armas (1935) de Juan Carlos Dávalos (Cfr. Martorell de Laconi, 1993: 293-300) se reinstala en la novela La república cooperativa del Tucumán de Juan Ahuerma Salazar107 (1989). Allí se expresa la tensión legendaria que ha generado múltiples interpretaciones sobre el confuso episodio de su muerte y, fundamentalmente, de sus conquistas
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El conocido poemario Güemes y otros cantares de Julio César Luzzatto fue editado en 1964. En 1984 la producción de Luzzatto -salteño nacido en 1915 y radicado en Buenos Aires- fue editada íntegramente por la Dirección de Cultura de la Provincia. Allí se incluye esa evocación heroica de los episodios de la vida y muerte de Güemes, como los detalles de su ascendencia, los acontecimientos militares en los que el guerrero se destaca, sus amores y la emboscada en la que es herido por la espalda "para llamarlo cobarde".
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Benita
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Juan Ahuerma Salazar nació en Salta, el 28 de agosto de 1949. Se licenció en Psicología en la Universidad Nacional de Córdoba en la década del '70. Su primer libro Territorio libre (poesía, 1974), obtuvo el Primer Premio de la Dirección Provincial de Cultura de Salta. En 1984 publica su novela Alias Cara de Caballo, que fue llevada al teatro por la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Tucumán (bajo la dirección de J. Gutiérrez y Tribulo) con el título de "Quinientos tréboles de oro por Cara de Caballo". En 1986 su poemario El ángel que faltaba obtiene el Premio Fundación Banco del Noroeste. También publicó La República Cooperativa del Tucumán (1989), la que también fue llevada fragmentariamente al teatro en 1992, en la obra dramáticomusical "América de Nuevo" dirigida por Alicia Poderti y Jorge Renoldi. En 1991 publica El Espión (teatro) Premio Regional Municipalidad de la ciudad de Salta, y en 1993 un texto narrativo titulado La metáfora de Munzur al Manzur. Reside en Salta, donde ejerce su profesión de psicólogo y dirige la revista El pájaro cultural.
Campos nació en Salta, en 1882 y se recibió de maestra en 1901. Alternó sus tareas docentes con las del periodismo, escribiendo en periódicos locales sobre temas históricos y destacando las grandes figuras de la emancipación americana. Fundó la revista Güemes, que reflejó la vida salteña de comienzos del siglo XX y en la que colaboraron las más destacadas figuras literarias del momento (Cfr. capítulo IV). También fue socia fundadora y presidenta de la Sociedad Pro-patria de Señoritas (Cfr. Figueroa,1980: 56-57).
amorosas: La Juana Inguanzo era, esa noche, un sol en la ventana abierta. Santiagueña bruja de los salitrales de Santiago del Estero, andaba por Jujuy casada con un joven oficial, entreverada en el tráfago de los ejércitos del Norte.(...) La Inguanzo tampoco podía dormir y se la pasaba toda la noche envuelta en un camisón de tul acodada en la ventana. Nadie podía dormir en San Salvador de Jujuy a causa de que el teniente Martín Güemes se había dejado embrujar por las malas artes de la santiagueña. Esto no podía ocurrir: era la esposa legítima de otro oficial patriota que vaya dios a saber si podría dormir mientras su mujer velaba en la ventana (Ahuerma Salazar, 1989: 37). Así, la presentación de Güemes en los formatos ficcionales e historiográficos adhiere a las imágenes del supermacho o del antihéroe. Estas dos características se inscriben en un mismo circuito semántico, pues es posible que el éxito del guerrero con las mujeres produjera celos bien fundados en patriotas y no patriotas de ambos sexos. La circulación de las versiones relacionadas con sus aventuras amorosas, están ligadas -en el texto historiográfico- a los primeros episodios de Güemes en el marco de la guerra independentista: En esa misma época llegó de Buenos Aires el comandante don Martín Miguel de Güemes, donde había permanecido desde el año 1812, confinado por el general Belgrano, a raíz de su conducta en asuntos amorosos, que este último calificó de indigna, con motivo de sus públicas relaciones con una dama jujeña casada, de apellido Inguanzo o Argañaraz de Inguanzo, esposa del capitán del ejército, don Sebastián de La Mella (...) Esta señora, Argañaraz de Inguanzo, descendiente del fundador de Jujuy, don Francisco de Argañaraz y Murguía, era una prima lejana de Güemes, pues el prócer salteño tenía también por antecesor al conquistador español por la línea de su familia materna (Torino, 1992: 19). La dimensión de la conducta de Güemes es evaluada, en la novela de Ahuerma Salazar, por la voz monologante de Belgrano, quien, en su carácter de abogado y jefe del Ejército del Norte, está llamado a ejercer medidas que devuelvan la sanidad deseada a esta región de la "América irredenta": La Medicina y el Derecho nos dejan huérfanos de antecedentes y son imprevisibles los visajes que pueden tomar los personajes implicados en la historia: un oficial salteño (a quien no quiero nombrar) le ronda, impúnemente, a la esposa de otro camarada (al que tampoco voy a nombrar, pero espero se dé cuenta). El motivo que los ha convocado a la hora de la siesta bajo el orcomolle y que desearía sea guardado en el mayor de los secretos, ha sido el ponerle coto, al fin, a una situación harto deshonrosa. (...)
Por un instante, )se imaginan ustedes un país de casquivanas y cornutos? Los he visto asomar en los libros de Petronio y ahondar en los repliegues de la noche la infausta decadencia de un imperio (Ahuerma Salazar, 1989: 39-40) En la novela Don Martín (1994) de Fernando Figueroa108, texto que se centra específicamente en la figura del héroe gaucho, se funden los universos de las mujeres, las supersticiones y el "rumor"109 social. Los entretelones de la historia conocida permiten el desarrollo narrativo de una de las hipótesis acerca de la muerte del gobernador Martín Miguel de Güemes. Esa interpretación, que contradice la historia oficial sobre el episodio110, sostiene que el jefe gaucho -víctima de una conspiración 108
Fernando Rufino Figueroa Valdez nació en El Galpón, Metán (Salta), el 30 de mayo de 1922. Cursó estudios de Bachillerato, estudios terciarios de Filosofía y dos años de la carrera de Letras en la Universidad Nacional de Salta. En una primera etapa de su quehacer literario se dedicó a la actividad periodística, colaborando con periódicos y revistas de Salta, como La Gaceta Comercial, El Tribuno, El Intransigente; y del resto del país, como La Capital (Rosario) y El Trabajo (Mar del Plata). Es autor de una extensa producción narrativa que conjuga la ficción, la investigación historiográfica y la recopilación. Sus textos han sido presentados en varias ediciones, entre las que mencionaremos: Tierra gaucha (1963, 1965), El tesoro de Curu Curu (1970, 1977), Salta en la imagen (1972), La mujer de piedra (1974, 1977), Historia de Salta (1977, 1987), Diccionario Biográfico de Salteños (1980), Itinerario de la fundación de Salta (1982), Aporte a la toponimia de Salta (1983), Sucedidos (1985), Reflejos (1988), Salteñismos (1991) y su novela Don Martín (1994). Fue distinguido con numerosos premios, como el "NOA Cultural" y el Premio de la Asociación Interamericana de Escritores. También fue galardonado por la Secretaría de Cultura de la Nación con el Segundo Premio para la Selección Regional Narrativa a la producción científica, artística y literaria (trienio 1971/1974) y con el Reconocimiento al Mérito Artístico del Gobierno de Salta (1989). Fue Director de Turismo y Cultura de la Provincia de Salta, Director de Prensa de la Universidad Católica de Salta y Asesor Cultural del Ministerio de Educación. Se desempeñó como Miembro del Instituto de Investigaciones Regionales de la Universidad Católica de Salta, Miembro del Instituto Güemesiano de Salta, del Instituto San Felipe y Santiago de Estudios Históricos de Salta y Miembro de la Junta de Estudios Históricos de la Rioja. En 1994 fue declarado Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Salta. Falleció en Salta, el 12 de noviembre de 1996, dejando una cantidad considerable de material inédito. Su genealogía De Figueroa fue presentada luego de su muerte.
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El rumor es definido como "un relato vocal que atraviesa diferentes grupos sociales y contextos culturales, conviertiéndose en una polifonía de voces o concierto que se va entretejiendo con los diferentes tonos, volúmenes, gestos y maneras de hablar de todos los sujetos involucrados." (Zires Roldán, 1996: 25). Los estudios recientes sobre la dimensión social de algunas prácticas de la oralidad y su relación con la memoria colectiva, realizados desde la perspectiva de la lingüística, la psicología social o de la sociología señalan: "Desde una perspectiva macro el rumor es anónimo, no tiene autor. Si acaso tuvo un sólo origen y es el producto de una mente o proyecto manipulador, no es esto lo que constituye el rumor, sino la dinámica de variación que se genera al ponerse en circulación. Es una voz sin nombre, ni ninguna credencial que la identifique. En ese sentido no tiene centro o más bien es policéntrico. (...) ... desde una visión micro y tomando en cuenta las distintas situaciones comunicativas, se puede constatar que el rumor puede poseer diferentes personajes relevantes, claramente identificados, que sirven para darle un sustento y credibilidad en los diferentes contextos en los que circula (Zires Roldán, 1996: 27-28).
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Según el historiador Atilio Cornejo, los hechos deben ajustarse a una exacta cronología: "Recibió Güemes un aviso anónimo de la aproximación realista, pero no le da crédito. Güemes había establecido su cuartel en el campo de Velarde, a una legua al Sur de Salta. El día sábado 7 de junio de 1821, por la noche, vuelve a su casa (calle del Comercio, casa de Tejada, hoy calle Caseros número 764), y en compañía de su hermana D a. Magdalena Güemes de Tejada, despacha algunos asuntos de trámite. (...) Da. Magdalena le informó que, por un pastor tenía anuncios de que por las cercanías de los Yacones se había divisado 'como un reflejo de armas', recomendándole vigilancia (...) Su caballo ensillado y una escolta de 50 hombres descansaban en la calle (...) montando su escolta se dirige personalmente al lugar de los tiros (...) Pero al doblar
realista- recibe una falsa invitación de su amante María Soledad y en las cercanías de su casa es herido de muerte en la ingle. La noche trágica -ubicada al principio de la novela- abre el fuego para que se hilvanen las intrigas patrióticas y amorosas en torno a la figura del general. Así, los integrantes de Patria Nueva, reunidos en despacho de Zuviría, comentan estos hechos: No sé si sabrán que una noche en que el gaucho pícaro andaba a la deriva husmeando polleras, inesperadamente se le antojó hacer una visita a la amante, la Venus del Alto. Como llamara varias veces con el aldabón y nadie acudiera a abrirle la puerta de calle, el muy pillo subió con el caballo a la vereda, trepó a la montura y, tomándose de los barrotes de hierro del balcón del altillo, y haciendo gala de agilidad, rebasó el obstáculo. Parado frente a la puerta del alto, la Venus le abrió y... bueno, al cabo de un rato, el asistente le gritaba desde afuera "(Tropas realistas a la vista, mi comandante!" Casi enseguida, no más, apareció por la puerta de calle, arreglándose la ropa todavía y, montando, salió huyendo. (Jah, jah, jah! (Figueroa, 1994: 363). Como el dédalo que encierra el misterioso "tesoro de los jesuitas", la novela de Fernando Figueroa se abre a las fantasías, las premoniciones, las leyendas y los pensamientos enmarañados de Güemes ante la conciencia de su propia muerte. La cronología de diez días de apretados sucesos se transforma en una espesura de anécdotas superpuestas que dejan intersticios para que el lector descubra la historia de la novela, hecha de complejas vinculaciones entre ideas, mitos, sueños, enigmas y emboscadas. El narrador corre con un ovillo entre las manos y lo abandona en cualquier parte del laberinto. Así, los monólogos son puertas abiertas para la evocación de una vivencia, para delatar las estrategias que partidarios y adversarios planean en el campo de batalla donde ha resonado el disparo mortal. La dimensión de las redes de espionaje, las complicadas relaciones entre nativos y españoles, entre el clero y la milicia o la presencia del tesoro en las entrañas de la Iglesia Matriz de Salta, pueden convertirse en el motor de las fatalidades. En esta la esquina Balcarce y Belgrano, rumbo al Naciente, buscando quizás la casa de su madre (...) o, con más propiedad, con intención de arribar a su cuartel del Chamical, una nueva descarga lo alcanza, logrando herir a Güemes por la espalda, una bala traidora. Porque fue así, traidora, ya que a Güemes, en buena lid, había que enfrentarlo y herirlo de frente"(Cornejo, 1971: 338-339). Cornejo, abogado de profesión, busca testigos oculares que prueben esta versión de los hechos: "Dos testigos de excepción, don Miguel Otero y el coronel don Jorge Enrique Vidt, han narrado la muerte de Güemes. Sus respectivos relatos, calificados y concordantes, arrojan completa luz con respecto a la forma en que Güemes recibió la herida que ocasionó su deceso. La versión que ellos abonan debe ser, a mi juicio, la versión oficial. Sirva ella para falsificar otras exposiciones del mismo acontecimiento lanzadas a rodar alevosamente por los enemigos de Güemes con el menguado fin de desprestigiar su heroica figura no desmentida con su conducta en ningún momento de su vida." (Cornejo, 1971: 339). Pero además de los testimonios de prueba, el “historiador-juez” Cornejo convoca a otros textos para legitimar la versión de la "buena muerte" y continuar activando, en el imaginario colectivo, la hipótesis de los hechos. En este caso los llamados a atestiguar son , Juana Manuela Gorriti y sus Recuerdos de la infancia, Dávalos con su Tierra en armas y el escudo de la familia Güemes (Cornejo, 1971: 342-345) A esta confrontación se agregan otros documentos de mayor espesor historiográfico, como los papeles de archivos o las crónicas y cartas publicadas en periódicos de la época.
construcción novelística, la figura de Güemes se eclipsa por la actuación de las mujeres que adquieren protagonismo en la historia: María Soledad, Macacha Güemes, Juana Inguanzo, Delfina, la Venus del Alto, Juana Manuela, Carmen Puch, Marcela, Mama Pacha... En ellas se corporiza el eje de los conflictos sociales de ese siglo: las creencias populares acerca de la muerte, las leyes de sometimiento y las convenciones que jaqueaban el amor y la lucha independentista. Mujeres amantes y mujeres guerreras, las que participaron en la contienda provenían de diversos sectores de la sociedad, desde las señoras de las clases principales hasta las negras esclavas 111. Todas actuaban fundamentalmente como espías, tanto en las reuniones sociales, a las que acudían para conocer los secretos y sembrar intrigas; así como también en los umbrales de la ciudad, donde las servidoras acudían para lavar la ropa e intercambiar mensajes a la orilla del río (Cfr. Torino, 1993: 17-18). Ese papel preponderante de las mujeres en la historia enraiza con las profundas identificaciones recreadas por los pueblos andinos a través de los siglos. Mujeres admirables que han ingresado al camino de la trascendencia mitológica en sus roles de madres, amantes y mediadoras con lo ultraterrenal. Mujeres que a veces se enfrentan a los hombres, y también pueden embelesarlos, pero siguen atadas al destino trágico de las condenas culturales (Cfr. Glave, 1995). En esta lectura fugaz de algunos relatos centrados en la figura de Güemes, comprobamos cómo la narración ficcional se revela como desmesura y transgresión de las reglas que legitiman el discurso historiográfico. De este modo, en el texto se instalan varios sujetos: el historiador y el narrador de ficciones. El ojo del historiador convoca un elenco de datos y documentos mientras escruta los lugares geográficos, el trazado de las calles de la Salta colonial, las rutas bélicas, el nudo de las intrigas político-religiosas de una etapa conflictiva y las instancias coyunturales de 1810, 1813,
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Un motivo de preocupación para los realistas que ocupaban las ciudades de Salta y Jujuy fue el hecho de descubrir que las mujeres de sus propias familias no eran incondicionales suyas, sino que, en su mayoría, colaboraban con los cuarteles enemigos: "Pertenecían a la clase principal doña Juana Moro de López y sus cuñadas; doña Celedonia Pacheco de Melo -sobrina del virrey Melo de Portugal y hermana de Andrés Pacheco de Melo, diputado al Congreso de Tucumán-, hermosa mujer que tenía la particularidad de poseer largas orejas; doña Magdalena Güemes de Tejada, la propia hermana del general; doña María Juana Torino de Gómez Zorrilla -esposa del español y cabildante don Mateo Gómez Zorrilla-, que había casado con ella en terceras nupcias y que, por lo tanto, resultaba ser la madrastra de don Juan Marcos Zorrilla, el activo dirigente de la Patria Nueva; doña Petrona Arias; doña Andrea Zenarruza -después esposa del coronel Francisco Pérez de Uriondo - y otra dama llamada "Toribia la Linda", en razón de su belleza. Descollaron también como patriotas famosas doña Martina Silva de Gurruchaga y doña Gertrudis Medeyros de Cornejo. Todas estas señoras atizaban, al decir del mismo Pezuela, la anarquía y la desconfianza entre los oficiales españoles y americanos, que formaban los cuadros del ejército real, envolviéndolo todo: personas, sucesos e invenciones, en una red de una intriga enorme" (Torino, 1993: 17-18). Como dijera Bernardo Frías en su Historia del General Güemes y de la Provincia de Salta, estas mujeres "estaban al cabo hasta de lo que pensaba en su lecho el general" (Cfr. Frías, 1971).
1821... El ojo del novelista, parapetado en los espacios del rumor y la memoria colectiva, puebla esos ámbitos con seres que inauguran en el texto una identidad que excede la biografía prudente de los diccionarios o las historias tradicionales. V.2.2. Voz y documento
"Todo esto que contamos viene a ser el reflejo de una tradición oral y apenas documentada de hechos amontonados bajo un signo. Pero los hechos de la vida son aislados, la historia es siempre incoherente y suele ser más viva y rotunda que los hechos que relata." HÉCTOR TIZÓN, Sota de bastos, caballo de espadas.
La construcción de un texto literario intenta ser gobernada por leyes que son continuamente cuestionadas desde la legitimidad de los diferentes discursos sociales. En ese juego, el discurso historiográfico y el discurso literario se entrecruzan y se cuestionan permanentemente: los "documentos" escritos y los testimonios orales se contrastan con las voces anónimas documentadas popularmente y el texto literario se nutre de las formas y estrategias retóricas del discurso historiográfico. Novela histórica o historia novelada: el narrador no se ve prisionero en el cepo del documento y recorre sus bordes, pero este sabotaje de las fuentes abre paso a la interpretación intuitiva, conjugando la alquimia del archivo con las voces populares que también instruyen sobre el pasado. Así, la hechura nominada "novela histórica" demuestra su audacia al destronar los límites semánticos de cada término: ...la fórmula 'novela histórica', que parece ser muy clara, puede ser vista, desde la perspectiva de la imagen que presenta, como un oxímoron. En efecto, el término 'novela', en una primera aproximación, remite directamente, en la tradición occidental, a un orden de invención; 'historia', en la misma tradición parece situarse en el orden de los hechos; la imagen, en consecuencia, se construye con dos elementos semánticos opuestos. (...) En ese sentido, la novela histórica, no ya la fórmula, podría definirse muy en general y aproximativamente como un acuerdo -quizás siempre violado- entre 'verdad', que estaría del lado de la historia, y 'mentira', que estaría del lado de la ficción (Jitrik, 1995: 9-11).
La complicidad y divergencia de los discursos de la memoria y la escritura han ido impregnando distintos momentos de la literatura del NOA. En ese proceso se inserta El diablito del Cabildo, publicado por primera vez en 1946. Esas tradiciones -inscriptas en la brecha que abrieran Ricardo Palma a nivel continental o Bernardo Frías en el plano local- son reunidas por Ernesto Aráoz con el subtítulo de "Reportaje sobre temas históricos y sociales hechos por el ciudadano Don Espiridio Tintilay al Diablito en la torre del Cabildo de Salta". Los personajes de este libro fueron definidos por Juan Alfonso Carrizo en estos términos: "Tintilay es un buceador sagaz, y el Diablo, un cronista sabio" (en Aráoz, 1992). La crónica lugareña, que se nutre de los relatos historiográficos y literarios, integra entre sus "fuentes de información o de inspiración", a Concolorcorvo, Mariano Zorreguieta, Manuel Bilbao, Juana Manuela Gorriti, Antonio Zinny, Bernardo Frías, Joaquín Carrillo, Julián Toscano, Juan B. Terán, Carlos Ibarguren, Miguel Solá o Atilio Cornejo. La gesta de los caudillos -recuperada recientemente por la historiografía argentinatambién se integra a la vertiente narrativa del NOA. La figura mítica de Facundo Quiroga, terrenalizada por Sarmiento y espiritualizada por Borges en 1925 cuando escribió su poema "El General Quiroga va en coche al muere" (1994: 61) se instala en los relatos gestados en aquellos ámbitos que el caudillo riojano había recorrido incansablemente. En su novela Un lancero de Facundo (1941), el narrador riojano César Carrizo cuenta la historia del Chico Peralta -un capitán de la escolta de Facundo Quiroga- quien, desde la cuna había sido testigo de los toques "a degüello" y "a la carga" de los milicianos y caballerías gauchas que subían desde Buenos Aires. Luego, cuando la Revolución se extendió sobre el Virreinato, vio a los hombres de la comarca alistándose en los contingentes de Belgrano y San Martín. Llegado el tiempo de los caudillos y el impulso de la intuición federalista "que ya venía desde la Colonia", el destino de Peralta comienza a escribirse ligado al del Tigre de los Llanos. La imagen de Quiroga que presenta el Chico Peralta pretende desarticular el discurso inscripto en el imaginario colectivo y, para ello, el narrador marca las contradicciones operadas en la caracterización realizada por Sarmiento: Después de llamarlo "el gaucho malo, enemigo de la justicia, del orden civil, del hombre educado, del sabio, del frac, de la ciudad", )qué nos dice el grande escritor? He aquí sus palabras: "Sin embargo de todo esto, Facundo no es malo, no es sanguinario..." "Quiroga tenía las altas dotes que permiten a un hombre corresponder siempre a su nueva posición por encumbrada que sea"... (Carrizo, 1941: 24).
La importancia del documento escrito en Un lancero de Facundo está representada por los "papeles del cartulario de familia" y la carta dirigida a Facundo por el Gobernador de San Luis, Don Vicente Dupuy, inserta en el cuarto capítulo de la novela. Esa carta cumple la función de "documento que por sí solo va a destruir la leyenda que pinta a Quiroga deambulando como gaucho pendenciero y trashumante, y que al fin purga en la cárcel un delito imaginario" (Carrizo, 1941: 56). Desde esa conciencia histórica que registra y reivindica, los apuntes del Chico Peralta se concentran en el momento en el que decide unirse a las filas de Quiroga: Tiempos bárbaros aquellos. Los fusilamientos y degüellos eran el complemento de las batallas. Se mataba por venganza, por táctica, por doctrina. Fusilaba Quiroga, Lavalle, Paz, Lamadrid, Bustos, Ibarra, Estanislao López, Benavídez, el general Pacheco. Y hacía degollar Rosas, Aldao, Pascual Echagüe, Mascarilla, el Carancho del Monte, Oribe, Maza y otros (Carrizo, 1941: 109). La organización narrativa de la novela La flor de hierro (1978) de Libertad Demitrópulos112 constituye un particular enfoque acerca del novelista como historiador. Allí, las cartas escritas por los expedicionarios y fundadores (práctica políticoreligiosa113), unidas a los testimonios de la práctica jurídico-notarial, dialogan con el
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Nació en Ledesma, Jujuy y realizó sus primeros estudios en Salta. Hija de padre griego, éste influyó notablemente en su vocación artística. Publicó el poemario Muerte, animal y perfume (1951) y colaboró en la Revista Tarja de Jujuy. Colaboró en el diario El Intransigente de Salta y, por invitación de Juan Ramón Jiménez, publicó poemas en el diario La Nación de Buenos Aires, en 1950. También se integró al movimiento generado en torno a Manuel J. Castilla y la revista Ángulo, en la que participaban los escritores Raúl Aráoz Anzoátegui, Raúl Galán, los plásticos Carybé y Luis Pretti, así como también el músico y compositor Gustavo (Cuchi) Leguizamón. Cursó estudios de Filosofía y Letras en la Universidad de Buenos Aires. Luego de su fructífera incursión por la poesía, se consolida definitivamente su vocación por una narrativa con profundas tonalidades poéticas. Publicó las siguientes novelas: Los Comensales (1964), La flor de hierro (1978, Premio Dupytren), Río de las Congojas (1981, Primer Premio Municipalidad de la ciudad Buenos Aires, Premio Club de los XIII, Premio "Boris Vian"), Sabotaje en el álbum familiar (1984, "El Almafuerte": Primer Premio Municipalidad de "La Matanza", Premio Fortabat y Mención Premio Nacional), La seducción de las fogatas (1987, Premio Fortabat) y Un piano en Bahía desolación (1994). También ha publicado Poesía Tradicional argentina (ensayo, 1978), Eva Perón (biografía, 1984), el libro de relatos Quien pudiera llegar a Ma-Noa (1989), además de diversos cuentos, ensayos y notas publicados en revistas y periódicos extranjeros y nacionales. Su novela Mamá Coca, escrita intermitentemente en Buenos Aires y en su casa de Campo Quijano (Salta), aún permanece inédita. En 1996 fue reeditada su novela Río de las Congojas por Ediciones del Dock, que obtuvo en este año el Premio Literario "Boris Vian" al mejor libro del año. Fue colaboradora del diario Pregón de Jujuy y de conocidos periódicos de Capital Federal. La traducción al inglés de su novela Río de las Congojas, realizada por una investigadora de Harvard, será publicada por la editorial White Pine de Estados Unidos. Falleció en Buenos Aires, el 19 de julio de 1998.
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Cfr. la tipología textual propuesta en el capítulo titulado "Fundación".
estrato legendario: la leyenda de Esteco, la Ciudad de los Césares, El Dorado y Trapalandas. Se construye así la crónica novelada en un campo interdiscursivo en el que la memoria social se reconstruye a partir de los saberes longevos de la leyenda y la reescritura de los documentos reproduciendo los códigos lingüísticos de los textos coloniales. Así, el temido y blasfemo Francisco de Aguirre se yergue en voz que escribe, habla y narra: ...determiné comenzar de nuevo, y con mis hijos y la gente que pude allegar entré en el Tucumán, que estaba la mayor parte de ella, alzada y rebelados los indios diaguitas por el mal gobierno que tuvo Juan Pérez de Zorita, que levantó muchos pueblos habiendo poca gente española: los indios se atrevieron a alzar y mataron a muchos de ellos. No quedó sino el pueblo de Santiago del Estero, y los que estaban recogidos en él se querían salir, porque no les entraba socorro de ninguna parte ni en vestidos, hierro, plomo y pólvora, que es lo que más es menester (...) )Dónde estaba el señor cura entonces que no le vi? En Lima, gozando de opulencia... Así pues, ya le dará Ud., alcalde extraordinario, la respuesta del gobernador Aguirre al chupacirios que le envía... (Demitrópulos, 1978: 34). En la abjuración realizada ante el Santo Oficio de la Inquisición en 1569 (Salas y Guerin, 1970: 96-98) Francisco de Aguirre, Gobernador del Tucumán, confiesa sus actos heréticos. Muchos de estos actos, que habían significado su excomunión, son aludidos en la novela de Demitrópulos, en el marco de la información de méritos y servicios que se está levantando. Así, la sexta pregunta del interrogatorio que estructura los distintos capítulos de la novela requiere: Item si conoce que el dicho Francisco de Aguirre, siendo gobernador, dijo delante de muchas personas que él era vicario general en aquellas provincias, en lo espiritual y temporal, y que no había otro Papa ni obispo sino él... (Demitrópulos, 1978: 87). En esa atmósfera de refundición de tiempos -presentes y pasados- y de discursos ficcionales e historiográficos, también se generan las novelas de Juan Ahuerma Salazar. En Alias Cara de Caballo (1985) y La República Cooperativa del Tucumán (1990), los relatos fundacionales del Tucumán colonial son puestos en escena para revelar las intrigas latentes en las primeras sociedades del noroeste: Cuando Hernando de Lerma fundara su ciudad en lejanas latitudes donde el ocaso del sol se da en llamar Trópico de Capricornio, también vio plumas caer y era en otoño.
Estaban todos allí, azarosos, mirando la historia pasar con una alegría frágil, temerosa, cuando él, filósofo y doctor licenciado en Salamanca, con un sólo tajo de su espada cortó la manea de las jaulas donde traían cuatrocientas aves de corral, entre gallinas, arcángeles y pavos. Volaron plumas, sin más que decir y, en esa algarabía flotante de gorjeos y pulgas en la tarde, algunos pudieron ver el impredecible destino de estas tierras (Ahuerma Salazar, 1989: 21). En la novela Sota de bastos, caballo de espadas (1981) de Héctor Tizón, los documentos (fragmentos de textos coloniales del Padre Lozano, bandos militares revolucionarios) se inmiscuyen en la narración. La re-escritura documental es presentada a través de la parodia 114 "como una forma de expresar la esterilidad y el vacío semántico de la letra en el texto histórico de la región del noroeste argentino" (Heredia, 1994: 91-92). La referencia al descuartizamiento de Túpac Amaru, bajo la forma de una voz-testimonio que narra la tragedia del último Inca, se inserta en un juego de diferentes voces que confrontan las pautas de la oralidad popular -el mundo fonocéntrico-, con el espacio grafocéntrico construido por los "letrados" europeos: "Buscan un papel )Qué es ese papel?" "El papel que buscan lo han escrito ellos" contesté. "Ellos también descuartizaron a un hombre entre cuatro mulas, en una plaza, por culpa de los papeles que escribieron ellos mismos; porque no era un papel sino su lengua lo que buscaban; entonces le cortaron la lengua; se la cortaron con un cuchillo de hoja arqueada delante de su mujer y de sus hijos" (Tizón, 1982, I: 87). La novela de Tizón reinstala el tema del prestigio que encerraba la escritura para los europeos, legitimación que también pulsa la producción escrita de la rebelión de Túpac Amaru115 (Cfr. Poderti, 1997). Allí, la cultura gráfica europea suplanta, en términos de dominación, la predominantemente oral de los indios, a punto tal que los autóctonos se convierten en víctimas del 'fetichismo de la escritura' introducido por los europeos116. 114
Según Lotman, la parodia "es un ejemplo curioso y raro de construcción en el que cualquier estructura innovadora se halla fuera del texto y su relación con el cliché estructural aparece como extratextual, como la actitud del autor hacia la construcción del texto. (...) ...solamente la existencia en la conciencia del lector de una estructura de este tipo, nueva, le permite completar el texto destructivo de la parodia con un elemento constructivo extratextual; ofrece el ángulo de visión del autor sobre el sistema parodiado. Por eso la parodia, que es un género brillante y, en cierto sentido, experimental, desempeña siempre en la historia de la literatura un papel auxiliar y no central." (Lotman, 1982: 354).
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Esta experiencia es corroborada en las palabras de José Reseguín, en una carta al Virrey Juan José de Vértiz que da cuenta de las relaciones escritura-poder que se instalan en el discurso de los vencedores: "Incluyo a V.E. algunos papeles que he aprendido (sic) esparcidos por los sublevados, y me quedo con los que pueden servir para la formación de la causa; y como estos indios se conmueven con tanta facilidad a vista de cualquier papel, pienso escribir a todos los gobernadores, segundas y curacas de los pueblos de esta provincia, exhortándoles á que sean leales vasallos de S. M., y que prendan a cualquiera que se presente con semejantes papeles, y que me lo traigan asegurado... (en De Ángelis, 1910, VIII: 512-13).
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Desde las primeras instancias de la conquista se había operado entre los indígenas una innegable fascinación por la escritura europea, fascinación que agilizaría la reestructuración de los canales
Los discursos de la oralidad, tan vigentes en la narrativa de Jorge Ábalos, Libertad Demitrópulos, Clementina Quenel, Carlos Aparicio o Héctor Tizón, establecen los registros de la cultura popular, allí donde la función narrativa puede oscilar entre la adopción de los códigos del habla coloquial o la función de integrar los testimonios orales y anónimos que puedan dar cuenta de los acontecimientos narrados. El narrador se convierte en un mediador entre las distintas manifestaciones de la memoria (oral, escrita) y el presente, destacándose en el papel de cronista que trabaja indistintamente con los saberes historiográficos y literarios. Las textualidades producidas durante el período de la Colonia ingresan a la narrativa contemporánea en un singular imbricamiento discursivo. Alejo Carpentier ha señalado esta superposición de niveles discursivos en la novela latinoamericana, de tal modo que el escritor ...sólo podrá hallar su razón de ser en erguirse en una suerte de cronista de Indias de un continente, trabajando en función de la historia moderna y pasada en ese continente, mostrando a la vez sus relaciones con la historia del mundo todo, cuyas contingencias también le atañen, poco o mucho (1981: 30). La función de la estructura de la crónica es desafiada para erguirse en relato paródico de la humanidad en la novela Crónica del diluvio (1986) de Antonio nella Castro. Esta narración, que conjuga las facetas genesíacas y apocalípticas expresadas en la forma de relato genealógico del Antiguo Testamento, ubica a Noé en el filo de las tradiciones y de la historia. En esta versión, el cronista re-escribe su genealogía, evalúa la historia y la actuación de los hombres dentro de ella. Allí, la historia universal se presenta como una mera sucesión de ciclos siempre idénticos, en los que los hombres representan un "único libreto" (1986: 94). Esta repetitividad, definida por el narrador como "una trampa de Dios. El señuelo que utiliza para negociarnos el libre albedrío" (1986: 94), coloca a la humanidad en el rol del "miserable Sísifo, que repite su trabajo hasta el infinito". La concepción lineal de la Historia es cuestionada en la figura de Dios, porque en última instancia él es la historia: "De otro modo también la divinidad sería perecedera". En esta reescritura profética de los discursos de la memoria y la historiografía, se ubica la nueva periodización de la Historia propuesta en la novela de nella Castro. Como advierte Alicia Chibán:
comunicativos en América. A los ojos de los conquistadores, la escritura simbolizaba, actualizaba o evocaba -en el sentido mágico primitivo- la autoridad de los reyes españoles, poder legitimado a su vez por otras 'escrituras', que expresaba, en última instancia, la voluntad divina. Esta hipótesis está acreditada por una observación del Inca e historiador Titu Cusi Yupanqui, para quien los indios andinos se sorprendieron viendo a los españoles "a solas hablar en paños blancos", es decir, leer en sus papeles (Lienhard, 1992: 30). .
Esta concepción cíclica de la temporalidad corresponde al pensamiento griego y, en general, al de todos los pueblos "proto-históricos" y ha sido rescatada por filosofías como la de Vico, cuyos conceptos de corso y ricorso son intertextualizados por la novela (p. 148). Para Noé, quien asumió vivencialmente esta circularidad ("Vuelvo a Adán, conociendo la serpiente", p. 327), cada edad vive lo que dura el paso de su génesis a su destrucción catastrófica. (...) Sólo un pueblo, el Incario, resalta en este encadenamiento abrumador de males, como un oasis, como una 'cultura milagrosa' que cumple con las virtudes deseables de toda convivencia socio-política, dispuestas alrededor del ideal de justicia. En el Perú incaico ubica, pues, nuestro narrador, la Edad de Oro de la humanidad y funda así su utopía de clara función subversiva pues, en tanto imagen modelo de vida comunitaria, cuestiona la realidad existente (Chibán, 1987: 103).
Otra es la lucha entre la voz y la crónica que aparece en la novela La pasión, los trabajos y las horas de Damián de Raúl Dorra117. En un sutil juego de dislocamientos, la voz central que relata los sucesos es desplazada, hasta el límite de la borradura, por una crónica escrita y enmendada con recurrencia y obsesión: Ardua crónica es ésta. Justicia es declararlo. Las generaciones perseveran en su afán de registrar. Discuten y corrigen y propagan. Ardua es la relación de estos sucesos. Las dudas son tenaces ¿Hasta dónde los hechos consienten el registro? ¿Qué límites mutilan empresa semejante? (Dorra, 1979: 11). En esa pugna de versiones se esboza la teoría de las verdades humanas y se corrompen los relatos, estableciéndose un contrato de veridicción que oscila entre la confesión, la crítica y el encubrimiento. Esta estrategia discursiva pretende desarticular los contactos entre literatura y veracidad para generar legalidades que alcancen tanto a lo escrito como a lo hablado, interceptando los lenguajes de la historia y el rumor: Arrancóse la sábana. Quedó la cabellera barriendo los espacios. El cuerpo que se abría para él. El estuario fue un vértigo de pronto, las aguas se agitaron y huyeron los ancianos. No; no huyeron. La crónica corrige: bajaron a la 117
Raúl Dorra nació en San Pedro de Jujuy en 1937. En 1957 se radicó en Córdoba, en cuya Universidad se graduó en Literaturas Modernas. Allí ejerció la docencia y colaboró en la sección literaria de los periódicos locales. En 1962 obtuvo el primer Premio de Cuento, organizado por Estudiantina Universitaria. En 1976 se traslada a México. Ha brindado cursos y conferencias en Argentina, Estados Unidos y Europa. Como crítico y estudioso de la literatura ha producido textos que lo colocan entre las figuras más destacadas de la reflexión teórica sobre nuestra cultura: Los extremos del lenguaje en la poesía tradicional española (1981), De la lengua escrita (1982), La literatura puesta en juego (1986), Hablar de literatura (1989) Profeta sin hora (1994), Entre la voz y la letra (1997). Ha traducido del francés poemas, artículos especializados y el libro De l'imperfection de A. J. Greimas. Ha publicado los siguientes libros de relatos: Aquí en este destierro (1967), Sermón sobre la muerte (1977), La pasión, los trabajos y las horas de Damián (1979), La Canción de Eleonora (1981), Donde nos amábamos tanto (1994), El sermón de las siete palabras (1995). Actualmente reside en México, donde se desempeña como docente e investigador de la Universidad Autónoma de Puebla.
selva, entre las hojas, se lanzaron sobre algo que apenas resistía, hubo una breve lucha y enseguida volaron por el aire los puñados de pluma (Dorra, 1979: 86). En ese ritmo de relatos cancelados, de clarividencias y de "contaminaciones entre las dos miradas" batallan la objetividad con la subjetividad, la ortodoxia con el espíritu geométrico, los reinados de la sospecha y la lógica con su sistema de verdades escépticas (1989: 87-88). La novela de Dorra finaliza con el planteo inicial sobre un texto cronicado en el que, tal vez, algo "transite los caminos de lo cierto". Pero en este itinerario, nadie puede adueñarse de la verdad indestructible, porque las generaciones "incesantes y ávidas, casi huérfanas, no han conocido aún la última palabra"... (1979: 143). Un sugestivo juego entre los planos de la memoria colectiva, la "averiguada verdad" y la verdad historiográfica está presente en el cuento "El duende" de Gustavo Geirola 118. Allí, la reinstalación de los motivos de la superstición popular es material del relato en el cual, a partir de una historia contada por una mujer de Famaillá, se estructura una narración-declaración, con su explicación puesta en el pasado para que parezca verdadera. Esta base narrativa abre el juego para esbozar otro relato, superpuesto al primero (Cfr. Geirola, 1984: 107). El motivo del duende tiene una larga tradición literaria en el NOA y ha sido representado en numerosos textos. Juan Carlos Dávalos -con su "Coquena"-, y Sixto Vázquez Zuleta119 (1988) han recuperado este personaje
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Gustavo Geirola nació en Buenos Aires, el 4 de diciembre de 1951. Graduado como profesor de Letras en la Universidad de Buenos Aires, ejerció una intensa actividad gremial durante el tiempo de la represión militar. Desde 1985 se desempeñó como Profesor en la Universidad Nacional de Salta y, entre 1988 y 1992, se estableció en Tucumán, donde ejerció la docencia universitaria. Obtuvo su título de Doctor en Letras en la Universidad de Arizona (Estados Unidos, 1995) y se radicó luego en Los Ángeles. Además de su tesis doctoral, un relevante estudio sobre el teatro latinoamericano durante el período 1957-1977, ha producido numerosos textos de reflexión sobre el quehacer literario (Cfr. Bibliografía). Ha brindado conferencias y Seminarios de Posgrado en Universidades Latinoamericanas, en Estados Unidos y en Europa. Actualmente se desempeña como catedrático en el área de Literatura Hispanoamericana en el Whittier College, en Los Ángeles y trabaja en proyectos de investigación junto a relevantes investigadores, como David Foster. Ha publicado textos narrativos, teatro y poesía en Argentina y en Estados Unidos. Su obra teatral titulada El Paraíso de las Hormigas fue estrenada en Tucumán, en 1982. El cuento que hemos incluido en nuestra lectura pertenece al libro titulado Los exilios que aún permanece inédito, aún cuando ha sido publicado fragmentariamente en antologías y publicaciones periódicas.
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Sixto Vázquez Zuleta nació en Jujuy. Es periodista, docente, restaurador de obras de arte y museólogo. Se desempeñó como Director de Cultura de la Provincia y también ocupó otros cargos en la actividad pública. Participó como expositor en congresos internacionales sobre cultura andina. Dirigió las revistas Amencay e Integración. Recibió distintas becas para realizar estudios en Europa. Fue catedrático de la Universidad del Salvador (Buenos Aires). Actualmente reside en Humahuaca, donde dirige el Museo Folklórico Regional y enseña quechua. También colabora con notas en diarios de la Capital Federal. Entre sus publicaciones en libro, realizadas en Jujuy, han de mencionarse: Historias del carnaval de Humahuaca (1973), Los fríos vientos del Zenta y otros cuentos de Humahuaca (1976), El rostro de Humahuaca (1979), Indiomanual (1985), Los diablos benditos (1991) y Perro curandero (1995) (Cfr. Terrón de Bellomo, 1997: 169-170).
que obsesiona a los niños a la hora de la siesta. Pero en el cuento de Geirola los discursos de la cultura se fragmentan en tanto se propone una lectura que rompe con un pasado y desafía una tradición de miedo: Desde aquella jornada, el pueblo está en paz. Ahora, los que se mueren, se mueren solamente de tedio, porque con la muerte del duende, el cura también suspendió la ceremonia del santísimo, y la municipalidad no tiene ya motivo para ningún festival. Sólo el televisor, allá en el bar, hace estragos con el mismo tema. No hay sentido, me dije, no lo hay. Pero tengo que hacer algo. Yo sabía que lo único verdadero era la felicidad. Entonces me fui (Geirola, 1984: 114). Otra red de vasos comunicantes en torno a la absorción de prácticas discursivas orales por parte del texto literario puede rastrearse en el ciclo de "casos del zorro". El tema del zorro burlador y astuto es ampliamente difundido en el NOA, injertándose en una tradición que parte de las fábulas campesinas y los cuentos infantiles de procedencia europea para dibujar su itinerario andino en la producción de José María Arguedas (El zorro de arriba y el zorro de abajo, 1971) y en la narrativa o el ensayo del NOA: Adán Quiroga (Folklore Calchaquí, 1897), Ricardo Rojas (El país de la selva, 1907), Juan Carlos Dávalos (Los casos del zorro, 1925), Jorge Washington Ábalos (Animales, leyendas y coplas, 1953) Bernardo Canal Feijóo (Los casos de Juan, 1954) y Luis Franco (El zorro y su vecindario, 1960), entre otros. Quienes se han ocupado del aspecto sociológico de estos relatos populares marcan claramente los matices diferenciadores según la zona de la que proviene la historia. Jorge Estrella identifica las historias que "tratan mal" al pícaro zorro, como ocurre en los cuentos de Juan Carlos Dávalos, en los que el mismo es caracterizado como un "imprudente que quiere hacerse el vivo y termina muy mal (...) En definitiva, nuestro pícaro Juan se va convirtiendo en una especie de Job bíblico, le llueven calamidades" (Estrella, 1994: 4). Ahondando, junto al historiador Leoni Pinto, acerca de los interrogantes que despiertan estas diferencias entre el zorro santiagueño o tucumano y el salteño, Estrella explica la falta de simpatía de Dávalos con respecto al zorro a partir de la omisión del nombre "Juan" en el título de su libro. A esta falta de complicidad con el zorro "Juancho" el zorro de Santiago y Tucumán se sumaría la consideración que el mismo Dávalos hace en el prólogo de la edición, allí donde sostiene que ha recogido "historietas" que ha oído contar en su niñez a los muchachos del campo y a las criadas indígenas de su casa, lo que marca el ángulo socio-cultural desde el cual Dávalos procesa la información recibida. Al respecto Leoni Pinto, en la introducción de su rastreo literario y antropológico de estos relatos, añade: Al zorro salteño, versión Dávalos, quiero agregar la del "barbudo Castilla" como lo recuerda el doctor Gustavo Leguizamón, en la que el animalito era la víctima y cuyos actos los justificó por su amor filial, en tanto "roba a los que tienen para dar de comer a sus hijitos". Del ritmo vital de la chacarera, Castilla lo llevó a campos metafísicos: el zorro es "ese que está pero ya se ha ido/ rayado el lomo por las cicatrices". Esta distinta valoración, sustentada en factores tan simbólicos como útiles para registrar los valores que adoptan distintos grupos de una misma cultura, también se expresó en otras ciudades de
la región... (Leoni Pinto, 1994). Sometidos a una serie de transformaciones, estos relatos ingresan al circuito letrado y se acoplan a una lógica "biográfica", definida como "una cierta noción de coherencia que funciona en la recepción de relatos tales como la novela, la épica, etc., en los cuales opera un orden secuencias de las acciones y los criterios de identidad aplicados a un personaje que resultan similares a los que se aplican para procesar una biografía" (Chein, 1997: 83). En ese paso de la cultura oral-popular a la cultura letrada-erudita, los relatos son atravesados por los convenciones literarias vigentes y por los elementos de la comunidad letrada, reinstalando los mecanismos retóricos de la fábula occidental. En esos espacios mixtos resuenan y se entrelazan los diferentes discursos de la sociedad. Se entablan diálogos con las vertientes canónicas que pretenden cuestionar la identidad entre la realidad y su representación a través del lenguaje, como puede leerse en los relatos fantásticos de Jorge Accame, Libertad Demitrópulos, Tito Maggi o Nélida Cañas (Cfr. Terrón de Bellomo, 1997). Se exploran los estratos mágicoreligiosos presentes en la cosmovisión andina (Cfr. Bossi, 1995), como ocurre en los Cuentos del Valle Vicioso de Juan Bautista Zalazar. Esa fractura por la que se cuelan las voces ancestrales de la cultura occidental intima con las fuerzas opuestas del bien y el mal, energías que regulan el devenir humano en las sociedades rurales e industrializadas120. Se abre el juego hacia las lecturas crónicas del pasado cultural de las comunidades y, en esas formas de mirar se expresa la incertidumbre acerca de un sentido cerrado para la historia y el lenguaje literario (Zavala, 1993: 154). V.2.3. Los rostros de la historia reciente
"Algún día en las historias de la literatura latinoamericana habrá un capítulo que será el de la literatura del exilio." JULIO CORTÁZAR ..."es evidente que lo que verdaderamente importa a nuestra literatura es la historia, los hechos del hombre y no las grandes vitalizaciones de la naturaleza (...) Toda actitud literaria, consciente o inconscientemente, refleja 120
Estas oposiciones, de profundo contenido sociológico, se expresan en leyendas como la de "El Familiar". Este relato, que se ha arraigado en las zonas donde se establecen ingenios azucareros, articula un significado doble, pues contiene, en la figura del familiar, un elemento que se asocia con los intereses de las dos partes en juego: el sector dominante de los propietarios de ingenios y el sector dominado de los trabajadores. Cada uno de los grupos encuentra, en este personaje diabólico que busca víctimas en los peones de las fábricas, una explicación lógica -dentro de su universo cognoscitivo- al hecho de la muerte, aún cuando detrás de ella pueda haber otros móviles más profundos que ninguno de los dos sectores desea dar a conocer. Se transgreden a sí los principios de justicia que rigen los cánones occidentales y el hecho de la muerte se asocia con los mitos no etiológicos de las comunidades andinas, en los que un personaje externo actúa como mediador entre las esferas terrenales y no terrenales (Cfr. Poderti, 1995).
un sentimiento y un interés sociales y por tanto -se podría añadir- una ideología de clase." AUGUSTO ROA BASTOS
La afirmación de que gran parte de la literatura de hispanoamérica ha sido escrita en el exilio es fácilmente verificable. Desde la etapa fundacional, pasando por la Independencia y las dictaduras militares contemporáneas, los relatos de nuestra historia política y social han sido interpretados desde fuera de las fronteras. Retumban en esta escritura las marcas de la ajenidad y los visibles sonidos de la memoria. Luego del período que Ricardo Rojas ha estudiado en su capítulo dedicado a "Los proscriptos", se suceden en Argentina etapas de violencia y exclusión de intelectuales cuyas ideas no favorecían al gobierno de turno. Ya en el siglo XX, el golpe encabezado por el general Uriburu, en 1930, inicia una cadena de interrupciones de las democracias representativas. En esa prolongada etapa de inestabilidad hay dos golpes decisivos: 1966 a 1973 y 1976 a 1983, unidos ambos en un segmento único, tanto por su afiliación al tipo de régimen burocrático-autoritario desarrollado en el Cono Sur desde mediados de los '60, como por su inserción en el proceso de reajuste económicopolítico establecido por las potencias centrales (Avellaneda, 1989: 13). El golpe de 1976-1983 totaliza la violencia de la vida comunitaria e individual, practicando un monólogo autoritario que fragmenta el cuerpo social y aísla sus partes para que cualquier astilla del contradiscurso desaparezca. En esa coyuntura, el derrocamiento del gobierno constitucional por el poder militar respondía, como en el año '66, a la causa profunda de negar protagonismo político al peronismo (Bazán, 1992: 432). La cultura de la violencia ya estaba instalada en una sociedad con signos ideológicos contrapuestos: el terrorismo y los asesinatos políticos eran episodios cotidianos que se extendían en las distintas sociedades del país. El 11 de marzo de 1976, días antes de producirse el golpe militar, fue secuestrado en Salta el Dr. Miguel Ragone, quien fuera gobernador de la provincia entre 1973 y 1974. Nunca más se supo de él, tal como relata Eduardo Galeano en su Memoria del fuego: "De Ragone no dejan más que una mancha de sangre y un zapato" (1988: 277). La literatura argentina es la que pagó el mayor precio a la dictadura militar y la que cuenta con enorme número de exiliados (Cymerman, 1993: 230). Entre los escritores del NOA que tuvieron que emigrar en los años '70 y '80 se encuentran Daniel Moyano, Tomás Eloy Martínez, Raúl Dorra, Héctor Tizón, Leopoldo Castilla. Otros que no emigraron vivieron durante la dictadura un verdadero exilio interior –Hugo Foguet, Liliana Bellone-, practicando los discursos del silencio y esquivando el autoritarismo y la censura pedagógica. La represión militar abrió las puertas a los lenguajes de la parodia ideológica, en sus formas de la burla, la crítica y la reflexión travestidas (Cfr. Ulla, 1989: 191). Los escritores que surgen en esos años sombríos experimentan la crisis de la industria editorial amordazada y viven esta experiencia con un sentido de pérdida irreparable.
Una línea de ese registro de silenciamiento sobre las producciones culturales puede rastrearse en las revistas editadas durante el período 1973-1983, como formas de resistencia a la dictadura militar. Dentro de este contexto, la revista Crisis de Buenos Aires representa una doble tendencia: la relectura del peronismo por parte de la izquierda peronista y el reflejo de la modernización de la crítica. La revista Crisis tuvo gran impacto en su tarea de engarzar las posturas políticas con un enfoque nítidamente latinoamericano. La redefinición del peronismo, en términos de una cultura nacional y popular, tenía como finalidad analizar los mecanismos de dependencia que aún se ciernen sobre América Latina y el Tercer Mundo. Casi todos los números de la revista incluyeron un reportaje sobre escritores, artistas e intelectuales latinoamericanos, no solo reconocidos por la crítica, sino también aquellos cuyos nombres estaban olvidados o marginalizados por la cultura oficial. Así, la tarea central de la revista era poner en evidencia la línea divisoria entre cultura de élite y cultura popular, enfatizando la importancia de la cultura popular en las ciudades y en el campo (King, 1989: 89). El editor de Crisis, Eduardo Galeano, en este sentido refiere: Lo que buscaba la revista era devolver la palabra a la gente, y a esa palabra la íbamos a buscar. La íbamos a buscar en las fábricas, la íbamos a buscar en los campos, la encontrábamos en los grafittis de las paredes de las ciudades -esa especie de imprenta de los pobres que es la pared de las ciudades. Y yo creo que ese fue nuestro pecado, y que por eso fuimos castigados, porque tuvimos la loca intención de contribuir a la democratización de la cultura (Galeano, 1996: 39). La revista, que incluyó colaboraciones de los escritores norteños Daniel Moyano y Héctor Tizón, llegó a tener un tiraje de 25.000 ejemplares. En sus cuatro años de vida registró el clima de violencia, las amenazas y la desaparición de algunos de sus colaboradores -como Haroldo Conti- y el exilio forzoso de varios corresponsales, como Benedetti y Gelman (King, 1989: 89). Recientemente, Eduardo Galeano, se ha referido, en Salta, a la experiencia del silenciamiento contenida en uno de los primeros decretos de la dictadura del '76, que regulaba los medios de comunicación y que establecía que "quedaba prohibida la difusión de opiniones no especializadas y eso tenía nombre: eso era la revista Crisis" (Galeano, 1996: 37-38). El correlato de ese sistema de prohibiciones y restricciones se manifiesta, en el espacio del NOA, a través de la instauración de un régimen de silenciamiento brusco que no admite ningún punto de resistencia: Así, la restauración representativa y federal quedaba postergada para el momento que ese organismo decidiera, instancia sin límite de tiempo. Provincias intervenidas con gobernadores y ministros militares, funcionarios civiles sometidos al plácet de los servicios de inteligencia. Política económica, social y educativa dictadas desde Buenos Aires. Represión del terrorismo subversivo y depuración ideológica en manos de comandos militares y utilización del instrumento legal de una ley de prescindibilidad. Ningún resquicio quedaba para la iniciativa de los pueblos del interior (Bazán, 1992: 432).
Esa es la historia que aparece como elemento estructurante en la recuperación del tiempo que proponen los textos narrativos de los autores norteños a partir del '70. La inscripción del registro de violencia que se instala en la escritura del NOA durante el "proceso de reorganización nacional" se inserta dentro de un historial de larga data en la literatura argentina y latinoamericana. América Latina ha sido marcada, desde su origen, por la violencia. Violencia de la conquista y de una colonización impuestas, violencia forzada de la Independencia, violencia de las revoluciones, los pronunciamientos o las patriadas, la violencia de la llamada "guerra sucia", violencia de los opresores (latifundistas, gamonales, dueños de explotaciones...) hacia los oprimidos (mineros, caucheros, yerbateros, chacareros...), violencia de las condiciones de vida en las ciudades, violencia en las relaciones entre ambos sexos, etc. etc. (Cymerman, 1993: 242). Se trata de una violencia ancestral que se resemantiza en cada puesta en escena, revelando los oscuros móviles que la generan. Esa trama pérfida se instala en el cuento "La redada" de Leopoldo Castilla121 -texto que fue llevado al cine- y que explora, desde una visión hiperrealista y poética, el episodio del traslado violento de los representantes de un sector marginado de la sociedad -linyeras, mendigos, tullidos- hacia la frontera de otra provincia del norte argentino, por orden de un gobernador de facto tucumano. Un registro similar en esa petición de "orden y decencia" -que adscribe ideológicamente a un discurso religioso tras el cual se justificaban muchas de las actividades represivas-, se instala en el cuento "Sacristán", de Juan José Hernández 122. Un funcionario provinciano mediocre hace detener al esposo de su prima -de la que 121
Leopoldo "Teuco" Castilla nació en Salta, en 1947. Hijo de Manuel J. Castilla y de Catalina Raspa, frecuentó desde niño las tertulias literarias en su casa y en los círculos culturales más notables del NOA. Ha recibido numerosos premios a su producción lírica y narrativa. En 1976, mientras cursaba la carrera de Letras en la Universidad Nacional de Salta, tuvo que viajar hacia el exilio madrileño que duró casi veinte años. Publicó los siguientes libros de poesía: El espejo de fuego (Salta, 1968), La lámpara en la lluvia (1971), Generación terrestre (Salta, 1974), Versión de la materia (Madrid, 1982), Campo de prueba (Buenos Aires, 1985), Teorema natural (Madrid, 1991) y Baniano (Madrid, 1995). Como narrador ha publicado los siguientes libros. Odilón (Salta, 1975) y La luz naranja (Soria, 1984). También es autor de las siguientes compilaciones antológicas: Nueva poesía argentina (Madrid, 1987) y Poesía argentina actual (Estocolmo, 1988). Escribió el cuento y el guión titulado "La redada" que originó la película homónima, dirigida por Rolando Pardo. Actualmente reside en Buenos Aires, donde se desempeña como asesor gubernamental.
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Poeta y narrador tucumano, nacido en 1931. Cursó sus estudios primarios y secundarios en su ciudad y la carrera de Letras en la Universidad de Tucumán hasta el año 1952, en el que edita sus primeros poemarios: negada permanencia y La siesta y la naranja. En 1958 se trasladó a Buenos Aires en donde ha fijado residencia. Colabora en diarios y revistas del país. Entre sus textos narrativos ha de mencionarse: Dos cuentos (1964), El inocente (cuentos, 1965), La ciudad de los sueños (novela, 1971), La favorita (cuentos, 1971) y La Señorita Estrella y otros cuentos (1982). En poesía ha publicado, además de negada permanencia (1952), La siesta y la naranja (1952), los libros Claridad vencida (1957) y Elegía, naturaleza y la garza (1966). Hernández se expide respecto de su producción en estos términos: "los temas que aparecen de manera reiterada en mis relatos son, entre otros el desarraigo; el mundo mágico y perverso de la infancia; el poder de la imaginación y el erotismo en seres que no se resignan a la marginación y a la desdicha; las relaciones asfixiantes, veladamente incestuosas; el odio y la fascinación que ejerce la capital sobre el interior del país" (en AA. VV., Cuentos regionales argentinos, 1984: 119).
está enamorado- con el solo fin de poder re-emprender su conquista: Desaparecido Francisco y su perniciosa influencia, serás la Gringa de mis mejores sueños, la del baile del Club, una muchacha hermosa y sensata, nacida para actuar entre gente selecta. Acabo de ordenar la compra de una orquídea; te la envío como prueba de que no te guardo rencor. (...) Al salir de mi despacho en la Gobernación, me he mirado con satisfacción en el espejo que adorna el salón dorado cuyas ventanas se abren a la plaza. Decididamente, mi nuevo sastre es capaz de vestir con elegancia hasta a un ordenanza (1990: 186-187).
En ese entrecruzamiento de intereses y de adscripciones ideológicas justificatorias del aparato represivo, se revelan los complejos juegos de poder entre castas y clases sociales. "Existen gramáticas de la violencia que son transformaciones dentro de las posibilidades de cada clase en relación con las otras" (Geirola, 1992: 130), una sintaxis que es advertida por Geirola en la novela Pretérito Perfecto de Hugo Foguet123, allí donde Solanita, una representante de la clases oligárquicas de Tucumán que decidió ponerse al frente de los reclamos de reivindicación obrera y estudiantil en la década del '70, se ofrece como víctima de un victimario militar que, precisamente, es también subalterno de su propia clase (Geirola, 1992: 131). Según Ricardo Piglia, las fuerzas ficticias son las que tejen la verdad en la trama del poder (1989: 97). Esas ficciones sociales son la materia que la novela reproduce, interioriza y transforma. Así, dentro del contexto de esa narrativa generada en el exilio, hay textos que denuncian el terrorismo de estado y la actuación de las fuerzas militares, como El vuelo del tigre (1981) de Daniel Moyano, que, como ha apuntado Cymerman, es una metáfora de la tiranía con claras referencias a las dictaduras nazi y argentina. Aún cuando la novela tiene un desenlace feliz, esta expresión alegórica resume la fe del narrador en el mundo violentado. El silencio y a "falta de voz" que produjo la censura militar son referidas por Moyano en la anécdota sobre el entierro del manuscrito de El vuelo del tigre. Según relata Moyano, los originales de su libro fueron enterrados por su amigo, el padre Inestal, en un pozo de la huerta de su casa, mientras el escritor se encontraba en la cárcel. Luego de su exilio en España, Moyano buscó infructuosamente su novela: Cuando volví, años después, no encontré ningún indicio que me permitiera cavar en algún sitio de la huerta con alguna posibilidad de encontrar el original, si es que no lo enterraron desnudo y gracias a eso consiguió salvarse 123
Hugo R. Foguet nació en Tucumán el 3 de diciembre de 1923. Después de aprobar cursos en el Colegio Nacional, se incorporó a la Escuela Nacional de Náutica, donde se desempeñó como Oficial de Máquinas. En misión profesional realizó diversos viajes por el extranjero. Colaboró en diarios y revistas del país. En 1962 obtuvo el Primer Premio en un concurso provincial de libros inéditos -organizado por el Departamento de Literatura y Cine del Consejo Provincial de Difusión Cultural de Tucumán- por Hay una isla para Usted. También recibió los premios "Bienal Ricardo Jaimes Freyre" para poesía y "Bienal Pablo Rojas Paz", para narrativa, éste último por su novela Pretérito Perfecto, en el año 1982. También publicó Hay una isla para usted (1962), Advenimiento de la bomba (1965) y Frente al mar de Timor (1976).
de la putrefacción de los otoños sucesivos. Unos años después (...) reescribí la novela que quedó enterrada, acaso con el mismo argumento, pero no con las mismas palabras (Moyano, 1989: 151). En la misma tonalidad -para emplear un término de la música que era el otro gran amor de Moyano- su novela Libro de navíos y borrascas (1983) presenta el viaje de un grupo de exiliados argentinos que se dirigen hacia Europa. La parodia se instala en el viaje, cuando esos seres que huyen de los militares argentinos, deciden poner en escena una representación de títeres, cuyo tema es el asesinato de Dorrego. Allí se ficcionaliza la historia y los distintos planos de esa representación se entrelazan con la propia experiencia de los que emigran. Así, los próceres de la historia nacional "oficial" son desmitificados por medio de la ridiculización y la degradación, ocupando la categoría de antihéroes. En esa esfera también se incluyen los militares argentinos, cuyas hazañas se sitúan en las antípodas de los "valores" guerreros tradicionalmente reconocidos (Cfr. Cymerman, 1993: 249-253). Este procedimiento, legible en el cuerpo de la "novela de la dictadura" y a partir del cual la narrativa de ficción introduce pasajes de información histórica que se ponen al servicio de un objetivo literario, funciona como mecanismo de desenmascaramiento de la historia oficial. La novela Pretérito Perfecto de Hugo Foguet apunta a la desmitificación del tiempo y la explicación del presente a la luz del pasado. Desde un marco de caoticidad, el texto describe cierto diseño estructural basado en el contrapunto de dos temporalidades, que se oponen y alternan en un enunciado secuenciado para tal fin (Busquets, 1993: 165). Se persigue entonces la descronologización de la Historia: "lo que podemos imaginar como un antes y un después existe, está incluido en el ahora (Foguet, 1983: 42). En ese espacio de disidencias discursivas, los cuentos de La casa del Boulevard Guzmán (1996) de Antonio Ramón Gutiérrez124, descubren las estrategias de sentido trazadas por la historia y la psicología como posibilidades para reconstruir una etapa conflictiva de la vida argentina. Estos itinerarios están íntimamente ligados a una escritura que recoge las obsesiones de la memoria colectiva, desde los fantasmas de una época incierta y la coyuntura profética que se gestaba en extensos coloquios, protagonizados por seres casi anónimos que creían en las definiciones como contornos sustanciales de la existencia. Así, la reunión de un heterogéneo grupo de personajes cuyas reflexiones se proponían diagnosticar el encorsetamiento de la sociedad de los años oscuros, configuran la intriga de los textos de Gutiérrez, gestados en la encrucijada del ensayo y la narrativa. La casa del Boulevard Guzmán constituye el espacio simbólico en el que debaten la historia oficial y la historia subterránea, en una 124
Antonio Ramón Gutiérrez nació en 1951 en Córdoba. Se radicó en Salta en el año 1973. Allí se recibió de psicólogo e inició su itinerario en el campo de la literatura integrando el Grupo de Poesía "Retorno". Publicó los siguientes poemarios: Las formas de la tarde (1987), Los reversos (1989), Conflagración (1989), La ciudad de los lugares comunes (1991) y el libro de cuentos La casa del Boulevard Guzmán (1996). Ha participado en publicaciones conjuntas y antologías y obtuvo los siguientes premios: Segundo Premio en el Concurso de Cuentos de Aerolíneas Argentinas (1993), Segundo Premio en el Concurso de Cuentos de la Dirección de Cultura de la provincia de Salta (1992), Primera Mención de Honor en el Concurso de Poesía para Autores Éditos "Clara Saravia Linares de Arias" de la Municipalidad de la Ciudad de Salta (1991) y Premio "Accésit" en el Concurso para Poetas Éditos de la Dirección de Cultura de la Provincia de Salta. Ejerce su profesión de psicólogo y es Profesor Titular de las Cátedras de "Lingüística" y "Psicolingüística" de la Carrera de Psicología en la Universidad Católica de Salta.
oscilación entre la memoria y el olvido: el acto de donar los libros a la Biblioteca Provincial o el llamado "fin de las posiciones irreductibles" planteado a partir del momento en el que se deja de citar a Sartre para comenzar a hacerlo con Alvin Toffler. Esta procesión de ambivalencias genera un modelo de construcción de los personajes que está continuamente condicionado por la multiplicidad y el asedio125. El proceso militar del año '76 tuvo, para el noroeste argentino, especiales connotaciones históricas y sociales. No solo porque en ese lapso se produce el mayor número de desapariciones, asesinatos y torturas de la vida del país, sino porque también el golpe de estado significó el exilio masivo de muchos escritores e intelectuales y generó una literatura cuya fractura esencial se asienta en un sistema incierto de filiaciones y de movimientos de desterritorialización que desdibujan los mapas trazados hasta el momento. En ese entramado, las relaciones entre ficción y política atraviesan la escritura argentina de un extremo al otro del país, hasta salir de sus confines. Por eso, desde el exilio, los trasterrados que miran el mapa nacional pueden llegar a pensar: "Los poderes dictatoriales pueden borrar a la gente del mapa pero no al mapa, sólo pueden transformarlos en representaciones donde se pierden los significados aprendidos" (Domínguez, 1993: 213). La dinámica del viaje como respuesta a los discursos de la represión, la censura y el autoritarismo genera las distintas formas de exilio político. Exilio hacia afuera y hacia adentro, representado por la huida violenta o el viaje obligado hacia el interior de un espacio cerrado, como la propia casa, tema que se desarrolla en el cuento "Casa tomada" de Cortázar y que se plasma como forma de resistencia ante la arbitrariedad del sistema militar en El vuelo del tigre (1982) de Daniel Moyano. El trayecto de fuga dentro de un mismo territorio es el tema de La casa y el viento (1984) de Héctor Tizón, texto en el que el protagonista se desplaza por las zonas rurales de la Puna jujeña hacia la frontera con Bolivia, escapando de la violencia militar. El cuento "La diagonal" de Liliana Bellone (1992) también está signado por el tema del viaje. Un grupo de amigos -cuarenta o cincuenta personas- se propone cruzar la plaza en diagonal hacia el café cercano. Pero cada instante significa una persona menos. Entre valijas, aviones y cartas solo puede llegar al café la desesperada protagonista... Los textos que hemos leído, situados en el cruce de las literaturas del exilio y las escrituras exiliadas, son generados en ese segmento de la historia nacional que se liga a la historia latinoamericana, espacio borroso en el que se conjuga el no-poder con el no-saber. Porque en la zona de exilios -lugar en el que se pervierte la ecuación foucaultiana-, el saber no constituye poder (Cfr. Bocchino, 1993: 131). El texto literario se encarga, en esos segmentos de no-poder, de trabajar las retóricas de la denuncia encubierta, la sugerencia elusiva, la anáfora kristeviana que atraviesa todos 125
En un artículo publicado en la Revista PROA (Buenos Aires, ne 25, setiembre/octubre de 1996) ya he comentado que la función de los personajes de Gutiérrez fluctúa según la perspectiva desde la que se los mira, acompañando un replanteo de la finalidad de la literatura, a la luz del compromiso histórico y de los contrapuntos sociales. "Mientras una red de cuestiones raigales preocupaba a los seres de la casa, en los umbrales también se veían pasar recuerdos e historias cercenados, imágenes de la ciudad cercana. (...) Casa-ciudad, casa exilio, casa-país-invisible, donde se gestan las complicidades de la palabra con lo no dicho, donde se recapturan y se significan los gestos del pasado" (Poderti, 1996: 96).
los espacios de lo no-dicho. Así el poema de Yannis Ritzos -epígrafe de la novela Río de las Congojas (1981) de Libertad Demitrópulos-, se resemantiza durante la etapa militar: "Conviene que recordemos a nuestros muertos y su fuerza, no sea que alguna vez nuestros enemigos los desentierren y se los lleven consigo..." V.3. ESCRITURA FEMENINA: ESPACIO DE REBELIÓN "Algunas teorías aseguran desde siglos, la pérfida esencia de lo femenino. Orígenes niega la posibilidad del ingreso de las mujeres en el paraíso terrenal porque la impureza y la natural inclinación al mal de las hijas de Eva, las llevaría a incitar a los hombres nuevamente al pecado con el castigo correspondiente que implicaría otro destierro del Edén. La historia y la literatura inscriben los rasgos de esta maldad primigenia: la discordia, por ejemplo, encarnada en una diosa, arroja su manzana rebosante de odio entre los inmortales para promover la guerra entre los pueblos, guerras cuyas causas profundas son más eróticas que económicas o políticas, a contramano de lo que plantean las sesudas investigaciones de filósofos e historiadores que ignoran la verdadera trama de las empresas humanas. Esos sistemáticos y obsesivos personajes, generalmente hombres, no aciertan a descubrir detrás de la urdimbre de los hechos políticos, sociales, religiosos -o de la simple ambición- el deseo incestuoso o la lujuria desesperada." LILIANA BELLONE La producción actual de las mujeres que escriben en las provincias estaría marcando un punto de transición entre el discurso dominante patriarcal y las nuevas tendencias que podemos leer en el campo escritural a partir de mecanismos que alternan la negociación con la fuerza. En este sentido, nuestra lectura de la producción narrativa de algunas mujeres, busca establecer las estrategias que se ponen en juego para activar mecanismos de legitimación discursivos, desarticulando los códigos del discurso hegemónico. Si aceptamos el argumento de Foucault acerca de que lo "verdadero" depende de quien toma control del discurso, entonces es razonable pensar también que la dominación de los hombres sobre los discursos ha atrapado a las mujeres, durante mucho tiempo, en una red de "verdades" masculinas. Carmen Perilli afirma que "el discurso articulado por los hombres es el que, desde hace milenios califica y determina a la mujer que lo
hace suyo. Se presenta como un discurso natural basado en lo biológico y en lo psicológico, pero se trata de una trampa construida por la sociedad patriarcal, marcada por el predominio masculino y el sometimiento de la mujer" (1990: 53). Trampas discursivas, como las que tiende George Steiner 126, quien pretende justificar la -para él- escasez de mujeres creadoras, a partir del ingenuo argumento de que el hecho de experimentar la mujer el fenómeno de la creación en su propio cuerpo, habría mermado en ella ese impulso creador tan activo en el hombre. Para Francine Masiello "en el contexto de la cultura, el feminismo opera no sólo contra el canon literario, sino también contra la ley del falo y la historia heredada" (1986: 54). La construcción del "sujeto femenino" afirma una nueva subjetividad. A diferencia del proyecto post-modernista, donde se anuncia decididamente la muerte del sujeto, los textos de las escritoras latinoamericanas se preocupan marcadamente por la supervivencia. Las prácticas feministas insisten en el hábito de la negación de un discurso centralizador, desafían la ideología de lo reprimido con lo cual se ha tratado de anular toda diferencia entre los discursos127 (Masiello, 1986: 57). Este nuevo sujeto escritural estaría instalando, en el plano discursivo, la aparición de varios índices reveladores de una transformación radicalizada con respecto a la visión masculina de la literatura "oficial". En la narrativa masculina (el término "masculina", enmarcado en nuestro planteo de dominación discursiva, no restringe la expresión a la producción de escritores varones solamente), el personaje literario femenino se construye como núcleo de un círculo de fuerzas centrífugas en el cual los personajes restantes convergen inevitablemente (Cfr. Guerra Cunningham, 1986: 3-19). Así, merced a una serie de "alianzas plurales" o "alianzas homosociales" las mujeres personajes encuentran su voz auténtica en las actividades clandestinas de las protagonistas anónimas. 126
En un artículo aparecido en "La Nación", Mario Vargas Llosa comenta el libro Real Presences de George Steiner definiéndolo como "un elocuente indicador de lo enloquecida que anda la brújula cultural en nuestra época: fue concebido como un libro transgresor y heterodoxo, para desafiar las ideas establecidas sobre la creación artística, y se ha vuelto un best-seller unánimemente celebrado en el mundo occidental". Acerca de la postura de Steiner frente a la creación femenina, Vargas Llosa ironiza: "En las páginas más indóciles del libro, Steiner desliza una explicación del escaso número de creadoras mujeres, sobre todo en las artes plásticas y en la música, lo que, curiosamente, no parece haber violentado hasta ahora a las feministas. El hecho de que la mujer experimente en su propio cuerpo el fenómeno de la creación -dar vida, ser escenario de la reproducción- habría mermado en ella ese impulso creador tan activo en el hombre, para quien el acto de la gestación y el alumbramiento es remoto, inaccesible, e incapaz, por tanto, de moderar o saciar el hambre de absoluto y trascendencia -el vacío del ser del que nace la voluntad de creación-." (Vargas Llosa, 1991).
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El sistema de oposiciones binarias planteado por Greimas como modelo de análisis estructural es leído por la feminista francesa Helene Cixous como una manifestación del pensamiento binario patriarcal, basado en el "par" fundamental: masculino/femenino (Moi, 1985: 102-126). Cixous introduce, para romper el esquema binario, el concepto de "différance" de Derrida, para quien la significación no está producida en la estática clausura de la oposición binaria. El concepto de escritura femenina de Cixous está cercano al análisis de la escritura de Derrida como "différance". Para esta autora, los textos femeninos son textos que funcionan en la diferencia, pugnando por indeterminar la lógica falocéntrica dominante, resquebrajando la cerrazón de la oposición binaria y revelando los placeres de una escritura que tendría que ver con lo bisexual.
V.3.1. Mujeres X Mujeres ..."Virgen o pecadora, esfinge, mujer fatal, madre, bruja... todas imágenes que han oscurecido el espejo en el que la mujer se busca a sí misma para representarse literariamente, imágenes que reflejan lo que los hombres suponen que es una mujer." LUCÍA GUERRA CUNNINGHAM
A pesar de la instalación, dentro de los imaginarios sociales de Latinoamerica y, sobre todo, de las provincias del NOA, de un modelo cultural que coloca a la mujer frente al "dilema metafórico del silencio o la decapitación" las vivencias inherentes a la condición femenina se incorporan soterradamente a través del tiempo, añadiendo a los textos una resonancia que se va intensificando a medida que las escritoras, como entes sociales, van asumiendo una posición ideológica más radical con respecto a la mujer y el lugar que ella debe ocupar en la sociedad (Cfr. Guerra Cunningham, 1987: 39-41). Estos posicionamientos femeninos pueden leerse, en sus distintas gradaciones, en la escritura de mujeres provincianas contemporáneas. Como modelos de este proceso de ruptura de patrones ideológicos masculinos, operaremos desde la lectura de la producción de cuatro mujeres que construyen sus lugares de enunciación en diferentes momentos del siglo: Zulema Usandivaras de Torino, Clementina Rosa Quenel, Libertad Demitrópulos y Liliana Bellone. Uno de los peldaños en el proceso de confrontación del modelo patriarcal dominante puede leerse en la escritura de Zulema Usandivaras de Torino 128. Sus novelas se 128
El relato biográfico de Zulema Usandivaras de Torino, realizado a requerimiento mío en el mes de noviembre de 1997, es el siguiente: "Nací al promediar la segunda década de este siglo en Salta, ciudad donde resido y he vivido siempre. (...) Alumna de la Escuela Sarmiento y de la Escuela Normal de Maestras, apenas recibida, ejercí por algún tiempo la profesión en la Escuela Gral. Güemes. Dactilógrafa egresada de la Escuela Nacional profesional de Mujeres y diplomada en la Alianza Francesa, Filial Salta. Iniciada en la música y el piano (disciplina obligatoria en la educación de las niñas) sin mayor éxito. (...) Fui reprimida por el tiempo en que me tocó vivir. Limitada por los prejuicios de la época no pude acceder a los estudios universitarios y tuve que ser, en alguna manera, una autodidacta que abrevaba el saber, sin mucha disciplina, en todos los libros que encontré en la biblioteca de mi casa y los que fui adquiriendo más tarde, leyéndolos a veces en forma clandestina, burlando la censura bastante rígida y un tanto ridícula. Así fui creciendo, asimilando todo lo que hoy nos ofrecen los modernos medios de comunicación, y he llegado, desde el aprendizaje en la pizarra individual donde se grababan palotes y caracteres con lápiz de piedra, hasta la computadora. (...) Mi trabajo al principio fue silencioso, secreto, apenas me atrevía en certámenes poéticos, resguardada por el anonimato del seudónimo. Las menciones y los premios, algunos importantes como el de la Universidad Católica de Salta, Temis Esperoni de la Plata, Fundación Givré de Buenos Aires, El Quijote de Plata y varios otros, me animaron a comenzar. (...) Escribí, aunque tarde, porque ésa era mi vocación. Para escribir antes, hubiera tenido que soportar la presión social de mi entorno. No hay que olvidar que mi juventud transcurrió en años todavía con resabios de la moral victoriana y como mujer, más sujeta a esos rígidos cánones. Sin embargo, pienso que nunca nadie estará libre totalmente de cierta presión, la que ejerce el otro, el que nos censura o nos aprueba. La cuestión es liberarse, lo que debe hacer
transforman en el testimonio histórico de una época y descubren el instante preciso en el que se desarticulan las leyes y principios sociales que regían la sociedad colonial. El lugar de enunciación de esta narradora, perteneciente a una familia tradicional de Salta, le permite retratar la sociedad de fines del siglo XIX y primera mitad del XX. Las normativas sociales y las demandas de feminidad de la época son el tema predilecto de sus narraciones. Así, las cuestiones del honor y las virtudes de la frivolidad, la maternidad, el amor, la belleza o la ilustración, conforman un código de comportamientos que, si no son respetados, pueden acarrear la degradación moral de la mujer ante el grupo social. La novela Recordando El Paraíso (1992) es un relato que trasciende la pintura de esa sociedad conservadora para centrarse en el tránsito de una mujer escindida entre las obligaciones sociales y sus deseos más recónditos. La mujer-narradora escruta las debilidades de una sociedad-personaje, donde un minúsculo puñado de mujeres, desde la penumbra de las restricciones de todas las épocas, se mira a sí misma a través de la mirada ajena: ...las mujeres somos intuitivas - pensaba y se sentía capaz-. Esto de su intuición y su capacidad no sería, nunca, requerido por Augusto. Tentado estaba él, muchas veces, de acudir a su mujer en medio de sus dudas y tribulaciones, pero su orgullo de varón se lo impedía. )Cómo iba él a mostrar su debilidad ante una mujer? )Qué saben las mujeres de política ni de negocios? Tal vez las de la generación de doña Carmen Lezama, y esta misma era una excepción. Pero, en fin, las damas de aquella época post-colonial, tenían aún el temple de las colonizadoras que, por más de dos siglos se mantuvieron en lucha con la adversidad y con los indios en un dilatado territorio donde la supervivencia humana se hacía tan difícil como lo fue para los primeros habitantes de la tierra (1992: 143- 144). Aquellas mujeres colonizadoras han cedido su lugar a nuevas generaciones de reprimidas inconfesadas, que muchas veces se proyectan en las heroínas de la literatura: Le temía a su pensamiento. Un viso de romanticismo quedaba bajo la superficie de dama ponderada, ecuánime, madura. "La loca de la casa", que no le saltara. En su interior tenía que aprender a dominarla. (Qué funesta la imaginación cuando no se la controla! Las experiencias no se repiten. Que no empezara ella con esas ensoñaciones fatales de la adolescencia. Todo eso era lo que les había pasado a Madame Bovary... a la Dama del perrito de Chejov. Eternas insatisfechas. )No se había intoxicado ella con sus lecturas? Un no perdido recuerdo de su ambición de ser escritora aún, la atenaceaba, (qué ridículo! Una mujer de su casa, una señora... (1992: 145). Este vaivén entre el "querer ser" y el "deber ser" está problematizado en los pensamientos de los protagonistas de la novela: Matilde, Augusto y una sociedad que tiene claro que los papeles de un hombre y una mujer no deben perderse en los lagos de la indefinición. Sin embargo, los esquemas estatizantes de esa sociedad diseñada a todo escritor, expresándose sin tabúes y sin prejuicios irracionales"...
fines del siglo pasado comienzan a ceder ante la presión de factores históricos, geográficos y económicos. Matilde y Augusto, divididos entre la ciudad y el campo, encuentran en este último -el Ampascachi descripto desde una perspectiva autobiográfica- el espacio edénico donde podrán concretar una vida libre de las miradas e imposiciones de la Salta tradicional. Pero Matilde jamás volverá a ser la misma, ha experimentado un cambio raigal y determinante. Esa metamorfosis de la protagonista -en Recordando El Paraíso- alcanza en su órbita a otros personajes y es una evolución favorable que define una conquista respecto a la mujer de La Esposa (1989, 1996), para la que el destino es del todo implacable. En La Esposa, su protagonista -Manuela- es casada por su padre con un hombre mayor y de buena posición. El matrimonio es aquí presentado como una práctica de carácter protocolar, rígida y conservadora, que ubica a la mujer dentro de un nuevo -y desventajoso- escenario social: Ella, la mujer legítima, no tenía escapatoria. Debía cuidarse del asedio de los gavilanes. Proteger el honor de la casa. Ser la esposa oficial, la que acompaña a su importante esposo a la misa del domingo, a las reuniones de beneficencia, a las bodas y a las reuniones familiares (1996: 97). Así, Manuela renuncia a su pasado, a su propia identidad y al amor, para "favorecerse" con la admiración, el respeto y el brillo social que le otorga su actuación de esposa perfecta: "Como mujer, la lucha es despareja, siempre quedará sometida a la ley que privilegia al varón. Como esposa, deberá soportar el despotismo y la presión (...) Resignación, sumisión, habilidad para movilizarse con destreza en el gran escenario social, revela este último discurso de la protagonista que responde, sin dudas, al discurso hegemónico de la Ley" (Carante de Ragone, 1996: 15). Pero el camino hacia el derrocamiento del discurso normativo, los tabúes sexuales, las rígidas creencias religiosas y los obesos cánones de belleza ya está marcado. En Recordando el Paraíso, emerge una sociedad transitoria en la que el título universitario desplazará a la actividad comercial; los espacios de poder se repartirán entre las esferas políticas y el único periódico citadino. Los textos de Zulema Usandivaras -sostenidos aún por relámpagos estéticos del romanticismo-, discuten las virtudes y defectos de la sociedad patriarcal y apelan a la construcción de un nuevo modelo femenino, inserto en un campo de transformaciones más amplias. Así, el itinerario hacia esas transformaciones sociales puede traducirse en un alto precio a pagar por los protagonistas, colocando a hombres y mujeres dentro del polo de los dominados. En este sentido, quizás la mejor síntesis de la historia planteada por Usandivaras de Torino podría estar contenida en estas palabras de Carmen Perilli: No se trata de una actitud consciente, sino de un discurso social que se incorpora como natural, imposibilitando su cuestionamiento. Atrapados, tanto hombres como mujeres, los dos son víctimas a las que liberará el cambio, un cambio que, lentamente se está produciendo (Perilli, 1990: 72). Un viraje importante con respecto a la apropiación del instrumento lingüístico por parte
de las mujeres puede leerse en la producción de Clementina Rosa Quenel 129. Como ha observado José Andrés Rivas (1987), la escritura de esta narradora muchas veces fue definida en estos términos: "Escribía como un hombre", aludiendo a la fuerza expresiva de sus relatos o a la aspereza con la que pintaba el mundo agreste y rural de Santiago del Estero. Según Alén Lascano (1967), el mismo Augusto Roa Bastos, refiriéndose a Clementina Quenel, había expresado "Argentina tiene en el cuento un Horacio Quiroga mujer". A esa faceta "masculina" de su escritura se integraba la dureza con que la llevaba a sus personajes a luchar en sus fronteras interiores o a confrontar sentimientos opuestos que los habitaban o desgarraban. Pero, según José Andrés Rivas, existe otro rostro de Clementina Quenel130, que puede ser identificado como "profundamente femenino" y no como una "impostación" de la voz: El otro perfil de estas páginas nos refleja la imagen de la mujer sobre un mundo creado por los hombres y para los hombres. Aunque ellas sean las encargadas de conservar los ciclos de la naturaleza y de la perduración de la especie, el destino de las mujeres de esta obra puede ser finalmente la soledad o la frustración (1987: 243). Así, la mujer es el personaje central de sus relatos y piezas dramáticas: María Silvestre en El bosque tumbado, de la que se recuerda que "a los nueve años su conducta continuaba siendo más de pantalones que de pollera" (1981: 52); la "Telesita" santiagueña, condenada a bailar eternamente mientras su leyenda de culpa y castigo se multiplica. También aquellas mujeres que se burlan de los hombres ("La María de los Santos en el camino", "Tonto, tonto" y "Almacén La Amistad"); las madres que esperan 129
Clementina Rosa Quenel nació en Santiago del Estero en la primera década de este siglo. Su madre era santiagueña y su padre francés -Jorge Quainelle, quien estableció el primer servicio meteorológico en la Provincia-. Cursó estudios de derecho en Buenos Aires. En esa época ya entregaba sus primeras colaboraciones literarias a la revistas femeninas: El Hogar, Mundo Argentino, Estampa, Aquí Está, Chabela y Maribel. Abandonó sus estudios para casarse y regresar a Santiago del Estero, donde se incorpora al movimiento cultural "La Brasa", fundado por Bernardo Canal Feijóo. En 1945, la Editorial Cervantes, de Tucumán, publica la primera edición de su libro de cuentos La luna negra (la segunda aparecería en 1952). Su novela El bosque tumbado ganó el Primer Premio Literario Regional de la Comisión Nacional de Cultura para el trienio 1948-1950. Ha publicado los siguientes poemarios: Elegías para tu nombre campesino (1952 y 1961), Poemas con árboles (1960) e Íntima con el álamo (1960). En narrativa también publicó: Los Ñaupas (1967) y también realizó una importante contribución al teatro édito con las obras La Telesita y El Retablo de la Gobernadora. En 1946 obtuvo, en Córdoba, el Primer Premio -cuento y relato- en el Certamen Nacional Literario "Leopoldo Lugones". En 1960, obtuvo el Primer Premio de Poesía con su poema "Elegía sobre el túmulo de Braulia Vera" (Jornadas Interamericanas de Poesía, en Piriápolis). Se desempeñó como Secretaria de la filial de la SADE en su provincia. Colaboró en numerosas publicaciones y brindó conferencias sobre temas de carácter regional. Falleció en su tierra de origen el 19 de setiembre de 1981. Los estudios más completos sobre la producción édita e inédita de Clementina Quenel fueron realizados por dos escritores y estudiosos santiagueños: Juan Carlos Martínez y José Andrés Rivas.
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En este sentido, José Andrés Rivas afirma: "Si el trazo de su trabajo -como el de su letra sobre el papel- era riguroso y definido, no era porque Clementina impostara su voz para enronquecerla con la tonalidad del hombre, sino porque estaba poblada por aquella memoria y por aquellas largas agonías de las viejas criollas de su tierra. Esa era la voz literaria de la narradora de La luna negra que arrastraba antiguos lamentos de una raza que parecía nacida para la derrota. Una derrota que no provenía de una condena social o de una diferencia de genealogías, sino de la misma condición del hombre -y sobre todo de la mujer- sobre una tierra desolada (Rivas, 1987: 242).
inútilmente el regreso de sus hijos ausentes, las esposas engañadas o castigadas, las niñas nacidas para el dolor. "Ninguna diferencia social marcará diferencias de destino, ya que sufrir y desesperar es el precio que se paga por ser mujer" (Rivas, 1987: 244). Asimismo, en su obra de teatro El retablo de la gobernadora, Clementina Rosa Quenel registra una versión femenina del episodio del frustrado matrimonio entre Ventura Saravia y el gobernador Juan Felipe Ibarra, un hombre al que no ama. En oposición a la versión "masculina" que habían dado Héctor Domingo Argañaraz, Horacio G. Rava y Bernardo Canal Feijóo, Clementina Quenel elabora su texto desde el enfrentamiento femenino hacia el despotismo y la arbitrariedad masculinos. Estos personajes femeninos tejen su huella de resistencia ante una tradición de leyes inmutables, como la que puede percibirse en el discurso de don Vila, en La Luna negra: L'hombre es hombre. Los caminos se han hecho pa él y los cielos pa aprenderlos antarca, sin apuros... (1945: 134). Así se resume una larga historia de sometimiento y dependencia, historia que las mujeres de Clementina Quenel escenifican y ante la cual se rebelan. Mujeres censuradas, condenadas al sufrimiento y la humillación. Personajes que se miran y que son mirados, que se construyen a sí mismos o son construidos por los otros, pero que provienen de un mismo mapa físico y simbólico: el bosque, el monte, el mundo duro y escabroso en el que las mujeres articulan sus discursos de resistencia: el perdón más terrible que la venganza, ejecutado por María Silvestre o la derrota del hombre-poder lograda por la joven Ventura Saravia. Todos estos gestos construyen un espacio en el cual el género puede escribirse desde la no-escritura, como ocurre con las mujeres que miran con ironía e indiferencia los "papeles" que legitiman las uniones matrimoniales. No-escritura que también se manifiesta en el registro coloquial preferido por Quenel y en la inscripción de un espacio narrativo donde todos conversan. El otro espejo del nuevo discurso femenino es el que presenta Libertad Demitrópulos. Ya Nora Domínguez ha señalado la insistencia de Demitrópulos en contar historias de mujeres y de viajes: A cada libro una mujer, a cada novela un viaje. María Muratore, Isabel Descalzo, Violante, Rosario, Nancy, la monjita que de noche se transforma en prostituta y consigue, a partir de un pacto de terror y silencio, que los hombres no confiesen el tipo de contacto nocturno que tienen con ella (1997: 55). En la novela Río de las Congojas se sobreimprime, sobre el relato fundacional de las ciudades, la historia de las mujeres-fundadoras de familias (Cfr. Domínguez, 1993: 215). La protagonista, María Muratore, viaja por los territorios siguiendo a los hombres que fundan ciudades. En ese itinerario, ella misma se disfraza de hombre y participa en las guerras. Pero el modelo de familia que se plantea en la novela desarticula el poder simbólico que ejerce sobre nuestra cultura la figura del padre, por cuanto los muertos y descendientes llevan el nombre de una mujer. Por esta vía, la novela de Demitrópulos potencia el cuestionamiento de los poderes desde las voces marginales: mujeres, nativos, mestizos, negros, enfrentados al grupo dominador: gobernadores, españoles,
hombres. Esa re-locación tiene como engranaje fundamental una nueva organización discursiva que se puede leer en el gesto de María Muratore cuando se revela abiertamente, al comprobar una vez más que la mujer es considerada solamente un objeto sexual. El acto de matar con su arcabuz a dos hombres que pretenden llevarla por la fuerza para saciar la sed del gobernador Juan de Garay, debe ser leído, en el contexto de la historia de la novela latinoamericana, como una inversión de los roles asignados a la mujer por la historia y la cultura: (Bestias! ¿Qué creen que es una mujer? ¿Un armatoste? ¿Una bolsa de mandioca? )Una mujer se alza sólo para satisfacer el capricho de un hombre? )No tiene alma, verdad? )Cuántas letras se precisan para decir no? Tantas como para sí. Pues no. No. No quiero ir. (Hala! Infame turba de lacayos. Si les queda algún hueso sano, díganle que María Muratore manda contestar que no (1981: 127). Lo femenino, que para la visión masculina patriarcal está representado por el vientre materno, la casa, la Patria, la ciudad o la Naturaleza (rol de reproducción biológica), se expresa, en algunas novelas latinoamericanas, en una imagen arquetípica de la mujer basada en sucesivas "mutilaciones" (Guerra Cunningham, 1986: 7), que han sustraído de ella únicamente su valor como cuerpo reproductor. Como afirma Perilli, las imágenes femeninas más difundidas en la literatura son las de la Madre y la Prostituta. La mujer, inserta en esta visión, adquiere un rol pasivo, como fuente de tentación para el personaje masculino y se le adjudican dimensiones siniestras y demoníacas. Es sancionada si tiene participación activa y transgrede los límites convencionales de la Virtud femenina. La aparición de un nuevo discurso, como el planteado por Demitrópulos, marca la ruptura del canon masculino que por décadas imperó en la literatura latinoamericana -"visión deformada del universo femenino" que se plasma en la producción de escritores como Alejo Carpentier y Gabriel García Márquez 131. Este cuestionamiento 131
Como afirma Carmen Perilli: "Es fundamental leer este discurso a la luz de los mitos de la femineidad que una sociedad patriarcal propone. Como los antiguos dioses de un tiempo perdido- que reaparecen una y otra vez en la vida de los individuos, los viejos mitos que impiden crecer son exorcizados a través de la cultura." Así, la visión "masculina" (y masculinizada) que Perilli ha identificado en la producción de escritores como Gabriel García Márquez y Alejo Carpentier (1990) se reproduce, en los textos de escritores de provincias a partir de esas imágenes femeninas tan arraigadas en la tradición cultural latinoamericana: "La patrona me apura desde mi pensamiento. Ella, tan de cutis trigueño, y tan de corazón grande para cobijar a toda la familia" (Alurralde, 1995: 43). "La hembra es la que cierra y abre la puerta. (...) La mujer siempre tiene la culpa. Ella es la dueña de la guayaca." (nella Castro, 1988: 151). " -La mujer, -le dije- es mujer porque recuerda. Han domesticado las fuerzas de la oscuridad, aunque para ello se han tenido que rebajar a besarle el culo al demoníaco carnero. Manejan la energía sutil tanto como la naturaleza densa. La luz de la luna es para ellas como la madeja de las hiladeras, se ríen de los cuadros del Bosco y del Infierno. Pero lo único que no han podido domesticar es el olvido" (Ahuerma Salazar, 1995: 35). Sobre este tema, Lucía Guerra-Cunningham agrega: "No obstante el importe altamente subversivo de algunas novelas contemporáneas que modifican el sentido tradicional de lo femenino esteroeotípico, vale la pena notar que esas transgresiones se codifican a base, precisamente, de los elementos configuradores de la imagen convencional de la mujer. En el caso de Cien años de soledad (1967) de Gabriel García Márquez, los motivos de la madre, la virgen y la prostituta perduran como sustrato básico, y el peligro del incesto recae en la mujer como sinónimo de
sobre la historia y la tradición atraviesa el campo del lenguaje y se orienta, como expresa María Lugones, hacia una creación femenina que intenta re-articular su proyección simbólica (Lugones, 1984: 15). Ese nuevo orden puede leerse en los planteamientos de la narrativa femenina contemporánea. En este sentido, Augustus de Liliana Bellone es el retrato de las conciencias amputadas por los tabúes sociales, la opresión y el aislamiento: una versión terrenalizada del infierno. La reescritura de la Historia desmitifica la tradición patriarcal, basada en la epopeya heroica de los protagonistas masculinos. Los espacios se llenan con los nombres de Elena de Troya, Eugenia Grandet, Ana Karenina, Santa Genoveva, Carmelina Ferri. La inversión genérica de la leyenda de Rómulo y Remo -actualizada en el relato de la loba y sus mellizas- interpreta el desajuste primordial que desata los dramas y las luchas de la humanidad. Así, en la producción de Liliana Bellone la experiencia femenina se debate entre la sumisión al hombre persecutor -un hombre al que la mujer espera para entregársele- y el nuevo rol de la mujer que desea elegir y dominar la relación. En el primer caso, el hombre se identifica con los "hombres a caballo con lanzas y cadenas", o con el "hombre de la armadura" -personajes con notas medievales que se presentan recurrentes en la escritura de Bellone: Ese era el lugar destinado para que Joaquín me amara por primera vez, y así sucedió. Joaquín fue altivo y feroz como un señor feudal que viola a una pobre niña de linaje inferior, a una pobre sierva. Siguieron meses de encuentros terribles, en una misa de amor que se repetía como una pesadilla. Me convertí en una mendiga detrás de la pasión de ese hombre silencioso y triste, en una harapienta con la piel amoratada y envejecida detrás de sus rituales (1992: 11). En el discurso de la independiente mujer de "Jornadas de Otoño" -mujer que experimenta, en sucesivas relaciones, que los hombres dejan de satisfacerla cuando se pierden en los días de la monotonía- hay índices que muestran a la protagonista en actitud dominante con respecto al sexo masculino (1992: 55-59). El discurso literario también ironiza sobre el mito de la feminidad en el cuento: "La enemiga" (1992: 45-48), donde la protagonista lucha en su rechazo hacia la seductora Diana. Los sentimientos de la protagonista oscilan entre el rechazo y una escondida admiración hacia la independencia y decisión de quien es su enemiga en la faz personal y, a la vez, representa una amenaza para toda una tradición cultural. El mudo enfrentamiento entre las dos mujeres puede leerse como la encrucijada de ruptura de las más secretas convenciones sociales. La "rebelión" de la literatura femenina implica una redistribución de los espacios sociales asignados tradicionalmente (la casa, la cocina, etc.). La mujer crea un nuevo tentación y Naturaleza no regulada por la actividad modificadora del hombre" (1986: 11).
espacio social que rodea su cuerpo y le permite elaborar una identidad fija: un espacio para sí misma. Desafiando los presupuestos de la visión masculina, "este cuerpo nuevo se ofrece como una denuncia de la autoridad cívica y política, en tanto que se desenreda la trampa del lenguaje establecida por la ley y la tradición" (Masiello, 1986: 56). En ese contexto, la pérdida de la virginidad -sinónimo de condena para la mujer en las provincias- se presenta como reclamo irónico de la protagonista de "El rey de los pájaros": Pasaron los años. Ahora sólo puedo evocar. No me casé, por supuesto, porque en estas sociedades provincianas el casamiento exige como principal atributo la virginidad y yo no estaba dispuesta a la humillación ni a contar a nadie mi historia. Callé y me quedé sola (Bellone, 1992: 13). V.3.2. Gramática femenina ")Qué diferencia hay entre un diplomático y una dama?, que el diplomático cuando dice 'sí' quiere decir 'tal vez'; cuando dice 'tal vez', quiere decir 'no'; y cuando dice 'no' deja de ser diplomático. Y la dama, cuando dice 'no' quiere decir 'tal vez'; cuando dice 'tal vez' quiere decir 'sí', y cuando dice 'sí' deja de ser una dama. El hombre no ha de ser ni diplomático ni dama." CHISTE POPULAR
Hemos visto como en la escritura femenina operan una serie de mecanismos que buscan legitimar su palabra -que por ser "palabra de mujer" tiene diferente valor desde el punto de vista de la credibilidad del sistema patriarcal masculino dominante. Estas fórmulas de legitimación pueden encontrarse amalgamadas dentro de un mismo texto, reforzándose entre ellas para contribuir a una mayor validación de la escritura femenina. En muchos casos, para poder participar en la sociedad, las mujeres han debido transformar sus propios modelos y adecuarlos al sistema expresivo de los hombres (Guerra Cunningham, 1987: 44). Aún cuando la presencia de aquellas fórmulas está "permitida" por los códigos estéticos de cada época, su valor reside en la doble carga de significación que contienen, al ejercitarse en ellas una "redundancia" que tiende a desarticular el discurso dominante. Este mecanismo tiene que ver con lo que Ineke Phaf expresa acerca de Sor Juana Inés de la Cruz: Ella tiene que hacerse más barroca que todos los barrocos de su época, que aparentemente eran todos los hombres de España. (...) es la bomba que desde su posición femenina amenaza al barroco (Phaf, 1992: 65). Estos modos de expresión adquieren dimensiones singulares en la escritura femenina de provincias: las mujeres aisladas de los centros de poder inventan un lenguaje híbrido que pueda reconocer esas estructuras del poder y que, a la vez, les ofrezca una alternativa válida para expresarse ellas mismas. Así, la voz de la mujer se desdobla para hacerse sentir. Esa pluralidad trazada en la violencia de la sociedad civil, obliga a no limitar la identidad femenina a un espacio privilegiado único. La pluralidad de los márgenes y las zonas periféricas son utilizados para redefinir a la mujer como actante
político y social (Cfr. Masiello, 1986: 56-57). Para las escritoras mujeres y la última crítica feminista, esos planteos sobre el lenguaje significan el advenimiento de una etapa de "reinvención" de la lengua132. Cuando las mujeres escriben o hablan sobre sí mismas ya no se ven forzadas a utilizar una lengua extranjera. Llegamos así a un tema que resulta muy sugestivo desde el punto de vista del análisis del discurso, y que abre nuevas perspectivas para el estudio de una "gramática femenina"133, la composición de un nuevo sistema de rasgos lingüísticos que constituyen un intento de apropiación del lenguaje. Estos actos de apropiación de la lengua tienen la función de invertir los valores semióticos de sexo y género en la cultura occidental, valores que se manifiestan en el esquema patriarcal "masculino=activo vs. femenino=pasivo" y su inscripción en un modelo desequilibrado hecho de dependencias y dominancias. El lenguaje femenino trabaja, en su naturaleza, apasionada, científica, poética y políticamente con tal de volverse invulnerable. Para las escritoras mujeres y la última crítica feminista, esos planteos sobre el lenguaje significan el advenimiento de una etapa de "reinvención" de la lengua134. Cuando las
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..."the challenge facing the woman today is nothing less than to 'reinvent' language... to speak not only against, but outside of the specular phallocentric structure, to establish a discourse the status of which would no longer be definied by the phallacy of masculine meaning" (Showalter, 1985: 243).
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Esta es la propuesta del estudio que, en el cruce de la semiótica lingüística, el psicoanálisis y la teoría feminista, realizan Ángel López García y Ricardo Morant (1995).
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..."the challenge facing the woman today is nothing less than to 'reinvent' language... to speak not only against, but outside of the specular phallocentric structure, to establish a discourse the status of which would no longer be definied by the phallacy of masculine meaning" (Showalter, 1985: 243).
mujeres escriben o hablan sobre sí mismas ya no se ven forzadas a utilizar una lengua extranjera. Llegamos así a un tema que resulta muy sugestivo desde el punto de vista del análisis del discurso, y que abre nuevas perspectivas para el estudio de una "gramática femenina"135, la composición de un nuevo sistema de rasgos lingüísticos que constituyen un intento de apropiación del lenguaje. Estos actos de apropiación de la lengua tienen la función de invertir los valores semióticos de sexo y género en la cultura occidental, valores que se manifiestan en el esquema patriarcal "masculino=activo vs. femenino=pasivo" y su inscripción en un modelo desequilibrado hecho de dependencias y dominancias. El lenguaje femenino trabaja, en su naturaleza, apasionada, científica, poética y políticamente con tal de volverse invulnerable. Virginia Woolf ha sugerido que la escritura de mujeres ya no continúa en la tónica de expresar la rabia, la amargura y la protesta. Sin embargo, la liberación por medio de la escritura -esa "purgación de todas las reminiscencias" recomendada por Julia Kristeva para llegar a la madurez creadora, sigue desarrollando una dirección que insiste en el descubrimiento de los roles femeninos dentro de las sociedades actuales. En los umbrales del siglo XXI la escritura de mujeres ha atravesado su-cesivas transformaciones. La actitud más frecuente sigue siendo la búsqueda de una expresión original que ya no esté ligada al acto de escribir "en contra", "en defensa de" -quizás porque la escritura femenina va adquiriendo, paulatinamente, sus derechos de ciudadanía-. Este discurso, liberado de algunas marcas más reacciona-rias, conduce hacia una escritura de autorreconocimiento (Ciplijauskaite, 1988).
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Esta es la propuesta del estudio que, en el cruce de la semiótica lingüística, el psicoanálisis y la teoría feminista, realizan Ángel López García y Ricardo Morant (1995).
Con la mirada fija en ese itinerario y desde un lugar periférico del globo terráqueo, la escritura de Liliana Bellone plantea la paulatina adquisición de un nuevo discurso por parte de las mujeres creadoras. Quizás su cuento breve llamado "La Huida" (Bellone, 1992: 21-22) sea la metáfora que mejor resume y explica las fases por las que ha de pasar la creación femenina para adquirir su propio discurso: a) En un primer momento de decisión colectiva las mujeres se liberan del yugo dominador: "En una de esas noches cubiertas de susurros, una de las mujeres escapó de los brazos de su marido y, silenciosa, despertó a las otras. Sabía que la sierra era escarpada y que las fieras merodeaban, pero era necesario hacerlo. En medio de la oscuridad treparon las laderas y lastimándose con las lajas cortantes como cuchillos, llegaron a la cima." b) a la vida independiente le sucede un segundo momento de instauración de un nuevo orden136, en el que se redistribuyen las responsabilidades y se asumen roles nuevos: "Allí había una especie de caverna y en ella se escondieron. Transcurrió la noche y al nuevo día comenzaron a ordenar la recolección de semillas, la siembra, el alimento de los niños, las horas del fuego y del sueño." c) Ese código independiente se traduce en la búsqueda y creación de un nuevo estatuto discursivo: "Pasaron los días y el nuevo orden les permitió intercambiar algunas palabras, contarse algunas sensaciones y saborear el gusto de la carne asada."
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La puesta en funcionamiento de un nuevo sistema lingüístico que ya no sea considerado "marginal" con relación al utilizado por los hombres, tiene que ver con la re-instalación de una nueva visión del mundo. Hacia la década de los cuarenta Margaret Mead demostró en su libro Sexo y temperamento en las sociedades primitivas que "lo masculino" y "lo femenino" no eran características biológicas innatas en los seres humanos, sino más bien conceptualizaciones que tenían su origen en la organización económica presente en cada comunidad (1973). Esto puso en evidencia la variabilidad de las categorías que, en nuestra cultura, se han considerado como inmutables (Guerra Cunningham, 1987: 44).
Pero un "sin embargo", dentro de la progresión narrativa marca el camino de retroceso y consecuente pérdida de los logros: los maridos las encuentran y las llevan por la fuerza a sus hogares. Con el tiempo, las mujeres olvidan su aventura y ya no tienen tiempo siquiera para conversar. El final del cuento deja ver una luz de insatisfacción, pero nunca de aceptación de la ancestral condena: Las tribus se aliaron con otras, después guerrearon contra otros vecinos y al fin vieron la tierra cubierta de sangre. Entonces, junto a sus maridos, las mujeres olvidadas de su historia, emigraron a otras regiones y como no pudieron llevarse los monumentos y piedras funerarios, trataron de inventar nombres parecidos a los de los muertos. Se hicieron hábiles tejedoras y alfareras y sus maridos les construyeron a cambio chozas, torres, carretas, puentes, castillos, ciudades, automóviles, aviones... Y ellas parecieron felices, a pesar de todo.
V. 4. INCISIONES V.4.1. Gauchos malos y domesticados ..."el gaucho no hace alarde de su arrojo. Narra simplemente su caso y os convida para que le acompañéis en la próxima batida. No sabe lo que es tener miedo. Sus músculos fuertes como el
guayacán nunca tiemblan ante el 'bicho', señor de la selva y salteador del ganado; y con la misma tranquilidad con que sonriendo recoge a brazadas el lazo, dispara la única bala de su carabina sobre la temible fiera." JUAN CARLOS DÁVALOS. "Un cazador de tigres" (Los Gauchos).
En el siglo XVIII, el viajero Concolorcorvo, en su Lazarillo de Ciegos caminantes describe a los gauderios, personajes aún más temibles que los indios. Esa imagen negativa del protagonista de las pampas puebla los relatos de viajeros, en los que se proclaman constantemente los vicios, las "inclinaciones naturales" y un espíritu de libertad que se traduce en su estado semisalvaje y demasiado entregado al ocio: Mala camisa y peor vestido procuran encubrir con uno o dos ponchos, de los que también hacen cama junto con los sudaderos del caballo, sirviéndoles de almohada la silla. Se hacen una guitarrita, que aprenden a tocar muy mal y a cantar desentonadamente varias coplas, que estropean y muchas que sacan de su cabeza, que regularmente ruedan sobre amores. Se pasean a su albedrío por toda la campaña y con notable complacencia de aquellos semibárbaros colonos, comen a su costa y pasan las semanas enteras tendidos sobre un cuero, cantando y tocando... (1908 [1733])
Los gauderios, cuyo nombre evoca -desde su etimología latina-, un espíritu alegre y pleno de libertades, eran "mancebos de la tierra" y mestizos sin oficio que habitaban las dilatadas llanuras desde tiempos tempranos del período colonial y que habían sido repudiados por las fuerzas del orden que los consideraba "vagos", "ociosos" y "mal entretenidos" (Cfr. Gálvez, 1996: 286). Esa indisciplina y falta de sujeción a los sistemas de la sociedad utilitaria fue la causal de su enfrentamiento con los propietarios de estancias y jueces de paz (Cfr. Marchioni, 1997: 227-237). El sistema del “conchabo” tenía como principal objetivo el control social de esta clase "desocupada", regulando los intereses de los grupos de poder -los terratenientes- que demandaban mano de obra permanente y barata. Así, los hombres libres sin propiedad ni profesión se encontraban sujetos desde el punto de vista laboral a un patrón, quien no remuneraba este trabajo con dinero, sino con alimentos y objetos de uso. La excepción de este sistema se produce durante el gobierno del general Martín Miguel de Güemes, entre 1815 y 1821137. Durante esta etapa, la categoría de "gaucho" adquiere otro status social y los miembros de esta clase son compensados por su tarea heroica. Dentro de la escala de beneficios acordados por Güemes para los gauchos soldados se encontraba el "fuero gaucho", que consistía en el privilegio de no pagar los arriendos de aquellas tierras abandonadas por dueños contrarios a los ideales revolucionarios (Cfr. Pérez de Arévalo, 1979). Las imágenes del baqueano, del rastreador y del gaucho, que integran la galería de caracteres del Facundo de Sarmiento, pertenecen no sólo a la antología nacional, sino también al repertorio de personajes de América. La idea de la barbarie, que en la dicotomía sarmientina se identificaba con lo vernáculo, lo telúrico y el indio, continuará desplegándose en los textos generados tanto en el Río de la Plata como en otras zonas del país, pero con valencias diferenciadas. El gaucho que aparece en la literatura rioplatense responde, la mayoría de las veces a las características del Martín Fierro de José Hernández, quien pretendió convertirlo en un símbolo de una pretendida integración socio-cultural. "Me he esforzado en presentar un tipo que personificara el carácter de nuestros gauchos, concentrando el modo de ser, de sentir, de pensar y de expresarse que les era peculiar", dice José Hernández de su gaucho, personaje que, desde su instalación en el imaginario argentino, ha sido largamente alabado y denostado por la crítica. Fue acusado de misógino y racista por Elena Oddone, quien llega a proponer que el libro sea excluido como texto de lectura en las escuelas: Hernández pone en boca de sus personajes su pensamiento con respecto a las mujeres. No se menciona ningún nombre femenino, pero las mujeres están presentes en toda la obra (...) Hernández es fiel al mito mujer-pecado, pasióncondenación. (...) Sus personajes ... son racistas contra el negro y el indio y el vocabulario empleado para referirse a la mujer es francamente ofensivo: mula, loba, bicho, vaca, perra parida, barriga de sapo, pilcha, chancleta. Todos los 137
El sistema de conchabo en el Noroeste tuvo vigencia desde el siglo XVIII hasta 1921. En ese año, el primer gobernador radical Joaquín Castellanos dicta la "Ley Güemes" -a cien años de la muerte de éste- en la que suprime el conchabo como forma coercitiva de trabajo. De todas las provincias argentinas, Salta es la que más tardíamente eliminó el conchabo. Además debe tenerse en cuenta que la aplicación de la ley fue burlada y su incumplimiento facilitado cuando se produjo la intervención a la Provincia decretada por Yrigoyen, ya que su interventor –el Dr. Arturo Torino- era un miembro del sector terrateniente que reaccionó, oponiéndose a ella (Cfr. Pérez de Arévalo, et. al. 1996: 246-249).
analistas de esta obra han silenciado la inmoralidad de Martín Fierro, con excepción de Ezequiel Martínez Estrada que en su obra Muerte y transfiguración de Martín Fierro hace mención a la condición inferiorizante de la mujer en la obra de Hernández (Oddone, 1992:17). El arquetipo del gaucho canonizado por Hernández en sus dos vertientes éticas, la del gaucho desprotegido que se ha hecho malo -Martín Fierro- y la del gaucho villano y malviviente -el viejo Vizcacha (Cfr. Bellone, 1986: 83), conforma un paradigma que no se acopla con la imagen del gaucho del norte: El gaucho que describe Hernández a mí no me representa. Siempre he tenido mis reservas con ese gaucho. Un gaucho matrero y provocador. Además racista: mata al negro porque es negro; en definitiva, se burla de alguien que sube al caballo por la derecha. )Y quien ha dicho que hay que subir por la izquierda? (Tizón, 1997). Como observa Augusto Cortazar con respecto a la narrativa de Federico Gauffín, no son los indios los que aparecen en primer plano en la novela En tierras de Magú Pelá, sino que quien resulta ser el centro de atracción del relato es Pancho Argamonte (Cfr. Cortazar, 1956: 66-67). Este gaucho chaqueño conoce la vida secreta del bosque e interpreta los indicios que los animales dejan a su paso; es un gaucho rudo y a la vez hospitalario que domina las técnicas para dominar el medio, gaucho de la misma estirpe de aquellos que Juan Carlos Dávalos describe: Yo reivindico el mote "gaucho" para aquel varón ecuestre, ya legendario en la
memoria de los argentinos de litoral, y para su hermano gemelo del norte que es todavía, en ciertas regiones, una realidad anacrónica, una supervivencia casi fantástica, un resabio sorprendente de nobles cualidades espirituales y físicas (Dávalos, 1928: 14). Esta evocación deja constancia del contacto y las diferencias entre aquel prototipo de la selva de Anta descripto por Dávalos, con la figura gauchesca presentada por Ricardo Güiraldes138 (Cfr. Aráoz Anzoátegui, 1971: 39, Busignani, 1985). Una tipología que marca las divergencias entre el gaucho de la llanura pampeana y el gaucho del monte y la montaña también ha sido desarrollada por Justo José Oliva 139, en sus libros David Blanco o el Gaucho del Norte (1923) y Gauchos Salteños o Gauchos de Güemes (1987). Estos gauchos norteños son el producto de un sistema de poderes en el que ellos se yerguen como el símbolo de la rebeldía. En el momento en el que Dávalos escribe su libro Los Gauchos perduraba en Salta una organización semifeudal de la vida campesina, signada por el ascendiente patriarcal de los señores de la tierra 140. La estancia -como expresa Dávalos "es una confederación de distritos autónomos en la que el patrón es el presidente" (1928: 23). La rebeldía de los gauchos de Dávalos podría explicarse a partir de su inserción dentro de un esquema perverso. Pero estos mestizos o criollos del noroeste, jornaleros de las faenas rurales condensan un historial en el que se descubren las facetas heroicas y un espíritu que se aleja de la imagen de gaucho desocupado y ocioso. Así, en el prólogo de Los gauchos introduce su homenaje a aquellos "rudos campeadores vestidos de cuero, cuyos antepasados pelearon contra los indios durante la conquista, contra los españoles durante la guerra de la independencia y tomaron después participación en las discordias civiles del caudillaje"... 138
En 1921 Dávalos y Güiraldes se encontraron en Salta. Este encuentro ha suscitado algunos estudios en los que se comparan los gauchos engendrados por estos escritores. En 1954 Roberto García Pinto publica en Círculo un artículo titulado "Cruz Guiez y Segundo Sombra" en el que destaca la naturaleza del héroe de relatos de Dávalos, el gaucho cazador de tigres (Cfr. epígrafe de este apartado) que sirvió de baqueano a los dos escritores durante sus viajes por la frontera entre Salta y Jujuy (Cfr. Busignani, 1985).
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Justo José Oliva (1874-1947). Publicó varios libros de carácter histórico y otros textos narrativos cuyo protagonista central es el gaucho. En 1918, Joaquín Castellanos afirmaba que la labor intelectual de Justo José Oliva es concordante y complementaria de su acción de bravo luchador en una zona (Rivadavia) cuyas condiciones geográficas, étnicas y políticas imponen la necesidad de intensificar hasta su grado máximo los esfuerzos individuales y colectivos para el ejercicio de los más simples derechos cívicos". Por su parte, Ricardo Rojas, en un juicio enviado al autor el 12 de abril de 1937, le expresaba: "Lo felicito por esas páginas sinceras, amenas en su color local y profundas en su sentimiento de la vida nativa." (Cfr. contratapa de la edición de Gauchos salteños o gauchos de Güemes, publicada por la Comisión Bicameral Examinadora de Obras de Autores Salteños en 1987).
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En sus reflexiones sobre las características de esas poblaciones campesinas sujetas a señorío, mario Busignani expresa: "Juan Carlos Dávalos descendía, en ambos ramales de la sangre, del más rancio patriciado salteño. Por su abuela materna, doña Asunción Isasmendi, entronca con Nicolás Severo Isasmendi y Echalar, último gobernador realista de Salta (1810), quien era dueño de la Hacienda de San Pedro Nolasco del Calchaquí, feudo y encomienda proveniente de ilustres antecesores (...) Dávalos desentraña un mundo de tradiciones, costumbres y seres unidos por un carácter particular que lo singulariza dentro del concierto nacional. Advierte que el progreso empieza a disgregar ese mundo y se siente llamado a rescatarlo del olvido, descubre la naturaleza agreste, los campesinos llenos de sabiduría ancestral, creencias antiguas, mitos polvorientos." (Busignani, 1985).
La naturaleza malvada del gaucho, contenida en un espectro de comportamientos irracionales y crueldades desmedidas -abundan en la narrativa de Dávalos los gauchos asesinos- podría leerse como un discurso disidente hacia la figura del hacendado, como una ambivalencia afectiva frente al patrón, mezcla de odio y respeto. La violencia frontal contra el entorno puede provenir de ese deseo interior de suprimir al patrón, de liberarse de su poder tiránico. Esa concepción también ha inspirado el relato quechua titulado "El sueño del pongo" de José María Arguedas (1986), en el que un colono de hacienda, permanentemente humillado por el patrón-terrateniente, se imagina a sí mismo cubierto de excrementos. La narración culmina con el gran señor a sus pies, lamiéndolo. Esta inversión de la realidad es el ancestral sueño del campesinado andino, que espera que algún día se inviertan los roles explotador/explotado y la justicia retorne. Aquella actitud de espera -que se homologa en todo el espacio andino con el "solo estar" de Manuel J. Castilla, va modelando un hombre norteño escindido dentro de su medio geográfico y humano. Así, aquella oposición civilización/barbarie -planteada en la base de la construcción de la imagen prototípica del gaucho- se neutraliza a través del tiempo. La gran ciudad devoradora de hombres es cuestionada desde la literatura del interior del país, como ocurre en El hombre que olvidó las estrellas de Angel M. Vargas141, donde el gaucho contemporáneo se encarna en un hombre que nunca ha salido del pueblo. Su alma "está acostumbrada a llamarle horizonte a una hilera de casas y a gozar del sol en el pañuelito de un patio". En ese espacio cotidiano de los pueblos viven personajes sumergidos socialmente, tan pobres como el "desierto riojano", marchando inexorablemente hacia un destino de barbarie en extinción o de sociedad civilizada: Este dolorido hombre del siglo XX, ha huido de la selva; pero se ha perdido en esa otra selva de la civilización nacida de su mano (...) Huyendo del acecho de la selva, ha caído en el acecho de sí mismo. Por eso, cuando un día sale de la ciudad, cansado de ver las esquinas donde el viento se olvida que es gaucho para volver domesticado a la llanura, sale como salían sus antepasados -cada uno lleva consigo sus abuelos- vibrantes los nervios, agrandadas las pupilas, anhelante el olfato, erizada la piel, corriéndole por todas las venas del cuerpo, la voz del instinto (Vargas, 1986: 13).
V.4.2. Fronteras y orillas "Me tocó siempre vivir en barrios de orilla, en 141 Ángel María Vargas nació en 1913 en La Rioja. Obtuvo numerosos premios y sus cuentos fueron publicados en el país -fundamentalmente en el diario La Prensa de Buenos Aires- y en diversas antologías de América. En su cuidad natal se desempeñó como Intendente Municipal, Ministro de Gobierno, Legislador Provincial y Presidente de la Biblioteca "Mariano Moreno". Fundó y dirigió el diario La Rioja, las revistas El Cardón y Don Joaquín. También fundó la institución de Escritores Riojanos Asociados "J. Z. Agüero Vera", el primer Círculo de Periodistas de La Rioja, el actual Museo Municipal de Bellas Artes "Octavio de la Colina" y organizó el Primer Salón de Artes "Joaquín V. González" de resonancia continental. Falleció en 1976.
esos ámbitos de tan desamparadas y vigorosas corrientes de vida que han pasado a ser al ámbito de mis poemas y narraciones" CARLOS HUGO APARICIO
El problema de la "frontera" ha sido abordado por las ciencias sociales desde diferentes posturas. Algunas tienden a considerarla como la deformación de un mito, otras la definen como una construcción congelada en el tiempo y en el espacio, y las concepciones más contemporáneas, generadas en campos de estudio transdisciplinares, coinciden en designar a la frontera como un área de transición, como un sistema de equilibrio inestable que depende del peso relativo de los sistemas que se interrelacionan en ella142. En América Latina, la ruptura del equilibrio produce dos efectos: la desaparición acelerada de la frontera, como consecuencia de la superposición de un sistema sobre otro hasta que prácticamente lo elimina; o el paso a otra forma de equilibrio que significa la aparición de un sistema más fuerte -el de los "civilizados"-, que se enfrenta a otro cada vez más débil -el de los aborígenes (Cfr. Reboratti, 1994: 422). La frontera, como instancia mediatriz, no se configura exclusivamente como sistema espacial, sino como una función que intenta producir circunscripciones ideológicas, generadas en el ámbito de transición de ciertos rasgos o factores. Desde tiempos coloniales, América es el espacio fronterizo donde batallan la heterogeneidad y la fragmentación de los ambientes y modelos culturales. Entre la invención y el descubrimiento, entre lo urbano y lo rural, entre lo central y lo marginal, las fronteras lingüísticas, étnicas e imaginarias son todas expresiones de la misma imposibilidad de traducir los códigos culturales de los distintos grupos en el escenario andino. La aparición de una nueva frontera en América Latina se produce cuando a los distintos procesos antes aludidos se agrega el impulso industrial y la extensión del fenómeno urbano. En las zonas intersticiales de las superficies de cemento crece un espacio que recibe el nombre de "orilla". Esta orilla, más que un dato geográfico, es una composición cultural, semejante en los territorios del país a la orilla metropolitana. Orilla, periferia, suburbio, villa miseria, arrabal, son términos equivalentes en el código general de la composición urbana argentina. Sin embargo, el campo de sentido que se construye en esta escritura representa un ámbito cultural específico: el de la periferia urbana de una región del NOA que se incluye históricamente, y por sustrato, en la 142
Esta concepción de frontera como sistema de juntura y no de separación ha sido uno de los temas centrales del Simposio Internacional "Procesos regionales, etnicidad y estructuras de poder en los Andes: fin de la Colonia y Siglos XIX y XX", realizado en la Universidad de Salta en 1993. Los análisis de los procesos de conformación de fronteras desde el período colonial en adelante, realizados por Daniel Santamaría, Erick Langer, Luis Miguel Glave, Héctor Rodríguez, Catalina Buliubasich y Edgardo Ovidio Garbulsky han sido comentados por Carlos Reboratti, quien expresa: "La frontera es, casi por definición, lo que los ecólogos llaman un ecotono, una combinación de las características de dos sistemas diferentes; en este caso de dos sistemas sociales diferentes. Podemos decir que la frontera es una especie de ecotono cultural. Como es un ecotono, no debería ser considerado una línea de división, como normalmente ha sucedido sino que es al revés: la frontera es una línea de unión, un área de simbiosis. En la frontera generalmente pasan cosas marginales a lo que sucede en los dos sistemas 'centrales', pero eso no quiere decir que los separe sino que los une." (Reboratti, 1994: 421).
microregión andina. Ese ámbito largamente postergado de la orilla, conformado por las villas y barrios periféricos de la ciudad de Salta, es un lugar de sedimentación: allí se instala la inmigración rural cuya composición es originariamente mestiza, con alto índice de antecedentes aborígenes. Este espacio contaminado por la cultura urbana se traduce en un producto híbrido, una zona fronteriza desde el punto de vista cultural. Ni ciudad, ni campo, alberga un grupo humano casi homogéneo: el de lo criollo que conserva rasgos provenientes del viejo sustrato aborigen, ya absolutamente mestizado por los sucesivos ensambles con la cultura europea y la penetración multicultural de los medios masivos de comunicación. La escritura de Carlos Hugo Aparicio se presenta como la puesta en funcionamiento del valor semántico de la orilla. En ese espacio postergado del arrabal, formado por la población rural que se asienta en el cinturón de la ciudad, es donde mejor se manifiesta la tensión de una identidad que no pertenece al campo ni a la ciudad. La lucha se manifiesta en el texto arquitectónico de la imagen misma de la villa o barrio colateral, en la disposición al azar de viviendas precarias que carecen de las comodidades urbanas (Cfr. Poderti, 1991). El suburbio es, a la vez, el espacio discursivizado a través de diferentes procedimientos de la lengua oral. A diferencia de la lengua rural, que tiende a ser arcaizante y conservadora, esta lengua popular coloquial se mantiene en continuo movimiento, permitiendo la entrada de elementos provenientes de otros sistemas (Cfr. Poderti, 1991). Esta amalgama a nivel lingüístico es una manifestación del "encabalgamiento de culturas" al que alude Lotman (1979). En la base de estas formas de expresión popular de la orilla descansa la comunión de la clase postergada. Esta cultura popular de la orilla, textualizada en la producción lírica y narrativa de Aparicio, conforma un análogo de la plaza pública en el sentido bajtiniano. La oposición de lo popular a los valores instituidos desde la cultura oficial ha sido desplegada por Bajtín (1987) en su estudio de la obra de Rabelais en la Edad Media. Aquella plaza medieval estudiada por el teórico ruso cede sus características al espacio carnavalesco de la orilla, ámbito discursivo en el cual se imbrican las voces de distintas grupos étnicos y sociales, a la vez que se anulan las oposiciones tajantes entre lo inferior y lo superior del cuerpo, la muerte y la vida, la risa y el llanto, lo divino y lo profano, lo exterior y lo interior. Esta dualidad en la percepción del mundo y de la vida humana deviene de las culturas andinas prehispánicas, en las que lo sagrado siempre está unido a la vida humana. En este contexto, la divinidad no representa un solo polo de la antinomia "bien/mal" sino que conjuga los dos aspectos, como las dos caras de una misma moneda. Este pensamiento, menos consciente que el occidental y al margen de la causalidad, no evita la oposición entre lo fasto y lo nefasto, entre el placer y el dolor. Es un pensamiento que no requiere "solución" sino "salvación". En este contexto, Rodolfo Kusch diferencia esos dos ámbitos culturales americanos que se corresponden con la visión medieval "Cultura popular" (no oficial) vs. "Cultura oficial" desarrollada por Bajtín: Entonces por un lado hay en Sudamérica una estructura cultural indígena montada sobre un pensar por entrancias, que personaliza al mundo y destaca la globalidad de éste, porque enfrenta el desgarramiento original entre lo favorable y lo desfavorable y requiere obsesivamente la unidad llevada por un
afán de salvación, y que se explícita ya sea en los chiuchis o ya sea en la gran religión; y por el otro lado se da una estructura cultural ciudadana basada en un pensar causalista concretado a la intelección, la voluntad, la despersonalización de la ciencia y el mito de la solución (Kusch, 1977: 209). Los habitantes de la orilla, marcados por el deseo de llegar a ser como los del centro, pugnan constantemente por acercarse a él. En el centro de la ciudad entran en juego todos los valores culturales de oficialidad, mientras en el ámbito de la orilla se transgreden las normas instauradas por esa sociedad oficial. En el centro se tejen las individualidades, en la orilla los anonimatos; el centro es sinónimo de cuentas pagas, mientras que la orilla es el ámbito de la eterna deuda. El centro también se instala en la primera clase del tren, con sus pasajeros en regla, la orilla es la segunda clase con los pasajeros contrabandistas, tal como puede leerse en el cuento "Los bultos" (Aparicio, 1982: 9-21). El suburbio de Aparicio se transforma así en espacio de una cultura popular que enlaza lo rural con lo urbano y las distintas poblaciones étnicas en un singular movimiento de transculturación. Asimismo, en el protagonista de la orilla se desdibujan las diferencias entre el espectador y el actor, entre el escenario y la platea. Las "paredes de arpillera" cuelan los diálogos familiares, las viviendas precarias permiten conocer la intimidad de los dramas humanos y cada desgracia o alegría es compartida en forma colectiva: "La orilla es como un teatro abierto a todos. Todo se conoce, todo se ve..."143 Esta noción de "teatro abierto" identificada con el espacio de la orilla, genera un nuevo producto fronterizo que tiene su registro narrativo: se pone en escena la "opera de los pobres", como nominara Ángel Rama a ese juego alterno de personajes en la novela social inaugurada por Arguedas. Esa "ópera de los pobres" está construida a partir de los materiales humildes que componen una cultura popular y se yergue como forma de expresión, como universo dinámico en el que se unen los mitos y la Historia (Rama, 1987: 267). V.5.3. Trenes, andenes, tajos y caminos "De un modo u otro la ciudad, la gran ciudad, ha sido fatalmente asociada con el mal. Lugar de pompas letales, monstruo seductor, paraíso de frutos venenosos, la ciudad multiplica los bienes materiales a costa del sudor y de la sangre de hombres que producen la riqueza que los hace desgraciados. La ley de la ciudad es el crecimiento y la ley del crecimiento es la desigualdad. Este fenómeno de la relación desigual ciudad-campo (que tiene variaciones parciales en la dialéctica capital-provincia o patrón-trabajador) se presenta en los países hispanoamericanos con una violencia que la 143
Declaración vertida por Aparicio en la entrevista realizada por A. Poderti en el año 1986.
literatura debía necesariamente recoger." RAÚL DORRA
El funcionamiento económico y la vida comercial del noroeste experimentan un cambio brusco a partir de la inauguración del ferrocarril. Los esfuerzos de Sarmiento y Avellaneda logran llevar las vías hasta Tucumán, a través de un proyecto que pregonaba ..."el progreso para los pueblos y la unidad para la República" (Bazán, 1992: 241). Esa mística del riel cambió el sistema de comunicaciones y modificó los ejes de circulación establecidos en la época colonial. A la vez, significó el principio de un proceso de reinserción económica dentro del país y la pérdida de los vínculos con el resto de la región andina. El ferrocarril llegó al NOA en 1876 y, si bien en un primer momento fomentó el cultivo de caña de azúcar en Tucumán, no tuvo la misma significación económica para las otras provincias, que quedaron escindidas de esa ola de prosperidad que "aprisionó el sistema económico del N.O", desarticulando la integración de sus partes constitutivas -las provincias-, y desdibujando los antiguos ejes de circulación que vinculaban a la región con Chile, Bolivia y Perú, para subordinarla al sistema portuario del Litoral. La introducción del ferrocarril también generó desventajas insuperables para los centros productores que continuaban dependiendo de las tropas de carros y de las arrias de mulas (Bazán, 1992: 260). Así, los poderosos argumentos civilizadores que veían en el ferrocarril, la inmigración y el aprovechamiento económico de la pampa húmeda los signos del progreso y un avance en el proceso de construcción del estado-nación, significan para el país interior del noroeste, una etapa de subordinación y dependencia : Pero entonces, ni después, la nueva frontera de hierro vinculó a las provincias andinas con Tucumán y tampoco con Santiago del Estero siguiendo el trazado de los caminos tradicionales. Por el contrario, el riel prescindió de la realidad social y económica preexistente. Marginó pueblos, inclusive a capitales provinciales, brindándoles tardíamente ramales secundarios que las ataron al sistema con un cinturón de hierro. Cambió, también la geografía política creando estaciones en medio del desierto que andando el tiempo se convirtieron en pueblos destinados a asfixiar a las antiguas comunidades emplazadas en la carrera de postas (Cfr. Bazán, 1992: 258). El registro literario de estos procesos de arrinconamiento y marginación operados a partir de la expansión de los andenes en el espacio de Santiago del Estero han sido descriptos por Orestes Di Lullo como el fenómeno de la "agonía de los pueblos" (1946). La nueva frontera de hierro también ha generado una constelación de personajes literarios ligados a situaciones de viajes y trenes que conjugan esa metáfora de fracasos144. El viaje en tren pone de relieve las complejas relaciones entre la capital (la ciudad más amplia y próxima situada en sur -Jujuy, Salta-) y el espacio rural de los pueblos alejados en la intimidad de la Puna o las montañas, como ocurre en el relato 144
Un ejemplo de esto puede leerse en los cuentos del libro Trocha angosta (1991) de Marta Grondona, que exploran la psicología de personajes ligados a la historia de los trenes, con vidas que se debaten entre el desarraigo, el azar y un destino trágico.
"Un viaje en tren" inserto en El traidor venerado (1978) de Héctor Tizón. En esa configuración geocultural (norte/sur) dentro de una misma región, los trenes son sinónimo de ingreso a una vida mejor, donde la ilusión del progreso y la seguridad económica pueden más que el apego al lugar. Pero en la partida hacia aquel futuro promisorio hay un desgarramiento que jamás será superado, como se manifiesta en la novela Trenes del Sur de Carlos Hugo Aparicio: El padre se despierta bruscamente; los ha estado otra vez soñando de la mano por las vías, los cabellos despeinados contra el cielo bajo las pesadas nubes plomizas, el aire gris y el fragor de un tren que no alcanza a distinguir... (1988: 171). En el cuento "Los bultos", del libro Sombra del Fondo de Carlos Hugo Aparicio (1982), los trenes significan la esperanza de quien transporta el contrabando en ellos. Pasar la frontera es la consigna de esos seres que indefectiblemente, están ligados a una nota trágica, a los designios de un deseo insatisfecho que ni la distancia y ni las atrayentes estaciones pueden contentar. El tren es el espacio donde se visualizan las contravenciones y soledades cotidianas: ..."aquella piedra solitaria, sentida como la piel del hombre que trepa al tren donde nadie se imagina y se envuelve en un rincón de intemperie vieja como su poncho" (Aparicio, 1982: 13). El andar de los trenes contiene el latido del país interior. En este sentido, los trenes de la escritura de Aparicio son trenes ritualizados desde una dimensión consciente que se resiste a la fragmentación y al exilio. Son "trenes del sur": van y vienen del "Progreso", de un largo sueño... En este contexto, la gran ciudad se yergue como el espacio despiadado desde la cual se expanden las jerarquías de la injusticia. En ese sistema de escalas perversas, los pueblos del interior del país viven su arrinconamiento cada vez más lejos de los rieles y de los caminos que conducen a las ciudades, las que pueden constituir su fuente de subsistencia en las sociedades modernizadas. El rostro de ese proceso de metamorfosis en las vías de comunicación -los caminos, los trenes- se refracta en el mapa literario del NOA. La contaminación de la cultura rural por la urbana que plantea la red de cintas asfálticas y el riel significa un modo de acercamiento entre las regiones aisladas, pero también instala la trágica alegoría sobre el horizonte de cemento que traza los márgenes y divide las culturas. Así, en la narrativa de Tizón se cuestionan los parámetros de organización espacial instaurada desde el poder. Mientras por un lado los caminos abren nuevas perspectivas para el futuro de los pobladores de la extensa geografía de la Puna, por otro estas carreteras son el continente de proyectos desvinculados de las necesidades vitales del pueblo (Cfr. Terrón de Bellomo, 1991: 6). Entre el arrinconamiento y la succión producidos por la influencia de las grandes ciudades transcurre la vida en las microregiones interiores del país: Un camino es como un tajo, como una zanja para que las aguas estancadas que son los pueblos no se pongan hediondas (Tizón, 1988: 89). V.4.4. Los sabores andinos
"Lin Yutang cuenta que en la vieja China, todo juicio y opinión dudosa se resolvía siempre después de un banquete... Dios nos libre de un juez con hambre." JOSÉ JUAN BOTELLI145 La tradición literaria de la América hispana registra muchas costumbres de raigambre medieval, en las que el ritual de comer y beber adquiría dimensiones de compleja significación en la vida cotidiana de las sociedades. En el imaginario de la Edad Media, la imagen del banquete está directamente conectada al grotesco y la fiesta popular 146. Los combates entre alimentos propios del tiempo del carnaval y de la cuaresma ya estaban presentes en el Libro de Buen Amor, del Arcipreste de Hita: en el capítulo titulado "De la pelea que ovo don Carnal con la Quaresma" guerrean el tocino, los carneros, las liebres, los jamones y los lozanos pavones contra las espinacas, el atún, las bermejas langostas y las sardinas (1982: 105-110). En la zona andina se han encontrado documentos escritos que permiten conocer cual fue el proceso de transculturación que se operó en este área con respecto a las prácticas alimentarias de los europeos y los habitantes autóctonos. A través de estos testimonios se conoce que los pobladores de esta vasta región tenían un conocimiento refinado sobre la correcta combinación de alimentos, el ayuno, la purga y la utilización de hierbas medicinales. Los relatos orales relevados en algunas localidades del Noroeste argentino recogen esta tradición culinaria del mundo andino prehispánico: Las labores las dejó el Rey Inca (...) Por supuesto el ya comía con sal, no como los antiguos. Le gustaba mucho el trigo, la quinoa, todo como comían los antiguos, nada más que el comía con sal. La calapurca era una comida especial para hacer un convido a la tierra, a la Pacha (en Terrón de Bellomo, 1995).
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José Juan Botelli nació en Salta, en 1923. Su actividad artística es múltiple: músico, escritor, plástico y poseedor de una imprenta artesanal, en la que compuso sus primeros libros. Ha editado varios libros en los que se entrelaza su quehacer periodístico con su labor de narrador de la cotidianeidad provinciana. Entre esos títulos se han de mencionar: El canto del gallo (cuentos, relatos, misceláneas, 1957), Cuentos y relatos (1967), Soliloquios y ensayos (1974), De la tierra y el cielo (poemas, 1977), Apuntes en el diario (1981), Los italianos y descendientes en Salta (1983), La historia del vino en Salta (1986), Coplas Salteñas (1987), Coplas y refranes de Salta (1987), Juan Carlos Dávalos. Testimonios salteños (1988), Antología (1988), Pajarito Velarde (1988), El zumbido intelectual (1992), Gallero viejo y otros cuentos (1994), El diario sobrevivir y otras notas breves (1996). Actualmente reside en Salta, donde es colaborador del diario El Tribuno.
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Así, en la obra de Rabelais las imágenes de la ingestión de alimentos no pueden eludir la tendencia a la abundancia o la deglución excesiva. En los personajes de Gargantúa y Pantagruel toman consistencia las mayores hazañas alimenticias que jamás puedan haberse leído. Las imágenes del banquete tienen un rol predominante en la elaboración de un tema central en la Edad Media: la disputa de los Gordos y los Flacos. Este tema fue tratado en la literatura en formas muy diversas. Rabelais lo desarrolla a través de la enumeración de los platos magros y abundantes que los Gastrólatras ofrecen a su Dios, en un episodio de la "guerra de las morcillas" (Cfr. Bajtín, 1987).
Por su parte, a los españoles llegados a América les gustaba alimentarse muy bien "para tener tantos talentos y tantas ínfulas" (Valda y Cajías, 1992: 70). En las fechas especiales, como el día de la Circuncisión, Carnestolendas, Cuaresma y demás festividades religiosas éstos consumían hasta tres viandas y postres. Los sugerentes nombres de los platos que describían los cronistas de los siglos de la Colonia revelaban una cuidadosa técnica culinaria en la que participaban una variedad de ingredientes y especias típicas de América: pavillos nuevos con su salsa, ollas podridas en pastenas de masa negra, pajarillos gordos con pan rallado sobre papas doradas, empanadas de pichones de masa dulce, capones asados, pollos rellenos y rebozados con plato de membrillos, empanadas de liebres, platillos de cañas con huevos encañutados, piernas de carnero con jigote, platillos de palominos con lechuga, salchichones de lechones cortados en ruedas, quesadillas de mazapán, platillo de palomas con calabaza rellena, supicaciones, natas y almendras, etc. (Cfr. Valda y Cajías, 1992: 71-72). La visión sobre las prácticas alimentarias de los distintos tiempos que nos devuelve la literatura del NOA, explora aquellas características del acto de comer y beber que se asocian directamente con los poderes asimiladores del cuerpo, con el placer, la fiesta y los aspectos sagrados de cada sociedad. En el proceso de absorción del alimento, las fronteras entre el cuerpo y el mundo son superadas, de modo que la tristeza y la comida se vuelven prácticamente incompatibles. Las imágenes del beber, del comer, del juego y del amor revelan los lazos que las unen a las formas de la fiesta popular. En el siglo XIX, Juana Manuela Gorriti había dedicado su Cocina Ecléctica a revelar los secretos de los buenos bocados de la zona andina, recolectando recetas propias y brindadas por sus amigas: sopa teóloga, salsa sublime, sábalo a la mimosa, fritura a la diva, tortilla a la hija del aire, buñuelos a la Celestina, huevo colosal, comidas que exaltan regiones placenteras y hasta fantasías eróticas (Güemes, 1995: 107-111). La reconstrucción de los banquetes que han signado diferentes tiempos de la historia local está relacionada con la idea de que en torno a una mesa ocurren los capítulos más importantes de la vida social. Así, los hábitos culinarios durante el tiempo de guerras de la emancipación son recreados en la novela Don Martín de Fernando Figueroa, a partir de un episodio ocurrido en la sala de Yatasto: El único que no participaba del regocijo era don Manuel Belgrano que, pese a su amable sonrisa, estaba demacrado y descaecido, pues los continuos vómitos no le daban tranquilidad. Los acompañaba sin probar bocado y únicamente aceptaba las infusiones que le hacía hervir doña Feliciana y con las cuales menguaba sus dolores. Las fuentes con empanadas al instante quedaban vacías. El asado de ternera era saboreado hasta el último bocado. Las presas de cordero al horno tenían idéntica aceptación. La chanfaina, delicia de los paisanos, constituía la gran novedad para los porteños. El estofado de corderito sazonado con nueces y pasas de uva causaba polémicas por el sabor singular para muchos. La sopa de gallina, de la que probó unos sorbos el general Belgrano, fue solicitada hasta por quienes la rehusaban en su propia casa. Los postres, a discreción, ofrecían su tentación a lo largo de la mesa. Mangos, papayas y dulces variados, estaban al alcance de la mano; pero lo que más concitó la atención de los forasteros fueron los quesillos con miel. De la bodega salieron varias botellas de vino añejo, conservado en sótanos. Para
la sobremesa don Vicente había reservado jerez y cognac según las preferencias. Los salteños y jujeños preferían la coca, su mejor digestivo. Afuera, no lejos de la sala, descansaba la tropa dedicada a devorar el rancho. Varias reses habían sido sacrificadas para saciar el apetito contenido de centenares de soldados esqueléticos, semidesnudos. La chicha y la aloja eran las únicas bebidas racionadas que circulaban para evitar borracheras y reyertas (1994: 159). La comida está íntimamente unida a las tradiciones histórico-culturales, pero también constituye un eslabón con el pasado vital de la infancia. En este sentido, la novela Trenes del sur de Carlos Aparicio contribuye a resignificar las costumbres alimenticias de la ciudad desde la perspectiva sensorial del niño de La Quiaca: Toca el turno de la sopa; la sirven desde una sopera humeante, y a la primera cucharada que le da se pega una flor de quemada, agacha más la cabeza para poder disimular mejor la mueca de dolor y de fastidio; espera un poco y recién empieza a tomarla, a cucharadas lentas, soplándolas, tratando de ajustarse al ritmo del resto. No le siente ningún sabor especial a esa sopa de fideo moñito, las de su mamá son más sustanciosas y ricas y traen la presa de carne con el caracú en el hueso. (...) Oh, racimito de uva con yapa de la señora sentada en el suelo del mercado, naranjas de la siesta que van pelando mientras trepan la loma rumbo al río, jarro de anche con cáscara de limón puesto en la noche afuera, a congelarse y que de mañana, tomando sol, lo saborea en medio del patio; duraznos que la madre descascara con un cuchillo y parte en pétalos gordos y sabrosos; tunas que el padre trae con una caja de cartón también valiéndose de un cuchillo y tenedor pela sin tocar la cáscara para que las janas no se metan en la piel... (1988: 160).
Como lo ha observado Genevieve Despinoy, los platos regionales evocados en la novela de Aparicio unen los dos lados de la frontera argentino-boliviana, son costumbres culinarias aceptadas espontáneamente y consideradas propias del mundo andino, pero a la vez se inscriben en ese juego de polaridades en el que la región rioplatense y los inmigrantes han impreso su huella cultural: La novela Trenes del Sur es una verdadera recopilación no de recetas pero sí de menús sabrosos que forman la alimentación esencial de la población y que muestra un evidente gusto por la buena mesa; comer es un placer de la vida que no se ha perdido en esta región solitaria. Los platos son apetitosos, coloridos, perfumados y muy condimentados. La lista de platos y golosinas dada por el narrador mezcla los alimentos propios del Noroeste con los nacionales, puramente criollos, de origen español o italiano (Despinoy, 1993: 21).
Desde una perspectiva de análisis de género, el acto de alimentarse se relaciona con ciertos condicionamientos sociales impuestos a las mujeres en la cultura contemporánea occidental. En la novela Augustus de Liliana Bellone, los ecos dantescos acuden para examinar las culpas y ceñir los pecados capitales, diseñando formas de castigo especiales para mujeres, como la maldición de comer hasta la gula y engordar hasta la fealdad y la muerte. La escritura también descorre el velo sensitivo de los recuerdos ensamblados en un ámbito de prohibiciones, como la evocación de las comidas en el colegio de monjas: El pan, el agua, la sopa, de fideos cabellos de ángel, el puré de papas, el arroz, los porotos, las lentejas, el estofado, las compotas, el dulce de membrillo, el queso del campo, el pan remojado en leche, la siesta, el sopor del estudio, el silencio, las dos de la tarde insoportables con el zumbido de una mosca sobre la Geografía de Asia y África y por la noche irnos a dormir como cerdos, como decía la hermana Lorenza, sin rezar, castigadas, pensando en las almas del purgatorio que vendrían a quemarnos la frente (Bellone, 1993: 55-56). Los alimentos tejen la gran metáfora de la mujer que intenta escapar de una sociedad en la que su propio cuerpo es posesión de los otros. El cuento "La cena" de Liliana Bellone parodia la lucha diaria en un mundo donde a la mujer le corresponde ocupar los sitiales de los objetos: El coloso enciende su mesa de melones y cabritos. Los engulle. Escondo mi pequeña figura entre los tenedores y las copas de vidrio. Miro las uñas del monstruo de perfil recto, miro su sombra y huyo de puntillas de pie a través de las servilletas. Ha de jugar conmigo. El no me ve. Gruñe. Desea seguir comiendo. Olfatea los manjares. Dulces, merengues, frambuesas con crema, almíbares, azúcares, y yo resbalo por ellos. Huyo entre la melaza y la mantequilla -dorada tostada grasa mantequilla de cerdo de perdiz de conejo de ninfa de codorniz de liebre y tortugas-. Siento el olor del perejil, del tomillo, del laurel, del clavo de olor y debo huir de este antro de comida o quedarme acurrucada para que él no me devore como a una blanda aceituna (Bellone, 1992: 51). En la esfera de la creación literaria, la enumeración de los distintos alimentos que participan en la fiesta cotidiana deriva en una reflexión pormenorizada acerca de las pasiones humanas que intervienen en los actos de comer y beber. Esta vertiente es la que puede leerse en la novela Como agua para chocolate de Laura Esquivel, el libro de cuentos y recetas Afrodita de Isabel Allende y en el film alemán-danés La fiesta de Babette. Quizás el pensamiento vehiculizado a través de la palabra literaria constituya el campo más apto para explicar las diferentes asociaciones que los quehaceres de la cocina despliegan dentro de la cultura universal y del noroeste argentino 147, pero también 147
Explorando una línea conexa, podría analizarse otro tema que se liga con una larga tradición acerca de la relación de los escritores con la comida: "No nos imaginamos bien cómo pueden en muchos
podrían escribirse muchas páginas sobre la presencia del hambre en la narrativa del NOA (Cfr. los cuentos: "Las sobras" o "Al día" de Carlos Hugo Aparicio). El malcomer y la hambruna constituyen los sabores más comunes de las zonas inhóspitas, pero también de las orillas que avanzan sobre el cemento de las ciudades andinas. V.4.5. El viaje y la región de la utopía "En la historia de las migraciones, tan constantes en nuestros países, es normal que se abandone la aldea cuando ya es intolerable; normal que se la empiece a evocar o reconstruir como quien habla del infierno del que se ha salido; y también es normal que poco a poco, por imposiciones de la realidad que se va nombrando, ese infierno aparente y lejano se transforme en un paraíso." DANIEL MOYANO La escritura de viajeros, inaugurada con el itinerario marítimo de Colón hacia las Indias organiza la superposición de universos culturales que se reiterará en la escritura generada por América. Los relatos de viajes gestados durante la Conquista, impulsan una concepción de región provisoria, sostenida por la misma dinámica del traslado y por un movimiento pendular entre dos "realidades": la propia, transoceánica, y la del otro, que se presenta como extraña en la confrontación constante de universos culturales. En este sentido, el título del relato del siglo XVIII, del misionero alemán Florián Paucke (1942), traducido Hacia allá y para acá (Hacia allá [fuimos] amenos y alegres, para acá [volvimos] amargados y entristecidos), expresa el desplazamiento
semántico que se lee en este tipo de narraciones 148. Esa coexistencia de dos o más regiones dentro de un mismo sujeto produce un fenómeno de entrecruzamiento o intersección y, a la vez, una grieta en la identidad de los viajeros y conquistadores de América. A partir de esa vía de documentación, intercambios y utopías, el relato de viaje pulsa la escritura del NOA a través de distintas formas: diario, nota, carta, informe o crónica en el contexto fundacional; artículo periodístico, colección de memorias, impresiones de viaje -en la coyuntura romántica-; apuntes, misceláneas, recuerdos y viajes "al interior" -como modalidades preferidas por los hombres de la generación del '80-; pasando por la novela-viaje y la narrativa del exilio que se integran desde la contemporaneidad a la nutrida tipología de la literatura de viajes. La experiencia del viaje es, entonces, un eje temático muy explorado en la narrativa de las provincias norteñas. Pero esta experiencia no debe ser leída solamente como un mero sentimiento de nostalgia que tiende a equiparar el ámbito vital con el "paraíso perdido", sino que también puede interpretarse como el estado que, paradojalmente, le permite al escritor emprender un camino de indagación en las estructuras sociales y culturales que sostienen los discursos impuestos desde los centros hegemónicos del país. De este modo, el desplazamiento espacial desde la provincia hacia la Capital Federal, tema recurrente en la narrativa del noroeste, se liga a la historia personal de muchos de los escritores de esta región. La imagen del viaje encierra, en ambos contextos -el de la escritura y el de sus autores- una idea que no solo concierne al traslado de una región geocultural a otra, sino que se ejerce también como símbolo de la búsqueda de un saber cultural diferente, universal y, en cierta manera, transgresor de los paradigmas epistemológicos habituales del texto de la realidad nacional (Cfr. Heredia, 1994: 77).
Escritores como Jorge W. Ábalos149 han explorado los bordes sinuosos de esa región de la memoria que clama por ser recuperada. Así lo vive el maestro de Shunko, cuando evoca a su "pago dichoso", esa comarca del Chaco santiagueño salpicada de quimiles, algarrobos y chañares, allí donde el bilingüismo -quechua/español- se transporta al plano cultural y habla de los profundos conflictos generados en ese proceso de transculturación permanente: Tengo que cuidar más mi alma; allá se desprende cada vez con más frecuencia de mí y se anda por aquella región tan grata al recuerdo y al corazón. Anda vagando en las vueltas del río, está en los árboles que plantamos, camina por las huellas incansables, busca flores de garabato y está siempre cerca de ustedes. Un día he de volver a buscarla; iré al río y allí llamaré mi nombre y he de gritar mi nombre a los árboles. Y he de recuperarla (Ábalos, 1984: 149).
En la novela El trino del diablo (1974) de Daniel Moyano150 el viaje del héroe, Triclinio, desde La Rioja hasta la Capital Federal, se construye como parodia del texto de la cultura provinciana. La ciudad de La Rioja aparece en la novela de Moyano como una ciudad que desde su fundación está fatalmente condenada al olvido. Este destino puede leerse en el poema satírico escrito por Mateo Rosas de Oquendo, aquel expedicionario que salió de Santiago del Estero con el gobernador Ramírez de Velazco y llegó a La Rioja el 20 de mayo de 1521 (Cfr. Capítulo II). El poema de Rosas de Oquendo sobre la fundación de esta ciudad mediterránea desarticula la epopeya heroica de la conquista como empresa comercial, en este caso con pretensiones mineras sobre el Famatina. Oquendo recupera la vertiente mágica de la leyenda y cuestiona, con los
mecanismos de la ironía y el humor, la existencia de la ciudad recién fundada151. Así, la predestinación de la ciudad que, a pesar de todo sobrevive a tantas penurias, reinstala, en el texto de Moyano, la peripecia mítica de La Rioja en la epopeya de Triclinio. El regreso del personaje a la región utópica después de recorrer la periferia de Buenos Aires, se conforma como otro texto simbólico en el que las parodias se superponen y se percibe la imposibilidad de llenar los vacíos de significado con las experiencias vividas en el centro fragmentado del país. Las relaciones de marginalidad entre el interior y la Capital se ponen de manifiesto en el desenlace de la novela, en el que la provincia pierde su territorio y su conformación política se diluye. Triclinio vive entonces el drama del no-regreso, del exilio y el desarraigo dentro del mismo país. En esa encrucijada, la literatura cuestiona repetidamente el modelo geopolítico nacional con centro en Buenos Aires, pero también desnuda el sistema de jerarquías entre ciudades y pueblos del interior. La novela Trenes del Sur, generada como absorción y relectura de otros textos de Carlos H. Aparicio, oscila entre la narración anhelante y la poesía sostenida para encontrar sus certezas en la historia desarrollada en un espacio alejado de un centro de poder. Ese ámbito de La Quiaca contiene las reminiscencias que, en las distintas dimensiones de la escritura, se yerguen como testigos de lo que no puede abandonarse. Así, la memoria y el olvido acechan para siempre en el borde de los andenes. En consonancia con el resto del cuerpo narrativo, los trenes actúan como nexos entre las diferentes instancias vivenciales que plantea Aparicio, representan la recuperación del pasado, un Paraíso Perdido que se reinstala insistentemente en los límites de la niñez añorada: ...no se explica por qué lo atraen tanto, ¿será por irse tan lejos y volver desde la distancia, cargados de lejanía? (...) Por él fuera, se la pasaría ahí, mirando salir y llegar los trenes, observándolos perderse en la bruma remota del sur o advirtiéndolos desde mucho antes que cualquiera cuando aparece débil el humo en el horizonte, perdido entre lomas terrosas, sobre el gusanito agrisado que se arrastra apareciendo y desapareciendo (1988: 21). Muchos años después, son los trenes de La Quiaca -otros y los mismos- los que logran transportar al protagonista hacia otra capa de la realidad. Allí se produce el desdoblamiento del sujeto autobiográfico adulto y niño, el lenguaje se desintegra cuando ese personaje doble siente que uno se queda en la Estación de la infancia y otro
se va con "Carreritas"152: Debe pasarle lo mismo porque se queda inmóvil, fija la mirada en este sitio y recién al rato, con los ojos irritados y ardientes, se aproxima con el amigo al lado y le señala sin equivocarse el lugar, mi lugar, nuestro lugar de esperar los trenes, hasta se pone en donde estoy, que tengo que correrme un poco, para explicarseló mejor con voz ronca y quebrada como para aflojarse (1988: 214). Otros textos problematizan acerca de los discursos culturales de las provincias y la Capital, como los relatos del libro La favorita y la novela La ciudad de los sueños, de Juan José Hernández. Allí se confrontan los valores culturales de las burguesías provincianas con las prácticas de la sociedad capitalina. El fracaso ante la imposibilidad de lograr reconocimiento y legitimidad social en la metrópoli representan la figura de la "fatalidad" provinciana, ligada irremediablemente a la imagen de la "involución" (Cfr. Heredia, 1994: 120). Así, la invasión provinciana que avanza hacia la Capital del país es interpretada con los mismos rasgos de la barbarie sarmientina, en un campo de significancias tejido en torno al surgimiento del peronismo en 1946. La oposición referencial Capital Federal/Provincia aparece, en los textos de Juan José Hernández como un enfrentamiento de espacios mentales, dentro de una dicotomía que se amplia hacia los términos de la oposición semántica y discursiva "Provincialocalismo/Capital-universalidad", situada dentro de la demanda de "nacionalización" de la cultura planteada desde los significados políticos del peronismo (Heredia, 1994: 123). El término "utopía" se gesta en 1516, fecha de publicación de un libro de Tomás Moro que trata sobre una ciudad que está fuera de la historia, resultante de una construcción intelectual: país de ninguna parte, una suerte de modelo ideal útil para entender, por contraste, a su sociedad, y, además, un instrumento de crítica social que permitiera señalar los errores y deficiencias de su tiempo. Es esa tensión incesante entre consolidación y disolución, entre resolución y conflicto, entre unicidad y multiplicidad, centralidad y marginalidad lo que dinamiza el proceso de aprehensión y representación que va articulando la figura utópica de América, un proceso análogo al que se opera en la confrontación de distintas regiones dentro del país. Así, los significados latentes en la narrativa del NOA remiten a un cúmulo de experiencias en la que se carean los distintos valores culturales de las regiones del país. La migración como parte del relato vital -y escriturario - de los autores del noroeste está referida a esos espacios del mundo que pueden llenarse desde la palabra y que fundan la contradicción raigal planteada por el epígrafe de Moyano. La aldea intolerable se incrusta en el espacio de la memoria y, como expresa Libertad Demitrópulos, puede transformarse en paraíso o perenne región de la utopía: ...el viaje es siempre una búsqueda. Los que se quedan, ¿eligieron quedarse o de hecho aceptaron la misión de cuidar aquellas pertenencias del ausente que constituyen la memoria común?, esto es: los recuerdos, el habla de la gente, los amigos vivos y muertos, el olor de la tierra, los sucesos, el sabor de las comidas, las historias familiares y tantas otras cosas, memoria que puede ser transformada en palabras. Por la escritura y merced al poder de las palabras
se vuelve, desde lejos, a dar vida a aquel espacio (o región) y se lo
recupera...153
VI. BALANCES, COORDENADAS, UMBRALES
..."la civilización no es otra cosa que el conjunto de ciertas invenciones, comunicaciones y convenios cuya expresión irremplazable es la palabra. Falta la palabra y todo aquello ya no existe. Ni hay cómo comunicarlo ni concretarlo. casos darse resultantes de hombres que han producido obras notables a veces entre días de hambre sin cuento; otros en cambio llegaron a producir mejor mientras más comían y engordaban (...) Balzac pensaba que escribía tanto mejor cuanto mejor comía. neruda llegó a sugerir que se acabó el tiempo de los poetas flacos, tísicos y llorones; incluso podríamos llegar a pensar en una época de poetas gordos o bien alimentados: baste recordar imágenes como las de Whitman, Montale, Ungaretti (...) la cuestión estomacal es tan importante que eternamente o desde que existe la ciencia política se busca una solución medianera y equilibrada, equidistante, entre los que mueren prematuramente por la gula y los que se mueren de hambre." (Botelli, 1992: 40-43).
148
Florián Paucke habitó entre los indios mocobíes del gran Chaco durante dieciocho años, tras lo cual regresó a Europa (Cfr. capítulo II: "Fundación").
149
Nació en La Plata en 1915. Recibió su educación primaria y secundaria en Santiago del Estero. Egresado de maestro normal ejerció la docencia en las escuelas rurales de Santiago, experiencia que signó su vida profesional y literaria. Fue becado por el gobierno de Santiago del Estero para estudiar en Brasil sobre insectos transmisores de enfermedades endémicas, especialmente sobre el mal de Chagas. Posteriormente regresó a su país y fue designado Jefe de la Sección Entomología del Instituto de medicina Regional de la Universidad Nacional de Tucumán, que lo designó Doctor Honoris Causa en mérito a su labor de investigación. Luego de permanecer un tiempo en Santiago del Estero se radicó en Córdoba para dedicarse a la especialidad de entomología. Editó Cuentos con y sin víboras (1942), Shunko (1949), Animales, leyendas y coplas (1953), Terciopelo, la cazadora negra (1971), Don Agamenón y Don Velmiro (1973). Obtuvo el Segundo Premio Regional de la Comisión Nacional de Cultura por su libro Shunko y el Primer Premio a la Producción Literaria Regional de la Comisión Nacional de Cultura, trienio 1951-1953) por su libro Animales, leyendas y coplas.
150
Daniel Moyano nació en 1930 en la provincia de Buenos Aires, pero vivió en Santa Fe, Córdoba y principalmente en La Rioja. Se desenvolvió en los campos artísticos de la plástica y la música -en este último como violinista en un cuarteto de cámara de La Rioja-. En 1967 obtuvo el Primer Premio del concurso de novela convocado por Primera Plana. En esa oportunidad, su novela El oscuro fue galardonada por un jurado integrado por Gabriel García Márquez, Leopoldo Marechal y Augusto Roa Bastos. Fue colaborador de la Revista Crisis y en los años del proceso militar que se inicia en el '76, tuvo que exiliarse en España. Muchos de sus textos narrativos explorarán insistentemente los laberintos del exilio y elaboran alegorías acerca de la compleja relación entre Buenos Aires y las provincias. Su producción narrativa se sustancia en cinco libros de cuentos (Artistas de variedades, 1960; La lombriz, 1964; El fuego interrumpido, 1967; Mi música es para esta gente, 1970; El estuche del cocodrilo, 1974), antologías de su propio trabajo (El monstruo y otros cuentos, 1967) y seis novelas (Una luz muy lejana, 1966; El oscuro, 1968; El trino del diablo, 1974; El vuelo del tigre, 1981; Libro de Navíos y Borrascas, 1983 y Tres golpes de timbal, 1989) (Cfr. bibliografía). Falleció el 1 de julio de 1992 en Madrid, a los 62 años, víctima del cáncer.
151
El poema de Oquendo refiere los sueños y desmesuras que se acoplan al acto fundacional de La Rioja: "Una vez fui en Tucumán/ debajo del estandarte, atronando de trompetas,/ de pífanos y atabales. Y caminamos tres días/ unos llanos adelante fundamos una ciudad, /si es ciudad cuanto corrales, y cuando el gobernador/ tuvo nombrados alcaldes, hízome juez oficial/ de las haciendas reales. Juntámonos en Cabildo/ todos los capitulares y escribimos al virrey/un pliego de
Nuestra tarea de considerar la literatura del noroeste argentino dentro de un contexto regional ha sido producto de una revisión de lo que se entiende por "región". Tradicionalmente se consideraba "escritor regional" a aquel que escribía desde un determinado espacio geográfico. Pero ha quedado comprobada la ineficacia de los modelos que fijan el concepto de "región" como unidad orgánica y sensible para el estudio literario a partir de criterios exclusivamente geográficos. Esas propuestas han definido la región atendiendo a los aspectos geológicos o económicos e ignorando sus características culturales. El concepto de "región geográfica" así esbozado se vuelve insostenible por cuanto, como podemos comprobar en la literatura de cualquier época, el ambiente físico en el cual ésta se genera resulta secundario desde el punto de vista de la producción de los textos. El espacio en el que se escribe y sobre el cual se escribe remiten, en última instancia, al ámbito para el que se escribe. Y esa fisonomía que late en la escritura es resultado de una configuración realizada por la comunidad, desde su aparato educativo y desde la organización del escenario que cada grupo humano ensaya en los diferentes momentos históricos. Se van sucediendo así los distintos procesos de configuración de una identidad dinámica, una personalidad compartida por seres ligados a un espectro simbólico, a una historia y a un destino comunes, características que se conjugan en el constructo de "región histórica". Por razones histórico-culturales, la región que conocemos a partir de la denominación "noroeste argentino" es una unidad que nuclea una territorialidad de límites móviles, en tanto mantiene una filiación altoperuana que nos obliga a ampliar su trazado hacia una macroregión mayor: la andina. Esta unidad nos permite entender la íntima comunión cultural que existe entre varios países de América Latina -Perú, Chile, Bolivia y Argentina-, reconstituyendo una identidad histórica que se perfila en el Tucumán Colonial y su diseño sobreimpreso en los circuitos incaicos. El protagonismo del Noroeste en la historia del país se traduce en esa inserción en el espacio andino, producto de un proyecto administrativo que se prolongó algo más de tres centurias (Cfr. Bazán, 1986). En nuestro modelo de periodización hemos trazado líneas de continuidad que coinciden con las recientes propuestas historiográficas sobre la región andina, en las que se visualiza una prolongación temporal desde la etapa fundacional en adelante. En esta mensuración, el episodio de las guerras independentistas pierde el carácter central que tuvo en las historias más tradicionales (Langer, 1997: 12). Sin embargo no podemos desconocer el rol hegemónico que ha jugado esta etapa histórico-social en la literatura del NOA, cuyo imaginario -acoplado hasta tiempos recientes a los moldes tradicionales de hacer historia- reivindica el rol de la emancipación del yugo español como el principio de una época esencialmente diferente (más gloriosa) respecto de la anterior. En el siglo XIX, el surgimiento de las distintas naciones y la dinámica económica del puerto, replantearon la circulación económica y cultural en el espacio americano. El modelo nacional con centro en Buenos Aires, la conquista del desierto salvaje, la presencia de un estado con límites políticos muy demarcados y el rechazo hacia los habitantes de la frontera, son los valores que juegan en el intento pedagógico de lograr una "integración nacional" deseable. Los proyectos de construcción de las nacionalidades son reforzados por modelos culturales que van a delinear las características de una literatura con rasgos propios del lugar que la genera. Comienzan a ingresar al texto literario los discursos de grupos antes relegados. En esa coyuntura se
sustancia la reflexión de Lastarria en 1842, acerca de los rasgos que debe ostentar una literatura nacional: La nacionalidad de una literatura consiste en que tenga una vida propia, en que sea peculiar del pueblo que la posee, conservando fielmente la estampa de su carácter, de ese carácter que reproducirá tanto mejor mientras sea más popular. Es preciso que la literatura no sea exclusivo patrimonio de una clase privilegiada, que no se encierre en un círculo estrecho, porque entonces acabará por someterse a un gusto apocado a fuerza de sutilezas (1967: 104105).
Hacia las primeras décadas del siglo XX, en la escritura de la llamada "generación del Centenario" aparecen atisbos de la tarea de proyección de una cultura nacional desde el noroeste, trazando los campos literarios denominados "regionalistas". La demanda central en este período es la reivindicación de la tarea creativa dentro de la sociedad, unida a la intención de marcar la presencia del interior en la cultura argentina y defendiendo una expresión literaria que adquiera tonos propios del espacio sociocultural del que proviene. La definición de ese espectro literario como "regional" se construye sobre una idea medular que, en el siglo anterior, resumió la caracterización del país fracturado: el núcleo "civilización/barbarie". Así, la marginalidad y el aislamiento, como elementos residuales de aquella antinomia, determinarán la problemática de ese espacio geocultural y calificarán los cánones literarios desde un repertorio de pautas urbanas y rurales (Cfr. Fontenla, 1980-86, III: 481). Las bases de esta tradición literaria que vehiculiza una nueva estética en la que Buenos Aires no agota los atributos esenciales del país, pueden rastrearse en la generación del '80, especialmente en la producción de Joaquín V. González. En esta etapa, la exaltación de este "país nuevo", "territorio por descubrir", aún permanece anexada a los proyectos cívicos de construcción de la nación-estado. La idea de nación se traduce como proyecto y realización de un proceso histórico informado desde universos ideológicos y ficcionales. La constitución de los estados nacionales latinoamericanos que se efectúa a partir de la primera parte del siglo XIX respondía a las necesidades de los grupos dominantes -descendientes de los conquistadores y colonizadores europeos-, en el marco de la constitución y desarrollo de un mercado mundial. Éste rompía las barreras económicas, favoreciendo el proceso de interdependencia entre las diversas sociedades humanas y, a la vez, construía nuevas barreras de dominación, de negación de especificidades. El proceso de constitución de nuevas comunidades históricas -las naciones- en el seno de la sociedad europea, como proyecto e idea definidos en el pensamiento de la Revolución Francesa ("Nación una e indivisible") traía como correlato la subordinación de las etnias que integraban un territorio. En la lucha por la delimitación de sus fronteras, que estaba relacionada con la disputa por los mercados y las fuentes de obtención de recursos naturales y humanos, las etnias quedaron diseminadas y repartidas en varios estados "nacionales", movimiento que deriva en sucesivos procesos de "relocalización" (Cfr. Garbulsky, 1995: 397- 405). Los ideólogos que organizaron la nacionalidad argentina con los moldes intransferibles
de la civilización europea y norteamericana, importaron un modelo institucional exótico, un producto cultural que se ajustara a los cronómetros occidentales y que, a la vez, defendiera algunas expresiones de lo autóctono: "Una vez escritas en Europa las tres erres a que alude Santayana (Reforma, Revolución, Romanticismo), nos encontramos en condiciones de aparejarnos a Europa cuando al menos al filo de las efemérides (Soto, 1938: 160). Esto nos lleva a reflexionar sobre la centralidad del componente ficcional en el proceso de construcción de la nación. Como ha argumentado Benedict Anderson, la nación moderna suele representarse a sí misma como una "comunidad imaginada", en la que los miembros de la comunidad nacional se imaginan -se les pide que se imaginen- vinculados por lazos horizontales y fraternales. Así, los caracteres de la nación "discreta, soberana y autónoma" se integran
al "estilo de imaginar" propio de la nación moderna154. En ese contexto, la novela y el periódico son las dos formas de imaginación que se generaron en siglo XVIII y que proveyeron los medios técnicos necesarios para la "representación" de las comunidades imaginadas nacionales. Otras formas artísticas también han contribuido a la estructuración de las nacionalidades, como algunos poemas, canciones y, sobre todo, los himnos nacionales. Estas construcciones muestran que la nación se concibió desde el principio en la lengua (Cfr. Anderson, 1993: 200217). Los himnos y canciones patrias son conjuntos semánticos que pueden mutar en el tiempo, re-simbolizando la idea de nación que se desea que los ciudadanos imaginen. Un ejemplo de los trasvasamientos de significado que generan estos productos nacionalistas puede leerse en el "Himno Nacional Argentino". Hay dos estrofas de esta canción -que en los primeros tiempos se llamó "Marcha Patriótica" o "Marcha Nacional" y fue aprobada por la Asamblea General Constituyente de 1813-, en las que se hace presente el pasado incaico y la articulación con el resto del espacio americanoandino: Se conmueven del Inca las tumbas y en sus huesos revive el ardor, lo que ve renovando a sus hijos de la Patria el antiguo esplendor ¿No los véis sobre Méjico y Quito arrojarse con saña tenaz? ¿y cual lloran bañados en sangre Potosí, Cochabamba y La Paz? Los autores de la canción original, Blas Parera y Vicente López y Planes, tenían conciencia de que la Revolución era impulsada desde Buenos Aires, pero no podían ignorar el esfuerzo precursor de Túpac Amaru con sus masas indígenas rebeldes sobre
el arco andino155. Estos contenidos son obviados cuando se reestructura el Himno Nacional Argentino y se elabora una versión más breve y fragmentaria que representa los intereses de una nueva construcción política, ligada a modelos étnicos y espaciales
definidos desde otro locus de enunciación156. La historia nacional se construye a partir de un pasado glorioso "que supimos conseguir" por un "nosotros inclusivo" desde el punto de vista gramatical. Pero desde el punto de vista semántico, esta reescritura excluye a los que colaboraron en la empresa hecha de "tronos y laureles"; el sol y el espacio andino quedan al margen de la historia. Dentro de aquel campo discursivo, esa marginalidad reinstala los paradigmas de clausura cultural que ya se habían manifestado durante la etapa de la conquista. Así, el descuartizamiento del Inca Túpac Amaru en 1781, inscripto dentro de la dinámica del escarmiento jurídico postmedieval, se integra a un sistema significante que intenta desarticular las redes comunicativas prehispánicas del espacio andino, las que convivían conflictivamente dentro del sistema colonial. La verdad del régimen atraviesa -en la figura del cuerpo despedazado de Túpac Amaru- la historia del incario, buscando impedir la posibilidad del retorno reivindicatorio del Inca e interrumpiendo las líneas de continuidad en las genealogías y en los mapas andinos. En el siglo XIX se asiste a la aparición de una literatura y de un imaginario nacional que anunciaba las repúblicas. En ese contexto la producción narrativa presenta a un "indio" desvinculado de los sujetos históricos indios, recuperando una imagen idealizada del incario. Los intelectuales americanos reemplazan al indio por formas míticas derivadas de una postura incaísta. Muchos textos literarios instalan la temática a través de relatos románticos de princesas incas con hijos mestizos, como la novela La Quena de Juana Manuela Gorriti. Estos temas íntimos le permiten a la Gorriti abrir reflexiones acerca de la Patria, la Nación y el destino de América. De las formas del establishment lingüístico pasamos a otra forma de imaginación que es la que representan los mapas, cuya genealogía colonial moldeó el modo de imaginar el territorio, contrastando la geografía de sus dominios y diferenciando la naturaleza de los seres humanos bajo su gobierno. El mapa occidental -recorte de fronteras y engendrador de guerras- queda profundamente integrado a la imaginación popular, constituyendo un poderoso emblema de los nacionalismos. La lengua patriótica y el mapa informan el pensamiento del Estado-Nación, un pensamiento en forma de red clasificatoria de pueblos, regiones, religiones, lenguajes. Estos mapas diseñados desde
los imaginarios europeos entran en contraste con la región vivida por el indígena 157. Aparece así un estilo de describir y de narrar la "identidad" que se manifiesta en los modelos bifrontes, insertos en una urdimbre limitada y determinada desde el temor hacia una "otredad" distinta y anómala que amenaza la biografía de la nación: "civilización/barbarie", "abajeños/arribeños", "provincianos/porteños"... En las primeras décadas del siglo XX -heredero de cien años de lucha para legitimar política y culturalmente la nación-estado-, se inaugura una identidad cultural que, en el caso del NOA, se reconoce como un conjunto de rasgos heterogéneos, un universo diferenciado que reúne características culturales cuya existencia es independiente de la identidad nacional -diseñada desde los sectores dominantes, desde la metrópoli-centro del país. Esa nueva identidad periférica se contrapone al discurso impuesto por el poder político y económico a partir del aparato educativo que se había constituido en las últimas décadas del siglo XIX. Los sistemas sociales y literarios del noroeste argentino se reestructuran para construir una nueva geografía regional, caracterizada por condiciones espacio-temporales distintas a las de otras regiones e integrada a la comunidad histórico-cultural del tronco andino. En los umbrales del siglo XXI, la reestructuración de los sistemas económicos -como el proyecto en marcha del Mercosur y el proceso de globalización-, tejen nuevas instancias en las configuraciones políticas y culturales de Argentina y los otros países de Latinoamérica. El impulso tecno-científico y económico tiende a formar grandes conglomerados que tienen una funcionalidad específicamente comercial e industrial. El proceso de "globalización técnica", como lo ha señalado Graciela Maturo, implica la extensión al resto del mundo del patrón cultural dominante. Esa pauta cultural tiene un desarrollo unilateral, con una creciente sofisticación de medios tecnológicos y una impresionante explosión comunicacional (Cfr. Maturo, 1997: 16-17). En la base de este marco de globalización se plantea el ordenamiento de las economías en el mundo -según las regulaciones impuestas por las macroeconomías- y la trasnacionalización capitalista. Las consecuencias de esta neoglobalización para los indígenas se traducen en una nueva condición a partir de la cual se vuelve a reconocer "el carácter transnacional, trans-fronterizo y trans-estatal de numerosas etnias indias como un hecho histórico de larga duración que se remonta al reparto territorial colonial y a su ulterior confirmación post-colonial. En varios países de Latino América, un mismo grupo indígena comparte territorios fronterizos contiguos pertenecientes a estados-naciones distintos." (Varese, 1997: 23). Durante la creciente expansión del fenómeno de la globalización, los grupos indígenas se reagrupan, reconstruyendo sus historias y reconfigurando sus "proyectos étnicos", en un proceso de desterritorialización. Así, frente al proceso mundial contemporáneo de "globalización desde arriba" los pueblos indios comienzan a responder con una "globalización desde abajo", en la que la herencia colonial de comunidades locales fragmentadas y desconectadas de la entidad étnica integral es rechazada a través de la búsqueda de una estrategia étnica y multiétnica comprensiva que intentará recuperar su soberanía indígena perdida (Cfr. Varese, 1997: 32). La revisión de los procesos de reconfiguración espacial que hemos planteado hasta aquí permite problematizar acerca de aquellos movimientos transculturadores operados en
las sociedades del arco andino. Por un lado, es evidente que el Noroeste argentino, que abarca las actuales provincias de Jujuy, Salta, Tucumán, Santiago del Estero, Catamarca y La Rioja, continúa sustentado su estructura en el modelo colonialprecolombino del Tucumán, matriz político-social de la Argentina. Esta línea de continuidad espacio-temporal se instala en los textos literarios a través de filiaciones con textos anteriores del sistema literario andino. Como consecuencia de la prolongación de un modelo sistémico regional que se resiste históricamente a los embates del influjo centralizador a nivel nacional y global, se presenta la urgencia de proponer una nueva configuración geopolítica, una contextura que permita comprender adecuadamente el proceso de formación cultural de la región, a través del análisis de los sistemas que participan en los textos históricos y literarios. Luego de estas consideraciones, podemos sintetizar uno de los planteos centrales de nuestra propuesta, en la que no pueden desglosarse las nociones de cronología y región. Así, la tarea de circunscribir la categoría analítica de "región" acarrea al mismo tiempo la tarea de definir períodos y viceversa. De allí la importancia de descartar los criterios que visualizan las regiones y períodos como entidades estáticas y continuas. El carácter dinámico y discontinuo de las configuraciones regionales a través del tiempo ha quedado plasmado en los textos literarios que reproducen la interrelación espacial y los contactos con otras regiones. En la región del NOA, inserta en ese ámbito de tensión entre el espacio andino y el rioplatense, las energías culturales se desplazan visiblemente y sus gramáticas -sus formas de decir y de narrar- se asientan en procesos de simbolización social e histórica que deben ser tenidos en cuenta a la hora de establecer una propuesta historiográfica literaria: Todo depende del tipo de entramado que teje la historia literaria. Lo cierto es que la magnitud de su importancia no es proporcional a su volumen: el historiador necesita tener la movilidad de perspectiva necesaria para la focalización. A veces se trata de un movimiento, a veces de una institución, una obra, el gesto de un autor, a veces una inflexión del discurso. El historiador actúa entonces como el fotógrafo o el cineasta: necesita un primer plano, debe decidir si es una toma general, o si esta vez se le impone un gran angular. Si se está trabajando ya no con historia intelectual sino más bien con historia de las mentalidades y de la cultura, si se trata de las "figuraciones textuales" con que los hombres simbolizan estéticamente su relación con la vida, las perspectivas no pueden ser sino múltiples y de angulaciones diversas (Pizarro, 1997: 5354). Acompañando esta "sintaxis del entramado" que propone formas de relación significativas en el discurso de una historia literaria, hemos atendido a las convergencias y divergencias entre los distintos sistemas literarios. Ellos superan los límites nacionales-jurisdiccionales y fundan nuevos criterios epistemológicos en la consideración de las fronteras culturales. Estas construcciones, fluctuantes en el tiempo, se enfrentan actualmente a nuevos contactos generados por el desafío de la hiper-sociedad globalizada: las tensiones del imaginario social y los sistemas de representatividad en esta nueva situación político cultural, los reacomodos jerárquicos de la cultura con los actuales sistemas de comunicación, el desplazamiento de los géneros literarios, el advenimiento de una nueva cultura -la de la imagen- suplantando
a la "cultura Gutenberg", los circuitos de información y tradición construidos desde la oralidad integrados a los discursos culturales finiseculares (Cfr. Pizarro, 1997: 55). Todas estas cuestiones que hemos planteado en nuestro relato historiográfico sobre la narrativa del NOA serán nuevamente instaladas en el debate integrador de estas líneas finales.
VI.2.
HETEROGENEIDAD Y MULTICULTURALISMO
"Los dilemas de la pluriculturalidad no se reducen en este fin de siglo a los conflictos multiétnicos, ni a la convivencia de regiones diversas dentro de cada nación. Las formas de pensamiento y de vida construidas en relación con territorios locales o nacionales son sólo una parte del desarrollo cultural. Por primera vez en la historia la mayoría de los bienes y mensajes que se reciben en cada nación no se han producido en su propio territorio, no surgen de relaciones peculiares de producción, ni llevan en ellos, por lo tanto, signos que los vinculen exclusivamente con regiones delimitadas. Proceden de un sistema transnacional, desterritorializado, de producción y difusión" NÉSTOR GARCÍA CANCLINI
Una idea persistente dentro de la historia de los estudios culturales se asienta en la concepción de que cada cultura es un sistema estático y cerrado en sí mismo, que tiene una estructura que no debe mutar y que el respeto hacia ella está unido a la idea de preservación, evitando la relación de intercambio con otras culturas. Este modo de pensamiento ha pulsado importantes segmentos de la historia, dentro de un movimiento pendular progresivo que va desde las tendencias regionalizantes hacia posturas nacionalistas o universalistas. Sin embargo, en el marco de las investigaciones actuales en las ciencias sociales y humanas, los alcances del término "cultura" han sido replanteados, atendiendo a los procesos semióticos que se operan en la historia de la cultura. Dentro de este eje de problematizaciones, una "cultura" puede definirse como "el conjunto de la información no hereditaria acumulada, conservada y trasmitida por las diversas colectividades de la sociedad humana" (Lotman, 1972: 43). La concepción de cultura como información sugiere ciertos métodos investigativos, así como también permite considerar sus etapas y el conjunto de los hechos histórico-culturales en su globalidad como un texto abierto. En este sentido, la cultura se presenta como un objeto en constante movimiento y transformación, que vive de contradicciones y batallas entre discursos diferentes.
Los procesos históricos y sociales propios de América Latina han contribuido, a lo largo de los años, a generar teorizaciones acerca de la heterogeneidad cultural y la fragmentación de distintos grupos y etnias dentro de un mismo territorio nacional. Alejandro Losada, uno de los primeros en enfocar la literatura latinoamericana como objeto singularizado de estudio, integró una propuesta -lamentablemente interrumpida por su muerte- que estaba abocada mayormente a la consideración del sistema literario ilustrado. Sin embargo ésta intuye y sugiere la presencia de otro sistema literario vinculado a la "movilización popular" (Losada, 1975). Posteriormente, Ángel Rama, Antonio Cornejo Polar, Walter Mignolo y otros intérpretes de la cultura del Cono Sur, han elaborado hipótesis sobre la complejidad estructural de la sociedad latinoamericana en las que sostienen que una de las características más generales de los países subdesarrollados es la estructura dual o plural de sus sociedades, la heterogeneidad cultural, económica y política que fractura a cada país en franjas diferenciadas, a tal punto que se podría hablar de dos o más países. Este problema de la diversidad que plantea Rama con su concepto de transculturación -tomado del antropólogo cubano Fernando Ortiz-, y Cornejo Polar con una perspectiva en la que se consideran por lo menos tres grandes sistemas literarios latinoamericanos: literaturas cultas, literaturas populares y literaturas indígenas (Cornejo Polar, 1997). Este modelo ha demostrado su operatividad en los proyectos historiográficos encarados por los investigadores nucleados en torno a Ana Pizarro en el contexto supraregional. En esta coyuntura, en la que entran en juego las formaciones literarias orales y escritas, populares y eruditas, se produce un movimiento dialéctico en la lucha entre heterogeneidad y unidad de la cultura nacional. La clase dominante posee poderosos elementos para producir cierto grado de homogeneización cultural: dominio sobre los medios de comunicación, la educación, la religión. Esto le permite administrar la historia y la tradición. La metrópoli crea formas y asociaciones para fomentar la dependencia y las sociedades del interior se plantean la necesidad de no seguir acopladas a la sociedad metropolitana cuya historicidad no logran captar. La pervivencia de un molde hegemónico traducido en términos de la herencia hispánica que pulsa la vida de las provincias del NOA, no ha sido obstáculo para que se operen, paulatinamente, las metamorfosis globales que organizan un sistema literario heterogéneo. Conviven, por un lado, los discursos de la tradición romántica, el modernismo, el realismo, el simbolismo, las vanguardias y las nuevas voces sociales que intentan marcar otros lugares de discusión acerca de los fenómenos culturales del fin del siglo; y por otro, se configura una postura teórica que resignifica las prácticas de los distintos grupos dentro de los imaginarios andino, europeo y latinoamericano. La pugna de los grupos marginales traduce la línea de resistencia que pulsa el sistema literario andino desde la Colonia hasta nuestros días. Se desenmascaran los lugares de enunciación y se reubican los espacios de recepción de la escritura, aún cuando siguen latentes las formas de dominio de los aparatos de administración económicos y culturales.
VI.3. LA ESCRITURA COMO SÍNTOMA
"Leer un libro, comprar un libro, conseguir un libro, hojear un libro, prestar un libro, corregir un libro, anotar un libro, publicar un libro, venderlo. Cualquiera sabe lo que estas frases quieren decir y, sin embargo, precisamente ahora su significado ha comenzado a cambiar. Es probable que, en el próximo siglo, ninguna de estas frases sencillas tenga del todo el sentido que les damos hasta hoy." BEATRIZ SARLO
El desarrollo de la imprenta en Occidente produjo no sólo una revolución técnica, sino que, como declarara Francis Bacon, cambió "la apariencia y el estado del mundo". La actividad editorial, como una de las primeras formas de la empresa capitalista, no solo implicó el abandono de la cultura del manuscrito y de las prácticas orales sino que también revolucionó la historia de las lengua -fijando las lenguas impresas- y tuvo profunda repercusión en la vida religiosa del momento -la Reforma debió gran parte de su éxito a la era del capitalismo impreso (Cfr. Anderson, 1993: 63-73). Esta "batalla en la conciencia de los hombres", en su doble expresión -lingüística, religiosa- planteó, en la Europa medieval, no solo el paso hacia una nueva edad, sino también la creación de un nuevo status discursivo, generando lenguajes de poder de una clase diferente a los de las antiguas lenguas vernáculas administrativas y cediendo paso a la diagramación de las lenguas y las fronteras nacionales modernas (Anderson, 1993: 75). Ese juego de poderes y fronteras se transporta al escenario americano a tal punto que la irrupción de la escritura en ese espacio es uno de los primeros mecanismos que se activan en el plan desarticulador de las culturas autóctonas. En el momento del descubrimiento, los textos redactados por Colón ratifican la toma de posesión territorial en nombre de los Reyes Católicos. Luego, a través del proceso de transculturación operado durante la conquista, la escritura autentificará y atestiguará en el papel -rasgo propio de las sociedades grafocéntricas- el diseño homogeneizador concebido por las autoridades peninsulares para las nuevas tierras. La relación escritura-poder cumple un papel primordial en el trauma de la conquista. La mayoría de las sociedades autóctonas de América habían elaborado, antes de la llegada de los europeos, algún sistema gráfico o de notación que correspondiera a sus necesidades concretas. La apariencia y la función social de estos sistemas de "escritura" precolombinos varían según las tradiciones culturales de la comunidad, su tamaño, su diferenciación interna y sus hábitos de vida. De las pinturas corpóreas, los petroglifos y el lenguaje de los tambores propio de los indios caribeños y amazónicos, hasta los códices mayas, pasando por los pallares, o la decoración simbólica de vasijas y tejidos del área andina, los sistemas cubren un amplio repertorio de producciones semióticas. De todos estos conjuntos significantes, resulta importante la consideración del sistema de notación elaborado en el área andina conocido con el nombre de kipu. Este
artefacto, que se utiliza hasta el día de hoy, está confeccionado a partir de una serie más
o menos larga de hilos de color que se anudan verticalmente en una cinta horizontal158. Frente al soporte material protagonizado por la escritura, los sistemas de comunicación andinos predominantemente orales no auspiciaban el intercambio intelectual a escala supraregional. Hacia 1500, los europeos ya habían acumulado y clasificado gran parte de la diversidad de las culturas del mundo gracias a la movilidad temporal y espacial de los documentos escritos, mientras que las sociedades prehispánicas se habían contentado con una experiencia relativamente local, limitada en el tiempo. El trastorno que supuso la irrupción de la escritura europea significó la introducción de la experiencia de un mundo más vasto que el conocido por los autóctonos pero, fundamentalmente, una práctica del poder administrativa y conservadora, exploradora y expansionista. La operación de escribir, sea como gesto simbólico -herrar esclavos, cambiar la toponimia de una zona, atestiguar un derecho- o como metáfora de la conquista religiosa -escribir en las almas de los indios- apunta siempre a una práctica de toma de posesión. Se genera así el fenómeno que Lienhard (1992) llama "el fetichismo de la escritura", en el que los textos escritos de la conquista están legitimados a su vez por las Sagradas Escrituras y expresan, en última instancia, la voluntad divina. La violencia de esta escritura se manifiesta en el enfrentamiento entre la oralidad y la tradición letrada europea, por cuanto en los primeros decenios de conquista los antiguos sistemas de notación gráfica o plástica cumplieron un papel importante en la comunicación entre colectividades o linajes autóctonos y las autoridades coloniales. Con el tiempo, y perdidos sus propios canales de reivindicación de derechos, los indígenas comienzan a manifestar un nuevo discurso, el que se inscribe en el discurso del vencedor. A través de estas operaciones comunicativas, los grupos dominados tratan de oponer, explícita o implícitamente, su
visión a la de los dominadores159. Estos procesos coloniales se transportan en el tiempo y su análisis desde la contemporaneidad permite visualizar que, en esta porción de la América andina, mientras las culturas dominantes latinoamericanas disponen de intelectuales, artistas, medios de difusión y todo un sistema de signos de superioridad, las culturas dominadas
-como las campesinas o indígenas- son eminentemente orales 160. En este sentido, nuestro recorrido por la literatura del NOA nos ha permitido comprobar la impronta que la tradición oral ha dejado en la narrativa del área andina. La memoria colectiva se integra a la explicación del mundo, superponiendo las visiones de los distintos grupos étnicos. La contraposición de los aparatos conceptuales del pensamiento de conquistadores y vencidos late en leyendas, testimonios y relatos orales, revelando la batalla discursiva entre órdenes diferentes. Así, la pugna y la convivencia no simbiótica de las variables socio-culturales conforman la base ideológica de la conquista territorial y espiritual. En este sentido, los relatos legendarios del Rey Inca, entre otros, funcionan como un mecanismo de resistencia étnica y social, en los que la población colonizada es capaz de articular sus propias prácticas como "resistencia" y no simplemente como una "continuación de la tradición". La relación de estas estrategias tendientes a contraponer el orden social oficial con la cultura tradicional no es, entonces, la construcción de una tradición unificada o pasado resucitado. Es la estructuración de una red descentrada de actos y de palabras destinados a contravenir o infrigir aquella versión de la "tradición" que la sociedad colonial (y la historia colonial) han definido
para ellos161. Los ritmos prehispánicos se imprimen en los relatos legendarios para testificar acerca de acontecimientos que ocurrieron en cierto tiempo y lugar (Cfr. Thompson, 1952: 4). Situadas en el espacio intermedio de la invención y la reflexión, el pensamiento y las creencias, la planificación y la espontaneidad, el presente y el pasado, las narraciones orales significan eslabones de continuidad en la historia andina, historia interrumpida por la invasión europea y las consecuencias de tres siglos de conquista y colonización.
VI.4. VIRTUALIDADES, FÓRMULAS Y LECTORES: OTROS LENGUAJES. ¿Qué máquina es este texto que automáticamente hace hablar a los lectores sin ninguna autoridad nuestra que gobierne ya el sentido de lo que, en parte podría vivirse como nuestra propiedad? GUSTAVO GEIROLA
Hacia finales del siglo XX, la generación del capitalismo impreso -inventora de las conciencias nacionales y de los nuevos "mapas históricos" del mundo apoyados en programas ideológicos colonialistas- entra en crisis. En el nivel político y económico se desarrolla una plataforma ideológica desde la cual se legaliza el "derecho a injerencia" de ciertas grandes potencias, ahora llamadas "estructurantes", y que conforman la teoría y práctica del pretendido imperialismo "bueno" (Laufer, 1996: 45). En el plano simbólico y cultural, este malestar se traduce en la aparición de nuevas formas de conciencia e interpretación de la realidad, lecturas del mundo que desnudan el fetiche tecnológico, el Estado omnímodo, la burbuja financiera y la construcción de realidades como instrumentos de poder (Cfr. Cámara, 1996: 24-33). Los efectos del desplazamiento de la "Galaxia Gutenberg" por la cultura de la imagen profetizados por Marshal McLuhan, continúan siendo deconstruidos desde nuevos cánones críticos. Los distintos actores históricos, al margen de la redistribución de los lugares hegemónicos y periféricos, se convierten en traficantes de textos y discursos. A través del complejo y abierto enmallado de la cultura penetran los discursos circulantes: política, mass media, religión, economía, y las páginas generadas por el sexto continente llamado Internet, allí donde el hipertexto del espacio cibernético concreta la fantasía de tantos escritores a través de los tiempos: el texto al que se puede entrar desde cualquier punto. Se opera así la revolución en el soporte formal del libro tradicional, que se representaba con la figura geométrica de una línea en un plano (Cfr. Sarlo, 1997: 2). El hipertexto, en cambio, es una esfera cuyo centro está en todas partes y su circunferencia en ninguna, una esfera compacta y porosa, virtualmente atravesada por miles de palabras y por cientos de caminos que pueden conducir a los lectores desde los distintos fragmentos posibles de la imagen y la palabra. Como expresa Robert
Coover, la novela que puede construirse en el hipertexto es una "estructura hiperficticia multidireccional de eslabones atemporales" (1994: 1). Mientras el plano textual es atravesado por otros textos, el ciberespacio es circundado indiscriminadamente por miles de anillos virtuales que se diversifican y multiplican cada cibersegundo. Las cartas de navegación -que permiten desplazarse por el espacio más abarcante que jamás se haya conocido nunca-, no admiten tantas reglas como las que plantea el texto convencional. En la pantalla, los ojos del lector-navegante emigran hacia un lugar específico y también hacia ninguna parte: Este cambio en la geometría (del plano real, material, a la esfera virtual) es precisamente lo que está sucediendo ante nuestros ojos hoy. Pero escribo 'nuestros ojos' y no puedo dejar de preguntarme ¿ante los ojos de quién?¿De quién son los ojos que leen el hipertexto? (Sarlo, 1997: 2). El destronamiento del libro por el modem y el mundo digitalizado implica una ruptura con la historia y con la educación occidental, una quebradura en el proceso de lectura y escritura y, asimismo, la creación de una nueva utopía que se ampara en la ambición agigantada de inscribir la memoria colectiva sobre una superficie electrónica infinita. Esa forma interactiva no lineal del arte remite a Jorge Luis Borges, uno de los pioneros de la hiperficción: "Quizás, hipermediatizados y posmodernizados, vivamos ahora en un universo que de manera sospechosa se asemeja al Jardín de Senderos que se Bifurcan" (Coover, 1994: 2). En una etapa en la que la tecnología permite la creación de nuevos "arte-factos", las culturas específicas deberían tener la opción de seguir cultivando y reelaborando sus tradiciones y sistemas simbólicos. Resulta sintomático que en México algunos lingüistas indígenas utilicen las computadoras para resolver los problemas de sus lenguas y asegurar así su permanencia. Del mismo modo, varios grupos de la selva brasileña usan el video y otros soportes tecnológicos para ahondar los procesos de la conciencia cultural. El registro estético que se plantea a partir de la revolución del ciberespacial genera, en el campo teórico, nuevas lecturas de los fenómenos artísticos de nuestro siglo. Esto puede comprobarse en la mensuración del espacio vanguardista que hace Gustavo Geirola: El espacio vanguardista es "cibernético" o "computarizado", una especie de red de puntos que pueden relacionarse de acuerdo a una lógica no analítica en beneficio de combinaciones sorprendentes. Es un espacio tabular que, si por un lado producirá textos que rompen con la percepción alienada de la vida cotidiana, por el otro abre el camino a una resemiotización de la lectura, en la medida en que el lector puede recorrer los senderos textuales sin necesidad de repetir la experiencia lineal de la lectura sucesiva en un orden vertical. Indudablemente, y a pesar de que merecería una larga investigación, las lecturas del psicoanálisis, especialmente de Psicopatología de la vida cotidiana de Freud, serán aquí una base para instalar sospechas fundamentales sobre las relaciones entre sintaxis y semántica, sintaxis y
registro simbólico, sintaxis y superyó, más todo lo que la graficación de los textos, incluso el abandono de la puntuación o su utilización delirante, podía dejar entrever (Geirola, 1995: 49). Otro espacio de construcción de nuevos lenguajes se instala en la relación entre el lector y los discursos culturales. Umberto Eco ha advertido sobre las demandas de los consumidores de productos masivos y la influencia de estas peticiones sobre los textos literarios: La diferencia, en todo caso, está entre el texto que quiere producir un lector nuevo y el que trata de anticiparse a los deseos del lector que puede encontrarse por la calle. En el segundo caso, tenemos un libro escrito, construido según un formulario adecuado para producción en serie: el autor realiza una especie de análisis de mercado, y se ajusta a las expectativas. Con la distancia puede verse quién trabaja mediante fórmulas, basta analizar las diferentes novelas que ha escrito, para descubrir que, salvo los cambios de nombres, lugares y fisonomías, en todas se cuenta la misma historia. La que el público pedía (Eco, 1987: 55). Innmersa en complejos juegos y confrontaciones estético-políticas la modalidad que ensaya contemporáneamente la narrativa de la metrópoli argentina es la de una nerviosa construcción escrita respaldada por las grandes alianzas editoriales. Mientras Foucault y Barthes recorren los espacios vacíos producidos por la muerte del autor y la
teoría de la recepción continúa su festejo en torno al nacimiento del lector 162, en esos textos la imagen-voz del autor queda adherida a la tapa brillante y fulgurosa. Es un escritor fetiche que acompaña su texto con el escándalo y con los pormenores de su propia vida personal. Se ha gestado así una novela que camufla la crisis de los instrumentos expresivos. Novela exploradora de caminos que trazan su conflagración con aquel lector que todavía tiene la mala costumbre de debatir dialécticamente. Novela que prefiere negociar con los estrategas del marketing. Se esclerotizan las fórmulas -novela histórica, thriller policial- hasta el cansancio. Se escribe con la receta multimediática y con un tema prefijado: las parábolas finiseculares regidas por Eros, condimentadas con desparpajo verbal, zonas kitsch, mordiente psicoanálisis, violencia confitada, suspenso, cocaína y algún personaje de la historia -un referente conocido y bien instalado en el imaginario social al que aún se pueda seguir explotando. La consigna es escribir libros perturbadores y avasallantes. Escribir sobre el poder, pero amparado tras el manto del poder. Escribir desideologizando, desde un imaginario repetidamente colonizado, agotando los referentes políticos. En esta conflagración discursiva, la censura es reciclada cuando conviene a las estrategias de venta, pero si se trata de desarticular los discursos antihegemónicos de nuestra historia no se opera por medio de la censura, sino que, por el contrario, se permite que esos discursos circulen hasta producir saturación, hasta que se borre cualquier secuela de su contenido revolucionario (difundir la imagen del Ché Guevara para que su significado social se reduzca solo a la semántica de una rebeldía decorativa...). Escribir aferrados al visor que navega entre los lectores-consumidores que leen haciendo zapping. Escribir sentados frente al televisor, prisioneros del copyright y del "target" impuesto por el merchandising. Frente a esa cultura del libro-objeto de consumo (se compra en el supermercado, cerca de la góndola de las comidas congeladas)- la mayoría de los escritores del país interior ensayan otra versión del discurso literario. Escriben sobre el palimpsesto de su propia cultura amenazada. Esquivan el centro, palpando con sus propios dedos las zonas fronterizas. Escriben desde la "orilla", desde la otra "realidad" -esa que se ve como irreal desde el centro-. Instalados en el ribete incierto que une y separa, los escritores del NOA todavía dejan a sus libros solos frente al lector, para ver "qué pasa". Lejos de
la gigantesca arquitectura editorial163, los escritores norteños se enuncian escribiendo.
Encaramados en el paisaje, rebeldes "de solo estar" 164, su tragedia consiste en vivir su lugar como un camino que conduce a las afueras del mundo, resbalando del mapa que borronea y autoexpulsa lo diferente, lo marginal. Adiestrada en las lides de la supervivencia de una civilización, esta producción se ampara en el relato legendario, en la voz de las razas a medio vencer, en las crónicas y relaciones de los utopistas andinos que, desde hace siglos, se han enfrentado a sucesivos procesos de vasallaje cultural. Así la saga de Túpac Amaru y de los reyes incas, presente en la memoria andina y recuperada por José María Arguedas en 1956, se reinstala en los relatos legendarios del NOA, para mostrar la convivencia de distintos sistemas literarios dentro del macrosistema mayor de la literatura latinoamericana. En esa encrucijada de sistemas, lenguajes y discursos sociales, la crítica literaria replantea su rol epistemológico y reestructura sus fronteras en el campo de la cultura. Los actuales estudios críticos se apartan de su función social primigenia y se han desplazado hacia una nueva práctica ultraespecializada. En otro circuito, pero intercambiando tecnologías con la crítica académica, se mueve la crítica periodística. La práctica teórica se cierra frecuentemente en un vocabulario técnico abstruso que ahuyenta al lector cotidiano: ...lo habitual es que el crítico académico menosprecie esta actividad dirigida a los grandes públicos que buscan respuestas a preguntas elementales: ¿qué es esto?¿es bueno o es malo? (Puceiro de Zuleta, 192: 33). En el extremo de este compartimento de los estudios culturales, el texto literario -supuesto objeto de la crítica- se transforma en un post-texto que sirve para mostrar los pretextos críticos, para demostrar la veracidad de los decires de una teoría que emerge como discurso privilegiado sobre los otros discursos. Así, los textos y autores materiales de la escritura experimentan el trauma de la borradura en el texto crítico. Esos malestares se integran a la preocupación enunciada por Ana Pizarro a raíz de las reflexiones de Beatriz Sarlo: el temor es caer en esa especie de vicio tautológico que convierte a la crítica en una entidad "narcisista" preocupada más de su propia escritura que de su objeto (Pizarro, 1997: 49).
VI. 5. LA NARRACIÓN EN LA ENCRUCIJADA DE LOS GÉNEROS LITERARIOS
"No creo en las fronteras que, según los aduaneros de la literatura, separan los géneros" EDUARDO GALEANO
"Si la historia es -como parece- otro de los géneros literarios, ¿por qué privarla de la imaginación, el desatino, la indelicadeza, la exageración y la derrota que son la materia prima sin la cual no se concibe la literatura? TOMÁS ELOY MARTÍNEZ
Las transformaciones radicales operadas en las recientes propuestas críticas sobre el constructo "literatura" -especialmente a la luz de los estudios coloniales- y su consecuente desplazamiento hacia el campo de las "producciones culturales", no implica solamente un cambio de nomenclatura, sino una ruptura con los cánones estéticos e ideológicos que consideraban "literario" a aquello que se definía como tal dentro de los paradigmas de lo "bello", lo "escrito" y lo avalado socialmente desde el ojo del poder hegemónico que controla la circulación de los sentidos sociales. Estas redefiniciones paradigmáticas acarrean una nueva mensuración de los espesores de los discursos literarios y de sus distintos modos de productividad semiótica. En nuestro planteo de reconceptualización del género narrativo, se han considerado las condiciones de producción textual, es decir los modelos de lectura-escritura que se ponen en funcionamiento en cada época, y las demandas que los distintos momentos históricos hacen de los textos literarios. Esas características dominantes configuran un discurso hegemónico que organiza las formas textuales de acuerdo a un canon ideológico. Solo es posible determinar la "genericidad" de un texto si éste es colocado en relación con otros de su serie, allí donde se ponen de manifiesto las convergencias y divergencias con respecto a los referentes socio-culturales. De este modo, no es posible una clasificación estricta del género, en tanto cada texto se presenta como un cruce de distintos rasgos genéricos, como construcción fronteriza e híbrida del entretejido social y discursivo en el que se gesta. Este clima de mixtura textual es el que impera en el macro-campo de la escritura de la Colonia. El cruce de prácticas escriturales en el interior de un mismo texto y la paulatina transformación de los modelos importados de Europa de acuerdo a las necesidades comunicativas del Nuevo Mundo, van desarticulando los esquemas fijos y generan formas que se mexclan entre sí. El proceso de ficcionalización de la realidad en los términos de un modelo literario no se asocia -en la producción escrituraria del Tucumán y de la América coloniales-, con un registro meramente estético, sino, en muchos casos, con las finalidades comerciales que llevaron a una progresiva instrumentalización de la realidad y su consecuente deformación (Cfr. Pastor, 1988). América constituyó el posible lugar de realizaciones utópicas que venían pulsando el imaginario europeo. Y la imprenta había decidido, en 1473, la popularización de los libros de caballería en España. Estos libros conformaban el equipaje de los conquistadores y les sirvieron de pauta para leer el paisaje americano. La transformación del mundo realizada por el conquistador durante los tres siglos de Colonia va vehiculizando el desarrollo expresivo de los textos, que se concreta como una literatura incipiente, germinal y ya comprometida en un paulatino proceso de desprendimiento de los postulados de la literatura europea.
En el siglo XIX también hemos planteado el recorrido de diferentes formas textuales: sermones, piezas de oratoria, poesía épica, producción política y periodística, folletín, etc., formas que re-articulan el rol de la narración y redistribuyen su lugar como práctica y como discurso. La historia contada por entregas en los folletines insertos en los periódicos surgidos en el siglo XIX es un recurso que se extenderá al espacio de la industria cultural moderna, encarnándose en el siglo XX en el radioteatro y la telenovela. Insertas en el espacio mediático, las revistas literarias constituyen el ángulo predilecto para describir esa convocatoria de ritmos, demandas y tonalidades que plantea la literatura en su expresión más fugaz. Este modo de producción que persiste a pesar de los avatares políticos y culturales, ha sido gestado en la encrucijada del periodismo y la literatura. Su único rasgo de consolidación, más que una clasificación genérica, pareciera ser la economía lingüística y el soporte tipográfico. El trayecto de borradura en las fronteras de los géneros literarios signa también la producción del siglo XX y se agudiza en los umbrales de la nueva centuria. Adheridos a este replanteo crítico en lo que atañe a la construcción histórica de los géneros, los escritores prefieren expresarse a través de formas híbridas. Los textos se construyen como absorción de otros textos y discursos culturales: ensayo-poema-crónica-cuento-relato historiográfico-argumento político-dramatización... Así, los rasgos que hemos rastreado en la producción escrituraria de la Colonia y de la etapa constructiva de las nacionalidades, traducen un estado de indefinición fronteriza entre diferentes formas de narrar, aprovechando las posibilidades expresivas de otros tipos textuales. La variedad de formas que absorbe el relato, la pluralidad de modelos, técnicas y procedimientos narrativos motivan el carácter dinámico y flexible del género, a la vez que plantean un laberinto de conjeturas si se pretende delinear los rasgos distintivos globales de lo que llamamos "narrativa". Esa naturaleza problemática está fuertemente signada por la diversidad, en tanto su vastedad formal la expone a un universo abierto y en contante metamorfosis. La heterogeneidad del género es una particularidad compartida por las distintas literaturas hispanoamericanas: Es larga la tradición, en la narrativa hispanoamericana y argentina, de los escritos difíciles de clasificar en base al catálogo de los géneros: Las Cartas de Colón, los Naufragios de Alvar Núñez, ¿son pura crónica o creaciones imaginativas? ¿El Periquillo Sarniento de Fernández Lizardi, la primera novela hispanoamericana, es sólo novela a pesar de sus exageradas digresiones didácticas?, ¿y qué de nuestro Facundo si pretendemos encasillarlo dentro de los géneros tradicionales? Recordemos además tantos textos de Cortázar que se resisten a ser clasificados como "cuentos", entre muchos otros ejemplos... (Chibán, et. al., 1982: 154). De los planteos realizados hasta aquí se desprende que los géneros literarios no han permanecido inmutables en el tiempo, sino que están sujetos a leyes internas de transformación que se insertan, a su vez, en un marco de cambios históricos y sociales. Esta evolución formal de los géneros puede rastrearse a través de la mirada de los discursos estéticos, culturales, idiomáticos, políticos, técnicos o económicos que integran las condiciones de producción de los textos, así como de aquellas que intervienen en la recepción de los mismos (Cfr. Verón, 1987).
La elección de la crónica como modalidad discursiva por parte de varios narradores (Tizón, Dorra, Demitrópulos) tiene como finalidad asumir la voz de todos, de la colectividad y de la individualidad. Se plantea así el regreso a una forma primigenia de inscripción de los acontecimientos, aunando las fuentes de la tradición oral y de los saberes populares con las secuencias orgánicas del testimonio escrito, fijado en la memoria del poder de las sociedades. VI. 6. MUJERES
Y ESCRITURA DE PROVINCIAS
"A las escritoras actuales les toca desarmar y volver a dar forma desde su palabra propia, lavar en el papel donde otros han escrito sobre ellas y ocupar esos espacios que quedan en blanco en el discurso masculino, borrar ese discurso prestado, revisar el propio yo, hacer oír su palabra propia". LIBERTAD DEMITRÓPULOS La literatura del noroeste argentino -como toda escritura de provincias- es una escritura del margen, se escribe desde la orilla de un centro de poder; constituye un subsistema de la literatura argentina. Inscripta en esta brecha, la escritura femenina también busca el resquicio para quebrar la oposición centro/periferia, a la vez que intenta desmentir al andamiaje del discurso cultural de nuestra sociedad, basado en la oposición masculino/femenino y todas sus resultantes, siempre ejemplos de un mismo esquema binario. Doble desafío, el de la luchar contra una dominación en la que el sector dominante está a su vez inserto en el polo de los dominados. Doble deseo y necesidad de arremeter una vez más contra los valores de la cultura "oficial" instituida desde un centro político y económico y desde un cúmulo de tradiciones culturales engendradas a partir de un sistema patriarcal. Sin embargo, las mujeres creadoras ya han marcado su impronta en los distintos ciclos de esta gesta -que advierte sus raíces más en la historia cultural latinoamericana que en una problemática netamente sexual-. En la producción escrituraria del Tucumán colonial hallamos suficientes testimonios como para sostener la hipótesis de que, a pesar de las imposiciones vigentes, las mujeres lograron fracturar el discurso masculino dominante y construyeron textos con voz propia. Las estratagemas que ponen en juego estas mujeres son los primeros peldaños en la construcción de un nuevo discurso femenino, como intento de deconstruir el sistema patriarcal de Occidente. En este sentido, el itinerario de lectura que proponemos estaría marcando los sucesivos procesos de "descolonización" de la escritura femenina, desarrollo que se traduce en los sistemas de negociación discursivos articulados en las textualidades de todas las épocas (Cfr. Poderti, 1994b). La negociación y la fuerza son dos estrategias que se alternan en la historia de la lucha por los derechos de la mujeres. Los dos mecanismos funcionan como respuestas a la violencia cultural que se cierne ancestralmente sobre los espacios femeninos. Así, los textos escritos por mujeres se configuran como una pugna contra el silencio y los
patrones rígidos impuestos por la sociedad. Un estudio de las diferentes gramáticas de negociación y resistencia que se manifiestan en este tipo de textualidades nos permitirá comprobar hasta qué punto lo femenino comienza a construirse -en esta literatura argentina del margen- como rol y como identidad, como territorio de rebelión ante un conjunto de prescripciones y prohibiciones que rigen las conductas. El discurso autoritario es fisurado en su costado más asfixiante y las mujeres avanzan desde el espacio privado hacia el espacio público, desde el ámbito doméstico hacia el político. Los estudios culturales de América Latina se encuentran en proceso de revisión de los aspectos teóricos y metodológicos con respecto a la mujer como sujeto de conocimiento. Gradualmente, la historiografía contemporánea hace emerger del semianonimato las imágenes y las actuaciones femeninas, en un intento de mostrar la complejidad del tejido social, a través de la exploración de historias de mujeres generadas tanto en los espacios públicos como en los privados. La introducción de un dispositivo genérico-sexual en la lectura historiográfica significa un esfuerzo de elaboración que abre el campo discursivo hacia la historia de la vida cotidiana, el imaginario colectivo y el entramado de las mentalidades locales y nacionales. Aunque es evidente que la mujer siempre estuvo presente en el devenir histórico de los pueblos, esta situación no se ha reflejado demasiado en la producción historiográfica contemporánea del NOA. Pero desde los márgenes de la historia, desde el discurso literario, se propone un modelo de "historia de mujeres" que aporta nuevas herramientas para la consideración del sujeto de conocimiento "mujer". Una historia de mujeres que se arma consultando fuentes heterogéneas que revelan las nebulosas relaciones entre historia y ficción. Los enfoques sobre género en los recientes estudios culturales introducen nuevos desafíos para la crítica literaria latinoamericana actual, la que se ve obligada a resemantizar una pléyade de conceptos o crear nuevos paradigmas que den cuenta de las operaciones discursivas que se gestan en cada textualidad: Ni Bajtín, ni Lúkacs u Octavio Paz, ni la crítica latinoamericana masculina más abierta a la especificidad etnocultural y a la 'hibridación' discursiva de nuestras sociedades han elaborado paradigmas que den cuenta de los géneros sexuales. ¿Qué implica insertar un dispositivo genérico-sexual en conceptos tales como dialogismo, heterogeneidad, heteroglosia, ideolectización, creación verbal, cánones literarios, semiosis, batalla por la forma o transculturación? ¿De qué modos altera la entrada de la mujer el discurso literario y crítico? ¿Qué caracteriza la producción imaginaria y simbólica de un género sexual tradicionalmente relegado a la reproducción biológica? ¿Cuán heterogéneos pueden ser los paradigmas culturales de una especie 'sorda a su otra mitad'?" (Oyarzún, 1993). En nuestra propuesta de periodización desde lugares múltiples -la historia, la cultura, la geopolítica, lo erudito/lo popular, lo nacional/lo regional- también se integra la articulación del género. En esta línea de lectura, los roles genéricos de personajes y escritoras funcionan como significantes de sus implícitos roles políticos, revisando los discursos oficiales sobre ciertas hegemonías que formalmente excluyen a las mujeres
de la mayoría de sus prácticas sociales (Cfr. Luque de Penazzi, 1997: 488-489).
VI.7. LITERATURA E IDENTIDAD CULTURAL
"Sucede, como en la mayoría de las naciones latinoamericanas de gran extensión, que la aparente crisis en el campo de la cultura deriva en un aislamiento producido por la absorción de las grandes ciudades (...) Tal vez sea la misma desconexión que se padece en otros países del continente, y que en el terreno literario señala sus mejores reacciones en el deseo de apertura de lo regional hacia una salida que, acusando sus propias características, vaya haciendo posible una integración real. Se ha dejado de lado, por suerte, y en buena parte, ese afán de parecernos a los demás, olvidándonos que la única manera de ser universales estará en mostrarnos tal cual somos." RAÚL ARÁOZ ANZOÁTEGUI
La literatura del NOA se configura como transgresión de sus fronteras políticas: las regiones se presentan fluctuantes, comunicadas entre sí por hilos que tienen una razón histórica. Una línea que se revela en esta literatura es la de la novela histórica y la historia novelada, trazada sobre ese contorno regional que se apropia de la epopeya fundacional del Tucumán o los grandes protagonistas de la Independencia. Allí se confunden los relatos ficcionales que revelan la desmesura y la transgresión de aquellas reglas que legitimaban el discurso historiográfico. Joaquín V. González y Ricardo Rojas inauguran una tradición nacionalista y, a la vez, provinciana. Esa línea sería recuperada por la producción narrativa generada entre 1920 y 1940, representada por los nombres de Carlos B. Quiroga, Juan Carlos Dávalos, Fausto Burgos, Alberto Córdoba, Daniel Ovejero, Federico Gauffín, Pablo Rojas Paz, José Hernán Figueroa Aráoz o Tomás Yáñez, entre otros. Esta etapa del "regionalismo" responde a un movimiento que había comenzado a desarrollarse en Latinoamérica y que se identificaba con la "literatura de la tierra". En esa coyuntura de búsqueda de raíces y trazo insistente de los contornos regionales se destacan los nombres de algunos escritores e investigadores que, durante las primeras décadas del siglo XX abrirán el camino para el estudio de la historia del noroeste argentino, dejando como saldo importantes compilaciones documentales y estudios historiográficos sobre el período temprano de estas sociedades andinas: Larrouy, Lizondo Borda, Levillier, Jaimes Freyre, Juan B. Terán. Otros estudiosos se abocarán al rescate del folklore y la tradición oral, como Sixto Terán, Juan Alfonso Carrizo, Augusto Raúl Cortazar, Juan Ambrosetti, Adán Quiroga, o integrarán esos
aportes a la trama de una historia literaria como hizo Ricardo Rojas. En ese momento se intensifica la orientación filológica y se construyen diccionarios, fundamentales para entender la evolución linguïstica en las comunidades del NOA. Estas investigaciones permiten captar las transformaciones generadas en la matriz de la lengua a partir de los aportes indígenas y de los procesos de transculturación operados durante el período
hispánico y, más tarde, durante la oleada inmigratoria165. Si en las primeras décadas de este siglo se recorre una etapa de apego a la tierra y a sus tradiciones, esta expresión testimonial es confrontada desde la producción del grupo "La Carpa" de la década del '40, en una propuesta de superación del "nativismo" lingüístico y el "falso folklorismo". Avanzando en el tiempo, mientras las voces hegemónicas de Dávalos y Castilla siguen resonando, comienza a cristalizar, a mediados de 1960, una nueva manifestación: un territorio literario en el que se entrecruzan un sinnúmero de textos culturales, lingüísticos, históricos y sociales. Muchas de las periodizaciones de la producción cultural latinoamericana coinciden en caracterizar a los años '60 como "ese momento culminante en que emergen o se consolidan una serie de formas culturales que ponen en cuestionamiento la hegemonía discursiva y la compartimentación del sistema discursivo global latinoamericano" (Lillo, 1997: 737). A partir de la escritura de narradores como Carlos Hugo Aparicio, Héctor Tizón, Juan José Hernández, Juan Ahuerma Salazar, Raúl Dorra, Antonio nella Castro, Francisco Zamora, Elvira Orphée, Libertad Demitrópulos y Hugo Foguet, entre otros, el sistema literario cambia de signo. La alteración no será buscada exclusivamente en los temas, sino en los procedimientos internos de esta nueva narrativa. Aquellas normas implícitas dentro del canon estético anterior, los estatutos que restringían el itinerario de la palabra y las reglamentaciones acerca de la estructuración profunda del discurso, constituyen una suerte de "protocolo literario" al que los autores de este período desoyen, instaurando un nuevo registro dentro de las letras nacionales. El discurso literario se construye sobre las huellas históricas que signaron los orígenes y los cambios traumáticos -la Colonia, la Independencia, el Centenario, las dictaduras militares, el proceso de globalización tecnológica-. En el segmento del proceso militar 1976-1983, la versión narrativa de los trasterrados y exiliados interiores vuelve incierto cualquier tratado de geografía. La memoria neutraliza las diferencias espaciales, temporales, estéticas y racionales, instaurando nuevas regiones fronterizas. Esa es la región de la memoria, traslación dolorosa que se traduce en el ácido diagnóstico de la sociedad de los años '70 –Juan Ahuerma Salazar, Daniel Moyano, Juan José Hernández, Hugo Foguet, Liliana Bellone... En los textos producidos por estos escritores la historia oficial es cuestionada, desnudándose las contradicciones profundas que se generaban en los diferentes estratos de las ciudades del interior. Las lógicas de los discursos del poder una vez más intentan ser subvertidas desde los márgenes. En ese itinerario de descentramientos discursivos y de la aparición de nuevos regímenes políticos y ficcionales del lenguaje, Ricardo Piglia, propone que, en sus orígenes históricos, la "ficción" aparecería como una práctica femenina y, a la vez, antipolítica: El espacio femenino y el espacio político (todo está, por supuesto, en Amalia de Mármol). O si ustedes quieren, la Novela y el Estado. Dos espacios irreconciliables y simétricos. En un lugar se dice lo que en el otro lugar se calla. La literatura y la política, dos formas antagónicas de hablar de lo que es posible (Piglia, 1989: 101).
Y nosotros re-escribimos: "todo eso ya está en la escritura de Juana Manuela Gorriti". La figura de la primera novelista argentina -que personifica a la Novela y permite describir el proceso de construcción de tres imaginarios nacionales-, también articuló una práctica discursiva política que daba cuenta de la situación de rechazo hacia la
dominación masculina166. Si bien la existencia de una producción narrativa de mujeres desde la etapa fundacional-colonial es innegable, también lo es el silencio que la historia de la literatura ha hecho sobre ellas. Gorriti, Usandivaras de Torino, Demitrópulos, Quenel, Bellone y sus personajes desarticulan el sistema patriarcal y las leyes del poder. Pero comprender el lugar de la narrativa de mujeres en las últimas décadas implica trazar un mapa que tenga en cuenta el carácter regional y la construcción de una identidad marcada por una conflictividad genérico-cultural, y también estética e ideológica (Cfr. Perilli, 1997: 479). Así se desmontan los modelos planteados por aquellas escritoras provincianas que se insertaban armoniosamente en su contexto "con respecto a un mundo de valores establecidos: religiosos, patrióticos, familiares, cuyos supuestos e implicancias no se cuestionan, sino al contrario, se asumen fervientemente, resignada
o heroicamente, según los casos y circunstancias."167 En un importante fragmento de la literatura gestada en los '90, el panorama político y social se complejiza, las estéticas se multiplican, el cruce de discursos batalla en espacios de heterogeneidad e mixtura cultural. La resistencia se autoengendra, traduciéndose en el rechazo de la aldea mediterránea a la ideología de la globalización. En este contexto, crece la distancia planteada entre "universalismo" y "globalización técnica". Mientras en la última, el patrón cultural tiene un desarrollo unilateral, en el que hay franjas enormes de la cultura humana que están ausentes (Cfr. Maturo, 1997: 17), el "universalismo" sería ese estadio cultural deseable en el que aporten todas o al menos la mayoría de las culturas -aún las marginales-. Ante la proliferación de mensajes multiculturales que no son producidos dentro de nuestros propios territorios la apetencia de universalidad que plantean muchos escritores del NOA pareciera resumirse en esa actitud que expresa Raúl Aráoz Anzoátegui: "la única manera de ser universales estará en mostrarnos tal cual somos" (1971: 26). Frente al desequilibrio y el control, engendrados por las diferencias abismales en las estructuras económicas y productivas que pretenden equipararse en el proceso de globalización, la sociedad se plantea como prioridad el cambio tecnológico, y las tres "E" de evaluación, excelencia y eficacia. En esa encrucijada, la literatura intenta resignificar su rol estético, y se autointerpela como simulacro y como mosaico textual, perspectiva abierta en una red de polifonía y conflictividad. Se generan modelos de escritura discontinuos que se corresponden con una percepción diferente del texto literario, una construcción de bordes ameboidales, que deja filtrar otras texturas. Desde su ancestral posicionamiento andino, los escritores contemporáneos saltan sin redes y continúan desafiando las transformaciones del consumismo multicultural. Mientras un grupo confronta los límites de lo popular, otro subvierte los valores culturales de género, otro explora los textos fundantes de la leyenda y la producción escrituraria del Tucumán colonial, otro recorre los discursos de los grupos marginales -indios, mujeres, orilleros, explotados... Pero todos dilatan la fractura del "ancho país interior argentino, distinto y en algún sentido opuesto a otro país, argentino también; el país que mira hacia el mar (Lanzilloto, 1985-88). El NOA se inscribe en un mapa que no se traza desde las fronteras políticas sino desde los contornos irregulares una cultura que se ha vuelto multifacética: es hispánica, indígena, latinoamericana, europea, nacional, transnacional. Así puede entenderse la persistente impronta de la producción textual de escritores como Vallejo, neruda o Arguedas sobre los creadores del NOA. Así puede leerse el encabalgamiento de diferentes tendencias que pulsan el devenir de la historia literaria, rompecabezas en el que conviven y batallan distintas tradiciones y corrientes literarias. Así se mixtura ese horizonte de prácticas con las nuevas políticas de consumo cultural planteadas en el marco de la globalización, en las que se impone como premisa central la subordinación de los países latinoamericanos y su creciente dependencia cultural.
BIBLIOGRAFÍA 1. APROXIMACIÓN DEL SIGLO XX:
BIBLIOGRÁFICA A LA PRODUCCIÓN NARRATIVA DEL
NOA
HASTA FINES
1.1. Libros y publicaciones sueltas ABALOS, Jorge W. 1976 Terciopelo, la cazadora negra, Buenos Aires: Losada. disparates: [...] que peleamos tres días/ con veinte mil capitanes, salimos muchos heridos/ sin haber quién nos curase; que en pago de este servicio/ nos acudiese y honrase enviándonos exenciones/ franquezas y libertades. Mas pues viene la cuaresma/ y tengo que confesarme, yo restituyo la honra/ a los pobres naturales, que ni ellos se defendieron/ ni dieron tales señales, antes nos dieron la tierra/ con muy buenas voluntades y partieron con nosotros/ de sus haciendas y ajuares. (Y no me dé Dios salud/ si se sacó onza de sangre! (en Las mil y una historias de América de Lucía Gálvez, 1996: 147).
152
El personaje de la novela de Aparicio se corresponde con el poeta salteño Miguel Ángel Carreras, amigo personal del escritor y autor de una importante producción lírica, entre la que se incluye: Redes de sombras (Primer Premio del Fondo Nacional de las Artes, 1990) y Hierros paralelos (1989), poemario que se centra en el problema del viaje.
153
Entrevista a Libertad Demitrópulos realizada por A. Poderti para revista Claves (Poderti, 1996b: 15).
154
La aproximación conceptual de Benedict Anderson al constructo "nación" es definida por él en estos términos: "Es imaginada porque aún los miembros de la nación más pequeña no conocerán jamás a la mayoría de sus compatriotas, no los verán ni oirán siquiera hablar de ello pero en la mente de cada uno vive la imagen de su comunión (...) La nación se imagina limitada porque incluso la mayor de ellas, que alberga tal vez a millones de seres humanos vivos, tiene fronteras finitas, aunque elásticas, más allá de las cuales se encuentran otras naciones. Ninguna nación se imagina con las dimensiones de la humanidad (...) Se imagina soberana porque el concepto nació en una época en que la Ilustración y la Revolución estaban destruyendo la legitimidad del reino dinástico jerárquico, divinamente ordenado (...) Por último, se imagina como comunidad porque, independientemente de la desigualdad y la explotación que en efecto pueden prevalecer en cada caso, la nación se concibe siempre como un compañerismo profundo horizontal. En última instancia, es esa fraternidad la que ha permitido, durante los últimos dos siglos, que tantos millones de personas maten, y sobre todo, estén dispuestas a morir por imaginaciones tan limitadas" (Anderson, 1993: 23-25).
155
Como ha notado Eduardo Astesano, este fragmento de la letra del Himno Nacional es una alusión evidente al levantamiento indígena producido treinta años antes. Por razones de métrica literaria los autores de la Canción Patria no pudieron incorporar al Cuzco -que habría de ser propuesta como capital de la nueva Nación- ni al nombre de Túpac Amaru -el precursor de la Independencia de la misma (Astesano, 1979: 106).
156
Juan Pedro Esnaola (1808-1878) es el encargado de recoger y publicar la nueva versión musical del Himno Nacional en 1860. Amigo personal de Mariquita Sánchez de Thompson, quien habría cantado por primera vez la "Marcha patriótica" en su casa de San Isidro, Esnaola también había desarrollado una relación muy cercana con Juan Manuel de Rosas y su familia: ..."el músico Juan Pedro Esnaola, animador de las veladas de Manuelita en Palermo (había compuesto la música del himno 'Gloria eterna al magnánimo Rosas', y otras canciones muy federales y apostólicas)"... (Sáenz Quesada, 1996: 194).
157
El mapa del Perú trazado por el cronista Guamán Poma tiene la forma de un ovoide, en cuyo centro aparecen cuatro parejas regentes de los cuatro puntos cardinales, con un sol y una luna presidiendo
1982
"Cuando no mata... estropea", y "Jararaca dormideira" (de Cuentos con y sin víboras), en 27 Cuentos del Norte Argentino, Tucumán, Atenas.
1984
Shunko, Buenos Aires: Losada (sucesivas reediciones).
ACCAME, Jorge 1990 Día de pesca, Jujuy: Banco de Acción Social. 1993
El jaguar, Buenos Aires: Primera Sudamericana, Colección "Pan Flauta". el cuadro y una serie de monstruos diseminados en su contorno: ..."sus cuatro parejas regentes, que presiden las cuatro zonas del viejo Tahuantinsuyu, simbolizan el amparo maternal en el que se hallaba refugiado el antiguo indio (Kusch, 1977: 19). Este mapa no concuerda con la "realidad" científicamente delimitada, pero encierra toda su herencia incaica y es el hábitat en el su comunidad reside. Así, la territorialidad indígena es la experiencia de un espacio en el que se reconstruye un pasado, una historia; mientras que para el europeo las fronteras se corresponden con un concepto de expansión geográfica y apropiación territorial, producto del proyecto imperialista.
158
Según
159
Es posible rastrear, en el corpus escrito de la conquista y la colonia de América, la presencia de amplios segmentos del discurso indígena, inscriptos en la superficie de textos firmados por el español (Cfr. Lienhard, 1992, Poderti, 1994). A partir de la lectura de textos tamizados por esa visión "alternativa" es posible reconstruir el conflicto de modelos culturales relativos a la administración de recursos medioambientales en la microregión del Tucumán.
160
Durante mucho tiempo, la carencia de intelectuales de la cultura dominada ha llevado a parte de los artistas y escritores latinoamericanos a asumir la tarea de servir de intérpretes de esas culturas (Cfr. Miranda Sallorenzo, 1986). En diversas regiones es posible constatar la heterogeneidad de la cultura dominada: "En otros casos, como ocurre en poblaciones campesinas o pastoriles, que viven en gran aislamiento, pueden establecerse brechas insalvables entre su mentalidad y la de sectores integrados o modernizados que, ocasionalmente, da lugar a graves conflictos" (Ribeiro, 1976: 6667).
161
Esta dinámica compleja tradición/resistencia ha sido analizada por Charles Briggs, en su estudio "The politics of discursive authority in research on the 'invention of tradition'" (1996), que continúa los argumentos de Eric Hobsbawm (1983) y de Benedict Anderson (1983). Esos planteos han sido revisados críticamente al introducir la idea de que muchas formas culturales que se generan en conexión con el pasado, son "inventadas", "imaginadas", o "construidas" desde el presente y reflejan la contestación o defensa de determinados intereses individuales y comunitarios.
los cronistas tempranos, la lectura del kipu supone la percepción simultánea de un signo numérico, de su posición en los ejes horizontal y vertical y de un color, operación facilitada por la ayuda mutua que se prestan el tacto (nudos) y la vista (color, posición). El kipu permitía dos usos relativamente distintos: por un lado -y todos los cronistas coloniales coinciden en ello- sirve para almacenar datos útiles para el gobierno y la administración del estado (guerra, gobierno, tributos, ceremonias, tierras, leyes y cuentas de negocios). Por otro lado, el kipu se presenta como herramienta útil para la producción o la reproducción de un discurso histórico, siendo depositario de la memoria histórica y del cómputo de las genealogías. El sistema también permite almacenar "innumerables significaciones de cosas" aunque no es capaz de reproducir "vocablos", por lo que podemos deducir la naturaleza no lingüística del funcionamiento del kipu. En síntesis, el sistema andino de comunicación, en el cual el kipu ocupa un lugar privilegiado, podría ser caracterizado como "predominantemente oral" (Cfr. Lienhard, 1992: 34).
1997
"Salamanca" y "El aviso", en Terrón de Bellomo, Herminia, El cuento fantástico en Jujuy, Jujuy: Universidad Nacional de Jujuy.
AHUERMA SALAZAR, Juan 1984 Alias Cara de Caballo, Salta: Edición Independiente. 1989
La República Cooperativa del Tucumán, Salta: Fundación Trópico de Capricornio.
162
Foucault, uno de los ideólogos de este orden de rupturas teóricas había declarado poéticamente: "Es evidente que no basta repetir como afirmación vacía que el autor ha desaparecido. Asimismo, no basta repetir indefinidamente que Dios y el hombre han muerto de muerte conjunta. Lo que habría que hacer es localizar el espacio que de este modo deja vacío la desaparición del autor, no perder de vista la repartición de las lagunas y las fallas, y acechar los emplazamientos, las funciones libres que esta aparición hace aparecer." (Foucault, 1987: 134). Por su parte, Roland Barthes, en su estudio sobre "la muerte del autor", inserto en El susurro del lenguaje (1994) sentencia: "Hoy en día estamos empezando a no caer en la trampa de esa especie de antífrasis gracias a la que la buena sociedad recrimina soberbiamente en favor de lo que precisamente ella misma está apartando, ignorando, sofocando o destruyendo; sabemos que para devolverle su porvenir a la escritura hay que darle la vuelta al mito: el nacimiento del lector se paga con la muerte del Autor" (Barthes, 1994: 71).
163
En los últimos años se ha intensificado la brecha entre la producción editorial de la metrópoli y la literatura del NOA. En la década del '80, una importante empresa de publicaciones fue impulsada por Jorge Lafforgue, quien dirigió la colección "narradores americanos" en la editorial "Legasa" de Buenos Aires. Este esfuerzo se suma al de las presentaciones antológicas que han permitido la difusión de los autores del interior en textos de amplia divulgación. Los otros emprendimientos editoriales provienen de la región del NOA y se han canalizado a través de la Universidad Nacional de Jujuy (dirigida por Néstor Groppa), la Comisión Bicameral Examinadora de Obras de Autores Salteños, (coordinada por Raúl Rojas), la Universidad Nacional de Tucumán y las Direcciones y Secretarías de Cultura Provinciales y Municipales, las que publican anualmente los textos premiados en concursos.
164
El "dejarse estar" que late en el texto de Manuel J. Castilla no es una actitud voluntaria y forzosa, sino más bien un espacio que contiene un rizoma de preguntas, un dejarse estar y un "dejar ser", que significa, según la interpretación de Parfeniuk: "no atarse ni dejarse atar por los mecanismos de un conocimiento convencional que fuerza y que rompe, analíticamente, lo que él todavía puede recibir en la síntesis de una totalidad, en la que aún convergen y gravitan las remotas pulsaciones de la más insignificante raíz de brizna, en consonancia con la más lejana estrella." (Parfeniuk, 1990: 117). Esta actitud procede del imbricamiento de dos significados gestados en el ámbito andino: por un lado, el estar contemplativo -el "utcatha"- propio del sentir indígena y rural, con su carga de irracionalidad, sentido profundo de la comunidad y del domicilio; y por otro lado, la actitud netamente occidental del saber, asimilada en las formas del individualismo y la racionalidad. El estar en busca de salvación, el saber en busca de solución (Kusch, 1977: 28).
165
En esa línea se inscriben los glosarios y diccionarios compuestos por Julio Aramburu (Voces de supervivencia indígena), Samuel Lafone (Tesoro de catamarqueñismos), Jorge Lira (Diccionario Kechwa-Español) o José Vicente Solá (Diccionario de Regionalismos de Salta), entre muchos aportes notables (Cfr. Bibliografía).
166
Así lo manifiesta la anécdota de Gorriti en la que el poeta Villarán se admira de la "sabiduría" de una estrofa cantada por un callejero: "La mujer que a los treinta/ No tiene novio / Ya puede echarle llave / a su escritorio". Ante lo cual, el personaje femenino responde: "-Al contrario (...) es precisamente en ese tiempo y en ese caso que yo abriría de par en par la puerta de mi escritorio, y
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5.2. Fuentes inéditas (manuscritos): Actas de matrimonio (1621, 1683-1690, Salta: Archivo de la Curia Episcopal de Salta). "Libro de Razón, Mes y Día que se cumplen los plazos de censos, como limosna a favor de este convento de San Diego de Salta" (1750-1797, Salta: Biblioteca y Archivo del Convento San Francisco, Caja V, Carpeta 8). Expediente referido a la restitución de tierras a los indios pulares, cachis y payogastas (Archivo Histórico de Salta, Carpeta Año 1789, Exp. ne 3). Informe del Regidor de Tucumán don Francisco Tejerina (Salta: Archivo Histórico de Salta, Gobierno, Carpeta años 1785-1786, C. n1 13, Expediente n1 6, 1 folio). "Libro MS. con las actuaciones referentes al proceso fundacional de la ciudad de San Ramón de la Nueva Orán (1792-1803, Salta: Biblioteca "Miguel Angel Vergara" del Museo Histórico del Norte, Anexo Casa Presidente Uriburu, 104 folios). "Historia del Origen; Fundación y progre-/sos del Colegio de propaganda fide de Mis-/sioneros Apostólicos Franciscos Observantes / de la Villa de Tarija, y de las Missiones, o Re-/ducciones de Indios que (roto) a la direcion / y cargo del espresado Colegio situado en el / Virreynato de Buenos Ayres dentro del / Arzobispado de las Charcas y en la jurisdi-/cion de la Franciscana Provincia de San Antonio de Cusco. Contiene assimismo utili-/simos Documentos, exhortos, y encargos / a los Religiosos converssores / parael mas acertado gobierno y cumplimiento de su ministerio./ Escrita por el P. fray Manuel Mingo / de la Concepción Predicador Apostólico / Ex-Vice Comisario de Misiones, Ex- Gu-/ardian, y Escritor actual del mismo,/ Colegio, Ex-Comissario dos veces de Mission colectada, y uno de los Fundadores / del enunciado Seminario, como también su vendido subdito, quien dedica /esta obra á la grande Reyna del / cielo y tierra María Santisima que conel Título de Nuestra Señora de los Angeles es Pa-/trona del denominado / Apostólico Colegio / de Tarija" (1795, Libro MS, donado por Roberto Levillier al Museo Histórico del Norte, Salta. Contiene ilustraciones, dedicatoria, Prólogo y Tres partes: la primera con cinco capítulos, la segunda con veinticuatro capítulos y la tercera con cinco capítulos. Se incluyen traducciones al chiriguano) [BMAV]. Reclamo hecho por Manuel de Zorrilla, vecino de Jujuy, contra el síndico de este convento Don Antonio Figueroa, acerca de un esclavo (1795, Salta: Biblioteca y Archivo del Convento San Francisco, Caja II, Carpeta 10, 4 folios). Novenario de la Gloriosa Madre Nuestra Santa Clara (s.f., Salta: Biblioteca y Archivo del Convento San Francisco, Cajón 5, 14 folios).
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